domingo, 7 de noviembre de 2021

LA POLÍTICA Y LA VIDA PERSONAL Darío Ruiz Gómez

 


LA POLÍTICA Y LA VIDA PERSONAL

Darío Ruiz Gómez

No ha abundado en Colombia ese tipo de historiador que hayan mostrado  interés  en  lo que significa  la vida de  gobernantes  y políticos en la intimidad, en esos secretos amorosos que también responden en cada relato  a las intrigas  de geniales embaucadores(as)  o al papel decisivo que tiene el chisme en su tarea de difamar a un contrario(a) con fines políticos tal como lo ilustran  las historias de alcoba  en algunos gobiernos ingleses o norteamericanos, en el gobierno de los Kirchner. Historia de adorables  efebos  que recurrieron a sus encantos físicos para obtener favores de los poderosos  iniciando así su  vida pública. Generalmente el gran político como lo señala Benjamin Disraeli  debe  guardar la distancia necesaria entre su vida pública y su vida privada porque entiende que su misión consiste en representar el papel que los protocolos le exigen y que su proyecto de gobierno le reclama en los objetivos de alcanzar la prosperidad y la seguridad de la ciudadanía. Por desgracia la invasión de la banalidad  mediática ha irrumpido desvergonzadamente en la vida de muchos gobernantes(as) actuales y la industria  del chisme como un arma mortífera para desacreditar a un gobernante, para crear equívocos sobre una amistad masculina o femenina dejando de ser una conquista de la libertad sexual para convertirla  en una perversidad inadmisible, es ya habitual. Y en Colombia la práctica de este tipo de difamación se ha convertido en muchos casos en puro linchamiento público ejercido por  apestosos personajillos con el fin de destruir la carrera  de una mujer o de un hombre sometidos, repito, a la malevolencia  de la envidia criolla. 

La frivolización de la vida pública que se restringía a la vida del espectáculo se ha mutado, insisto, hacia la vida política con  consecuencias  desastrosas  tal como sucede en España donde el rasero de esta superfluidad se ha ido apoderando de la vida pública de gobernantes y políticos(as)  que antes que dedicarse a defender las libertades democráticas sólo parecen estar listos(as) para la foto de portada del magazin de moda. Las fundamentadas y sorprendentes  revelaciones  que acaba de dar Jorge Gómez sobre el inaudito propósito del  joven Alcalde Quintero  de lanzarse a la Presidencia de la República  una vez finalizado su mandato  y con el anticipado nombramiento de su respectivo Gabinete Ministerial que no son otros(as) que sus más allegados colaboradores(as) se convierte en un alarmante despropósito  alentado  desde las cloacas de los nuevos poderosos  como en un folletín histórico de Alejandro Dumas o en la trama de un relato sobre la mafiopolítica  de Andrea Camilleri  en donde detrás del muchacho de barrio se esconde una intensa trama de oscuras pasiones, de nepotismo, no de ambición meramente política  sino de una burda tarea de enriquecimiento personal y control de los territorios recurriendo para ello a cualquier clase de componendas como el nombramiento en puestos claves de la administración de petristas traídos de fuera. El hombre público y la ejemplaridad que se le exige a éste han quedado al descubierto  en el caso Quintero  por una preocupante alteración emocional  pues dice y a los cinco minutos se desdice de lo que acaba de afirmar, se llena la boca de incoherencias  tal como lo ha señalado un notable abogado. Transformismo, equívocos como esa foto lograda por un paparazzi  de una cita furtiva  con César Gaviria en las gradas altas de un estadio,  lo  que, naturalmente ha permitido  que la suspicacia  popular juegue a sus anchas recordando  aquel film peronista “Dios se lo pague”, donde el mendigo  se venga de los “ricos”  atesorando su propia riqueza  e indicándole a los pobres que esta debe ser la vía política para escapar de su condición de explotados y destruír a los poderosos, un personaje  para el cual  nada  termina por  importarle; ni siquiera  las ruinas que se van acumulando a su paso, el estupor del la ciudadanía ante el abandono de la ciudad, ante la fallida promesa de prosperidad. Olvidando que la ausencia de ética en el gobernante conduce inevitablemente a la corrupción.

1 comentario:

Eduardo Albión Bretón Porto dijo...

La farándula en la política local es un problema que viene de atrás. Caso de Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, que aparentaban ante los medios ser políticos serios y terminaron desfigurándose ante el fascismo uribista.