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Los Yetis
Víctor Bustamante
Sábado de rock en
Otraparte de Envigado. Motivo: presentación del libro de Diego Londoño:, Los Yetis, Una bomba atómica a go-go. Por
supuesto que mucho público en esta tarde de verano y todo el peso de su
historia, es decir la presencia de ellos aquí en esta ciudad donde la memoria
es cosa vana y un continuo comienzo obliga en todas las esferas a estar
empezando de manera reiterada.
Los Yetis nacieron
en el momento preciso en que el mundo entero buscaba otras salidas espirituales
de una generación de muchachos que nada tenían para aceptar de un mundo
ofrecido bajo la égida de un status quo que, calmado, mantenía en vilo las
costumbres, el afán solo del bienestar per
se, pero recordemos que el espíritu humano en el fondo se aleja de
cualquier tipo de comodidad y quiere arriesgar en el plano creativo. En la
esfera del arte la comodidad solo da éxitos pasajeros después se arruman.
Cuando la
irrupción de la Beatles en la escena musical, esta tomo un aire nuevo y así mismo
la música se convirtió en parte indescriptible y de personificación de un
estado de cosas que comenzaría a ser avasallado con algo nunca pensado, la
llegada del arquetipo de la moda, de las indumentarias de la apariencia del
pelo y las guitarras eléctricas, el asedio de la droga, el amor libre. De tal manera
un simple cuarteto cambiaría la manera de hacer música y de influir con sus letras
a otras generaciones que no solo desde ahí sino hasta hora tienen la música y
sus letras como una solita aproximación artística al mundo.
En este sentido
Los Yetis aparecen como la necesidad de unos muchachos expresarse y dar su
punto de vista, y a fe que lo lograron con su sonido, con sus letras pegajosas,
con su presencia en el escenario de Medellín y luego del país.
Su relación con el
nadaísmo, su presencia en los festivales de literatura y música alimentan esa
colaboración. Hay dos canciones que son puro rock nacional: Llegaron los peluqueros con letra de
Gonzalo Arango, Mi primer juguete con letra del Monje Loco.
Ya ciudad que
ellos vivieron, cuando Junín era la calle mayor, ha cambiado mucho en esta memoria
perenne en que vivieron, de una generación de músicos y poetas que se juntaron
en colaboración que dio sus frutos.
Cada uno, luego,
tomaría su camino: los nadaístas continuarían con sus desparpajos y muchos de
ellos con su coqueteos con el poder. Los Yetis, después de la muerte de Iván
Darío, se hundirían en un mutismo de años, y solo quedarían la versión de su música
en los vinilos de Fuentes y en la presencia de ellos con esas versiones de los
Beatles pasadas al español, que nos acercaban a una nueva sensibilidad.
Luego, llegaría
una resistencia al silencio contra el olvido y la continua conservatizacion de
la sociedad colombiana, y de nuevo el fenómeno que llega desde afuera del
llamado rock en español cuando las disqueras habían liquidado con su olvido a
las primeras bandas de rock nacional, Los Yetis uno de ellos. Como si aquí hubiera
que borrar todo y esperar que llegara de afuera, de nuevo cierto rock, para
recomenzar periodos de crisis y olvidos, en esa dinámica que mueve la
concepción de lo artístico en Colombia.
Durante esta presentación
en un dialogo con el público alguien le preguntó a ellos qué pesaban del reguetón
y las respuestas fueron atinadas en el buen sentido, es decir que era la música
que escuchaban los muchachos de ahora, pero olvidaron que en ese momento la
irrupción de su música era un reto, de ahí las letras prohibidas como la de “Llegaron
los peluqueros” y las otras canciones con una manera de sentir el amor desde
una manera más vivencial y no del avasallamiento de lo femenino como un apéndice
de la tardía religión.
Ahora la sociedad
está avasallada por el sexo y el consumismo visible en las letras del reguetón
que nunca propugnan por una salida sino que es una manera de estar sumido en lo
que antes se escondió y se calló, porque ahora hacen parte del panorama de
márquetin de la sociedad donde el sexo
es el icono latente en todas su manifestaciones.
Diego ha escrito
una crónica que sirve de abrebocas para otorgarle presencia a Los Yetis, una
memoria donde se realiza un recorrido
desde su conformación, sus momentos tácitos de ser la banda roquera de más
presencia en el ámbito musical de Colombia.
Con este bello libro,
presente y emotivo, de repente recordamos como la mano del tiempo nos dice que regresa
el sonido de Los Yetis e instala esos inicios de una cara presencia, su
presencia.
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