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18. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico: Calle Ayacucho.
AYACUCHO, UNA
CALLE CON HISTORIA
Orlando Ramírez-Casas (Orcasas)
Víctor Bustamante Cañas, el editor de los blogs Babel, Festitango de
Medellín, y Neonadaísmo; recibió de Darío Ruiz Gómez, escritor, poeta,
periodista, crítico literario, y teórico de arte y urbanismo, una página
evocadora de lo que eran antiguamente las calles de esta ciudad que el concepto
urbanístico de las modernas administraciones públicas ha venido matando porque ya
no son lo que eran. Casi desaparecidos los cafés de barrio, las barras de
esquina, y el concepto de vecindario; para dar paso a los conjuntos cerrados,
condominios con portería, edificios con ascensor, donde la amistad no va más
allá de un cortés buenos días en el mejor de los casos. A veces ni eso. Las
calles de antes eran vistas con otros ojos por quienes las recorríamos de café
en café, de prendería en prendería, de sombrerería en sombrerería, de sastrería
en sastrería, y hasta de tienda en tienda por entre las tiendas que ahora han
dado paso a los grandes supermercados. Los tiempos han cambiado. Los muchachos
de antes no usaban gomina, y menos mal que siquiera se murieron los abuelos.
La principal vía del barrio Buenos Aires está siendo transformada por
las obras del nuevo tranvía eléctrico que la recorrerá, construido por la
empresa Metro de Medellín; tranvía que tendrá dos brazos de desviación hacia el
barrio de La Milagrosa y hacia el barrio de Enciso. Empalmará también con dos
cables aéreos que comunicarán con las laderas de Villa Tina y con el Parque
Arvi en Santa Elena. Pero no es la primera vez que Ayacucho ve pasar por sus
calles el tranvía, porque por allí corrían los rieles que llegaban hasta la
Puerta Inglesa desde el año de 1921 hasta 1951, cuando cedieron su espacio al
tránsito de los omnibuses o buses de motor a gasolina.
Ayacucho es, hoy por hoy, la calle más larga de Medellín. Su comienzo
se pierde en la carretera de Santa Elena por las montañas del oriente, y su
final pasa el río Medellín hacia el occidente así en esta parte de la ciudad no
sea tan vistosa y ceda protagonismo ante las calles Colombia y San Juan que son
de más relevancia; y ante la calle Pichincha que es realzada por el recorrido
de la línea B del Metro. Pero, en el oriente, Ayacucho es una reina
indiscutible, arteria vehicular de primer orden para los vehículos de gasolina…
hasta el momento. Dentro de poco no será así. Ayacucho estará recorrida por el
tranvía, y los vehículos usarán la calle de Bomboná para subir y la calle
Colombia para bajar en lo que ya dejó de llamarse barrio Buenos Aires para
pasar a ser Comuna 9 con los más de 17 barrios del centro oriente de Medellín
que incluyen además a La Milagrosa, Loreto, El Salvador, Miraflores, Alejandro
Echavaría, y muchos otros.
Cuando el oriente de Medellín eran fincas y dos grandes haciendas
denominadas “Miraflores” y “El cuchillón del contento”, el Dr.
Ignacio Uribe Mejía no dejaba atravesar su finca que empezaba donde hoy es la
Plazuela de San Ignacio hacia el oriente. Los transeúntes debían desviarse,
pues, para buscar el camino de salida hacia Rionegro bordeando la quebrada
Santa Elena. Lo que hoy es el barrio Guayaquil, era una hacienda que se llamaba
“El Pantano” porque en invierno el
río Medellín se desbordaba y la inundaba en gran extensión. Su dueño era don
José María Santamaría Bermúdez de Castro, hermano de don Santiago el fundador de Jericó.
Don José María era conocido como “Dn.
Pepe Santamaría”, y de ahí el nombre que le dieron las gentes a la entrada
de la casa principal de su finca situada en donde después estuvo el Colegio
Pedro Justo Berrío de los padres Salesianos y hoy es la iglesia de San Juan
Bosco y María Auxiliadora. El primer nombre de la que iba a ser calle Ayacucho
fue, pues, “Calle de don Pepe Santamaría”.
