-Foto de Rodrigo Maya Blandón-
Alberto Rincón
de
Hernando Guzmán Paniagua
Querido Alberto Rincón y queridos sobrevivientes:
Perdona, Alberto querido, que te hable en plural, metiendo a tus amigos, a nuestros amigos en la conversa. Qué más da, seguimos siendo de la misma barra, incluso algunos de la misma corriente política. Te cuento que estuve buscándote afanosamente en los últimos tiempos, en tus sitios, en las torres de Bomboná, en Comfama de San Ignacio, en el centro. Te extrañé mucho y más te voy a extrañar ahora. Después supe que estuviste en Venecia, la de Antioquia, la sin gondoleros ni palacios, sin San Marcos, sin Vivaldi y sin Monteverdi.
Tengo que hacer un largo ejercicio de perdón, no tanto a ti ni a quienes te acompañan si es que te pueden acompañar en ese universo sin direcciones que es la eternidad. De perdonarme yo por abandonar queriéndolo o no, a tantos amigos caídos en infortunio, en la soledad de la enfermedad irremisible, y a quienes quise ver por última vez para darles un último saludo y un último abrazo. Así se nos fueron, queridos amigos, colegas y compañeros, personas de nuestra entraña como Hernán Javier Giraldo, como Caballero. Así se me fue Juan Ignacio Castrillón Roldán a quien no fui a visitar a la cárcel ni a su lecho de enfermo de cáncer. Y así tantos. Recordémoslos y saludémoslos, ellos nos oyen y nos acompañan. Digámosles que les perdonamos cualquier cosa pendiente, incluso plata, pidámosles perdón por todas las deudas de amor (las únicas que no fenecen) y digamos: "Hermano, estamos en paz hasta el fin del tiempo".
En mi caso, siempre voy a recordar a Alberto Rincón, sobre todo como un buen amigo. El me dio y nos dio siempre lo único que tenía para darnos: lecciones diarias de pasión por el saber, por el conocimiento, por la literatura. Siempre que lo consulté sobre algún asunto intelectual, me supo ayudar con cariño. Pero recuerdo también al viejo militante de la política, apasionado por el cambio social tal como él y nosotros, sus camaradas, lo veíamos. Todo el tiempo que te estuve buscando y cada vez que te encontraba, te vi como el Secretario Político de la Unión Revolucionaria Socialista. No olvido tu relato sobre las experiencias y frustraciones con el Paro Cívico Nacional de 1977. Te agradezco el haberme admitido en la URS, al menos como amigo, el presentarme al camarada Humberto Molina, a Carlos Jiménez, a Ana Korman, y el permitirme conocer a Ricardo Sánchez, a Camilo González y a Socorro Ramírez, los del Bloque Socialista.
Tampoco te olvido como profesor en el Seminario sobre Antonio Gramsci, en la de Antioquia. Me acuerdo de Luz Magnolia Uribe, quien estaba al lado mío en la clase, muy inquieta ella por encontrar una frase de Mao, equivalente a otra del teórico italiano. La última rumba que tuvimos vos y yo, fue en Envigado, en plena clausura del Encuentro Nacional del Tiple. Nos tomamos unas cervezas y conocí a tu hija. Tampoco olvido tus regaños fraternos cuando yo te enviaba por el correo electrónico "láminas piadosas de la Virgen", como me decías. Pues ahí quedan todas colgadas en el ciberespacio, por si te sirven de algo en el tránsito eterno. A propósito, Alberto, vos que conocés tanto: ¿el ciberespacio llega hasta la otra vida? Es a ver si te sigo escribiendo al mismo correo, o simplemente recurro al método viejo de la oración. Hasta siempre, amigo.
2 comentarios:
Bellisimo texto.. Felitaciones
HOMBRE ALBERTO TE FUISTE PRIMERO QUE NSOSOTROS Y ESO QEU NO TE SUICIDASTE PRIMERO.
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