jueves, 5 de enero de 2017

CONSIDERACIONES SOBRE EL “HAIKÚ” Y OTROS. / Raúl Mejía.



REFLEXIONES SOBRE EL “HAIKÚ”
Raúl Mejía.

1.
Cualquiera puede o podría escribir “haikús”, pero serían “haikús” de “cualquiera”. Así mismo, nadie está o estaría vetado para escribir Poesía, pero serían poemas de un “don nadie más”: perogrulladas, tautologías obvias, pero que se han ido volviendo críticas, consideradas y, lo peor, aceptadas.

Es difícil rastrear orígenes de modas, de aprehensiones que, ante el abuso, se vuelven parodias, ejercicios desopilantes de supuestos iluminados u originales. En Colombia, ignoro desde cuándo, se ha venido ejerciendo tonta, prolija y desordenadamente el acto de escribir “haikús”. Elaborarlos desde el anonimato NO afecta, mas, llevarlos al libro, difuminarlos y sentirse cual renovado emperador de las diecisiete sílabas, es adefesio hecho pandemia, virus, grotesco desfile de poetastros y poetisas.

Hace décadas (en algunos casos podría extenderse a siglos e incluso milenios) aparecieron auténticos fenómenos en el cine, música, deportes, cine, literatura, artes marciales etc. Influyen seriamente en modas, lenguajes, símbolos… Es así y proseguirá, tal vez, indefinidamente. Recuerdo el “boom” del “Kung Fú” en nuestras calles, tras esplendorosa y fugaz aparición de un ser mediático como “Bruce Lee”: héroe, invencible ejecutor de golpes, artista de objetos y parafernalias de su o sus artes marciales. Bien, que empiezan a observarse jóvenes imitando sus “gritos”, manejo de armas, estilo al caminar. ¿Criticable, risible? No lo creo, pero si en esos momentos el o los supuestos imitadores han debido sentirse iguales, chinos renacidos y artistas repentinos, vaya que sí han podido ser objeto de devastadoras burlas. Adicionales ejemplos pudieran alimentar irrelevantes barruntos sociológicos. Con el “haikú” asistimos a algo peor, a posesión inusitada de lo japonés en decenas de descendientes de selvas, planicies hispanas o praderas africanas. Que ya a la “guisa” se le diga “geisha”; se tome “sake” de manera poco ceremoniosa, oyéndose expresiones ebrias como: “geisha, saque más sake”. Clínicas aprobadas o clandestinas de anti envejecimiento y procedimientos estéticos, han contado y cuentan con numerosos clientes para “rasgar” al máximo los ojos. ¡Oh sí! Procesos irreversibles sobre asuntos “orientales”, en pro de asimilar efluvios del Zen, brisas descendientes del “Fujiyama” y, por supuesto, recorrer sendas trazadas por el maestro “Basho”. ¿De dónde todo esto, por qué?

