DIAS DEL LIBRO
8.
ÓSCAR CASTRO GARCIA
Participará en los Días del Libro
Certamen que se efectuará en el
barrio Carlos C. Restrepo, Medellín,
los días 20 y 21 de abril del
2012
.
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¡Ah mar, amargo!
de
Oscar Castro,
Víctor Bustamante
Ya las grandes revoluciones han sido relegadas, hablaban de un principio de esperanza de una manera tan abstracta, como el cambio que terminaron, casi apocalípticas, olvidando los motivos hacia los cuales dirigían sus exigencias; en pos de lo general, negaron a las minorías y su papel reivincador de la experiencia interior. Al final del siglo parece que otros vientos las consideran, caen fronteras entre las diversas religiones y cultos, a pesar del fundamentalismo; se derrumban las protestas contra el racismo hacia las gentes de color, y se abre con lentitud el reconocimiento a las diversas etnias; lo mismo realizan las feministas con sus dicterios y sus lagrimas. Los gay ya no se asocian a la loquería sino que ganan comprensión.
En tema sobre el amor homosexual se ha presentado desde comienzos de siglo con una novela de Bernardo Arias Trujillo: Los caminos de Sodoma publicada en Buenos Aires, también se encuentra la inicial exclusión a Barba Jacob, casos folklóricos como El Divino de Alvarez Gardeazabal, el tremendismo lapidario de Fernando Vallejo, y Un beso para Dick de Fernando Molano ganadora de un premio nacional de novela.
Dentro de esa órbita discurre la ultima novela de Oscar Castro: ¡Ah mar amargo! Federico un grafitero ha sido obligado a huir por escribir mensajes en las paredes anónimas de Medellín. Debido a esa ola de amenazas de muchos lados, se refugia en Santa Marta, busca un amigo Javier su posible protector. Pero amor que todo lo toca lo lleva a conocer a Camilo, infante sin camino, hijo de una buscona: Zulema sin zalema con zalamerías, y Mister Brownie, este gringo gruñón, que busca a Federico, no para responder por su hijo, sino para asesinarlo y liberarse de una responsabilidad por el supuesto rapto. Javier, siempre incomunicable, su empleado, puede ser la mano vengadora, los celos lo acreditan.
Hay una suerte de pudor en este afecto al adoptar un hijo, como una manera de legalizar un amante, esta concepción es la que define el punto de vista del novelista. Ese tipo de ocultamiento lleva a que Federico justifique un amigo lejos de la ciudad como si no quisiera herir susceptibilidades, como si esta clase de amores debiera permanecer en la clandestinidad. Federico mediante un tour de force poético, juega con los versos del Nocturno de Silva, para seducir a Camilo y luego asumir cierto afán protector hacia ese efebo costeño, que es el mismo afecto lejano hacia ese sicario, de vida fugaz, Sardino. Federico parece que buscara recuperar a estos muchachos para salvarse el también desde la marginalidad que define su vida. Como si nos quisiera decir, yo los salvo de la calle pero deben agradecer mi protección y mitigarla con afecto. Una pregunta aparece, ¿porqué los versos de Silva? ¿Por la tragedia que los empaña?
Asumiendo esa actitud en apariencia de protector, es notorio que lo obsede la moral; tono moral porque justifica su afecto a partir de la ayuda como contraprestacion, no de plenitud de una vivencia y de una aceptación entre ambos. El novelista todavía arrastra ese lastre al definir este tipo de compromiso, como si fuera una perversión, recriminada por la cuestión moral a la cual hecha mano para justificarse y no amar libremente al buscar este tipo de subterfugios. Se siente sansebastianizado, por la sociedad y por su misma culpa lo que lleva a pensar que en él existe una suerte de sufrimiento canalizado hacia lo secreto, lo otro, lo no aceptado.
Dos éticas maneja Federico: desde la clandestinidad, le enrostra a la sociedad, con grafitis, su oprobio debido al miedo que campea, pero él es víctima de ella, y lo personal lo trivializa al esconderse y huir con otro tipo de miedo y asilarse en la marginalidad y jugar con las apariencias; al principio es valiente y después calla.
A veces el tono de la escritura revela cierta autoconfesión, parece hablar, en un desdoblamiento, Camilo por Federico en sus años de escuela; hay una disección muy personal de la sensibilidad que no puede explorar un muchacho cauto, como Camilo, cándido costeño. El lector sospecha que este ultimo no deja de ser un adolescente de la calle. Como si el autor utilizara una galería de espejos para mostrar su rostro.
