miércoles, 13 de septiembre de 2017

Fernando Ferguson / Cine en Medellín


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Fernando Ferguson / Cine en Medellín

Cine en Medellín

Carta para Fernando Ferguson

Víctor Bustamante

Días del 81. Me encuentro con Fernando Ferguson que ya ha terminado economía en la Universidad Autónoma. Asistimos con él a un curso de iluminación de cine, dirigido por Rodrigo Tamayo, Juan Guillermo López, Luz Mery Carvajal, Roberto Pineda, Oscar Botero, Cecilia Agudelo, Óscar Mario Estrada y algunos de los que conformaran el grupo Níquel. Cada sábado allá aprendemos también diversas tomas, ángulos de cine, fotogramas más idealizados, pero las ganas de hacer cine nos empujan a ir a la Casa de la Cultura de Envigado. Fernando es alto, delgado muy apropiado de su querer hacer fotografía; es más, luego del curso en un salón de la Universidad de Antioquia proseguimos con nuestros ingentes deseos de acercarnos al cine.

Nos habíamos conocido en el Instituto Goethe, donde Luis Alberto Alvares dictaba su curso de cine alemán, allí asistíamos los gomosos por el cine, pasábamos del Cine Club Ukamau a algo más específico, eso sí sin poder materializar la imagen en movimiento, es decir, filmar que era, es el sueño inconcluso. A veces cuando después del curso nos quedamos apurando una cerveza ya sea en la Polonesa o en Versalles o en algún café conversamos de cine, de directores, de algunas películas, más tarde venimos en su moto, yo de parrillero, por plena calle Colombia a las once o doce. El me trae a casa para proseguir hacia san Javier donde vive con su madre y su hermana.

Decidido y disciplinado que es con el cine se vinculó con el canal de televisión de la Universidad de Antioquia, participó al lado de Duni Kusmanich en Mariposas, con Víctor Gaviria en No futuro, y además llegó a ser el director del canal de televisión en Apartadó. Fernando sí estaba en lo que nos gustaba, los medios audiovisuales. Y debido a sus ocupaciones solo nos encontrábamos de una manera ocasional a su regreso aquí en Medellín, en alguna sección del Ukamau, ahí en el teatro Ópera o en Versalles. En Apartadó encontró su meca, allí también realizó algunos cortos, su parte creativa parecía marchar viento en popa, con aires refrescantes, de consolidarse ya fuera como productor de cine, de todas maneras, con algo que lo acercara a lo que siempre hemos soñado.

Pero aquí comienza la desgracia, y es una desgracia de la cual no debería hablar, pero que me conmueve, ya que la derrota de un compañero de viaje es algo que no debería dejar pasar de largo hacia los sótanos oscuros del olvido. No sé en el fondo qué le ha pasado a Fernando, no sé qué lo ha llevado a alejarse de una vida que para él brillaba con los soles de una sentida primavera.

Alguna tarde lo encontré en Versalles. Hacía días no conversábamos y subimos al segundo piso a la última silla, al fondo, donde es el fortín de algunos amigos que sin cita nos encontramos allí. Esa tarde no esperaba a ninguno de los poetas ni los escritores, o sea el paisaje humano era la diversidad de desconocidos o personas lejanas que uno encuentra de una manera ocasional. Allí conversé con Fernando sobre lo divino y lo demoniaco, y hasta de lo humano, me relató acerca de que ya no andaba por Apartado, que su protector monseñor Duarte Cansino se había ido para Cali y que en lo del canal de televisión de Apartadó sonaban otros aires, nunca marciales, donde otro grupo se había apoderado del canal como ocurre cuando la cosa política se inmiscuye en la parte cultural que todo lo devora para sus fauces.