Aunque el primer cementerio que tuvo la ciudad quedó relativamente en sus
cercanías, en lo que ahora es el sector de El Chagualo por la Estación Villa
del ferrocarril, muy pronto fue construido otro que se llamó cementerio de San
Lorenzo. La calle de don Pepe Santamaría ya se había extendido hasta la
Plazuela de San Ignacio y los cortejos fúnebres la recorrían hasta allí, donde
luego se desviaban en busca del cementerio. Fue rebautizada, pues, como la “Calle de la amargura”. Después de la
guerra de independencia las calles cambiaron de nombre, y ésta fue dedicada a
homenajear la batalla de Ayacucho que dio libertad al Perú. Para este momento
ya los herederos del Dr. Ignacio Uribe Mejía habían dado paso por su propiedad,
y la calle sufrió transformaciones. En un principio era un camino destapado
apropiado apenas para el tránsito a pie o en bestia, pero luego fue raspado
para permitir el paso de carretas arrastradas por caballos que al transitar
desgastaban los bordes y dejaban en el centro un lomo como el de los camellos.
De ahí su nombre de “Camellón de Ayacucho”.
Como fue arborizada a los lados y se convirtió en lugar de turismo para los
paseantes, fue llamada “Paseo de Ayacucho”.
De carreteable apropiado para el paso de carretas, pasó a ser carretera que ya
admitía el paso de carros o vehículos de gasolina aunque en la modalidad que
llamamos “destapada”. El siglo XX
trajo la pavimentación, y de ahí la denominación de “Calle de Ayacucho”, nombre que la moderna nomenclatura de Calle 49
no ha logrado destronar en el imaginario de las gentes.
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MATANDO CALLES
Darío Ruiz Gómez
En una de sus homilías Tomás
Carrasquilla con su mirada atenta hacia la problemática que la ciudad le va
planteando, se refiere a la calle Argentina como un grave error urbanístico
debido a su a su trazado sin un porqué
definido. Lo que no sabía Don Tomás era que ochenta años más tarde las otras
calles de su barrio irían a desaparecer bajo una avalancha de irracionalidades
cometidas por esa oficina de Planeación de la cual ya desconfiaba. ¿Cómo podría
imaginar que su casa en la calle de Bolivia donde dictó varias de sus obras
maestras hoy es un motel y que la calle que albergó ilustres familias de
grandes dirigentes se empezó a deterior cuando debido a la mala planeación, éstas debieron abandonar el sector? Algunos
concejales llegaron a utilizar su influencia en la Oficina de Usos y convirtieron
muchas de estas mansiones en disimulados burdeles acelerando así este proceso
de degradación urbana.
No hay nada más melancólico que la
muerte de una calle cuando, como en este caso se sustituye la belleza por la
fealdad y se la priva de su vocación de
reforzar vínculos de vecinos, de ser el espacio propicio para el caminante.
Porque la calle no es un simple lugar de paso sino un recorrido lleno de motivos
visuales. Richard Sennet recuerda que el concepto de calle no existió tal como
la conocemos hoy hasta mediados del siglo XV cuando la mirada se constituye en
el centro determinante de la experiencia urbana. La mirada diferencia colores,
texturas, bautiza espacios y certifica lugares, canoniza la presencia de unos
árboles para dar escala a un espacio habitado por la cordialidad y la
certificación de lo inesperado. “Esta calle, dice el verso de Bernárdez, existe
porque yo la miro”. De ahí que en lo que se ha llamado la revolución urbana la
calle haya sido el punto de partida para hacer del territorio el trasunto de lo
humano.
¿No comienza la memoria personal en
una calle? ¿No es la calle el inicio del recuerdo que salva del deterioro
inevitable del tiempo la presencia de amigos y familiares? En el adolescente
caminante que fui, la ciudad cobró presencia real a medida que pude caminarla,
la inusitada belleza de la calle Perú y el aroma de sus cadmias, la misteriosa
calle de Girardot que remitía con la presencia de sus casonas a necesarias
asociaciones con otras ciudades del mundo. Las insólitas calles del barrio La
América bordeadas de guayacanes y de casas quintas con rejas o las calles
circulares de Laureles que recorría por la noche en bicicleta, embriagado por
la poética de árboles y jardines. ¿Han desaparecido los aljibes y zaguanes que
Borges describe en su magistral “Fervor de Buenos Aires”? ¿Ha desaparecido el
Berlín finisecular que Benjamin describe en “Infancia en Berlín”? ¿No sigue en
pié Combray con la iglesia que describe Proust? ¿Se puede matar una calle, un
barrio impunemente bajo las ciegas leyes de la ignorancia de unos funcionarios?
La monstruosidad del llamado Proyecto
Posmoderno, como recuerda Fernández Alba ha consistido en que bajo la ley del
marketing desarticuló las poéticas de la ciudad, homogenizó la arquitectura y el espacio urbano mediante
una tecnología depredadora en manos de funcionarios sin imaginación estética,
como en el caso de la vía proyectada para Metroplus en Envigado, trazado
inconsulto producto, como señala la SAI de mediocres funcionarios. Pues no se
trata solamente de unos árboles sino de una calle convertida en imagen de vida
común, de una poética espacial transformada en patrimonio inalienable de
quienes mirándola, la han convertido en una necesaria imagen de vida.