Dos violencias lo subyugan: la guerra del golfo pérsico y la guerra del narcotrafico en Medellín, pero también existe, otra recriminación heredada, la del señalamiento. Pero lo que interesa es como muestra otro tipo de amor, sin el malditismo que matizó este sentimiento en la década de los sesenta, aunque el escritor es depositario de esta concepción. Se observa en la marginalidad que maneja, de repente hace pasar por hijo a su efebo costoso costeño, marginalidad que recuerda que es para conservar su papel cuestionador e inconforme.
El titulo indica el amor amargo. Debido a la carga critica que la homosexualidad lleva. Pero esa posición marginal, va perdiendo su peso a medida que las gentes, y las leyes han aprendido a respetar los puntos de vista del otro, así como los diversos sentires. Este texto es importante, porque trata el tema desde lo profundo del ser, no desde el tremendismo y la viñeta.
El pudor y el respeto de Castro hacia el amor homosexual, nos recuerdan como estos siempre han vivido a la sombra, por la intolerancia; a pesar de las leyes, siempre se cuestiona. Cada vez ocupan un puesto en la sociedad. Los homo tienen derecho a ser respetados, tienen derecho a participar de una cultura a escucharlos y plantear puntos de vista. Mientras la ciudad abre sus negocios gay, mientras en muchos sitios se reconocen como tales en voz baja, en la cuestión publica muchas veces se les calla con el tono moral, o se les ignora, la diferencia y el respeto son lo que hace civil a una sociedad. No a sus ghetos, si a tener su cultura, inmersa dentro de la tradición nuestra.
Wilde, Proust, Mishima, Genet, Reynaldo Arenas, Sarduy, Yourcenar, en nada quitan su vigor narrativo a su postura personal. Con el presente texto es notorio el papel que logra esta minoría, su derecho a ser reconocido en igualdad de condiciones, que hace posible que no sea perseguida y humillada como ejemplo, que sale de las catacumbas morales y se sitúa en su lugar, como lo que siempre ha existido.
Castro arriesga, abre otra posibilidad narrativa, pero en el último capítulo, Viaje, expurga lo que había escrito y Federico queda en paz con todo el mundo, como si nos susurrara, bueno Camilo se fue, no ha ocurrido nada, aquí está el mar, la playa y el sol, pero también el silencio, la oscuridad y el remordimiento. Al final de cuentas Federico era casado; al final de cuentas permanece con los ojos cerrados bronceándome en la playa. El mar, el agua como amnio universal, limpia las culpas, lava los remordimientos. Total la playa y el viaje, son la evasión. Pero existe valentía, respeto al referirse al tema y eso lo hace doblemente valioso.
En el país de la maraña de leyes, donde sólo el lumpen es capaz de mostrarse y ser festivos con sus pasiones, y las otras capas se escudan en su moralidad. Una novela como Ah mar amargo, nos sitúa en el mundo, no está solo dedicada, como diría Proust, a la gente du mauvais genre, sino que nos recuerda que hay todavía una vejación al ser humano.
En tema sobre el amor homosexual se ha presentado desde comienzos de siglo con una novela de Bernardo Arias Trujillo: Los caminos de Sodoma publicada en Buenos Aires, también se encuentra la inicial exclusión a Barba Jacob, casos folklóricos como El Divino de Alvarez Gardeazabal, el tremendismo lapidario de Fernando Vallejo, y Un beso para Dick de Fernando Molano ganadora de un premio nacional de novela.
Dentro de esa órbita discurre la ultima novela de Oscar Castro: ¡Ah mar amargo! Federico un grafitero ha sido obligado a huir por escribir mensajes en las paredes anónimas de Medellín. Debido a esa ola de amenazas de muchos lados, se refugia en Santa Marta, busca un amigo Javier su posible protector. Pero amor que todo lo toca lo lleva a conocer a Camilo, infante sin camino, hijo de una buscona: Zulema sin zalema con zalamerías, y Mister Brownie, este gringo gruñón, que busca a Federico, no para responder por su hijo, sino para asesinarlo y liberarse de una responsabilidad por el supuesto rapto. Javier, siempre incomunicable, su empleado, puede ser la mano vengadora, los celos lo acreditan.
Hay una suerte de pudor en este afecto al adoptar un hijo, como una manera de legalizar un amante, esta concepción es la que define el punto de vista del novelista. Ese tipo de ocultamiento lleva a que Federico justifique un amigo lejos de la ciudad como si no quisiera herir susceptibilidades, como si esta clase de amores debiera permanecer en la clandestinidad. Federico mediante un tour de force poético, juega con los versos del Nocturno de Silva, para seducir a Camilo y luego asumir cierto afán protector hacia ese efebo costeño, que es el mismo afecto lejano hacia ese sicario, de vida fugaz, Sardino. Federico parece que buscara recuperar a estos muchachos para salvarse el también desde la marginalidad que define su vida. Como si nos quisiera decir, yo los salvo de la calle pero deben agradecer mi protección y mitigarla con afecto. Una pregunta aparece, ¿porqué los versos de Silva? ¿Por la tragedia que los empaña?
