Pawel Kusinski |
REGIÓN
Y TRAGEDIA
Darío
Ruiz Gómez
La
película de Elia Kazan “Rio salvaje” describe con vigorosas imágenes la historia de un grupo de habitantes del
valle del Tennessee, hacia 1930, para entonces una región hundida en la miseria,
en la esterilidad de sus suelos, en el
atraso y el analfabetismo, una región sometida crónicamente a las inundaciones
del río. Plantear la construcción de una serie de represas no solo
respondía a la tarea de regular esas aguas sino a la de producir la energía eléctrica necesaria para el desarrollo industrial del país y
rescatar una región hundida en el atraso. A la cabeza de la planificación
económica estuvo uno de los más importantes economistas del siglo XX, David
Lilienthal ya que lo que la represa
planteaba para el gobierno de Roosevelt era no solo producir energía sino
fundamentalmente, repito, rescatar la
región incorporando su economía al ciclo productivo del resto de una nación que
buscaba salir, tal como lo hizo, de la gran crisis económica. Esa crisis sirvió
para que escritores, directores de cine, documentalistas, músicos descubrieran
la llamada “América profunda” su inmenso
legado cultural y naciera la gran
cultura norteamericana moderna. Otras voces, otros ámbitos. En esta historia
Chuck Glover (Montgomery Clifft) es el
empleado gubernamental que llega a la región a convencer a sus pobladores de vender sus tierras que serán inundadas
para llevar a cabo una obra de progreso.
Glover es el efecto detonante de
muchas reacciones como la de quienes no
aceptan que los nuevos trabajadores sean
negros y tengan un salario igual al de los blancos. Es la confrontación entre una idea justa de progreso y los
atavismos que aún imperan en el alma de
seres dominados por la ignorancia. Está el derecho
de quienes hacen parte de este paisaje de amarguras y
necesidades económicas, de silenciosas hazañas contra una áspera naturaleza a que se respete aquello que intangiblemente los une como una comunidad en el tiempo: la
idea de región, una geografía que bautizaron
sus muertos, que han justificado sus dignos retos de vida. Elia Garth ( Jo Van
Fleet) es la vieja cacica reacia a aceptar este progreso que irrumpe en sus vidas como un
exabrupto, que se opone a decir adiós a
la tierra sobre la cual ha fundado su heredad y a hincado su memoria. Grandioso
personaje cuyas preguntas brotadas
desde su rostro habitado de recuerdos fundacionales, hilo que sostiene
la historia humana de los lugares, es el vínculo de una memoria que no debe desaparecer
y que el llamado progreso material deberá
respetar para lograr su justificación.
Una
“obra de progreso” lo será en la medida en que sea capaz de reconocer ante
nuestros ojos estas vinculaciones entre la tarea del ser humano creando
con su esfuerzo una geografía, un horizonte, su patria verdadera y la presencia
de una obra tecnológica como muestra de capacidad científica que servirá para renovar
estos vínculos entre la memoria de la tierra y la memoria de los seres humanos
ya que el choque entre derechos y expoliaciones conduce siempre al desarraigo y
al exilio. Racionalizar el impacto de lo
imprevisto es prever el impacto del desastre. Ya en su momento lo señaló el gran F. D. Roosevelt: “Siempre hemos sabido que la
búsqueda sin límites del propio interés es mala moral,
ahora sabemos también que es mala economía”
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