Ferguson relataba de su vivencia en Bogotá donde fue tumbado por un oscuro negociante y después de tocar puertas ninguna se abrió por la cual decido venirse a Medellín, de una manera poco usual, lo trajo un camionero ya que se había quedado sin pasajes. En continuos encuentros me relataba acerca de que tenía planes de vender tizas en los diversos colegios del departamento, que había regresado de Yolombó. Luego me lo encontré por los lados del Sena, ahí en Boyacá con la avenida del Ferrocarril, venía algo sudoroso, exasperado, llevaba en su mano derecha dos cajas de tizas. Me parecía raro que él estuviera en esa fase del emprendimiento local cuando ya los marcadores de tinta borrable remplazan la inconmensurable tiza blanca que educó a tantas personas, era la parte de la tecnología, que habitaba ya las aulas de clases.

Ahí, en ese momento, me preguntaba qué hacía Ferguson por esos lados, de dónde venía, así como cuando nos despedíamos en Versalles tomaba Junín no hacía el sur sino hacia su norte el Parque de Bolívar. Nada sabía de su estado interior solo conversábamos, no sabía nada del augurio negro que lo azotaba, ni del aspaviento mental en que se sumiría. Solo una vez a la entrada de Versalles le dije que entráramos a tomar algo y me respondió con unas palabras duras, inesperadas, no me dejan entrar. Su aspecto personal lucia bien, así como su estado de salud, así como su apariencia. Pensé que tal vez había tenido alguna disputa, alguno de esos problemas que muy ocasionalmente suscitan una discusión por alguna postura ideológica, por alguna disputa sobre arte, cosas de esas que al acabarse la tertulia se olvidan muchas veces, pero Ferguson no era una persona de esa calaña, él era calmado, sobrio en sus cosas, no poseía los motivos del lobo que todo lo muerde con fervor y cizaña.

Una tarde, tenía que ser una tarde, me lo encontré bien vestido de cachaco azul de rayas, portaba una maleta negra de cuero, y estaba algo melenudo. Nunca lo había visto así porque él era una persona de apariencia muy formal. Caminamos un rato por el Parque de Bolívar. Lo notaba un poco desaliñado pero no sospechaba nada hasta que lo saludó uno de los habitantes del parque que son de la calle y que le dijo, ahora nos vemos allá, signos de una complicidad mayor pero pensé que solo se trataba de comprar algunos cositos de droga para calmar el despelote de esta ciudad y, además, para serenar el embotellamiento interior. Ya estaban vedados para él la entrada a diversos sitios públicos debido a su apariencia algo desaliñada, a ese olor al vagabundo que no se tolera por la falta de baño. El olor del desenfado y la desprotección comenzaba a comérselo, a devorarlo. Al preguntarle dónde podría localizarlo me dijo que, en la esquina de Sucre con Caracas en la farmacia, donde él se situaba ahí a esperar a algunos amigos

Alguna vez conversamos sobre su estado de vivir en la calle y le dije que podría llamar a su madre, pero ella ya había muerto. Además, me aseguró que su hermana lo había echado de su propia casa, como que la había vendido y el nunca pudo localizarla de nuevo.

Otras veces ya en esa caída perfecta lejana, dura y triste, ya adquiriendo la fisonomía de los habitantes de la calle conversábamos un rato y de una se iba para los lados de la avenida Juan del Corral no precisamente a indagar algo sino en busca de droga. Es más, alguna vez me dijo que había visto en las calles muchas películas posibles, otras veces que debía reclamar una herencia, que buscara el nombre de su padre en Internet. Otra sobre la posibilidad de idear una lotería, golpes de desgracia que lo llevaban a elucubrar sobre momentos difíciles en su vida. Cada vez el terror continúa y yo apenas me quedo perplejo mirando sin atinar a una solución, una ayuda, un golpe de suerte para ayudarle, que es la palabra que se pierde cuando los llamados amigos se desbordan y se van.

Muchas veces, a la salida de Versalles, lo he visto, tal vez esperándome, para recibir algo ya que se derivaba hacia la indigencia total. Otras veces salía con algunos amigos que pasaban indiferentes. Esa vez estaba frente al negocio del loco Jaramillo, el antioqueño y fue que lo vi con las manos hacia adelante en actitud de conmiseración a la espera de que alguien le diera algo de comer.