Bien, hasta donde puede inferirse, el surgimiento del “haikú” como experiencia exótica de escritura y lectura se hizo visible hacia fines del siglo XIX, considero estéril señalar si fue José Juan Tablada, Antonio Machado u otro poeta quien lo introdujo. El punto es que estos escritores y posteriores a ellos, autores relevantes como Jorge Luis Borges y Octavio Paz acuden al “haikú” no necesariamente como imbuidos en ideologías, símbolos y enfermizo afán de sobresalir en la escritura de los mismos. No hay tal, más allá del divertimento ocasional y circunstancial de la publicación de asomos, intentos, esos breves ejercicios apenas si aparecen en voluminosas obras completas como sencillas aproximaciones. Sé, se sabe, que el maestro Borges quiso aprender islandés antiguo: tal vez alcanzó a dominarlo, pero no hay duda de que él no habría querido convertirse en otoñal vikingo o héroe épico de sagas o escritor de las mismas en ese complejo islandés o en castellano. Claro que no, por supuesto que no.
Tanto el soneto, como la décima, octava real, cuarteto, terceto, “haikú” y demás formas (estilos, presentaciones: el vocablo pasa a segundo plano) poéticas NO están patentadas, NO están prohibidas. Quien quiera desarrollar versos seleccionado una de ellas o todas, que lo haga, faltaba más. Y si desea regresar al “hexámetro”, que sea libre; que proceda y vista a la usanza griega, latina. Igual, anarquías y terquedades poéticas han generado ismos maravillosos y/o execrables. Es fácil preguntarse: si existe desde hace centurias el “terceto”, si con él “Dante” produjo su “Divina Comedia”, ¿por qué NO proseguir con él? ¿Por qué, pues, ese afán advenedizo por el “haikú”? Difícil respuesta, es probable que ese terceto NO brinde fama o NO me haga pasar por vate ingenioso, fascinante. Enferma que persistan cantidades de supuestos bardos y peores poetisas, inundando páginas de Internet, grupúsculos y talleres con expósitos, abortivos remedos del “haikú”: vergonzoso convencimiento de perfectos mediocres.

2
- “Roland Barthes” …Para ignorantes como yo de su obra y biografía, Internet es el caballero celestino que viene en ayuda. Pero si este señor era, es y supongo será, “nirvana” en asuntos complejos como la semiología y demás ciencias conexas a la lingüística, que NO me atrevo a dilucidar: “que Barthes por allí, allá, aquí, acá…” Les oía citarlo a ex compañeros y, luego, encumbrados docentes de universidad. “¡Carajo!”, expresaba en soliloquio revelador de crasas ignorancias. Pero al poseer innato ocio y asperezas de ratón de laboratorio o biblioteca, me acostumbré al apellido francés, ignorando –incluso- si era bien pronunciado. No es anécdota acomodaticia: cierta vez, al azar, me encontré en biblioteca de la Universidad…, un pequeño volumen de este señor. Sin embargo, preciso mal, no recuerdo en absoluto su título, apenas el deleznable ripio de páginas que le leí, vagamente sé que era (¡cosa rara!) sobre el lenguaje. Mas, ¡oh sí, vaya que sí, sí!, que me hallo leyéndole frases y frases, sentencias y sentencias, definiciones y definiciones, citas y citas que aquellos encumbrados docentes parecían expresar desde sus barruntos: ¡ja! ¡LO HABÍAN COPIADO Y MEMORIZADO DE TAL FORMA, QUE EXPRESABAN ESOS CONCEPTOS COMO PROPIOS! Bien, ha de ser un nivel avanzado de lectura que escapa a mis aprehensiones. El azar, otra vez: acudo a cierta biblioteca, sin afugias presto materiales (admito que las más de las veces ni los leo o finalizo) y entre ellos, curioso, atávico, me llevo a casa un libro de este famoso e imitado escritor: “EL IMPERIO DE LOS SIGNOS”. A ver, créditos para el traductor. Es, a todas luces, un elegante registro de ensayos y apuntes sobre Japón, sus costumbres, mitos, tópicos, cultura, lenguaje etc. De entrada, elegancia en una prosa desprovista de trucos y citologías (hago uso de término NO adecuado, pero quienes abusan de las “citas”, tal vez entiendan). Como segunda “entrada”, el acto de “saltar” páginas: acceso inevitable de paranoias de pésimo lector. Y brinca, brincando, arribo al capítulo: “La ruptura del sentido”, página 92, en la edición que hace “Mondadori”, con traducción de Adolfo García Ortega, año 1991, Madrid. Desde esta página y hasta la 115, pasando por estos otros capítulos: “La exención del sentido”, “El incidente”, “Tal” … Hace un profundo, agudo, incisivo (me faltaría aliento para adjetivos similares y me sobraría retórica para anexarlos) estudio sobre el “HAIKÚ”, dándonos, adicionalmente, bellos ejemplos. 

