miércoles, 6 de marzo de 2024

Casa de Guillermo Cabrera Infante en Londres

  


Casa de Guillermo Cabrera Infante en Londres

No , aquí no hay ninguna placa azul. " " Increíble. Vivía aquí, según tengo entendido. “ Bueno , no. Sin placa azul. Quizás algún día… ” Quizás algún día, me repito. Quizás algún día… ¿Tengo la energía para iniciar una campaña de placa azul para honrar y celebrar la vida y obra de uno de los escritores más destacados de Cuba? ¿Uno que hizo de Londres su residencia durante décadas? He salido de la estación de metro de Gloucester Road, buscando el número 53 de la calle del mismo nombre. Un rayo de sol al final de la tarde se desliza por las columnas encaladas en esta zona acomodada del suroeste de Londres. Estoy de camino al Goethe Institut para ver el estreno de “ Victoria ”, pero primero necesito echar al menos un vistazo a lo que creo que fue la casa del fallecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Lo encuentro fácilmente, rodeado discretamente de casas adosadas a ambos lados. Quiero tomarle una foto pero me doy cuenta de que el dueño ha llegado al mismo tiempo. Sólo uno de nosotros es el intruso y después de una breve sesión de preguntas y respuestas sobre la inexistente placa azul, me doy la vuelta para reanudar mi caminata. Pero no sin antes robarnos un momento fotográfico. Después de todo, me convenzo, es lo que Cabrera Infante hubiera querido. El hombre nacido en Gibara que se enamoró de La Habana y sus encantos cuando tenía doce años habría aprobado mi pequeña transgresión. Construyó una destacada carrera literaria escribiendo sobre los innumerables personajes que desafiaron el status quo, ya sea antes o después de Fidel. Su obra más conocida, Tres Tristes Tigres (literalmente, Tres tigres tristes , en honor a un famoso trabalenguas español) fue un homenaje a la vida nocturna de La Habana. Borrachos, drogadictos, prostitutas, proxenetas, artistas y políticos llenaron sus páginas. Es lógico que me haya detenido frente a su antigua morada mientras el crepúsculo me envuelve y una puesta de sol teñida de magenta adorna mágicamente Londres. Las sombras se alargan. Quiero explicarle al dueño de la casa que el hombre que vivía aquí, en 53 Gloucester Road, fue comparado a menudo con James Joyce ( TTT fue llamado en algún momento la respuesta cubana a Ulises ) y, sin embargo, siempre me ha parecido engañosa esa comparación. Joyce se centró en el Dublín diurno, mientras que Cabrera Infante se centró en La Habana por la noche. Camino por Exhibition Road recordando lo que más me atrajo de Tres Tristes Tigres . No fue sólo la trama, o la falta de ella, o la atmósfera seductora de los bares y cabarets que frecuentaban los personajes de Cabrera Infante. Fue, sobre todo, el homenaje del autor a la lengua, a la bella y a menudo incomprendida –en ocasiones ridiculizada– lengua vernácula cubana.

Con el sol que desaparece rápidamente detrás de mí, me hago de nuevo la pregunta: ¿tengo energía para una campaña de placa azul? Quizás algún día, quizás algún día…

De Diario Urbano








 


ESCRIBIRLO PARA NO MORIR

Efraín Alzate Salazar    

La escuela de la ternura Aquellos días cuando fuimos por primera vez a la escuela nunca se olvidan, por tanto, significan una ruptura de un ritmo de vida hogareño con los cuidados de la madre y las travesuras con los hermanos que, aunque sean mayores, están ahí para ser alcahuetes de picardías y mentirillas. De niño soñaba con una escuela linda con ruidos y cantos, con maestros y maestras alegres, y leyendo cuentos y fábulas en donde los animales son como personas. Mi madre sabía leer y escribir y su letra era bonita cuando escribía su nombre en las notas que mandaba a la escuela a la maestra.

Recuerdo los cuentos que me leía en voz alta cuando yo no conocía las letras. En la casa en el campo, hubo una cartilla que se llamaba La alegría de leer. En ella había un cuento que mi madre leía y me daba mucha tristeza porque era la historia de “El molinero, su hijo y el borrico”, sentía deseos de llorar al saber que el burrito se caía patas arriba en un torbellino de agua porque no era

capaz con la carga tan pesada. Mi madre decía que eso era un cuento para indicarles a las personas que a los animales había que tratarlos con amor.

