martes, 1 de enero de 2019

Poemas de Paula Guarín



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Poemas de Paula Guarín


La sombra.

Era una sombra extraña
tejida desde el suelo,
hecha con el filo de la aurora y de la noche,
adornada con tormentos que la hicieron más pura,
elegida por la lluvia nació danzando la sombra,
urgida de perfumes voraces y sedientos.
Así iba ella con su rostro atestado de rocío,
multiplicada en la hierba, apartada de las cosas,
era apenas un engendro incubado en la fatiga,
el negativo de una chispa que se negó a ser lumbre.
…..


Costuras

Esto que yo siento es más grave que una aguja,
más grave que olvidar las letras de una cosa,
más terrible que señalar un sitio que se mueve,
más horrendo que ahogarse en una gota de sombra.
Esto que yo siento desafía los adverbios,
se multiplica irresponsable, se prorroga sin pausa,
se percibe suave, jugoso, inexplicable.
Esto que yo siento va de viaje a todos los lugares,
se augura feroz, pasmoso, permanente.
Una aguja que olvida sus letras,
un sitio que se ahoga en su sombra,
un adverbio sin pausa en cualquier un predicado,
una puntada suave, jugosa, grave, gravísima.
….

Herejía

“Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible e invisible”
No quiero esta cruz inmaculada
ni este corazón de más en el costado,
ni los labios irritados de luz y de belleza,
ni mis jardines de humo que florecen ante el fuego
 (…) un cuerpo olvidado por el color de las cosas.
 “dentro de tus llagas escóndeme,
no permitas que me separe de ti,
del enemigo malo defiéndeme,
a la hora mi muerte llámame,
mándame ir a ti, colócame junto a ti.”
Recuérdame que sangro aunque sea entre las costuras.
Impídeme cortar el hondo relato de mis muslos,
Sálvame y si no puedes… embriágame.
Como un pecado reciente, lávame.
Empújame contra ti, interrumpe el rito,
este solemne y humillado gesto de pureza,
muerde, hunde, quema, despedaza,
mi piel, dásela a cualquier desesperado.
Como a los otros vivos en el purgatorio confórtame,
“a la hora mi muerte llámame,
mándame ir a ti, colócame junto a ti.”
Para que cada noche los gemidos te alaben,
Por los siglos de los siglos.
Amèn.
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Suplicios.

Arráncame este idioma tan sesgado,
quítalo de mí con muchas púas,
impídele mentir con látigos y sombras,
tortúralo con rabia hasta que pierda el sentido,
hasta que le salgan venas, voz, malicia.
Ninguna frase debería salvarlo,
porque no hay belleza en él (que no te engañe)
Aplícale suplicios que sean impronunciables,
destruye su sintaxis, mutílale el fonema,
- Ojalá el más protuberante -
prométele la vida mientras lo llevas a rastras.
Es un hijo mío adorado por las cosas,
sembrado en mí a la fuerza para obligarme a hablar.
Quítalo de mí con muchas púas,
con atroces silencios, hazle trampa.
Porque no hay belleza en esto que repito,
porque cuando hablo se me sale el alma.
….


Arrullos

Ser cualquier hambre,
dormir sin meter las manos en el sueño.
Saberse ajeno a los pecados terribles,
al exquisito pesar del gusto inacabado,
doblarse sin pudor como un abismo ciego,
sin sospechar el ángulo mortal que depara la caída.
Cicatrices que se cuecen a oscuras,
huérfanas de heridas,
cercadas por el miedo de no haber sido carne,
espantadas de sanar antes de ser sufridas
o aliviadas.

Caprichos

Abajo en la tierra el cielo me sepulta,
me priva de la noche y su canción implacable,
me espantan las alas que recién me nacían,
me despoja del viento que me arrullaba las ansias.
Este cielo mío se empeña en ser mi tumba,
se regodea con cinismo de ser interminable.
Antes yo sabía nombrar todas las muertes,
las decía despacio como si fueran cifras,
las invitaba a mi casa y las miraba bailar.
Ahora nada es sombra, la luz me irrita las ideas...
y abajo en la tierra el cielo me sepulta
porque me sabe estrella,
pero enemiga del sol.
….