El “haikú” …Que llevo casi eones en discusiones sobre esta preciosa forma del poema japonés. No me retracto sobre apreciaciones al respecto del pésimo uso y palmario abuso de supuestos poetas “occidentales”, abundantes en Colombia, haciéndose pasar por “ejecutores” de haikús, entre ellos un señor Senegal (o de Senegal) y el decrépito supérstite del morrocotudo y tropical Surrealismo, Raúl Henao. (Obvio que, a modo de ejemplo o haciéndolos como ejercicios, la lista de “expertos” abruma). ¡Ah sí, por supuesto!, que lo diga Raúl Mejía vale menos que huevo podrido, rescatado del río Medellín. Pero, ¿quién es él? ¿Quién soy para denostar sobre estos imitadores de pacotilla? Caramba, si estás al borde de precipicios y descienden aludes, es probable que… ¡Bah!, no es momento de metáforas manidas. Para los que, quizá, hayan lanzado esa inquietud, les quisiera invitar a que leyesen esas 23 páginas: “LAS ESCRIBIÓ “ROLAND BARTHES” … Sí, es Roland Barthes, el maestro, el poderoso intelectual, NO yo. Mmm…Me encantaría ver esos rostros de carroñeros. Casi estoy seguro, también, de que conocen esas cuartillas: hipócritas, mediocres, han de asumir que este honesto y meticuloso francés “miente” o que es apenas una “opinión” más. ¡Farsantes, imitadores de dos pesos! Esta vez NO anexaré contundentes apreciaciones de este maestro, NO me atrevo pues, sabiendo de la canallesca de estos orates “colombianos” (y de decenas de sus aúlicos y demás cobardes), podrían colegir que son “mías”, frases que citara. ¡Lean! No será un perezoso como yo el que patrocine inveteradas displicencias.


3
Sin embargo, sí anexaré citas (insisto, las detesto). Sin ellas podrían generarse ambigüedades que, en lo personal, me serían encantadoras. Van pues, algunas:
-.” El haikú tiene esa propiedad algo fantasmagórica por la cual uno se imagina que la puede hacer uno mismo con facilidad. Se dice: qué más accesible a la escritura espontánea que esto (de Buson):
La tarde, el otoño,
Pienso tan solo
En mis padres.

El haikú da envidia: cuántos lectores occidentales han soñado con pasearse por la vida con un cuadernillo en la mano, anotando aquí y allá “impresiones”, cuya brevedad garantizaría la perfección, cuya simplicidad demostraría la profundidad (…) Siendo completamente inteligible, el haikú no quiere decir nada, y es a causa de esta condición doble por lo que parece estar ofreciéndose al sentido, de un modo particularmente disponible, servicial, como un huésped educado que permite instalarnos cómodamente en su casa, con nuestras manías, nuestros valores, nuestros símbolos; (…) en el haikú, podría decirse, el símbolo, la metáfora, la lección, no cuestan casi nada; apenas algunas palabras, una imagen, un sentimiento –aquello que nuestra literatura exige ordinariamente de un poema(…) También el haikú parece dar a Occidente unos derechos que su literatura le niega y unas comodidades que ella le escatima.” (Páginas 92, 93)

-. “En el haikú, la limitación del lenguaje es objeto de un cuidado para nosotros inconcebible, pues no es cuestión de concisión (es decir, de abreviar el significante sin disminuir la densidad del significado), sino por el contrario, obrar sobre la raíz misma del sentido, para lograr que este sentido no huya, no se interiorice, no se haga implícito (…) La brevedad del haikú no es formal; el haikú no es un pensamiento reducido a una forma breve, sino un acontecimiento breve que encuentra de golpe su forma justa”. (Páginas 101, 102)

-. “El arte occidental transforma la “impresión” en descripción. El haikú jamás describe; su arte es contra-descriptivo”. (Página 103)

