Ciudad
Víctor
Bustamante
La
persistencia de Guillermo Álvarez para mantener firme el pulso de su revista Ciudad es relevante. Varias razones lo
avalan, su temática, ya que es una publicación de asuntos urbanos, donde, desde
su inicio, existe la persistencia por pensar la ciudad desde un punto de vista crítico.
Además, es la única revista en el país sobre el tema y, a más de esa valoración,
allí aparecen reflexiones de diversos escritores de la ciudad, lo que le da ese
prestigio que mantiene, ya que el tener en cuenta a estos escritores da una
idea sobre esas preocupaciones contemporáneas desde diversos puntos de vista.
También podemos leer en ella no solo sobre temas urbanos, sino sobre temas diversos
como la preocupación sobre el cambio climático, algunas puntuales reclamaciones
sociales, cine, la música, sobre poesía, pintura, reseñas de libros. En
síntesis, es la expresión del mundo intelectual desde diversas esferas.
La
portada, y buena parte de la revista Ciudad
número 25, incluso, su editorial están dedicados a un maestro de la cultura
popular, Chucho Mejía, quien, a través de su existencia, enseñó algo que se ha
olvidado: la solidaridad, la creatividad, el despojo de la soberbia por el deseo
de abrirse a que la comunidad tuviera acceso a la ilustración, lejos de la
codicia personal y de un reconocimiento espurio. Además, una conversación con él,
no era el magisterio de la persona mayor sobre los otros, sus escuchas, sino la
preocupación fundamental por la cercanía a esa fraternidad que merecemos, donde
se advierte una de sus intenciones, que muchas personas en sus estratos más frágiles deberían
acceder a la cultura, participar en lo educativo y apropiarse de las discusiones,
de los lugares; síntesis intelectuales de su momento. De ahí que Guillermo, su
amigo personal, nos dé esta lección de afecto y respeto hacia Chucho Mejía.
También
Ciudad ha publicado una conversación
con Luis Guillermo Pardo sobre el problema de la violencia en Medellín, donde se
tiene en cuenta a los analistas y especialistas que plantean y dan sus
propuestas, exponen a lo largo de diversos gobiernos, soluciones que nunca
llegan a un procedimiento final y, antes, por el contrario, la ciudad subyace
en un estado de cosas casi indisoluble, en una indefección total, inmersa en esa
variedad de análisis, de tratamientos desde diversos puntos de vista donde poco
o nada se aplica. Ya que las propuestas y las buenas intenciones se diluyen. Y
en cada Administración este problema de la mala conciencia en la ciudad se ha
convertido en su talón de Aquiles, así
como en un tema político sin solución a la vista.
Hay
otro artículo, “fracturas de ciudad en la contratación pública”, de Carlos
Alberto Botero Chica, economista, donde nos deja en ascuas ante el análisis de quince
megaproyectos. Es tan claro, tan analítico, tan contundente, que muestra la
manera desvergonzada en que las diversas administraciones de la ciudad han
defraudado el erario público con estas obras que están llenas de errores de
sobrecostos, de falta de análisis para su uso. La improvisación es la
definición por excelencia de estas obras, y otra aún más soberbia, ninguno de
los mandatarios ya sea gobernadores o alcaldes se han apersonado de la responsabilidad
del fracaso y de la superchería fantasiosa en el uso de estas obras. Y si
preguntamos donde están los entes de control que han permitido este desafuero y
este dilapidar de fondos púbicos no aparecen por ninguna parte.
De
ahí que los responsables sigan su vida política útil, tan felices, ya que no
hay quien los llame a pedirles cuentas. El desorden administrativo en las
esferas de control y en la responsabilidad es craso. Y esta dilapidación de dinero
continua aún con las vagas y risibles promesas lectorales.
De
ahí que se friccionen estos dos temas, en el primer artículo sobre la violencia
en Medellín, con el dinero de las vacunas como si existiera el para estado de
las lacras y el otro texto de los megaproyectos con el desafuero de las diversas
administraciones donde se dilapida dinero sin control, y, a más de eso, sin
ninguna investigación como si el modelo de ciudad se hubiera fracturado en el
control a estas administraciones. Así estos dos artículos agudos y analíticos, entregan
el verdadero rostro de la ineficacia de las instituciones en Medellín.
Faber
Cuervo en “Medellín desarrollo contaminante versus desarrollo del buen vivir”, examina
la desidia, la falta de iniciativa de la administración municipal ante un
problema que no vendrá sino que está presente, la contaminación del aire, donde
es notorio el papel de las ganancias y su poder impuesto por el sector privado
ante la debilidad del sector publico incapaz de contener esa avalancha de críticas
basado no en el deseo de mantener una ciudad amable para la población sino una ciudad
donde el poder económico es deleznable y cicatero ante una enseña que no poseen,
el buen vivir.
“Bohemia
& Literatura” de Rubén López Rodrigué escudriña los diversos momentos en
que, a nivel histórico, los cafés y los bares se convierten en lugar de encuentro, tanto de escritores y poetas, desde Francia donde se consolida ese quehacer casi mediático
pero siempre a la sombra hasta algunos lugares de Medellín, donde los poetas buscan
no solo la solidaridad, escapan al constreñimiento de la casa sino que se exilan
de todos y de todo en este lugar ya mítico, la bohemia, donde se disparan
versos al azar, donde se conversa, donde las utopías afloran, y la libertad se
apresura a llamarlos siempre al borde una copa de licor para aligerar la noche mientras
la risa punza.
Por
supuesto, hay varios artículos, con diversas reflexiones que hacen de Ciudad una presencia sólida en el
ámbito intelectual y por la presencia de otros espacios en Medellín.
La
revista posee ese sello peculiar que le ha otorgado su director, Guillermo Álvarez,
como síntesis, presencia y reflexión ante el crecimiento de una ciudad que
bulle, que arde en su interior desde diversas fronteras. Algo es cierto, Ciudad nos expresa. Donde los periódicos
enmudecen y se silencian, Ciudad
analiza y enseña a pensar en Medellín.
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