Sé que va a misa algunos días a la Metropolitana, le gusta sentarse en la banca de adelante a pedirle no sé qué a un dios que cada día huye y es más esquivo y no escucha nunca plegarias, sino que cada día son más y más lejanos sus cuidados. Cada que lo veo es con vestimentas estrafalarias debido a la necesidad, unas veces con una camiseta de Colombia y una mochila de tela, otras veces con una camisilla de algún atleta, o con pantalones anchísimos, cuidando cierta dignidad que en otras circunstancias el no hará debido a su seriedad. Muchas veces he intentado grabarlo, pero siento pena de su estado, me duele verlo de esa manera ya en la indigencia y en su deterioro personal.

Algunas veces cuando estoy bebiendo y escuchando algunos tangos en la Polonesa por ahí a las 9 lo veo pasar desde el Parque de Bolívar hacia Perú a buscar su cambuche ahí al frente de donde quedaba la Librería palinuro en Córdoba. No sé qué será una noche dormido en una acera, sin nada seguro sin lo necesario porque en su mochila lleva sus pertenencias a lo mejor una camisa o un pantalón. Siempre ligero de equipaje como diría Machado. Pero lo dice en un poema y Ferguson lo vive en la realidad.

Sé que Fernando está solo en pleno desamparo, total abandono por todos sus familiares y por sus amigos, no sé si él disfruta de esa orfandad, de saber que al despertarse no tiene nada donde confiar y menos en los ajustes de una vida cotidiana. Solo la dura acera y las duras calles. En que momento se inició su caída, cuáles fueron las causas, la soledad el abuso de las drogas la inercia, su condena, el placer, en que momento fue atrapado por las garras de la droga que obnubiló su cerebro y algún día decidió no regresar a su casa, y mejor resolvió quedarse en la calle a vivir la vida inefable, sin sosiego de tantos vagabundos.

A lo mejor su alejamiento con la sociedad donde se vive se debió a una ruptura personal, a un desengaño con los familiares, con el medio que no abre puertas, sino que solo se abren esporádicamente para algunos. No sé cómo definir ese estado de Fernando, si lo disfruta, si se siente bien, si ya sabe que no hay regreso posible o si ese mundo que siempre vimos de lejos, de los vagabundos, era su indiscutible meta, su deseo de vivir ahí donde no hay nada para ver sino la miseria y la deshumanización de tantas personas.

A veces pienso en los griegos en Diógenes y su abandono total y crica con el medio y decidió vivir en un tonel, pero no sé nada de Ferguson y de su caída, de su sentido de pertenencia con la calle, del cambio total en que se ve enfrascado al vivir en plena calle y sus amigos apenas lo saludamos conversamos con él, incluso uno de sus amigos le prohibió que lo saludara si coincidían en algún lugar, es decir, en la calle.

Nosotros que hemos jugado con la droga, que la hemos tenido cerca, nunca estuvimos preparados para mirar el rostro de la desgracia, del desespero, en esa caída lisa, vertical, sin atenuantes. No sé si alguna lucha interior llevó a Fernando a esa opción, a la irremediable y claudicante decisión de vivirla y padecerla hasta el fondo. A veces me pregunto la razón última, la imperiosa decisión de haber abandonado todo, o si a lo mejor fue que todos los abandonamos, o si la droga fue su calmante principal a una íntima pena interior, ya que vivir en la calle, en la extremada indigencia, es algo que saca a cualquiera del contexto de lo humano, de la sencilla razón de vivir, a una manera plausible de ser una persona y, sobre todo, a desperdiciar el talento de Fernando, ahora perdido en las calles, en esa negra noche que habita carcomido por las dosis de ese calmante, de esa droga que lo corroe en su interior. Un psiquiatra me ha dicho que él anda en esa fase donde ya es imposible regresarlo a una vida normal. No lo prejuzgo, en esta tarde de domingo y de frío en que Fernando debe de deambular por los lados del Parque de Bolívar o por el abandono de la avenida Juan del Corral en medio de tantas personas sin destino, perdido entre la multitud de ñeros, donde él nada tiene que hacer, pero que él, irremediable, ha escogido para vivir.


