sábado, 1 de noviembre de 2014

Dukardo Hinestroza en Medellín


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Dukardo Hinestroza en Medellín

Víctor Bustamante

Hace unos años en el Magazín Dominical que dirigía Gog, un poeta nadaísta enviaba desde Los Ángeles, algunas notas. La fotografía lo mostraba caminando por la calle, muy circunspecto, gafas oscuras, saco y corbata negra. A lo mejor seguía los viajes hacía el país del norte que habían realizado Amílcar Osorio, Jaime Espinel, Malmgrem Restrepo y Alberto Escobar. La diferencia era que Dukardo se mantenía activo con sus notas, mientras los otros parecía que hubieran desaparecido del itinerario nadaísta, mientras aquí, Gonzalo, Eduardo, Jotamario, X-504, Cachifo, Pablus y Elmo se partían la cabeza para cuestionar y mantener a flote, es decir en la cima creativa ese movimiento que nos sacó, entre otras búsquedas, de la minoría de edad a muchos colombianos.

A Dukardo nunca lo vimos en las conferencias ni en los escándalos ni en los libros del estado mayor nadaísta, debido a su viaje, corrió el peligro de quedar excluido de sus amigos de generación, y no solo eso, del maelstróm que ellos provocaron al interior de una sociedad colombiana  la cual sus críticas la dejó mal encarada.

Por esa razón, salvo sus colaboraciones literarias a El Espectador, poco supimos de Dukardo, luego no leímos ni un poema suyo, y después desaparecieron, como por desencanto, sus colaboraciones al diario capitalino. De tal manera, al no poseer varios textos de él, nada supimos sobre su concepción nadaísta acerca de ese universo particularmente oscuro y cerrado o lleno de fatales mariposas amarillas en que se convertiría la literatura colombiana.

En el trascurso del tiempo regresaron Alberto Escobar un poco lejano de la publicación de su poesía, Amílcar Osorio con la experiencia de haber conocido algunos de los beatniks y algunos cuentos, Jaime Espinel también escribió algunos cuentos. Pero tampoco volvimos a saber nada de Malmgrem, solo que residía en Nueva York, menos de Dukardo; ambos se quedaron en definitiva en Estados unidos. El deseo de buscar lo que algunos llaman “otros horizontes”, o a cumplir sus metas determinadas, los alejó de lo que llamo, la más bella e intensa primavera de nuestras letras, donde el poeta era un provocador, un crítico contumaz, y un acerado conferencista.

Aunque también existía la creencia, ilusa por cierto, que para convertirse en escritor era necesario salir del país y buscar reconocimiento afuera, y así regresar con los laureles de plástico y los fogonazos de la soberbia por haber ganado algún premio en España o haber vivido en el manoseado Barrio Latino de París. No, los nadaístas desde acá, desde Bogotá, desde Medellín, desde Cali, afrontaron y confrontaron con sus manifiestos, convirtiéndose en el único movimiento literario en tomarse, desde lo que algunos taimados llaman provincia, la capital del país. Y ahí señalo su importancia al publicar en los medios le dieron otro aire necesario, donde los perfumes poco exóticos de la sabana santafereña se irradiaban al resto de Colombia. Por eso, al ir ellos allá, el nadaísmo se convirtió en un fenómeno nacional. Así lo olvide quien nunca los leyó y los maltrató desde Bonn, Rafael Gutiérrez Girardot. Este, mientras escribía sobre monótonas poetas alemanas, no se dio cuenta que los nadaístas le daban nuevos aires a la literatura colombiana al sacarla de los claustros claustrofóbicos de las universidades, lejos del lastre académico, y llevarla a la calle, a la libertad, que es la materia prima del poeta y del escritor.

Pero ahora, luego de este olvido, de no saber qué se había hecho Dukardo Hinestroza. Por una llamada de Carlos Alfonso Rodríguez sabemos que estaba de paso en Medellín. Y así, este domingo de abril vamos a conversar con el poeta y a escuchar la lectura de algunos de sus poemas y, por supuesto, a escuchar de sus labios su particular visión y vivencia del nadaísmo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

En buena hora resucitan las imágenes ,los recuerdos,las presencias, las voces y en el tinglado, cualquiera sea él,las palabras como hormigas marianitas o como congas reptando por la piel de las bongas con su gota de agua sideral. Bienvenido poetas y poemas nadaistas en el ciclo del neonadaismo polináutico.
Juan Mares

La dijo...

Gracias Victor no tenía idea que existiera un nadaísta en Los Angeles. Felicitaciones por tu entrevistas. y A Dukardo también.