domingo, 3 de noviembre de 2013

9. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas” ORLANDO RAMÍREZ-CASAS




9. Antioquia acrisolada, amalgama de razas” 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS

 

PÁNEL 5 (MEDICINA)

Hola, jóvenes:


1.
El Dr. Tiberio Álvarez Echeverri es médico anestesiólogo, profesor de las universidades de Antioquia y UPB, historiador y coleccionista de fotografías que documentan el ejercicio de la medicina en Antioquia desde los comienzos tanto de la fotografía como de la Facultad en las últimas décadas del siglo XIX. Su afición lo ha llevado a hurgar en los completos archivos fotográficos de la Biblioteca Pública Piloto y en archivos particulares de la totalidad de los fotógrafos reconocidos, con el ojo avizor en aquellas fotografías relacionadas con su profesión tanto desde el punto de vista científico como anecdótico. Para su exposición denominada “La fotografía médica en Antioquia 1813-2013” seleccionó una la cantidad de filminas calculada para el tiempo asignado y fue dando explicaciones sobre cada una de ellas a medida que se proyectaban. Hizo reconocimiento especial a los doctores Manuel Uribe Ángel, José Ignacio Quevedo Anaya, Juan Bautista Montoya y Flórez, y Alfredo Correa Henao; también al Dr. Gil Juvenal Gil Madrigal, que fue conocido como Gil J. Gil M., de quien dijo que propuso la creación de la Policlínica Municipal y el curso de Clínica de las vías urinarias, y a quien citó diciendo que “a la Medicina no se debe llegar tomándola como un medio para conseguir dinero, sino considerándola como un fin nobilísimo” –lo que a todas luces, agrego yo, no ha sido atendido por una buena parte de los colegas que le han sucedido–. Insinuaba, dice el Dr. Tiberio, que el médico en las horas de descanso debía leer obras de historia, hacer recreos campestres y disfrutar de sanas diversiones, y entre otras obras aconsejaba a sus colegas leer “Las vidas paralelas de Plutarco”. Es evidente, observo yo, que el Dr. Gil tenía una visión holística del desempeño de su profesión y creía que el profesional debía tener un desempeño integral, y preveía los graves problemas que aquejaron a muchos colegas por las tensiones derivadas del ejercicio de su profesión, que desembocaron en alcoholismo y otras adicciones en muchos, y en muchos otros en el fracaso de sus vidas familiares por falta de un equilibrio emocional en el uso del tiempo y en la aplicación a sus intereses. Mencionó también al Dr. Ignacio Vélez Escobar, fundador de la Clínica Soma, como modernizador tanto de la Facultad de Medicina como de la Universidad de Antioquia por haberle correspondido la agrupación en la ciudad universitaria, y creador de la Escuela de Enfermería; y por sus logros de gestión ante fundaciones norteamericanas tanto en capacitación médica como en donaciones de equipos y transferencia de tecnología. Mencionó el Dr. Tibero al médico salubrista Héctor Abad Gómez, que fue víctima de asesinos por sus labores de liderazgo social, de quien destacó su accionar en el campo de la medicina preventiva. También hizo mención de la Dra. Clara Glottman como la primera mujer que se graduó como médica de la Universidad de Antioquia y de este departamento. Destacó el Dr. Tiberio el hecho de que por las circunstancias de las últimas dos décadas del siglo con la irrupción del narcotráfico, el sicariato, y el paramilitarismo de la era de Pablo Escobar, hizo su aparición “la violencia que arrebató parte de los sueños y de los seres queridos, por lo que la medicina de la U. de A. fue pionera en el estudio científico de la violencia urbana y en la toma de medidas para la recuperación de su hermoso pasado histórico”. No se mencionó en este segmento la problemática médica de los galenos obligados a atender heridos y enfermos al margen de la ley, poniendo en peligro sus vidas; el reclutamiento forzoso por la guerrilla y grupos armados, prácticamente secuestrados para labores de enfermería, y a la interrupción de sus labores en clínicas urbanas por la irrupción de sicarios armados con el propósito de rematar algún paciente puesto a su cargo; a los pedidos de cuentas en cirugías relacionadas con cargamentos de drogas y de billetes insertados en el organismo de los pacientes con el riesgo de que alguna cantidad se hubiera perdido bien por el paciente o bien por los organismos de control, generando sospechas sobre el cirujano por parte de las bandas delicuenciales. No se mencionó de las dificultades y riesgos de acudir en helicóptero o en avionetas del servicio de salud a las zonas en conflicto con cruce de disparos entre los actores armados. 

A continuación habló el Dr. Echeverri de que el hospital universitario San Vicente de Paúl “ha sido un centro de investigación con proyección mundial sobre todo en el área de diálisis y transplante de órganos, puesto que allí se realizaron los primeros transplantes de médula ósea, riñón, páncreas, hígado, tráquea, y miembros amputados en América Latina”.