-. “Así, el haikú nos trae a la memoria lo que nunca no es dado; en él reconocemos una repetición sin origen, un acontecimiento sin causa, una memoria sin persona, una palabra sin ligaduras”. Lo que digo aquí sobre el haikú, podría decirlo también de todo lo que acaece cuando se viaja por ese país que acá se llama Japón. Porque allí, en la calle, en un bar, en un almacén, en un tren, siempre ocurre algo (…) Hacer recuento de estos acontecimientos sería una empresa sisífica (…) Y Occidente no podría decirlos espontáneamente salvo cargándolos con el sentido mismo de su distancia: habría que hacer, precisamente, un haikú para ellos, y éste es un lenguaje que nos está negado”. (Página 108)


                                

13 comentarios:

Cassio dijo...

Como enano
Se arrastra el carroñero,
afligido con ínclito Barthes.

jAIRO dijo...

El especialista en "haiku" olvidó que el tema del cual no sabe nada es una forma de poesía tradicional japonesa que se universalizó y que es un poema breve, formado por tres versos, de cinco, siete y cinco moras respectivamente. Comúnmente se sustituyen las moras por sílabas cuando se traducen o componen en otras lenguas. La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza.
Le enseño, para que no sea desagradecido señor apologista, que es incapaz de escribir un haiku, su maestro Raul, nos enseñó que la mora es una unidad que mide el peso silábico, es decir, la duración de los segmentos fonológicos que componen la sílaba. Gobierna la distribución temporal y la acentuación en algunas lenguas, aunque no en todos el nivel moraico es relevante; en las que no, el concepto de mora se confunde con el de sílaba.

Raúl Mejía dijo...

Qué bueno es No saber nada, para encontrarse con quien SI sabe mucho. ¡Oh descubrimientos los que revela este señor Jairo en su primer párrafo! Pero, ¿qué espera para que se los publiquen? Es un hallazgo equivalente a América, ni más ni menos.
No sé de que maestro Raúl hablas, tocayos míos que pudieran llamarse así son...No lo son. Supongo que usted SI sabe escribirlos e incluso usar el sable Samurai, comer con palillos y otros detalles "japoneses" que TAMBIÉN se universalizaron. Aún así, siendo usted un anónimo pelagato y su maestro "Raúl" con el rabo pelado por su lengua pastosa, no son capaces de rebatir las páginas de Roland Barthes: ¿ no eres capaz de analizarlas, de cuestionarlas? Incapaz.

Raúl Mejía dijo...

Personajillos del montón, sujetos como este señor Jairo, deslumbrando con información leída y bajada de Internet, como si fuera relevante saber esos detalles inherentes al haikú original, vaya situación acomodaticia la de los equivalentes. Sea para cuestionar, afirmar, negar, desenmascarar, ha de hacerse con argumentos: los expresa Roland Barthes, ¿cuáles expresas tú o tu añoso maestro? Solo por respeto no me animo al haikú, pero no dudo que sea fácil hacer remedos de los mismos como los debe improvisar usted, el pobre diablo "Conde henao" y toda su caterva de lacayos. Si los escriben ustedes, ¿quién no? "Tres versitos"...¡Qué capacidad!

Jorge L dijo...

Me hace bramar la poesía reiterada; basta que un aspirante a poeta cometa un haikú medio pasable y una palmadita en el hombro de amigos que ni siquiera le han leído, para que el susodicho/a repita como lo escribió, que lo inspiró el tema o la estructura; sus ramificaciones, hasta el infinito.
Aparte de esto, ahora son haikús de mala muerte. Pues miren, no; digo, sí lo voy a explicar, pero digo que no es cuestión de gustos. Hay unos desastrosos haikus de lamento, llanto gemebundo por la naturaleza, lloriqueo, suspiro entrecortado, soledades varias, adornada todos deleznables. Felicito a Raul Mejía. Ojala no escribas haikús

Alicia dijo...