3 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Resulta triste ver a Ferguson en ese estado, son las cosas de la vida, diría mi abuela, sin embargo pienso que son simplemente los giros de un destino trazado por decisiones tal vez equivocadas cuando son vistas a la distancia, pero que en su momento fueron solo decisiones.
Frente a la entrevista, es lamentable la forma como uno de los entrevistadores lo corta, trata de dirigir las respuestas hacia un bueno o malo, hacia posturas morales de rechazo social con términos reduccionistas como amar u odiar las calles, amar u odiar las drogas, es una entrevista de una torpeza inaceptable, ...es probable que las condiciones en que se efectuó no fueran las ideales, pero más allá de eso, dejan ver improvisación y falta de profesionalismo, Fernando, con quien trabajé varias veces, habría destruido este trabajo, hay falta de coordinación entre los seudo entrevistadores, discuten entre ellos, hacen señalamientos peligrosos, como señalar a Oscar Mario Estrada de cierta responsabilidad en el vicio de Ferguson...etc...etc.... interesante testimonio, triste realidad...pésima entrevista.

Anónimo dijo...

JUan Carlos tienes razon que bobada de entrevista,ademas el personaje entrevistado no ha hecho anda sino meter vicio a lo loco, asi hay cientos en las calles ..

Fannito dijo...

Como no poner mi comentario cuando siempre que puedo opinar lo hago? Hoy, diciembre 27, 2017, he llegado a esta pagina porque hoy estoy destruyendo las notas que tenia pendientes de revisar desde hace mucho tiempo y al encontrarme con una de Diciembre 1, 2012, que hice durante uno de los talleres literarios a que solia asistir, me encontre el nombre de Fernando y obvio que no podia tirarla sin antes buscarlo en el internet, no ya por curiosidad pues ese dia me entere de quien habia sido y en quien se habia convertido. Queria complementar lo que se nos conto y al leer este articulo me he conmovido muchisimo ya que pude ver la foto y el video. Estoy de acuerdo en todo con el comentario de Juan Carlos. Siempre quise ser periodista pero mi padre no me lo permitio diciendo que era una profesion muy peligrosa si se ejercia en la forma que debia hacerse y a pesar de no haber estudiado esa profesion si puedo distinguir entre un buen periodista y uno mediocre o malo y aca lo comprobe.
Me conmovio mucho saber la historia de Fernando, ya no a traves de un corto comentario en un taller, sino de forma mas amplia, principalmente porque acabo de enterarme que en la epoca que el vivio en Uraba, tambien yo vivia alla y respiraba el mismo aire y posiblemente visite los mismos sitios que el. Llegue a Uraba mucho tiempo antes que la TV y desafortundamente, quizas por falta de informacion no se difundia lo suficiente el canal regional. Era mi ilusion poder participar en la TV local de una manera que pudiera ser util a las familias de la zona, principalmente a todos los relacionados con la produccion del banano y seguramente, de haberlo conocido y con mas informacion sobre el canal, yo hubiera metido la cabeza para que la Camara de Comercio, la Voz de Uraba y muchas otras empresas no lo hubieran dejado retirar y asi el hubiese podido lograr no tanto triunfos personales sino obras muy utiles a esa comunidad que tanto las necesitaba, y aun las necesita. Definitivamente el ser demasiado altruista, la mayor parte de las veces redunda en fracasos personales. Quisiera poder hablar con Fernando no para preguntarle por los buenos o los malos, sino por sus fantasmas o realidades interiores. Quizas me atreva a buscarlo en el Parque de Bolivar o cerca a Versalles. Gracias por permitirme publicar este comentario, del cual espero me disculpen la falta de algunos signos y tildes, lo cual se debe a problemas del teclado que estoy usando.