SOBRE EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN
Darío Ruiz Gómez
El excelente
reportaje de NTN24 sobre el caso del niño enfermo de cáncer que suplica una y otra vez a “Tirofijo” que le permita ver a su padre mantenido en un alambrado Campo de Concentración a cargo de ese abusador
de niños y niñas que fue “El Mono Jojoy”
donde estupefactos volvemos a contemplar las indignantes condiciones en que se mantuvo a los soldados prisioneros, imágenes
desconsoladoras de lo que supuso un abrumador
atentado contra la dignidad humana equiparable a la de los Campos nazis o los Gulags soviéticos por lo cual no puede
nunca tal como lo hacen algunas Onegés proFArC, pensar que una vez cerrado un
Acuerdo de Paz era necesario por parte de las víctimas
proceder de inmediato a conceder a los
victimarios “el perdón y olvido” ¿Les puede perdonar Stiven Martínez que les rogó durante nueve
años que no mataran a su papá que
finalmente fue fusilado? En los grandes alegatos contra la barbarie totalitaria
lo que prima no es un frío documento sobre lo que supuso la maquinaria del
exterminio – sobre el cual hay obras clásicas de estremecedora
contundencia- sino ante todo la condena
de formas de opresión cuya inhumanidad nunca había sido conocida en la Historia
y en Colombia son nuestra Historia de la Infamia. Hablamos de, tal como lo
acaban de recordar Savater y Daniel Gascón a propósito de un etarra que se
suicidó en la cárcel y cuya muerte lamentó el inefable Pedro Sánchez, de
inhumanos que actuaron bajo políticas inhumanas. Pongo un ejemplo: cuando
“Tirofijo” responde que no puede autorizar la visita del niño a su padre
alegando que son los médicos de las FARC quienes deben dar esa autorización
pues” todo puede ser una trampa” nos descubre con su rostro de verdugo que hay
médicos y una medicina al servicio de esta guerrilla
con lo cual el llamado Médico adquiere una inesperada relevancia pues muchas adolecentes
guerrilleras lo reconocieron como un
cruel abortista. ¿Cuántas de esas adolecentes murieron de fiebre puerperal o
desangradas? El Médico no solamente debe responder por su militancia en las
FARC” sino por estas afrentas al juramento Médico. La comprobación de la
existencia de Gulags en las selvas donde torturaron, asesinaron, fusilaron a
los prisioneros, humillaron a las
secuestradas(os) merece un juicio de
responsabilidades a cada uno de esos carceleros, a cada uno de esos “teóricos”
que justificaron estos oprobios a la dignidad humana cometiendo con ello lo que
desde los juicios a nazis y estalinistas se tipificó como crímenes de lesa
humanidad, incluso como genocidio en nuestro caso por el exterminio de muchas
de las etnias indígenas. ¿Perdón ante afrentas que son de amplio conocimiento
de la Comisión de la Verdad?
Jean Améry inmenso
escritor quien fue torturado, humillado en los campos de concentración nazi, se
negó a perdonar a sus verdugos al contrario del perdón que otros escritores que
sufrieron las mismas afrentas concedieron a sus victimarios. “Mis sentimientos
existen con el objeto de que el delito adquiera realidad moral para el
criminal, con el objeto de que se vea obligado a enfrentar la verdad de ser
carne” Para Améry el resentimiento será la única forma de moralizar la Historia
tal como se ha señalado. Y tal como lo aclara Eugenio Sánchez Bravo, “Quienes
piden olvido y mirar hacia adelante como método de superación ofenden el dolor
único de las víctimas” El niño murió de cáncer, languideció entre las lágrimas
de sus ojos tristes y su papá fue fusilado por simple capricho tal como lo
hicieron con los papás de otros niños, con una madre y otra madre que ahora
desconocen el lugar donde fueron enterrados. ¿Porqué tu obsesión con las FARC?
me recrimina un escritor: porque es claro que sin enjuiciar el uso de la
crueldad, de la tortura, del desplazamiento masivo, del fusilamiento de niños,
de la ofensa contra mujeres y etnias, la justicia -que con nuestra cuota de
modernidad- se puede convertir en una
amarga humorada y la literatura que debe
tomar el partido de los niños ofendidos convertirse en cómplice de los verdugos. Estas
mismas consideraciones he escrito sobre la barbarie de los paramilitares. Como lo dice un notable pensador como Jankélevichit: “El perdón murió en los campos de la muerte”
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