lunes, 9 de diciembre de 2013

Junín, 1960 de Jairo Osorio

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Junín, 1960

de

Jairo Osorio


Víctor Bustamante


Ser editor y escritor al mismo tiempo, es un verdadero reto debido a que se constituye en dos polos opuestos. El escritor intenta plasmar la experiencia que desea, teniendo como imposibilidad las palabras para malearlas y darles una determinada posibilidad de expresión, indaga caminos posibles, quiere experiencias nuevas, que lo conviertan en alguien contemporáneo y testigo de su tiempo; solo él sabe de sus intenciones creativas.

 En cambio el editor prefiere textos más de acuerdo con ciertas posibilidades de triunfo, no arriesga sino que se la juega con lo ya preestablecido, detrás se encuentra, a veces, un institución que lo sustenta y él no puede fallar a ese designio determinante que es lo económico, así está más cerca al marketing y al triunfo que a las posibilidades, sin herederos, de los escritores que buscan caminos e indagaciones personales. Dadas a escoger, de estas posibilidades, el editor siempre se la juega con las dos caras de la moneda por un escritor reconocido, a fin de cuentas lo económico cuenta en su labor.

Entre estas dos situaciones existen formas indirectas y estudiadas de censura como la mencionada por aquel personaje que dirigía el suplemento de El Colombiano que afirmaba que sobre un texto ajeno: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, palabras de Gracián muy discutibles por cierto, porque en El criticón o en Arte de ingenio, tratado de la agudeza, no fue propiamente breve en su escritura, pero sí sabio y farragoso en sus disquisiciones. También agrego que esta sentencia las repetía, oráculo de las sombras, dicho director, para menoscabar el trabajo de algunos escritores de Medellín, y publicarse él mismo, temas de una ingenuidad ahora reveladas,  con varios seudónimos, y dedicarle de una manera risible todo un suplemento a Ignacio de Loyola o al Opus dei.

La literatura ofrece todas las posibilidades de creación y, el escritor, en este sentido es el dueño de sus papeles, aunque hay editores que en realidad sí han coayudado, al menos esa es la leyenda. Uno de los casos famosos es el del Rio y el tiempo, donde se afirma que el editor le pidió a Wolfe que anulará muchas páginas; otro, el de Pound con respecto a Ulises, y con algunos textos de T.S.Eliot. Aunque ahora sería un deber mirar estos textos completos, porque el músculo creativo prefiere las sendas por donde se va el escritor. Cito el más grande: Proust que por fortuna no tuvo editor, y sin él, escribió, tal vez la obra, página a página, más valiosa en toda la historia de la literatura. Y esa fue la gran equivocación del amargo André Gide que vio, desde su pequeña altura, un cronista de página social.

Pero bien, ahora hablemos de Junín, 1960 de Jairo Osorio, escritor y editor en esa labor bella, y de mucho tacto, para combinarla no solo con los demás al apreciar sus libros sino en su caso personal.

Alguna vez conversando con él, despectivo como le gusta, afirmaba que a cierto libro le sobraban páginas, pero ahora veremos si sus afirmaciones las aplica en el presente texto, y así saber cómo algunas afirmaciones no dejan de ser una pequeña boutade.

Para comenzar, el tema me agrada, porque refiere a la ciudad de Medellín, lejos de esa literatura de hojarasca que escribe solo sobre sicarios, traquetos, y un sinnúmero de motivos, alrededor de ese tema infausto que nunca ha sido contado con la responsabilidad requerida.

En una calle se expresa una ciudad, cada ciudad en el mundo está definida por una calle y, al nombrarla, se resume y define esa ciudad.  Hablar de Junín es visitar de nuevo a Medellín en el 60 durante la época más gloriosa que ha tenido calle alguna en Medellín.

La óptica desde la cual el autor hace reminiscencia de la calle es el de su juventud, veintiún años, que refiere su infancia en los años 60. Pero si bien Jairo Osorio dice que a algunos libros le sobran páginas, veremos como a este texto reeditado de una manera impecable, deja de lado lo sustancial. Las historias no poseen un tamaño determinado de páginas, simplemente el flujo de la creación no agota con sus palabras toda una experiencia. Junín son muchas novelas y de ahí que este texto de Osorio debería ser más largo, llenar más páginas, dar más posibilidades, desarrollar más temas, -acaso contarla a la medida de Lewis en Calle mayor-, y así fundamentar más el texto. Por ejemplo, por más inocente que fuera, nunca iría a pedirle autógrafos a los futbolistas desde Versalles hasta el Bristol, o pasear por Junín sin vivir la textura de esa calle amada que varía a cada  momento con una simpleza y síntesis que da miedo. Nadie camina más de dos veces en una misma calle sin ser el mismo, Heráclito citadino. Dixit.