Cuando aprendí a leer ese libro siempre estaba en mis manos porque sus cuentos tenían bonitos dibujos y era feliz leyendo despacio por sílabas hasta que terminaba.

Mi escuela fue una sorpresa y un mundo de preguntas con pocas respuestas. Los niños no podíamos preguntar sino responder a lo que la maestra preguntaba. De niño quería saber muchas cosas, pero no era posible. La maestra siempre nos tenía ocupados haciendo dibujos o planas de escritura que normalmente eran con respecto a la escuela, a mi familia y a la naturaleza. “Mi mamá me ama, mi mamá me mima”. Esta última no era verdad porque mi mamá no tenía tiempo para dedicarle a un niño, ya que éramos muchos en la casa y no había atenciones especiales para nadie. Aun así, escribíamos la frase una y otra vez hasta llenar la plana tal como indicaba la maestra.

Ya en la vida de adulto conocí un poema de un amigo que me llevó de inmediato a la maestra que me enseñó a leer, aunque la maestra a quien él se lo dedicó fue a la señorita Gilma, pero así de linda era mi maestra la señorita Blanca: Usted tenía las manos de ternura y tiza Señorita Gilma. Qué lección tan preciosa escondía bajo su falda pulcra. Usted tenía los ojos grandes como los soles que pintaba en el tablero (Fragmento del poema La maestra de escuela) (Rendón C, 1987).

Al llegar a la cumbre de la vida, a ese momento en que es posible hacer un sencillo inventario de las cosas que se han hecho o se han dejado de hacer, acudiendo con alegría a los recuerdos, es placentero poder contar aquello que se ha convertido en parte de nuestro equipaje y que seguirá enriqueciendo la memoria por siempre: las vivencias de la infancia, y dejar de paso un mensaje

de imaginación y alegría a los maestros que asumen la bella tarea de enseñar a los niños el alfabeto, el amor y de vida. Guardamos en los repliegues más hondos de nuestro ser todo aquello que nos hizo más felices, o también los eventos que más dolor nos ocasionaron.

En esta autobiografía quedan plasmados los pasos dados desde la infancia por alguien que llegó a ser “feliz maestro de escuela”, y que además recorrió los diferentes escenarios de la educación intentando dejar una huella en niños y jóvenes. La señorita Blanca es el referente amoroso de un niño que guardó en la memoria los trazos y dibujos del amor convertido en letras de colores. Es posible que de niño nos enamoremos de la maestra que nos trata con amor, pero es ese amor limpio que fluye de los meandros más ocultos del sentimiento humano, y se queda para toda la vida. Lo más lógico es que uno guarde por siempre el sentimiento del amor por aquello que le proporcionó alguna felicidad.

De niño experimenté también el trato rudo y el castigo doloroso por parte de maestros que consideraban que esa era una forma de educar y de enseñar. En mi caso, solo lo guardé para contarlo, aunque aún resuenan en mi oído los insultos y agresiones que recibía y que hoy creo que fueron momentos de tristeza en la escuela en donde solo debe haber espacio para la alegría, el canto y el juego con los niños.

Estos castigos no eran aislados, sino que obedecían a una estructura escolar en la que se formaban los hombres y mujeres para un país de sometimiento a los poderes establecidos.

En estos tiempos de la escuela de “La letra con sangre entra”, el castigo doloroso con todos los malos recuerdos que se quedan, no era entonces un acto salvaje de violencia, ni de venganza individual, tampoco de represión institucional; el castigo escolar se encontraba ligado de modo indisoluble con los fines sociales asignados al hecho de mantener juiciosos y agrupados a los niños fuera de su hogar. En esencia el castigo estaba vinculado con los fines político económicos como la formación de hábitos de obediencia, disciplina y trabajo. Sáenz, Javier.; (Saldarriaga, 1997).

En la escuela de mis años infantiles se practicaba con tranquilidad la pedagogía del dolor, era algo válido en los manuales de trabajo docente y no era mal visto ni por la familia ni por quienes regulaban la educación. Creo que la sociedad que se buscaba forjar para la época era la de la sumisión, la aceptación y el silencio. El coscorrón, el reglazo, las cuclillas, el dejar sin el

recreo, eran prácticas cotidianas, pero a estas acciones tristes se calmaban con el mero recuerdo de la ternura y el amor de la maestra que me enseñó a leer y este es el que perduró en mi mente.