Asumiendo esa actitud en apariencia de protector, es notorio que lo obsede la moral; tono moral porque justifica su afecto a partir de la ayuda como contraprestacion, no de plenitud de una vivencia y de una aceptación entre ambos. El novelista todavía arrastra ese lastre al definir este tipo de compromiso, como si fuera una perversión, recriminada por la cuestión moral a la cual hecha mano para justificarse y no amar libremente al buscar este tipo de subterfugios. Se siente sansebastianizado, por la sociedad y por su misma culpa lo que lleva a pensar que en él existe una suerte de sufrimiento canalizado hacia lo secreto, lo otro, lo no aceptado.
Dos éticas maneja Federico: desde la clandestinidad, le enrostra a la sociedad, con grafitis, su oprobio debido al miedo que campea, pero él es víctima de ella, y lo personal lo trivializa al esconderse y huir con otro tipo de miedo y asilarse en la marginalidad y jugar con las apariencias; al principio es valiente y después calla.
A veces el tono de la escritura revela cierta autoconfesión, parece hablar, en un desdoblamiento, Camilo por Federico en sus años de escuela; hay una disección muy personal de la sensibilidad que no puede explorar un muchacho cauto, como Camilo, cándido costeño. El lector sospecha que este ultimo no deja de ser un adolescente de la calle. Como si el autor utilizara una galería de espejos para mostrar su rostro.
Dos violencias lo subyugan: la guerra del golfo pérsico y la guerra del narcotrafico en Medellín, pero también existe, otra recriminación heredada, la del señalamiento. Pero lo que interesa es como muestra otro tipo de amor, sin el malditismo que matizó este sentimiento en la década de los sesenta, aunque el escritor es depositario de esta concepción. Se observa en la marginalidad que maneja, de repente hace pasar por hijo a su efebo costoso costeño, marginalidad que recuerda que es para conservar su papel cuestionador e inconforme.
El titulo indica el amor amargo. Debido a la carga critica que la homosexualidad lleva. Pero esa posición marginal, va perdiendo su peso a medida que las gentes, y las leyes han aprendido a respetar los puntos de vista del otro, así como los diversos sentires. Este texto es importante, porque trata el tema desde lo profundo del ser, no desde el tremendismo y la viñeta.
El pudor y el respeto de Castro hacia el amor homosexual, nos recuerdan como estos siempre han vivido a la sombra, por la intolerancia; a pesar de las leyes, siempre se cuestiona. Cada vez ocupan un puesto en la sociedad. Los homo tienen derecho a ser respetados, tienen derecho a participar de una cultura a escucharlos y plantear puntos de vista. Mientras la ciudad abre sus negocios gay, mientras en muchos sitios se reconocen como tales en voz baja, en la cuestión publica muchas veces se les calla con el tono moral, o se les ignora, la diferencia y el respeto son lo que hace civil a una sociedad. No a sus ghetos, si a tener su cultura, inmersa dentro de la tradición nuestra.
Wilde, Proust, Mishima, Genet, Reynaldo Arenas, Sarduy, Yourcenar, en nada quitan su vigor narrativo a su postura personal. Con el presente texto es notorio el papel que logra esta minoría, su derecho a ser reconocido en igualdad de condiciones, que hace posible que no sea perseguida y humillada como ejemplo, que sale de las catacumbas morales y se sitúa en su lugar, como lo que siempre ha existido.
Castro arriesga, abre otra posibilidad narrativa, pero en el último capítulo, Viaje, expurga lo que había escrito y Federico queda en paz con todo el mundo, como si nos susurrara, bueno Camilo se fue, no ha ocurrido nada, aquí está el mar, la playa y el sol, pero también el silencio, la oscuridad y el remordimiento. Al final de cuentas Federico era casado; al final de cuentas permanece con los ojos cerrados bronceándome en la playa. El mar, el agua como amnio universal, limpia las culpas, lava los remordimientos. Total la playa y el viaje, son la evasión. Pero existe valentía, respeto al referirse al tema y eso lo hace doblemente valioso.
En el país de la maraña de leyes, donde sólo el lumpen es capaz de mostrarse y ser festivos con sus pasiones, y las otras capas se escudan en su moralidad. Una novela como Ah mar amargo, nos sitúa en el mundo, no está solo dedicada, como diría Proust, a la gente du mauvais genre, sino que nos recuerda que hay todavía una vejación al ser humano.