Pero sí recuerdo que Jairo Osorio refiere esta calle a partir de su tierna niñez cuando todo es descubrimiento, apoteosis de lo general, la visión idílica de una calle habitaba por otros mundos posibles que Osorio no vio, -iba a decir por estar pendiente de los futbolistas-, sino porque a lo mejor no le interesaban. En este texto hay párrafos que merecen ampliación, hay líneas que debieron ser más explicadas y que en su desarrollo nos darían un Medellín severo y más enriquecido. Pero no sé si Jairo adula aun al maestro de la brevedad, a la manera de Gracián sin gracia. El detalle, las minucias son lo que enriquecen un texto. La otra posibilidad es pasar mirando vitrinas y antojado de las próximas.

No sé si en la actualidad Jairo camina por Medellín, o si no le interesa ese estudio soberbio que cada cual hace cada que la camina, la vive, y, por supuesto, la escribe. Además debería decirnos el Junín actual qué significará para él, ahora encerrado en una oficina rememorando sus años 60. El autor podría decirnos que el texto fue escrito en los años 70, pero bueno, Junín, 1960, de todas maneras es una presencia del Medellín revisitado.


Ahora, en este vídeo realizado en Versalles, presentamos un encuentro inédito, desde hace mucho tiempo, con personas que deberían también contar esa ciudad porque la vivieron, y de qué manera, en su momento pleno: Pacho Velásquez, Willy Echeverri, Octavio Gómez y Jorge Marín.

8 comentarios:

La abejita Maya dijo...

Ojalá algunos poetitas de esa ciudad fueran capaces de escribir un texto tan generoso en la expresión como “Junín 1960”, pero como sabemos aún existen poetas que salen a vacaciones y guardan en su mochila la lira del verdadero hombre de letras, ahí están pintados, por esa razón están más cerca de Nerón que de Virgilio. Mi apreciado Jairo un abrazo en la distancia.

el poeta triste dijo...


Yo podría participar en esa colección. Mi última muestra de poesía, eso si siempre escribo de una manera alternativa, nunca convencional. Di les interesa podría contactarlos el próximo año. Esos si son poemas de ciudad, de ir de lugar en lugar, de parque en parque cada día a cada momento para descifrar estas calles. Les recomiendo el pandequecito caliente con tinto donde el poeta que es músico, ahí en el Perio.
Me gustarla leer ese libro

PETER PUM dijo...


ahora resulta que ese callejón de la cuaresma que llaman junín fue lo máximo

va usté a ver y ni churria

hoy día junín es un triste ripio de travesti

volveos serios y olvidad tanta porno miseria

desenchufaos de ese ombligo podrido del mundillo fo

godarria decadente de cuzca y te en versalles

cuac patos cuac cuac



El Caballero del Santo Sepulcro de la Poesía dijo...

Cierto camarada, esa calle, Junín, no vale la pena, pero yo sí podría arreglar esa situación con algo de verdad muy sencillo. Organizamos una lectura con Roca y otros chinos y mis primos. Todo resulta muy barato, a precio de huevo. Eso sí voy con mi comisión del 20% porque mis ideas son muy poéticas y algo costosas pero así esa ciudad de pillos sigue siendo conocida a nivel mundial. Es facial estoy preparando un proyectico.
En cuanto a lo de Petro, digo que ellos no pasaran, y él vuelve a su oficina el lunes, porque de pronto este país se prende como en épocas de Gaitán.

Uribe dijo...

Petro ha falta que nos haces. buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Beatrzi A. dijo...

Gracias a quienes DIRIGEN esta PAGINA gracias por descubrirnos estos tesoros de Medellín abandonados. Bellísimo el contenido sobre Jairo Osorio.

Chou chou dijo...

Jairo Osorio ha escrito realmente un texto poderoso sobre esa calle que tanto nos llama. Muy bien.

Uribe Balas dijo...

Gracias, abejita en mallas, por ser tan sapa y tan lambona. Le pago con una fotografía autografiada.