La señorita Blanca era mi refugio cuando sentía la tristeza por los tratos agresivos de la maestra que me enseñaba a multiplicar y a dividir. Con mis ojos bañados en lágrimas me dejaba ver de la señorita Blanca para que me diera un momento de consuelo al abandono en que me sentía con la castigadora maestra que enseñaba matemáticas con una regla gruesa para quien se equivocara. En mi vida de maestro de escuela, siempre he considerado que la educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte. (Efraín., 2020)

 

Bibliografía.

Efraín., A. S. (2020). Escribirlo para no morir. De la tesis de grado para Optar el titulo de Mg en Educación. Rionegro.

Repositorio. Universidad Católica de Oriente. ( apartes)

Rendón C, E. (1987). La ciudad sonámbula. Medellín: Lealon.

Saldarriaga, O. y. (1997). Mirar la infancia. Pedagogía, moral y modernidad en Colombia 1903-1946. Bogotá: Ed. foro

martes, 5 de marzo de 2024

Una conferencia hace cien años. Destruir prejuicios es el papel del pensamiento universitario / Rafael Rubiano Muñoz

Wieslaw Walkuski

Una conferencia hace cien años. Destruir prejuicios es el papel del pensamiento universitario

Rafael Rubiano Muñoz

El 10 de abril de 1924, Baldomero Sanín Cano (1861-1957) expuso una conferencia en el Salón de la Unión Ibero-Americana en Madrid ante un selecto y prestigioso grupo, entre ellos fueron invitados la mayoría de embajadores de los países sur y centroamericanos, así mismo asistieron connotados letrados europeos de esos tiempos. El rionegrero después de haber sido ministro de hacienda durante el gobierno frente nacionalista de Rafael Reyes, fue enviado a Londres en febrero de 1909 para resolver el litigio de la explotación de esmeraldas por compañías inglesas en nuestro suelo. La conferencia la tituló: Las revoluciones hispanoamericanas (1), no por casualidad ese año se celebraron, los cien años de las independencias latinoamericanas con la batalla de Ayacucho que cerró la amplia coyuntura emancipadora tras la invasión de Napoleón Bonaparte en 1808 a España.

Sanín quien a partir de la Primera Guerra Mundial se incorporó al diario La Nación de Buenos Aires, primero como periodista cubriendo la conflagración armada con Salvador de Madariaga, luego se convertiría en agente y representante del diario desde 1923 y se desplazaría a Buenos Aires en 1925, se ocupó en esa conferencia - y hacía una década en decenas de artículos-, a confrontar las raíces intelectuales del imperialismo colonial occidental, criticaría las bases culturales del nacionalismo racista europeo y unos años antes con la revista Hispania (1912-1916) editada en Londres, junto a Santiago Pérez Triana quien fue exiliado por Miguel Antonio Caro durante la Regeneración – otros liberales fueron encarcelados y se les aplicó la pena de muerte – se plegó al antiimperialismo norteamericano, tras la guerra de 1898, el colombiano defendió la España secular y liberal e hizo una tarea de promover y salvaguardar la identidad de los latinoamericanos ante la voracidad de las

potencias de la época. Dichas potencias aspiraban a invadir nuestras tierras en busca de recursos naturales y poder político, Sanín atacó con solvencia jurídica y política la Doctrina Monroe que era dominante y fue un adalid del derecho internacional como medio para regular las guerras y los conflictos mundiales, entre otros compromisos que asumió.

Por la pérdida de Panamá en 1903, Sanín fue decidido antiimperialista y en particular crítico de los Estados Unidos en su política exterior, porque pese a ello admiró sus letrados e intelectuales. Embajador, periodista, docente, conferencista, intelectual comprometido y actor fundamental de la cultura impresa latinoamericana, Sanín llegó a saber 9 idiomas, fue traductor del alemán a finales del siglo XIX en Colombia, incitó a José Asunción Silva y a Guillermo Valencia a leer autores daneses, italianos, franceses y de otras latitudes y conformó la generación modernista latinoamericana lo que se evidencia al revisar la Revista Contemporánea (1904-1905) impreso que dirigió en Bogotá.

