DEMOCRATURA Y POPULISMO
Darío Ruiz Gómez
Me llamó la atención que en
el despacho de un alto funcionario(a) del Gobierno cuelgue un retrato de Jorge Eliécer Gaitán. Fuera de
las actuales llamadas Autodefensas Gaitanistas dependientes del Clan del Golfo
el nombre de Gaitán es prácticamente desconocido por parte de la izquierda
colombiana y si su nombre volvió a
aparecer en la escena de la vida
política colombiana fue en la ocasión
del secuestro y asesinato de la hermana de César Gaviria cuya primaria reacción
fue atribuirle el crimen al expresidente Uribe cuando lo cometieron
guerrilleros de las FARC y un antiguo
militante del movimiento Gaitanista. Gaitán quedó para las posteriores generaciones como la imagen más de un líder carismático
propio de pueblos subdesarrollados que del dirigente que el
país necesitaba para enfrentar el paso que debía darse entre un país rural y un país moderno que
necesitaba de una democracia moderna. A los recuerdos de mi primera
adolescencia están adheridas las imágenes pavorosas de una
violencia insana que su asesinato a manos del Comunismo Internacional desató con el más grave e insensato derrumbe de las
ilusiones de vivir en una democracia, ni economía de mercado, ni tecnificación
agrícola, ni urbanización del campo, ni grandes proyectos de educación. El
populismo de Gaitán era más cercano al
populismo fascista de Mussolini a quien admiraba que del leninismo preconizado e ilustrado desde entonces por el PCC no como una propuesta de redención ante la
desigualdad social sino como nuevas formas de violencia que se fueron
enquistando de tal manera en las
prácticas políticas que pensar en sobrepasarlas con simples acuerdos de paz entre bandas de asesinos viene a ser otra demostración más de nuestro infantilismo
político sobre todo en esta etapa de un nuevo capitalismo global. Siembra violencia y recogerás más violencia. ¿Cuántos
campesinos han sido asesinados durante
este último mes por los despiadados frentes de las “Disidencias” mientras Francia Márquez mira hacia otro lado?
”Cuando las ideas populistas pasan a ser
autoritarias se entra en una democratura”, recuerda Rosanvallon. Lo que precisamente Alfonso Guerra acaba de señalar
respecto al caso del gobierno de Pedro Sánchez en España, una dictadura blanda
que ha ido presentando al sedicioso, al
malversador, al terrorista, al violador como ejemplos a seguir mientras cualquier
virtud ciudadana es desprestigiada y perseguida. El Pacto histórico es lo que se llama un
Partido Frankestein surgido como una respuesta
coyuntural a base de enmascaramientos ideológicos y pactos de silencio para acceder al
poder, guardándose de condenar explícitamente el secuestro, el
asesinato. Mantener la violencia, callar
la justicia, continuar sosteniendo la
guerra en las periferias es la consigna.
Herencias de guerras civiles inconclusas y sus secuelas de cainismo este nuevo
populismo predica la paz retóricamente
pero la combate secretamente. Una banda de asesinos surgida de estas
prácticas de crueldad no dejará de seguir ejerciéndola ya no bajo consignas políticas sino convertidas en rudo bandolerismo. El populismo como una idiotez social,carece de
contenidos sociales, de una ética de la política pues hablan no de las conquistas reales de lo que debe ser un país liberado de la
miseria y del dolor sino que ahora salen a la calle a caricaturizar un gesto de “protesta” que traerá más violencia y más
tristeza: Y eso que apenas estamos comenzando: esperen las Asambleas Populares en barrios y veredas, los Juicios políticos en
las plazas públicas, ese momento en que la cordial ciudadana o el
candoroso educador(a) se colocarán el uniforme de las nuevas violencias y saldrán a las calles a la cacería de “fascistas” tal como está sucediendo en
España.
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