Escalofrío

Voy a darte este silencio,
este silencio donde nacen las noches y los gritos. 
Te daré también mis pies pequeños,
mis ojos sucios de mirar con sorna los abrazos.
Tú has de quedarte, terco, voluptuoso,
con los labios podridos de ternura,
con los dedos temblorosos de tocar tantos asuntos.
Cada ruido encontrará espacio en nuestra sombra.
Seremos pasos breves, puentes plegadizos,
voces agotadas de vivir en los rincones,
sangre atribulada creciendo en las espinas.
Voy a darte estas alas que se queman presurosas,
estas ganas lastimadas de morder el vacío.
Ven a mis horas.
No preguntes.
Deja que nazca la noche con sus gritos.
….


El ruego.

Vámonos antes de que venga el futuro
y nos mire sentado con el ceño fruncido.
Insúltame, desnúdame, compárteme,
hazme objeto tuyo como un libro nuevo.
No me espantes con promesas insulsas,
tú bien sabes que no tengo paciencia
ni siento compasión por las cosas sin alma.
No intentes arrastrar mi belleza a tu horizonte,
sobre todo, porque tiene jardines,
comida caliente, rutinas implacables
y para desgracia tuya no soy ama de casa.
Úsame, muérdeme, conversa conmigo...
pero por Dios Santo, no me traigas anillos,
sin duda entiendes cuanto temo a las jaulas.
….


Viernes

Te pareces al jardín que brota de tu boca,
tu cuerpo es pasto fresco,
terrones de sol mojados por la lluvia.
Eres como un miedo recién inventado,
mariposas en los ojos, en la piel,
café dulce en las mañanas.
Déjame guardarte como música nueva,
enséñame a llevarte entre mis simples asuntos.
Sígueme mirando así, sin intenciones,
sin saber nunca que decirme...
brevemente aterrado por mi voz y mis ideas.
Te pareces al jardín que brota de tu boca,
a todo lo exquisito que pueda caber en nuestras manos.
Hueles a libros, a silencio,
a tu nombre que habita y se deshace en mis horas.
…..


Mandrágora

Sentida como brisa, mordida como pan,
crujidos macilentos ignorantes del sol.
Al otro lado del bosque gime una semilla,
y las hojas la oyen con sus ojos enormes.
manos que se creen bocas la germinan,
la ven hundirse plácida en su tumba de musgo.
Afuera el cielo comiéndose las horas,
el pasto amargo cantando amaneceres,
Silencio... cuerdo y plano silencio,
lazos de lluvia ahorcando  la mañana,
espejismos hambrientos de noche y de locura,
crepitar indecente de los frutos contra el piso,
mujer de trigo y barro condenada a la piel.
Palabras que lloran porque las escribo,
un tallo de ideas al que agobian las púas...
Yo, sentida como brisa, mordida como pan,
famélica, indulgente, casi presta a morir.
….


La indeseable

Yo sufría de un temor incurable,
temor de mi boca siempre llena de ideas,
temor mi lengua comprobando palabras.
Yo era un diminutivo que parecía un nombre,
miradas dulces como cruces, largas como ejemplos,
suturas intangibles pero sensibles al tacto.
Yo era encanto y era risa, papel suave,
memoria predecible, ridícula añoranza...
Era tanta la piel que me sobraba cada día,
que la tela evitaba pasarme entre los muslos.
Yo me sabía etérea, diluida, infranqueable,
una herida veloz que no dolía en nadie.
La carne se acumula y se muere de fe,
yo no tengo fe (ni estallo, ni me quejo)
porque si la tuviera sería más indeseable.


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