Este insigne letrado, un liberal de izquierda muy moderado, se centró en dos propósitos en esa conferencia: 1) Demostrar a su audiencia la variedad de prejuicios existentes sobre los latinoamericanos, en especial, los que nos juzgaban como raza inferior y ante todo como bárbaros proclives a la anarquía y la violencia. 2) contrario a lo que se presumía sostuvo que en nuestras tierras existía un pensamiento latinoamericano, a la altura de lo más refinado y avanzado del pensamiento europeo.

La exposición está compuesta de fina ironía y de un excelso humor, sin vulgarizar y con datos y cifras establece de modo comparativo las desiguales condiciones que durante el siglo XIX y lo corrido del XX, instituyeron la percepción de nuestro suelo como uno proclive al vandalismo, las trifulcas, los disturbios, las guerras y las revoluciones, porque como lo señala en unos de sus párrafos: “Entre 1870 y 1880 empezó la prensa europea a distribuir mañosamente la especie de que las Repúblicas americanas de origen español eran el hogar de las revoluciones, y que allí la vida, por esa razón, era un tormento… De la Prensa y de los labios de la gente maleante esta idea ha pasado a las obras científicas, y ha tenido dos protagonistas especiales en Europa: el uno, el doctor Benjamín Kidd, en Inglaterra; y el otro, Gustavo Le Bon, sabio más conocido, a quien los periodistas solemos citar con muchísima frecuencia en las gacetillas y hasta en los artículos de fondo”. (2)

El sociólogo y filósofo anglo-irlandés y el sociólogo y físico aficionado francés, son agudamente discrepados por Sanín, juzga sus incruentos equívocos con relación a nuestras tierras, su gente y cultura y le increpa al mismo tiempo al señalar la crueldad y la violencia que algunos países como Francia, Inglaterra, Alemania, primordialmente agenciaron al punto de verse involucrados en la más espantosa de las confrontaciones armadas en el mundo, la de 1914. Advierte que pese a un lento desarrollo social y económico, el pensamiento y la cultura latinoamericana, la función de los letrados y letradas ha sido preponderantemente –habrá excepciones claro – la unión y la fraternidad de nuestras naciones, por el contrario, Europa inventó tras la primera guerra mundial, el odio racial y el patriotismo enfermizo y fanatizado e idolatrado, no un patriotismo racional y crítico.

Recuérdese que Sanín escribió en 1914 el ensayo: “El descubrimiento de América y la Higiene”, donde apoyado en la obra del padre jesuita Joseph Gumilla destronó el prejuicio de la inferioridad espiritual y cultural de los americanos ante la conquista española. Esa tarea la hicieron Miranda, Bolívar y Bello también, por eso Sanín es continental. Valga decir que ese escrito nunca lo citan (ni lo citarán) los mercenarios intelectuales de la decolonialidad, naturalmente. Así que en esa conferencia, nuestro compatriota hizo una tarea que por el contrario ningún político, diplomático, dirigente, comerciante, comprensiblemente ningún decolonial, postcolonial o mercenario del nuevo pensamiento latinoamericano de hoy, adobado con las epistemologías del sur, hizo o ha hecho tan dignamente como el casi campesino de Rionegro-Antioquia y es destruir prejuicios y dogmas.

Cualquier miembro del Alma Mater si en términos de ética y moral pertenece a la UdeA está llamado a ser promotor y actor esencial de romper prejuicios y la misión de la educación superior es demoler formas de pensar y construir miradas diferentes de la realidad. Se constata que Sanín dictó clases sobre historia española y latinoamericana en Oxford, Cambridge y Edimburgo, apoyado por el crítico James Fritz-Maurice Kelly. En Madrid igualmente dictó cursos sobre nuestras tierras y estableció lazos y redes con lo más selecto de la inteligencia europea y latinoamericana de la época, basta mencionar con el socialista español Luis Araquistaín, con el anarquista polaco argentino Samuel Glusberg (Enrique Espinoza), con el socialista norteamericano Waldo Frank y con el demócrata republicano Joaquín García Monge, entre otros y otras más del mundo.