Como el soberbio director no me publica en su pagina, lean esto qeu si es poesía:
A no quiero que vuelvas a meterte en mis sueños, como si fueras aún parte de mi vida. No quiero que vuelvas del pasado a perturbar mi presente, no vengas con cuentos diciendo que me extrañas. Vete y cierra la puerta bien fuerte. Yo por mi parte voy a eliminar la evidencia de los daños. Incluso voy a rezar un Rosario en honor a tu muerte. Por que para mi, tú dejaste de existir para siempre.
No quiero que vuelvas a meterte en mis sueños. Fantasma del pasado

Amparito, la Pajara dijo...

Saludos señores. Es un articulito desgarrador, por la desesperación que expresa este señor contra quienes escribimos con las letras de verdad, ojala el fuera una poetisa. Encontramos en él un dolor y envidia inconsolables, en el desarrollo de su escrito, por su inexorable manera de hablar de temas ajenos a su voluntad.
Ese señor no sabe que algo se desmorona en cada instante, pero también en cada instante surgen muchas cosas, nacen niños, surgen proyectos, salen del cascarón algunos haikus, algunas sonrisas se dibujan y la historia nos dice que vamos dejando atrás cosas bellas y otras no tan bellas... como este discípulo de Rolan Bhartes a quien no lo entendió, porque nunca lo ha leído Cómo lo iba a entender si la IGNORANCIA es agresiva.

Raúl Mejía dijo...

Jorge: gracias. Es gratificante saber que no hay desolación completa, claro que no. Tranquilo: NO voy a perpetrar "Haikús", no soy tan mediocre. Y a esa tal "pájara", como se nota que le falta mucho "pájaro": su idiotez no la merecen las aves...

Amparito, La Pajara.. dijo...

Ojala ese tipo que se las da antihaiku escribiera algo como una verdadera mujer que siente con tristeza todo lo que escribe. ¿Sabe este señor lo que es un buen poema? Deje de ser vulgar. Bobito lea poesía y si no vea esto que es de mi autoria:

“Indecisa, entre la ira o el llanto,
levanto la vista hacia el extensión de mi no futuro.
En el itinerario de mi destino:
el naufragio predecible de cualquier triunfo o gloria,
la desesperanza anticipada de todas las desesperanzas,
mis deseos marchando ya a tantos metros de mí…”

Raúl Mejía dijo...

Señora buitre, cuervo o paloma defecada, ¿ese fragmento es "poesía"? ¿Dónde está publicado? ¿Has publicado algo? ¡Nada! ¿Qué podría versificar una señora lechuza? ¡Nada! Qué verso tan profundo: "levanto la vista hacia la extensión de mi no futuro" ¡Oh, ni Vallejo, Trakl o Celan lo habrían escrito mejor! ¿Que lea poesía? Gracias por el consejo, pero no la tuya: la basura es para las cloacas de donde proviene usted...

GRACIELA DE LOS RIOS dijo...

Con aficionados así no hay arreglo ni dialogo posible ellos solo quieren figurar sin obra, hay que sacarlos a guarrazos como decía mi abuelita.
Este tipo que escribe desde su soberbia, es un pedazo de Ignorante ? ojala viaje al Japón y vea la integridad de sus poetas, pero uno viendo noticias y dándoselas de mucha coca-cola helada no deja de ser un esperpento. Y ahí sigue después de meses de hacer mierda sistemáticamente los poetas nóveles con posiciones de retardados mentales, retrógradas, fracasadas y superadas, se ve que solo es conocido en su barrio y muy apreciado por sus ideas ... en el bar, reunido con otros 4 envidiosos cono él.JUA JUA JUA JUA,..

alberto restrepo dijo...

Graciela: ¿estás borracha?

Raúl Mejía dijo...

¡Epa! Al menos las otras taradas tenían algo de coherencia, pero esta tal Graciela, ¿es que eres acaso una desechable rescatada? Pero qué manera de evidenciar la imbecilidad, jajajaja...