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Dukardo Hinestroza en
Medellín
Víctor Bustamante
Hace unos años en el Magazín Dominical que dirigía Gog, un
poeta nadaísta enviaba desde Los Ángeles, algunas notas. La fotografía lo
mostraba caminando por la calle, muy circunspecto, gafas oscuras, saco y corbata
negra. A lo mejor seguía los viajes hacía el país del norte que habían realizado
Amílcar Osorio, Jaime Espinel, Malmgrem Restrepo y Alberto Escobar. La diferencia
era que Dukardo se mantenía activo con sus notas, mientras los otros parecía que
hubieran desaparecido del itinerario nadaísta, mientras aquí, Gonzalo, Eduardo,
Jotamario, X-504, Cachifo, Pablus y Elmo se partían la cabeza para cuestionar y
mantener a flote, es decir en la cima creativa ese movimiento que nos sacó,
entre otras búsquedas, de la minoría de edad a muchos colombianos.
A Dukardo nunca lo vimos en las conferencias ni en los escándalos
ni en los libros del estado mayor nadaísta, debido a su viaje, corrió el
peligro de quedar excluido de sus amigos de generación, y no solo eso, del maelstróm
que ellos provocaron al interior de una sociedad colombiana la cual sus críticas la dejó mal encarada.
Por esa razón, salvo sus colaboraciones literarias a El
Espectador, poco supimos de Dukardo, luego no leímos ni un poema suyo, y después
desaparecieron, como por desencanto, sus colaboraciones al diario capitalino. De
tal manera, al no poseer varios textos de él, nada supimos sobre su concepción nadaísta
acerca de ese universo particularmente oscuro y cerrado o lleno de fatales mariposas
amarillas en que se convertiría la literatura colombiana.
En el trascurso del tiempo regresaron Alberto Escobar un
poco lejano de la publicación de su poesía, Amílcar Osorio con la experiencia
de haber conocido algunos de los beatniks y algunos cuentos, Jaime Espinel también
escribió algunos cuentos. Pero tampoco volvimos a saber nada de Malmgrem, solo que
residía en Nueva York, menos de Dukardo; ambos se quedaron en definitiva en
Estados unidos. El deseo de buscar lo que algunos llaman “otros horizontes”, o a
cumplir sus metas determinadas, los alejó de lo que llamo, la más bella e
intensa primavera de nuestras letras, donde el poeta era un provocador, un crítico
contumaz, y un acerado conferencista.
Aunque también existía la creencia, ilusa por cierto, que para
convertirse en escritor era necesario salir del país y buscar reconocimiento afuera,
y así regresar con los laureles de plástico y los fogonazos de la soberbia por
haber ganado algún premio en España o haber vivido en el manoseado Barrio Latino
de París. No, los nadaístas desde acá, desde Bogotá, desde Medellín, desde
Cali, afrontaron y confrontaron con sus manifiestos, convirtiéndose en el único
movimiento literario en tomarse, desde lo que algunos taimados llaman provincia,
la capital del país. Y ahí señalo su importancia al publicar en los medios le
dieron otro aire necesario, donde los perfumes poco exóticos de la sabana
santafereña se irradiaban al resto de Colombia. Por eso, al ir ellos allá, el nadaísmo
se convirtió en un fenómeno nacional. Así lo olvide quien nunca los leyó y los maltrató
desde Bonn, Rafael Gutiérrez Girardot. Este, mientras escribía sobre monótonas poetas
alemanas, no se dio cuenta que los nadaístas le daban nuevos aires a la literatura
colombiana al sacarla de los claustros claustrofóbicos de las universidades, lejos
del lastre académico, y llevarla a la calle, a la libertad, que es la materia
prima del poeta y del escritor.
Pero ahora, luego de este olvido, de no saber qué se había hecho
Dukardo Hinestroza. Por una llamada de Carlos Alfonso Rodríguez sabemos que estaba
de paso en Medellín. Y así, este domingo de abril vamos a conversar con el
poeta y a escuchar la lectura de algunos de sus poemas y, por supuesto, a escuchar
de sus labios su particular visión y vivencia del nadaísmo.
2 comentarios:
En buena hora resucitan las imágenes ,los recuerdos,las presencias, las voces y en el tinglado, cualquiera sea él,las palabras como hormigas marianitas o como congas reptando por la piel de las bongas con su gota de agua sideral. Bienvenido poetas y poemas nadaistas en el ciclo del neonadaismo polináutico.
Juan Mares
Gracias Victor no tenía idea que existiera un nadaísta en Los Angeles. Felicitaciones por tu entrevistas. y A Dukardo también.
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