Ahora, de nada sirve el basto y amplio saber y conocimiento, son insulsos los títulos que se pregonan, - valga añadir que en las universidades colombianas hay una devoción irracional y una idolatría por los títulos de doctorado-, porque jamás el título de doctorado permitirá cumplir la función neuronal de desdogmatizar y desprejuiciar. Hay variedad de doctores y doctoras que vienen en peores condiciones mentales e intelectuales a la universidad y hubiese sido preferible que no hubiesen hecho el doctorado, es muy vergonzoso irse en unas condiciones y llegar en otras desmejoradas, decía Sanín, y agregó que hay quienes viajan “y vuelven como las maletas”, o dicho desde otro grande, Dostoievski, afirmó que en Rusia hay “muchos científicos sin obra científica”.

Si el docente en su función intelectual no tiene la capacidad para destruir dogmas y menos aún tiene la audacia de propender porque sus auditorios miren con otros ojos y otros lentes la realidad no tiene correspondencia ni hace mérito al llamado del Alma Mater. A propósito, en la revista Hispania de Londres, Sanín escribió un artículo titulado: “Las universidades y el espíritu nuevo”, donde planteó que una renovación a profundidad de los claustros de enseñanza universitaria no se puede atar y anclar a asuntos curriculares o pedagógicos exclusivamente, pues lo primero que es fundamental transformar es la capa profesoral, quiere decir, cambiar sus actitudes y sus mentes, sus formas de pensar, porque de nada sirven cambios administrativos, si no hay cambios en el pensar y el hacer de quienes enseñan.

Aprender a desaprender lo aprendido, quiere decir, los primeros en edificar un deber ético y moral de desprejuiciarse son los mismos profesores y profesoras: ¿Seremos capaces de desandar lo andado, o mejor decir desasnarnos para decirlo con Rousseau? Segundo y es capital, la crítica y la autocrítica, no solamente proponer con argumentos críticos, reevaluar lo pensado y caminar de otro modo el pensamiento y la reflexión. Y en tercer lugar establecer puentes, de lo particular y singular a lo universal y global, de lo micro a lo macro y viceversa, de Latinoamérica a Europa y de una geografía a otra. Según Sanín Cano, antes que administrar, liderar o gobernar las instituciones universitarias se debe tener talla intelectual, vale preguntarse entonces: ¿Tienen los candidatos a la rectoría de la UdeA tal talla intelectual? No es con títulos universitarios que se tiene tal talla, es con la magnitud del pensamiento que se forja mediante la lectura, el estudio y la producción intelectual, de la cultura oral a la cultura escrita, no se es universitario solamente por el verbo, se es por la acción del pensamiento y ello se puede realizar con las ideas y con la escritura.

Sin duda, la conferencia de Sanín hace cien años nos invita a repensar y reflexionar nuestra coyuntura universitaria, los conflictos externos son minúsculos, ante los internos, de modo que más allá de lo electoral, de campañas publicitarias para obtener el favor de los votos en el consejo superior, una cosa es ser candidato a la rectoría y ser rector (o rectora), otro muy diferente es llegar a la rectoría con talla intelectual, con una capacidad pensante y reflexiva, no con lugares comunes y con demagogia para solazar las multitudes de la comunidad universitaria.

La talla intelectual no la da la respuesta inmediata de la entrevista para medios y redes, ni los foros con los estamentos, lo da un recorrido de formación, una apropiación intelectual y de visión de la universidad, pero lo estimula y lo nutre, ante todo la autocrítica, la capacidad que se alcance de desdogmatización y una perspectiva carente de extremos, amplia, abierta, generosa y en especial que comprenda - y ante todo sepa resolver que los males y conflictos de la uni-, están por fuera cierto, pero los más endémicos y terminales están dentro de ella misma, hiperburocratización, corrupción, clientelismo, conformismo y en especial, una privatización del entorno y del hacer público de la universidad, un aparente e indestructible soberanía de grupos privados que son legales e ilegales: ¿Tendrá esa capacidad intelectual, el próximo o la próxima rectoría? ¿Dirigir la UdeA es un asunto exclusivo de lo administrativo y burocrático (claro que sí), pero más allá de lo anterior, el próximo rector o rectora de nuestra universidad será capaz con mirada humanista e intelectual sortear los conflictos externos, pero sobre todo los internos que son más agudos y graves que las amenazas foráneas

