Pawel Kucsynski |
¿TRANSICIÓN HACIA LA DEMOCRACIA?
Darío Ruiz Gómez
Recuerdo en lo que hoy se
llama la Transición española -y que
Santos Juliá ha analizado en un extraordinario libro- lo que supuso la incorporación del Partido
Comunista a la vida democrática. Adolfo Suárez jugó aquí un papel decisivo para
que se reconociera esta incorporación al
juego democrático y militantes, y
cuadros
políticos, salieran de las
sombras, de manera que se pudo saber que
Federico Sánchez activista, espía era en realidad Jorge Semprun quien llegaría ser uno de los más grandes novelistas e
intelectuales españoles y quien no
cejaría de denunciar los horres y la
hipocresía del estalinismo actual.
También salieron de las sombras entre otros el nombre de Víctor Pradera quien desempeñaría un importante papel en la consolidación de la
democracia española, acusando
ideológicamente el mismo proceso de decepción y condena de las prácticas totalitarias del PC. Es un
hecho que hemos comenzado a vivir el reto de un nuevo país a partir del
triunfo de Iván Duque y de la
renuncia a la lucha armada por parte de las FARC. En ese sentido y. perdonen que me vuelva reiterativo, el proceso mismo de los acuerdos igualmente
ha sacado de las sombras la verdad sobre la actual conformación de las estructuras políticas y
armadas de las FARCPC, pero
apenas conocemos de los nombres de su dirigencia clandestina mientras sus cuadros intelectuales han preferido
continuar en las sombras. Y nada sabemos
del porqué su decisión de justificar el secuestro y el narcotráfico, el destino de
su inmensa fortuna. Hablamos de la entrega de unos archivos que politólogos e historiadores podrán analizar objetivamente para que la opinión pública del mundo
logre formarse un criterio sobre cada uno de estos renglones del horror. Señalar esto
supone considerar objetivamente el deterioro causado por una utopía que es una lacra en la historia de la humanidad y que en Colombia debe enjuiciarse
con el rigor científico debido para lograr precisamente dar ese paso
necesario entre quienes no admiten el
perdón y quienes, por el contrario aspiran a que se establezca un verdadero
juicio de responsabilidades desde los
parámetros que establecen los valores de la civilización y de la justicia universal porque el
secuestro es un delito de lesa humanidad que no puede reducirse a un
problema de abogados litigantes y por lo
tanto a desconocer lo que entraña como violencia inaudita contra
un ser indefenso, y termine por castigarse al delincuente
con penas ocasionales al considerarlo como un mero “delito político” . ¿Quién toma la decisión al respecto? Es el
juicio implacable que los grandes pensadores hicieron y siguen haciendo a los
grandes crímenes del totalitarismo tanto
en la Unión Soviética, China, la Camboya del Khmer Rojo como en Cuba, Venezuela
o Nicaragua porque esa ferocidad, ese mesianismo, esa persecución a la inteligencia, ese odio a las clases populares
se ha dado en Colombia con, no dejaré de recordarlo, la misma crueldad y el
mismo arrasamiento de los valores sociales. En este sentido no se va a
juzgar solamente a una dirigencia que justificó y planeó la violencia sino lo
que supone la violencia de una teoría
política criminal. Parece mentira pero es desde esta confesión de
responsabilidades desde donde puede establecerse la confianza para un diálogo y una discrepancia, la posibilidad de contar con
una izquierda democrática.
Camuflarse en verdes o
amarillos responde a una estrategia ya desacreditada pues la verdad que supuestamente se busca descubrir por parte de un comité caricaturesco, es la que irá aflorando cuando las víctimas ignoradas hablen desde
su sufrimiento personal y no
desde el embeleco de la tal memoria
colectiva. La verdadera transición a la
democracia no puede hacerse con un
remedo de los tribunales populares castristas sino desde la aceptación de
errores que no deben jamás volver a repetirse. Porque el punto de vista de la
justicia, la da la democracia triunfante
y no quienes deben arrepentirse de su dogmatismo.
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