Mencionó la Policínica Municipal, fundada en 1936, como “uno de los pilares de lo que se ha llamado “la escuela médica antioqueña” conjugando la teoría aprendida en la Facultad con la práctica en las instalaciones hospitalarias, llegándose a decir que “el médico que no ha pasado por Policlínica no sabe de medicina” por tenerse claro que las demandas en el servicio de urgencias obligan a solucionar asuntos sobre la marcha, a desarrollar pensamiento rápido y recursividad, y a adquirir destreza en el manejo de heridas traumáticas. Debo decir que escuché a un médico explicar que la denominación “Escuela antioqueña” no es exacta, por lo que ese estilo de enseñanza no conforma propiamente una escuela, pero sí es una metodología importante en la formación de los nuevos profesionales.

Finalmente, mencionó el Dr. Echeverri la Sede de Investigación Universitaria de la que dijo que “fue fundada en 1996 y es el centro por excelencia de la investigación médica básica y aplicada, de la formación científica y la extensión productiva y solidaria en áreas como la neurociencia, el transplante de órganos, el tratamiento de enfermedades tropicales, la reproducción humana, la inmunodeficiencia y enfermedades autoinmunes, y la asesoría en empresas industriales”. Aunque no fue específico el Dr. Tiberio sobre este último campo, supongo que en algo está relacionado con la ingeniería biomédica y con la fabricación de, válvulas, stents, prótesis y cosas por el estilo.

2.
A su turno el Dr. Jorge Márquez Valderrama, doctorado en enseñanza y difusión de las ciencias y las técnicas en la Universidad del Sur en París (Orsay, XI), se refirió al trema “Universidad y sociedad en la historia de la medicalización de la vida en Antioquia”. Empecemos por precisar el término medicalización que se refiere a la regularización de normas relacionadas con la salud por parte del gobierno, teniendo en cuenta los conceptos médicos para su aplicabilidad. O bien se trata de iniciativas de legislación provenientes de otros sectores en los que se invite a la comunidad médica para dar su asesoría, o bien de iniciativas originadas en la comunidad médica que hacen curso ante los poderes legislativo y ejecutivo. Dice el Dr. Márquez que esas regulaciones tienen que ver con objetos que “no son necesariamente el cuerpo y las enfermedades, puesto que pueden ser las cosas, las conductas, la población, los hábitats, los elementos del ambiente, las rutas, los animales domésticos y salvajes, los hábitos cotidianos, el trabajo, el vestido, y todo lo que de alguna manera tenga que ver con la vida y la muerte como la natalidad, nupcialidad, mortalidad, morbilidad”. Observo yo que cabrían aquí pues, la medicina preventiva, la medicina laboral, las cuarentenas para aislar población en riesgo de transmisión de enfermedades, la construcción higiénica de las viviendas, etc. o, inclusive, la recomendación en el uso de vasos desechables en los establecimientos públicos en vez de pocillos prelavados o mal lavados; y la visita médica de inspección a los servicios sanitarios de los establecimientos públicos para dar su permiso de operación. “La medicalización arranca cuando en las sociedades occidentales, en la transición hacia la modernidad, la medicina se vuelve aliada del poder político, formando un sistema de gobierno en el que el saber científico-médico desborda los límites de la relación médico-paciente y aborda el gobierno del cuerpo sano, la ciudad, la conservación y la reproducción de la vida, el conocimiento geográfico y demográfico, y la convivencia civil del campo de la policía”. No lo dijo el expositor, pero yo deduzco de este planteamiento que la seguridad social en el campo de la salud, que en Colombia pasó por el ICSS y desembocó en las EPS y sus complementarias IPS, entra en el campo de lo que el expositor denomina medicalización, sólo que por la infinita capacidad que tiene el hombre de corruptela y de pervertirlo todo esta buena idea se convirtió en un negocio que ¡atenta contra la salud! Me refiero a los llamados paseos de la muerte con un paciente grave que va de institución en institución sin obtener atención. Me refiero a la necesidad de poner tutelas para conseguir un tratamiento. Me refiero a la formulación de medicamentos inanes de bajo costo en vez de medicamentos efectivos de más alto costo. Me refiero a la dilación en la concesión de citas y la asignación de fechas de cirugía para evadir responsabilidades o para conformar paquetes negociables a precios más económicos. Me refiero a la limitación del médico en la formulación llamada “lista POS”, y a la limitación de 15 minutos en el horario de atención por paciente de los cuales 10 se le van al médico chuzografiando en un teclado de computador. Creo que me quedo corto en este pliego de cargos a los que, naturalmente, no hizo mención el expositor que recordó que a principios de siglo se crearon los cargos de Médicos Oficiales a quienes correspondió atender “la emergencia de la medicina rural en Antioquia en el período 1904-1930 que tiene que ver con el ejercicio de la medicina social por parte de los primeros médicos que tuvo Antioquia en estas zonas”. Época ésta en que por las malas prácticas higiénicas morían muchos niños de desnutrición y disentería, y se veían literalmente atacados por un ejército de lombrices. “Hubo algunos médicos que vivieron la experiencia de llegar a lugares recién colonizados por la cultura católica y las empresas capitalistas de las faldas de los Andes, habitados por indios, mestizos, y negrodescendientes, en grupos sociales que de alguna manera habían escapado a las redes del orden impuesto por el régimen colonial del siglo XVIII”. Excluye el Dr. Márquez de esta lista a los blancos por la sencilla razón, a mi parecer, de que éstos vivían en la ciudad en condiciones diferentes, y los blancos que vivían en las explotaciones mineras eran extranjeros o influidos por ellos en prácticas higiénicas más civilizadas. No estando exentos, como raza, sí eran menos vulnerables que los otros grupos que “no estaban habituados a contar con médicos graduados e investidos de poder oficial, así que a los médicos oficiales les tocó abrir trocha en territorios que comenzaban a ser conquistados por el capitalismo y por los gamonales”. Más adelante hará mención el Dr. Márquez a que las clases humildes preferían entenderse con brujos, curanderos, rezanderos, parteras, comadronas, sobanderos, y practicantes de medicina informal; porque aún no adquirían confianza en los médicos y en la medicina formal.