---------

1. Sanín Cano, Baldomero. “Las revoluciones Hispano-americanas”. Madrid: ediciones de la Unión IberoAmericana. 1924

2. Ibid. p. 5

jueves, 29 de febrero de 2024

 ACERCA DE AMNISTÍAS  Y DE VACÍOS  JURÍDICOS

Darío Ruiz Gómez

“La impunidad es la manifestación más evidente de la injusticia y la materialización más extrema de la desigualdad” recuerda Guadalupe Sánchez en “The Objetive”.”La impunidad nunca da la cara y se camufla bajo distintos ropajes institucionales: la amnistía, el indulto y el derecho de gracia” El intento de Pedro Sánchez de acomodar la Constitución española a sus objetivos de conceder la amnistía a los terroristas catalanes para continuar en su puesto ha llevado a intensos pronunciamientos   por parte de prestigiosos catedráticos de Derecho, filósofos, prestigiosos catedráticos de ética, de Derecho Constitucional  quienes alzan su voz para que no quede el Estado de Derecho y la separación de poderes en manos de  oportunistas. Funcionarios encargados de la tarea de hacer pasar como correcto lo que es indecorosamente incorrecto, y por encima de todo la defensa de una democracia cercada por los separatistas en su afán de desmembrar el territorio español.  “En un Estado de Derecho el  fin no justifica los medios” ya que como recuerda Manuel Aragón.”Amnistiar  a quienes subvertieron el  orden constitucional y que además han reiterado su propósito de volver a hacerlo es indigno”  El recurso  del dictador  en ciernes   es desvirtuar recurriendo a juristas vendidos  el espíritu de la Constitución  que  en España como lo recuerda Enrique Gimbernat, Catedrático Emérito de Derecho Penal, “El argumento principal es que el artículo 62 prohíbe los indultos generales y con  mayor motivo  la amnistía”  ¿No fue Santos quien amnistió de crímenes de guerra, desplazamientos  de poblaciones, secuestro y reclutamiento de niños al Secretariado de  las Farc  para reconocerlos como válidos interlocutores?  ¿No está sucediendo lo mismo pero ahora con mayor impunidad cuando a dedo se les concede la categoría de interlocutores  a malhechores   que después de firmar un cese al fuego han continuado asesinando, secuestrando?  ¿No es un abuso de poder perdonar  por anticipado a los criminales  sin que antes hubieran rendido cuenta de sus fechorías? Esta degradación de nuestra democracia se comprueba cuando nuestra justicia desconoce que un Paro Armado con 70.000 personas aguantando hambre desde hace años no puede ser amnistiable. “La amnistía es un claro ejemplo de corrupción política”

El Estado de Derecho existe para detener y condenar drásticamente el sufrimiento que se infringe por parte de grupos armados a las gentes, a los niños que son asesinados en el ataque a un bus escolar, en los nativos que son desplazadas en medio del terror, como lo es el asesinato diario de desprotegidos soldados o policías a manos de los francotiradores. “ Repito con Alain Finkelkraut, las llamadas mesas de conversaciones  son un sofisma de distracción para encubrir daños a las comunidades en su libertad de desplazamiento, en el deterioro de sus valores culturales, en su pérdida irremediable de referencia a un entorno tal como lo recuerda de manera explícita la Ley de Víctimas pero lo olvida olímpicamente el madurista Ministro de Cultura y el Ministro de Justicia. Que Iván Márquez sea impuesto contra lo que  al respecto establece la ley  es demostrar  que el fin justifica los medios y que por lo tanto  el Estado de Derecho ha desaparecido en Colombia. P. D. “La Amnistía en España.Constitución y Estado de Derecho” Ed. Cólex 20024

LOS INTELECTUALES Y LA PAZ / Darío Ruiz Gómez

 

