SANTOS Y LA REPÚBLICA DEL TERROR
Darío Ruiz Gómez
El régimen de Santos respondió a un objetivo primordial: hacer que
la injusticia, el atropello, el horror fueran considerados como hechos normales
dentro del proceso de su “búsqueda de la
paz”. Una sociedad que los distintos medios de comunicación se encargaron de
mostrar como una sociedad gobernada por una élite impoluta que, sin embargo, rápidamente se convirtió
en lo que se llama una sociedad de provecho. El caso Odrebrecht es
apenas la punta del iceberg sobre lo que supuso la presencia de una monstruosidad jurídica que se hizo invisible gracias a la
previa corrupción de ciertos
representantes de la justicia, al desafuero burocrático aceptado como legítima estrategia electoral, típico recurso
totalitario, para demostrar que nadie se salva de ser corrupto y sobre todo que
el mal es inherente a la condición del ser humano. La violentísima película de
Pasolini, “La República de Saló” ilustró crudamente la manera en que el poder
en manos de desalmados lo que busca es degradar al ser humano
al hacernos creer
que lo más abominable es algo normal y de esta manera aceptar la sumisión como algo natural. La retórica perversa del Fiscal Montealegre introdujo con sus caprichosas ejecutorias y
señalamientos la idea de que el Habeas Corpus no existía y traicionar a un amigo es algo previsible en
la trama de este film: inventarse un hacker para destituir unos altos militares
de inteligencia son acciones que parecen sacadas de una novela de Jhon Le Carré. El santismo
no tuvo escrúpulo alguno para subvertir la ley y la justicia para obtener un premio Nóbel de
papel. En este proceso elaborado minuciosamente por una mente enferma los Fake News fueron puestos en circulación
por esta fábrica de mentiras y difamaciones por parte de un periodismo que terminó por degradar el lenguaje, la ética
profesional. Lo que la llamada Izquierda no alcanzó a prever por pura ceguera
moral era el hecho de que esta degradación de lenguajes y costumbres terminaría
por arrastrarlos también a la degradación política y la complicidad ante la injusticia bajo el lema de que todo estaba permitido por
la paz. Recordemos que después de cada
grave atentado por parte de las FARC o el ELN el presidente Santos recurría a
la misma explicación:”Esto fue un atentado de la Mano Negra, de la Derecha, no
lo duden” ¿Qué pasó después del cruel asesinato de Ciro Guerra y del asesinato
de once soldados por parte de las FARC y
luego por Pablito? Al perder el lenguaje su dimensión moral se precipita al
abismo donde se justifica el crimen, la humillación a las víctimas. Un atentado
terrorista recuerda Baudrillard no es
una revolución sino una implosión o sea un agujero negro que se traga a quienes
lo justificaron. Insinuar que el horrendo atentado que mató a 21
jóvenes cadetes y dejó heridas a 65 personas “pareció” responder al objetivo de impedir el plantón
que pediría la cabeza del Fiscal Martínez, tal como lo hizo
en unas declaraciones Jorge Robledo, constituye un despropósito de alguien que fue un eminente
profesor, un notable congresista y parece hoy haber sido devorado por la
degradación santista que a hombres de ideas los convirtió en “legionarios de la paz “. El video de
Márquez es para la justicia universal un
“enaltecimiento del terrorismo” que se paga con la cárcel. Nada más
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