miércoles, 17 de noviembre de 2021

9 Festival Alternativo de Poesía de Medellín / Teresa Sevillano

 


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9  Festival Alternativo  de  Poesía de Medellín / 


Teresa Sevillano

Una reflexión sobre la poesía
    
Existen versos y poemas que parecen provenir de regiones ignotas y escritos no por hombres sino por dioses, la impactante belleza de esos poemas emerge de la forma como llegan y se estructuran las palabras en el contexto poético.

La poesía viene de “un más allá”, la cubre un halo, una sombra transparente de lo sublime, y lo sublime es la belleza de la que siempre está impregnada, la poesía, el poeta es su médium, es el sujeto del encantamiento originado por ese misterio que lo eligió a él como depositario; y nada que sea tan falaz como confundir el llamado poético con un acto de aprehensión. La poesía es silencio, que no es la mudez o la negación absoluta del sonido, sino la restricción, por escogencia, de la palabras, en la clarividencia de un estado de ánimo inspirado, es el repudio a la palabrería malsana, dañina para la salud de la poesía: la mata, y ello es la razón esencial que la distingue de los otros géneros literarios: el teatro, el cuento, la novela, el ensayo, no exentos de la inspiración y los matices poéticos, pero en los que median con insistencia, el razonamiento, los juicios críticos que caracterizan a los personajes, las relaciones de tiempo y espacio, la concatenación de acciones que conduzcan a una trama atrayente que mantenga viva la imaginación en obras de largo aliento donde sus autores pueden explayarse e introducir el vocabulario que a bien tengan para identificar a los personajes.

Los novelistas, cuentistas, dramaturgos etc. son escritores de disciplina y entrega a un trabajo arduo porque está sujeto al tiempo largo y al pensamiento aplicado a tramas y desenlaces que los satisfagan ; el poeta, en cambio, es un “vago” de su oficio, no maneja horarios; libre de la presión del tiempo y de la tiranía de la lógica y el raciocinio, es un hombre que sueña por la noche o en el día, cuando deambula por las calles o se sienta a compartir un café con los amigos, abstrayéndose, a veces, de la conversación para tomar un lápiz y escribir un primer verso que acaba de encajarse en su cabeza; ese es el poeta, un abstraído del bullicio, para atender al llamado del poema, un soñador, compenetrado con la realidad de afuera y con la realidad de adentro; y razona también cuando lo hace con anterioridad al llamado poético y compone una poesía intelectual como lo hiciera Borges, un hombre de una vasta erudición, principalmente filosófica, muchos de sus poemas le llegaron por reminiscencia de ese saber previamente acumulado.

El poeta piensa también cuando corrige, suprime y efectúa cambios en los poemas, pero ello obedece no a una acción en la que prima el sentido de la lógica y la reflexión, sino al deseo de lograr la armonía que le proporcione musicalidad a los versos mediante el reemplazo y una mejor secuencia de conjunto.

La poesía es la desprovista felicidad del intelecto y de los sentidos para el poeta; los otros géneros brindan una felicidad que se obtiene por la disciplina en un trabajo de reflexión e investigación permanentes.

Las alas del poeta lucen desplegadas, siempre en actitud de vuelo. Por ello los poetas son muy escasos, aunque la lista sea interminable. “Volar” para un hombre es un don “providencial”; la naturaleza no se atreve a otorgárselo, sino a los que puedan sobrepasar el abismo.

Marzo / 2015}...


Poemas de Teresa Sevillano

Un hombre y su ave

 

Luego de haber atravesado

calles, caminos, ciudades antiguas y nuevas,

imponentes construcciones, derruidas otras.

Luego de recorrerte mundo,

de abrazar tus árboles, acariciar

 los lomos de tus animales,

y de reconciliarme con la vida,

vuelvo a ti, mi pedazo de tierra seca,

impregnada de soledad, árida como la muerte.

Me siento sobre un pedrusco duro

como el dolor,

 

y acaricio mi ave:

paso mis manos por su terso plumaje,

beso su cabeza y le pido que emprenda el vuelo.

Ella lo piensa, pero al fin parte.

La miro perderse en la lejanía sin horizonte;

se empequeñece y no la veo más.

Me desplomo sobre el suelo aún tibio.

Es tarde, un plumón blanquísimo cae sobre mi frente.

Entra la noche, y yo también en un feliz reposo.

 

 

 

Entre la oscuridad y la luz

Oh Dios de la vida y de la muerte,

porque para verte hay que morir.

Tu alumbramiento fue una bocanada de luz,

y nacimos después de ese luminoso soplo,

para ir muriendo, lento, con los árboles,

las flores, los animales de presa, de compañía,

con la tierra, con el mar…, al borde de este abismo

sudoroso, que nos traga luego de ir embelesándonos

con migajas de dicha.

 

Oh Dios de la vida y de la muerte,

si yo pudiera leer en una cristalina lágrima tuya,

tu arrepentimiento, pero no, todas las depositaste en el mar,

que está presto a devorar en cualquiera de sus arrebatos

tempestuosos.

 

¿Estoy buscando negarte, o hallarte culpable?

No caeré en la torpeza de negarte. Negarte es envidiarte.

Tampoco te encuentro culpable, diste existencia,

que es ya, de suyo, un acto de bondad.

 

Algunos te identifican con el destino, el azar.

Otros te designan con nombres diversos:

El Todopoderoso, El Padre Eterno, El Altísimo…,

y es posible que estés allá, o aquí, entre el torbellino infinito,

por el que existes, y que se confunde con tu existencia.











1 comentario:

Eduardo Albión Bretón Porto dijo...

Interesante reflexión sobre el oficio del poeta. Muy acertada para los tiempos que vivimos.