LOS INTELECTUALES Y LA PAZ

Darío Ruiz Gómez

En un video Félix de Azua el gran escritor y pensador español y a propósito de la salida de Fernando Savater del periódico “El País” del cual  éste fue columnista durante cuarenta y tres años es decir desde la deslumbrante aparición  de este medio de comunicación como  defensor preclaro de la libertad de opinión, de la necesidad de modernizar  las instituciones del Estado ancladas aún en el franquismo y abrir un espacio propicio al diálogo de la política y la cultura, propósito que reafirmaba mediante un gran periodismo y la concurrencia en sus páginas de las voces de los más importantes pensadores  contemporáneos  hasta que  con el transcurrir de los años  cuando se hicieron notorias  las fricciones causadas  por una lucha interna de poderes  se  fue mostrando que  esa filosofía inicial  se había agrietado  ante  la opinión pública.  El llamado modelo Berlusconi comenzó a desconfigurar todas las secciones bajo el dictado de la era del consumismo para el cual era más importante la crónica del espectáculo, la frivolidad de las varietés que la secciones de cultura. La claridad democrática fue igualmente permeada con la irrupción del chavismo, del peronismo, del castrismo defendidos bajo  el ladino sofisma de que “ es necesario escuchar todas las opiniones”   El despido de Savater es el  resultado de estas derivas no resueltas como señala Azua. Resumo aquí estas consideraciones sobre una propuesta periodística  y  los sucesos  que terminaron por minar su imagen democrática  Como conocedor de primera línea de estos contratiempos y contradicciones ya que algunos de sus protagonistas se graduaron conmigo en la legendaria Escuela Oficial de Periodismo a lo largo de estos años he escrito muchos artículos de análisis sobre este amargo final.

Azua quien tuvo el valor en su momento de denunciar el populismo de Ada Colau  y de los nacionalistas catalanes y se trasladó a vivir a Madrid para que su familia no sufriera atrocidades como la de la imposición a la fuerza del catalán como lengua única, señala  que  quien impone hoy  los contenidos políticos del periódico  es el bufón del chavistamadurista  Zapatero, - sí el que mandó al exilio a 10.000.000 de españoles con su quiebra económica-   y también  poderes ocultos que espantan. ¿Dineros de Maduro, de las Farc, del kirchnerisma, de Evo Morales? Ya que sus periodistas respecto al caso de Latinoamérica han sido obstinados defensores de estos regímenes  como ha sucedido en el caso de Colombia donde  sus enviados han demostrado desde hace años su solidaridad con la guerrilla tal como el corresponsal que denuncié en su momento y que a cinco días antes  de que reventara el llamado “estallido social”  ya informaba por anticipado  que  en Colombia había comenzado  la más violenta represión policial”. La identificación total de “El País” con Sánchez y con  el sanchismo ha llevado a una  necesaria  toma de posiciones de muchos catedráticos, intelectuales colaboradores de sus páginas  a renunciar a sus columnas ya que no se puede  ser cómplice de esta astracanada  de la  amnistía a los terroristas del  Tsunami  de los enemigos  de España que han terminado por destruir económica y culturalmente   a  Cataluña , de los cómplices de las fechorías de Putin como Puigdemont. De izquierda no es el sanchismo quien intenta acabar con el Estado de Derecho  y a favor de la paz no pueden estar los áulicos del nacionalismo de Eta, de la Cup: quiénes seguimos por t.v esas intensas jornadas de terror con corte de carreteras y  ensañamiento  contra quienes  hablan  español, no podemos agachar la cabeza y aceptar que en nombre de la paz eso “no sucedió”. La tarea del intelectual en estos momentos consiste en su defensa de la libertad de expresión, en la condena  abierta  del terrorismo y en denunciar  a una justicia de pandereta.  La pluralidad social y no un multiculturalismo pernicioso.  Postdata: la información sobre la relación de Puigdemont con Putin antes de las jornadas de terror las hizo  Michiko Kakutani en su texto “La muerte de la verdad”. Ediciones Galaxia Gutenberg 2019   

sábado, 10 de febrero de 2024

Las rectorías para las universidades públicas del país. / Rafael Rubiano Muñoz

 

Wiesław Wałkuski


Rafael Rubiano

Las rectorías para las universidades públicas del país.

Rafael Rubiano Muñoz

Profesor titular, UdeA.

Doctor en Ciencias Sociales (Flacso-Argentina)


“Si las humanidades y las ciencias se apartan no habrá sociedad capaz de pensar con cordura”. Alfonso Reyes.

Este año tiene especial connotación para algunas universidades públicas del país y es la ocasión (no debería ser la primordial) para reflexionar sobre su acontecer y sus desafíos. Entre los procesos de designación a las rectorías que implican procesos electoreros, por fuera en algunos casos de los propios estamentos de la universidad, asuntos de capital importancia se mueven como el magma a punto de estallar en el corazón mismo de las universidades públicas. Es cierto que factores externos tienden a desestabilizar el espíritu y la razón de ser (y el deber ser) de la institución pública: la dinámica del mercado, la globalización, la virtualidad, las redes sociales, así mismo la injerencia política a nivel local, departamental y nacional, sin embargo, se entrecruzan otras formas de inestabilidad que ya constituyen enfermedades crónicas de la institución de educación superior.

