sábado, 9 de noviembre de 2013

16. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Débora Arango.

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16. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Débora Arango.



Débora Arango
Para Óscar González
Víctor Bustamante

El caso de Débora Arango es uno de los más significativos en la plástica nacional.  No solo le tocó vivir una época histórica de exclusión, de extremada religiosidad y de violencia partidista, sino que en medio de esas hostilidades sociales, ella fue capaz de sobreponerse y así mismo persistir en ese arte que la haría, tal vez, la más grande pintora colombiana. Porque lo suyo es una decisión de vida, en una sociedad donde solo es posible el reconocimiento a través del ascenso social y la de convertirse en un artista despojado de su significación, o sea entregando la perdurabilidad de su arte en pos de una buena técnica que lo deja con la degradación de verse convertido en un ilustrador.
No, Débora recibió el apoyo de su familia, sobre todo de su padre, y, esa mujer que vendió solo diez cuadros durante su vida, fue capaz de plasmar en su telas, lo que no hizo ninguna voz masculina: visitar los bajos fondos, cantinas y prostíbulos, pintar ese Medellín donde solo se sucedían los halagos y las figuras casi ecuestres de los pioneros de la industria, de los caciques de la demagogia y de los purpurados; por esa razón esta mujer valiente aun nos da una bofetada, al pintar, además, lo que ninguno de sus contemporáneos hizo. Criticas a esos políticos en sus cuadros y a ese país despedazado por la violencia. Alguna vez se creyó que la pintura de Obregón, donde una mujer en embarazo yace muerta era la gran expresión de ese momento deleznable de nuestra historia, no, ahí estaba Débora Arango, para decirnos que ese país, a través de sus telas, persistía en esa mentalidad sanguinaria de los colombianos y que no podía esconderse. Por eso, por esa valentía de pintar y dejar su presencia es que Débora nos interroga y nos señala a nosotros pintores, cineastas, teatreros y escritores del disfrute, de las fruslerías, porque siempre hay algo que decir y criticar de nuestro ser contemporáneo.
Su vida fue la posibilidad de ser libre, y lo logró. Por fortuna fue capaz de encerrarse a pintar, lejos de los críticos cínicos o de los halagos de última hora. De ahí que su obra, porque es una obra de una crítica feroz, sea perdurable, donde no le da concesión a esa mentalidad católica ultramontana, y nos representa la hidalguía de su honestidad espiritual. .  
Su vida fue, y es mejor decirlo de una vez, la exclusión posterior, el silencio. No tuvo la publicidad de Frida Kahlo, no tuvo el reconocimiento de  Remedios Varo o de Leonora Carrington, pero su ferocidad, su mordacidad perdura para pintar una época que el establo oficial desdibuja con acuerdos de última hora, es decir aplazan la iniquidad de Colombia para mantenerse a flote.
Dos lugares de la topografía citadina fueron de un alto valor para Débora Arango: su casa situada en la calle Caldas que quedó como un vestigio paralelo a la Oriental, junto al busto de Gaitán donde estaba situada su casa. Luego se fue a vivir a Envigado, a un sitio de veraneo, Casablanca, contiguo a Otraparte de Fernando González; dos de los artistas más representativos de esta Antioquia ampulosa y nunca soberana.
Este sábado, 18 de octubre, he filmado la fachada de esa casa mítica, aun intacta. No ha sido posible entrar. Parece que el exilio interior que padeció Débora aún persiste, y no hemos podido respirar esa liberad y ese silencio que ella vivió en su refugio. Esa soledad que hemos revisitado esta mañana es el fuego que calcina a los grandes creadores.











4 comentarios:

ita dijo...

xtraordinario documento

Sebas dijo...

En definitiva no conocemos la ciudad y pasamos por las calles y nada sabemos de ella. Por te agradecemos por lo que nos das.

Carne de res dijo...

Ya vienen los poetas chinos me han contado por ahí.

el poeta triste dijo...

Viéndolo bine esa señora lo tuvo todo para triunfar, porque nunca camino las calles como yo lo hago bajo el amparo de mi poesia y de tres pandequesitos con tintico.