1998
Oscar Castro García
Nació en Bello, Colombia, 23 de marzo de 1950, es Licenciado en Filosofía y Letras, Universidad Pontificia Bolivariana, 1973. Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana), Uni¬versidad Nacional Autónoma de México, 1993. En la actualidad, Profesor Titular VI de la Universidad de Antio¬quia. Vinculado de tiempo completo desde el 5 de julio de 1976.
Nació en Bello, Colombia, 23 de marzo de 1950, es Licenciado en Filosofía y Letras, Universidad Pontificia Bolivariana, 1973. Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana), Uni¬versidad Nacional Autónoma de México, 1993. En la actualidad, Profesor Titular VI de la Universidad de Antio¬quia. Vinculado de tiempo completo desde el 5 de julio de 1976.
Experiencia editorial:
• 1989-1993 Revista Lingüística y Literatura, Universidad de Antioquia, Medellín.
• 1994 Revista Universidad de Antioquia, Medellín.
• 1997-1998 Revista Estudios de Literatura Colombiana, de la Maestría en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia.
Publicaciones:
• 1984 Sola en esta nube (cuentos). Medellín: Universidad de Antioquia.
• 1988 Señales de humo (narrativa). Medellín: Concejo de Medellín.
• 1993 La belleza del espejo (relato). Medellín: Vana Stanza Ediciones.
• 1997 ¡Ah mar amargo! (novela). Medellín: Colección Autores Antioqueños.
• 1999 No hay llamas, todo arde (cuentos). Medellín: Fondo Editorial EAFIT.
• Un día en Tramontana (relatos). Medellín: Ediciones Otras Palabras.
• Necrónicas y Oración (cuentos y poema). Medellín: Ediciones Otras Palabras.
Premios literarios:
• 1979 Premio único del VIII Concurso Latinoamericano de Cuento, ¬Casa de la Cultura de Puebla y Gobierno del Estado de Puebla (México), con el cuento "Constancia".
• 1983 Premio único del III Concurso Nacional de Cuento Argemiro Pérez Patiño, Universidad de Medellín (Colom¬bia), con el cuento "Sola en esta nube"; en el mismo concurso, el cuento "El encuentro" fue finalista.
• 1988 Premio único del I Concurso de Obras Inéditas de Carácter Litera¬rio, Concejo de Medellín (Colombia), con el libro Señales de humo.
• 1997 Primer Premio del II Concurso de Cuento Gabriel García Márquez, convocado por la revista La Casa Grande, de México, en la VI Semana Cultural de Colombia en México, México, D. F., con el cuento “Sólo recordé que regresaba”.
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• 1989-1993 Revista Lingüística y Literatura, Universidad de Antioquia, Medellín.
• 1994 Revista Universidad de Antioquia, Medellín.
• 1997-1998 Revista Estudios de Literatura Colombiana, de la Maestría en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia.
Publicaciones:
• 1984 Sola en esta nube (cuentos). Medellín: Universidad de Antioquia.
• 1988 Señales de humo (narrativa). Medellín: Concejo de Medellín.
• 1993 La belleza del espejo (relato). Medellín: Vana Stanza Ediciones.
• 1997 ¡Ah mar amargo! (novela). Medellín: Colección Autores Antioqueños.
• 1999 No hay llamas, todo arde (cuentos). Medellín: Fondo Editorial EAFIT.
• Un día en Tramontana (relatos). Medellín: Ediciones Otras Palabras.
• Necrónicas y Oración (cuentos y poema). Medellín: Ediciones Otras Palabras.
Premios literarios:
• 1979 Premio único del VIII Concurso Latinoamericano de Cuento, ¬Casa de la Cultura de Puebla y Gobierno del Estado de Puebla (México), con el cuento "Constancia".
• 1983 Premio único del III Concurso Nacional de Cuento Argemiro Pérez Patiño, Universidad de Medellín (Colom¬bia), con el cuento "Sola en esta nube"; en el mismo concurso, el cuento "El encuentro" fue finalista.
• 1988 Premio único del I Concurso de Obras Inéditas de Carácter Litera¬rio, Concejo de Medellín (Colombia), con el libro Señales de humo.
• 1997 Primer Premio del II Concurso de Cuento Gabriel García Márquez, convocado por la revista La Casa Grande, de México, en la VI Semana Cultural de Colombia en México, México, D. F., con el cuento “Sólo recordé que regresaba”.
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DIAS DEL LIBRO
Coordinan:
María Cecilia Estrada. Víctor
Bustamante
Consejo de literatura de
Medellín
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