EN LA CIUDAD DESCONOCIDA
Darío Ruiz Gómez
Baudelaire nos recuerda que nada cambia tanto de forma
como una ciudad. Y de aquel París de los Pasajes que describió magistralmente y
fue tan influyente en Walter Benjamín, al París de hoy, es mucha la
especulación inmobiliaria que ha modificado
su forma urbana. Pero lo que nos niega cualquier poder lo recupera la
imaginación de un creador capaz de leer por anticipado nuestros paseos por las avenidas y jardines de
la ciudad del futuro. Por eso Baudelaire confiaba en la capacidad del caminante para desvelar los
significados de las ciudades que nos habitan. ¿Qué ha sucedido para que
no sepamos hoy en qué ciudad estamos? Miro un programa de la t.v española
y cuando termina, olvido que estoy en
Medellín e inconscientemente salgo a la calle madrileña de amplias aceras, entre gentes que caminan sin temor, buscaré mi bar preferido y me
sentaré en la terraza a platicar con los amigos. Es grato sentirse entre la
marea de gentes que salen de cine o teatro y que recorre las calles o prefiere los parques buscando la brisa. ¿Cuántos metros alcanzaría a
recorrer en Medellín sin el temor de ser
asaltado? La seguridad no consiste
solamente en algo decisivo, hay que aclararlo para que no queden dudas, como perseguir
a las organizaciones criminales sino en propiciar simultáneamente las formas de vida alrededor de eventos cívicos necesarios para el intercambio social. Una ciudad fragmentada,
carente de proyectos viales en los cuales el papel de las aceras es
definitivo para el intercambio entre los diversos sectores que reafirman una
pluralidad cultural, ya que, a una
ciudad primero la define el peatón y después su parque vehicular y no al
contrario.
Medellín cuenta con Metro y
Metroplus, tranvía, planteados como una integración del transporte urbano que
no funciona para nada, e incontables líneas de buses, miles y miles de taxis y
millones de motocicletas enloquecedoras que demuestran el grado de
tercerización económica a que ha llegado una sociedad caracterizada por el
altísimo número de subsidiados, de invasores,
pero mientras el Concejo se dedica a atomizar esta problemática, la
planeación del territorio a partir de la función democratizadora del peatón se
continúa postergando, olvidando que un Plan de Desarrollo sin un
nuevo Pacto social termina en mero contratismo, en “siembra de arbolitos”. Caminar, libera y crea asociaciones mentales y reconoce al ciudadano que legitima estos espacios, confiere
contenidos a la vida ciudadana. El boulevard de la Diez fue un engaño mayúsculo, la Avenida
de El Poblado, las Vegas carecen de un verdadero trabajo paisajístico y de
continuidad en las aceras, Ayacucho es una broma, la Ochenta es una ofensa
visual, Colombia, la Treinta y Tres no se ha afirmado como un boulevard a pesar de un intenso flujo peatonal que a cada tramo debe enfrentar
nuevos sobresaltos ante un tráfico enloquecido. Y de este modo la
segregación espacial se convierte en sinónimo de inequidad social, de
guetización, áreas condenadas a vivir en cárceles de muros invisibles, la
desaparición de la calle y el barrio. El aislamiento de sectores propicia que
mendigos, delincuentes se apoderen como lo están haciendo de los
espacios de tranquilidad que habían sido una conquista del ciudadano al dar
significado a un hábitat, pues la justicia y la Planeación olvidan que la vida
en común es el más humano de los derechos. Y desaparece la noche, madre de
todas las músicas, mientras cada vivienda cierra puertas y ventanas, llenas de temor.
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