P.D: memorable el triunfo de los
indignados que impidieron la tala de árboles en el parque Gezi de Estambul.
Medellín octubre 19 de 2013
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Elegía
por la calle Ayacucho
Víctor Bustamante
Esta
calle donde tantos hombres han caminado y vivido
Estas
aceras cuarteadas por los pasos y las raíces de árboles calcinados
y
de casas que desaparecen.
Calle
tan larga como su historia de pequeñas brevedades y de signos que la hacen cordial
La
he avizorado a través de guías que refieren la Puerta Inglesa, el teatro
Bolívar y un cuidadoso tranvía que va con pasajeros anónimos allá a Miraflores
O
en la memoria de ejércitos liberales que derrotados subieron a beber sus sueños
de poder al palacete de alguna finca de don Coroliano
O
entrar en la bruma de una madrugada a la casona donde detectives copiaban
huellas y así manifestar que nunca habías cometido un crimen o asaltado un
banco
O
pasar allá, arriba de Loyola, frente a la fachada de la casa de una mujer soñada
por Juan Belmonte: Amina Assis
O
entrar a un club donde Regina Once pretendía levitar y solo descubrí la estatua
en bronce de su hija con su manos llenas de mensajes que le pedían milagros
Y
luego caminarla por las Mellizas hacia el Centro cuando la Moderna vivía su
periodo místico y saber que la peluquería Kafka de puertas verdes desapareció, y
el escritor no imaginó esa combinación tropical entre un mundo real y el quimérico
Por
esa razón te he caminado calle Ayacucho
A
través de las puertas cerradas te ha condenado una generación que erige tu
destino como si fueras una simple calle transitada por grúas y barrenderos que cubren
de polvo tu historia
Calle
Ayacucho mueres con los pasos de las muchachas que sin sosiego suben hasta la explanada
entre el perdido ruido de los buses y su olor a salmos de la derrota,
Ahora
eres tan silenciosa como las fachadas destruidas colgadas en los muros.
Luego
seremos extraños en esta calle que fue hogar
Cortada
entre un pasado apacible y el futuro de máquinas que traerán otros personajes
Calle
Ayacucho de deseos terrestres y olvidos depravados
Por
aquí pasa a una elevada luna de piedra y te conviertes en un territorio extraño perdido en nuestro cielo, mientras los taladros picotean la piel de tu calle,
que es tu memoria y tus cenizas.
Nov.2013
8 comentarios:
Extraordinario, simplemente extraordinario....felicitaciones
A fin de cueuntas a nadie en Medellin le interesa la ciudad sino construir y construir y destruir y destruir y la ciudadanía con la boca abierta viendo los alumbrados.
Que tumben y arrasen con toda esa costra de mugre
"O entrar en la bruma de una madrugada a la casona donde detectives copiaban huellas" es la confesión de un soplón, Victor Bustamante, que entraba en la bruma de la madrugada al DAS de la Calle Ayacucho a dar su informe cotiiano sobre el hostigamiento a los poetas colombianos y a los festivales de poesía, a cambio de las monedas de Judas.
Todos lo comentamos siempre: la visible calidad de rata del propietario de este inmundo blog.
El patrón de Bustamante, el Cabo Alvarado Pedorrio perdió la columna en Las Tres Orillas. El miembro de las Convivir de la Calle Barranquilla Gustavo Zuluaga perdió el programa de radio. Y Bustamante responderá ante la Fiscalía General de la Nación por el continuado delito de calumnia e injuria.
Judas, Bustamante, Tenorio, Hamacas: Es como estar malditos para siempre, y tener que arrojar al suelo los inútiles chelines para buscar el árbol y la soga.
Estamos en la Ruta de la Barbarie, en la cual hemos visto tantas intervenciones recientes mal hechas por parte de las autoridades municipales "competentes" y tanto deterioro por parte del mal uso dado por los ciudadanos a muchas de éstas, Esta idea de exponer "in situ" varios problemas, está interesante para abordar en profundidad los problemas planteados en nuestra ciudad que no tiene casco histórico, al traer los politicos, ya prefabricadas, unas propuestas superficiales y provisionales pero que cuestan un dinero necesario para objetivos más importantes. Esto haría posible la repetición de desastres como es abandonar las construcciones interesantes en la ciudad.
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