El oficio de hacer
política como el arte supremo de la mentira
Víctor Bustamante
Por antonomasia los
políticos son mentirosos. Para ellos la mentira es su séptimo arte. Apelan a
ella a todo momento bajo diversos aspectos: la sutileza, las dadivas, las auto flagelaciones,
los cambios abruptos de opinión, la explicación falsa de sus procederes, la
verborrea sin higiene ética, justifican sus malos actos con una certeza que da
grima, y salen indemnes de sus actos depravados debido a la falsa bonhomía con que actúan. Si hay
una investigación en su contra debido a malos manejos del presupuesto, se salen
siempre por la tangente: son perseguidos políticos. Si se les critica de una
manera dura y certeza anteponen la defensa de su nombre con demandas
judiciales. Así apelan a la ley, la cual se brincan y se burlan de ella cuando
les conviene. Si han financiado sus campañas con dineros de la mafia, dicen que
son calumnias. Si hay leyes que no permiten que dejen de ser políticos de
profesión y les permitan solo dos periodos en su actividad, las derogan. Piensan
que solo ellos son indispensables. El viejo adagio que añade como las personas
pasan y las instituciones quedan, les queda estrecho a ellos, lo cambian a su
manera, les seduce volverse los salvadores, los inmortales de esa porción de ingenuos
que votaron por ellos solo por la fatal ilusión de aliviar su pena diaria en su
duro tráfago cotidiano. El poder los seduce de tal manera que pasan por encima
de todos: de las instituciones, de sus amigos, de sus pactos de sus proyectos, de
sus ideologías. No puedo decir ética, no la conocen. El poder es su paraíso,
así allí obtiene su manjar personal los dineros públicos y su cielo prometido.
Hay un icono de ellos, John Calzones, como la expresión más acaba del avivato
que no hay manera de juzgar.
Cuando hablas con un
político sabes que la mentira es el arte principal de sus discursos, todo lo
saben, las opiniones generales son su causa y su pormenor. Nunca antes en el
país la palabra, las convicciones habían caído tan bajo. Nunca antes una actividad
que debía ser digna al ser elegidos por el voto, se convertiría en lo
deleznable.
Ese es el panorama
colombina de ese ejercicio de hacer político, no como añaden algunos que lo que
ejercen es servir al país. Lo cual le da risa a quienes sabemos que es la
mentira más piadosa de ellos.
Eso es Colombia, ese
país sin definición y sin norte. A un suceso que asombra lo sucede otro peor.
Un asesinato como el de Colmenares que se sabe quién es el asesino pero que los
abogados y el poder judicial esquilman y nadie con sus explicaciones y juego a
las leyes le dan otros sentidos. En Reficar no se sabe que ocurrió, pero si hay
investigaciones que no culminan. Justicia lenta y onerosa. La comunidad del
anillo de la cual se habla hace años, se añade que el presidente de la república,
o mejor res pública, iba a crear una comisión para investigar y solo cuando aparece
una prueba contundente termina el acusado mayor Palomino, diciendo que renuncia
para defenderse y poner la cara (iba a decir otra cosa). La libertad de prensa
se ve golpeada con la renuncia a la brava de Vicky Dávila. Los señores del
palacio y sus establos, no aceptan que los cuestionen y sus adláteres hacen
caer cabezas. Mientras tanto la Gata que aún está caliente burla a la justicia,
un gobernador de Choco también la evade, en la Guajira se malgastan los
dineros. Y así sigue esa larga lista de servidores públicos, es decir políticos
de profesión que corroen y se roban al país; ese país donde la justicia duerme
narcotizada por el poder mismo.
Llega la crisis
energética y renuncia el ministro del ramo en apariencia por su ineptitud pero
el trasfondo verdadero es que ha realizado truculencias para contratar con el Estado.
La fiscalía investiga a Santiago Uribe, pero no sabe qué hacer con lo de los dineros
de la mafia en el gobierno de Samper, ni en lo del asesinato de Gomes hurtado. Lo
de la salud es un enredo y mal servicio, es la gran farsa. Se regala a Isagen
luego de malgastar el presupuesto en tiempos de bonanza. La fiscalía con su
justicia selectiva, entrega contratos a Natalia Springer para averiguar lo que
ya sabemos. Derroche y boato, corrupción como nunca antes habíamos visto en lo que
las revistas del corazón o sea las de la farándula política, define que en el exterior
dicen que Colombia es el país más feliz del mundo. Puro cinismo.
Toda la vida pública
y privada está permeada por estos ejemplos, que no son ejemplos son la parte
oscura de los dirigentes. Todas las instituciones andan infectadas por esa manera
de ejercer la impunidad. La mentira aquí encuentra su campo y sus agresiones nunca sus alivios. Asesinatos de ambos lados sin investigación. La corrupción
campea y la justicia nunca llega, es más ni cojea en ninguna dirección procesos
guardados emasculan a quien reclama.
Por eso una marcha, esta
Jornada Nacional de Protesta, es el colmo y es el reclamo para denunciar las
instituciones y sus pésimos manejos. Cuando
se debe salir a la calle, es a exigir, es a reclamar. En Colombia no hay paz hace
muchos años. La deuda social del Estado son sus trabajadores y la manera como
la esquilman, es el oprobio de años. Los barones de la política, que se erigieron
en una clase, lejana al común de las personas, en sesiones conjuntas por encima
de los reclamos prepararan sus raponazos, y en la calle estamos alerta. Ellos no
pertenecen al país. Su infierno es la exclusión perenne.
Cuando salimos a la
calle, sabemos que ya nos no es posible un país, la mentira campea, el engaño agrede
desde las altas esferas. Los eslóganes adormecen. La Constitución se remienda y
se cambia. Todos somos hijos de ese país sin clasificar, indescifrable en el corazón,
mejor en las propias tinieblas.
Comando Central del Neo
nadaísmo
Desde la calles de Medellín
Sin Patria ni vida.
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