La isla de los
muertos
Víctor Bustamante
Para Juan Guillermo Aguilar
Hoy he entrado a una tela de Bocklin
He navegado por un profundo mar de un azul más
que profundo, casi negro
Voy vestido con un sudario y estoy de pie,
El ataúd también es blanco y va en la proa de
la barca que empuja Caronte
Pero este no es el remero de los sueños sino
quien me lleva a esa isla de acantilados ocres y de cipreses y de pinos de un
verde sin esperanza
Hay un edificio en ruinas entre las rocas,
Es simple y su arquitectura de líneas rectas
Hay una fuente que nadie beberá
También hay una playa saturada con el polvo de
quienes no regresan, son arenas infinitas de quienes tenemos que viajar
La isla está solitaria en medio de la soledad
del mar y de ese profundo azul casi negro donde escucho el cansado y recio
batir de los remos
Ella ha colocado monedas de cobre griego sobre
mis ojos como pago para el remero sin sueños que continúa hacia la isla y no
pregunta absolutamente nada
Como si esta ceremonia tan personal
Este himno sagrado hacia la nada no mereciera
la pena de una pregunta:
¿Qué hizo durante su vida?
Seguro le habrán contado tantas historias que
no le interesan más mentiras
Sí
Viajo a hacia la isla y la tarde declina
Hay un sol que golpea la espalda de las rocas
Hay un amarillo de un oro inútil que nubla de
mi vista
Las calles
Faro mar
Y este octubre sin calles y con el
silencio que dona un adiós
Ah, y las pavesas de mi muerte
Octubre
23/ 2012
10 comentarios:
SIMPLEMENTE HERMOSO,,,
Hay un sentimiento total sobre la muerte y nuestro amigo común Juangui
Hermoso poema gracias
Cada vez éramos menos, y cada vez, me parece, más amigos. Nos reuníamos, hablábamos de infinitas cosas y, muy a menudo, recordábamos a los que nos habían dejado y hablábamos largamente de ellos. Pero todas las muertes esperan en el tiempo; llegó la de Juan, la de López, la de Andrés.
Al fin, sólo sobrevivíamos Pedro y yo. Nos encontrábamos diariamente; salíamos juntos a tomar sol, a vagar por calles y plazas. Entrábamos en los cafés; solíamos batirnos, los días fríos o lluviosos, en desganadas partidas de billar. Hablábamos de infinitas cosas; con frecuencia, hablábamos sólo por hablar, sin querer advertir que nos decíamos frases mil veces dichas. . . Nuestra amistad de cuarenta años tenía cuarenta años y algo más: estaba como envejecida o aumentada por el recuerdo de los otros amigos muertos. . . Algunas veces —casi siempre en los atardeceres, antes de separarnos, mientras nos demorábamos frente a dos cañas chicas en cualquier mostrador— nos preguntábamos cuál de los dos se moriría el primero.
Desde la oficina central del Neonadaismo. Hoy y siempre al son de un tinto.
a Juangui:
Rescato lo maravilloso de los siempre buenos encuentros,mientras tomábamos un café y escuchaba todo ese caudal de historias puestas en la mesa.
siempre gran conversador y conocedor de los transeúntes del centro. Quiero como siempre tener presente esa generosidad del buen amigo y el compartir esa gran amistad que lo unió a mi hermano y por la cual tuve la fortuna de conocerle, a partir de allí continuamos todo el tiempo las tertulias, en ese camino llamado literatura.
Todos queremos recordarlo;aunque la amistad es infrecuente en algunos momentos; pero conservemos su buen humor y el tener en el recuerdo las miles de historias que habitan las calles,y en ellas al querido hijo de la concha.
Edgar Bustamante Cañas
Ahí vamos llegando: hoy murió Leonardo Favio.
Todos vamos llegando a esa isla. Unos llenos de podredumbre en sus mentes, otros mas osados, otros mas timidos. Alla nos encontremos. Esto dura muy poco aqui en esta frontera de lo imaginario
Amigo Bustamant nuchas gracias por este homenaje a nuestro primo Juan. Van mis agradecimientos
Señora Muerte!
Por los amigos muertos
Señora Muerte que se va llevando
todo lo bueno que en nosotros topa!…
Solos —en un rincón— vamos quedando
los demás… ¡gente mísera de tropa!
Los egoístas fatuos y perversos
de alma de trapo y corazón de estopa;
manufactores de fugaces versos;
poetas de cuadrícula y balanza,
a toda pena, a todo amor adversos…;
los que gimen patética romanza;
lacrimosos que exhiben su película;
versistas de salón y contradanza—;
cantores de la “tórrida canícula,”
del “polo frío,” “del canoso invierno…”
¡líricos de alma exánime y ridícula!
Bardos que prostituyen el eterno
jardín, y que florecen madrigales
de un olor soporífero y externo…
Vates ultra–sensible y banales
que ningún vaho de verdad anima…
Gramáticos solemnes y letales…
¡Malabaristas de estudiada esgrima!
…¡Oh tristeza perenne de las cosas
que no tienen sabor, —hechas a lima!
…En un rincón quedamos las tediosas
gentes sin emoción, huecas y vanas…
¡Lléguense las nocturnas mariposas
fúnebres, y que lloren las campanas…!
Este fastidio que me está matando…
¿dónde las almas íntimas, hermanas…?
¡Señora Muerte se las va llevando!
A un viejo sabio le pedí información sobre la suerte
de los que partieron.
Me respondió:
"Ya no volverán. No sé más. ¡Bebe vino!".
(Omar Khayyam)
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