La medicalización tuvo que entenderse en algún momento con las enfermedades infectocontagiosas o de tratamiento especial, de donde se desprendieron los leprocomios para el aislamiento de los pacientes de lepra, los hospitales mentales, y los hospitales para tuberculosos con aislamiento particular “por la convicción de las élites de que se trataba de enfermedades altamente contagiosas que se propagaban con el movimiento de la población tales como el pian, el paludismo, la filariosis, la uncinariasis, la disentería bacilar y la amebiana, la fiebre tifoidea o tifo, las fiebres raras, la leishmaniasis, la gripa, la viruela, entre otras”.

Como reflexión me queda que habiendo nacido en 1945 me tocó vivir la transición entre los tiempos en que las personas se morían de “buenamoza” (hepatitis), “de parto”, “cólico miserere” (peritonitis), “de repente” (infarto cardiaco o derrame cerebral); en que podían ser enterradas vivas por desconocimiento de episodios de catalepsia, en que las mujeres de vida pública eran carnetizadas y tenían que acudir a revisiones en el consultorio profiláctico, en que estas mujeres aplicaban al cliente que las visitaba unas goticas de limón para saber si estaba enfermo o sano y una pincelada con permanganato de potasio como medida preventiva, en fin. En todos los campos las cosas han cambiado, pero uno de ellos es el campo de la medicina que cada día se parece más a un taller dotado de un amplio surtido de repuestos de reposición. Podría decirse que en la actualidad uno puede ser rearmado con órganos trasplantados y convertido en un hombre biónico gracias a los avances en las prótesis de reemplazo. Cuando esto, que ya es una realidad, sea el pan de cada día, ahí estará la Facultad de Medicina de la U. de A. en primera línea en el uso de estas tecnologías puesto al servicio de todos y no sólo de los más adinerados… si las EPS lo permiten. Por el momento, los trasplantes no hacen parte del POS.

Finalmente agregaré que la medicina nuestra ha encontrado dos nichos impensados. Uno, el del turismo médico-odontológico receptivo, principalmente de pacientes procedentes de las Antillas, que hace un par de décadas se veían deambular por las calles con sus familiares mientras se hacían exámenes y eran atendidos. Ocupaban los hoteles del centro, de preferencia, por quedarles cerca de las clínicas y centros hospitalarios. Eso dio lugar al proyecto de la Clínica Las Américas que incluía un edificio para la clínica, uno de consultorios, otro de locales comerciales, y otro hotelero, pero este último no se llevó a cabo porque la situación de inseguridad planteada por las narcoactividades de Pablo Escobar dio al traste con la totalidad de la idea. En estos días he vuelto a ver ese tipo de turismo regresando a nuestras calles, lo que indica que nuestros precios comparativos siguen siendo económicos y que la calidad de la salud que ofrecemos sigue siendo de primer nivel. Lo segundo, un segmento de mercado de demanda de órganos de trasplante que han encontrado en Colombia un buen país proveedor, por la cultura de donación de órganos que es más fuerte entre nosotros que en otros países. Lamentablemente esto ha dado pie también a especulación y a denuncias por dar preferencia al mejor postor en lo que la aspiración de los pacientes colombianos queda en desventaja por su capacidad económica; según un programa que vi en televisión.

 

Noviembre 1 de 2013

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