 Y si bien, algunos de los factores externos sabemos que desestabilizan (comentarios de políticos, movilidad del mercado local e internacional, avances científicos técnicos, digitalización de la vida cotidiana), hay muchos otros factores internos que son ya costras que arrancadas vuelven a poner en carne viva, los problemas de las universidades públicas en más de tres décadas. Por ejemplo, la hiperburocratización administrativa que afecta la labor y el papel de la ciencia, la investigación y lo académico. En los años 90 denunció Rafael Gutiérrez Girardot cómo después de mayo de 1968, la burocratización (no entendida en el sentido de Max Weber, es decir, esa forma racional de la ética del funcionario público por encima de los intereses y de las pasiones personales) matarían la democracia y de paso el humanismo como fuente y valor del Alma Mater.

Gutiérrez se refería al humanismo de la modernidad renacentista e ilustrado, no al humanismo cadavérico que se pregona hoy con artificio en los recintos universitarios y se usa como falso escudo de retóricas circunstanciales y de programas. El humanismo, por el contrario, es aquel que construye una percepción universal de la vida, del hombre y la sociedad, humanismo quiere decir, la capacidad de ver en lo parcial lo universal (o viceversa), el sentido de lo humano como diálogo sólido entre la visión científica- técnica con visión social y humana. El deterioro de esa visión es perceptible en las apuestas de la universidad, en sus propósitos misionales y en las mallas curriculares, una cosa es pregonar y otra la voluntad efectiva de colocar como objetivos y metas las aspiraciones humanas, desde el aula hasta los consejos académicos de facultad y otras instancias.

Otro factor interno. El clientelismo y la perversión de elección de los cuerpos colegiados de la administración académica. En la tradición sociológica que va de Emile Durkheim, a Max Weber, de Max Horkheimer a Pierre Bourdieu y Françoise Dubet, se puede examinar que las instituciones (públicas y privadas) más allá de su funcionamiento aparentemente racional de estatutos, normas, reglas o procedimientos regulados por leyes, funcionan a partir de afectos, pasiones y de lealtades, más que de competencias o de méritos. Allende la calidad objetiva, lo que prima es la servidumbre y la obediencia a jefes, directivos o de quienes tienen el liderazgo de los organismos colegiados, o aun estando en desacuerdo se asume la actitud de la inhibición o el silencio, que es inmoral y antiético, porque nada tan vil es callar por complacencia y por mantener un puesto de trabajo.

No es anormal la fidelidad basada en la ciega subordinación, aunque proporcionalmente es absolutamente normal que quienes ocupan los cargos directivos de los estamentos universitarios tiendan a elegir en sus respectivos subcargos, a aquellos que no les sean rivales superiores, en términos intelectuales (no es una cuestión de títulos, aunque se cree en esta villa universitaria que por ser doctor o doctora, ya se pueden sentar en las cumbres del olimpo del saber, prejuicio y falsa conciencia, ojalá ojearan El Príncipe de Maquiavelo, les serviría mucho a ciertos directivos o directivas). No se elige a aquellos competentes específicamente, por experiencia o por la capacidad reflexiva o analítica, por su producción científica en un campo o por su trayectoria, sino por inexperiencia, por poca experiencia) para poder ejercer el dominio o el mando que se desea.

En fin, en los subcargos (y hay que cuestionar la competencia de quienes asumen los altos cargos universitarios) se designan personas (algunas, no todas valga decir) que no tienen el carácter, los derroteros y la trayectoria para ejercer en esos organismos administrativos y académicos, y si son coronados allí, para decirlo con Paul Benichou(1), es más por complacencia, por el pago de una deuda o por sobrevivencia para los programas que se pretenden desarrollar. La corrosión clientelar de las instituciones universitarias públicas para el ejercicio y función de todas las actividades científicas, técnicas, y lo que queda de lo social y humano cadavérico es un factor más negativo que las amenazas de la globalización y la virtualidad.

No es insólito que quienes dizque estudian e investigan, enseñan en las aulas los fenómenos de corrupción, clientelismo, prevaricato, y otras actitudes sociales y políticas ligadas a las visiones antidemocráticas e irracionales, sean quienes desgañotados en sus denuncias propias de demagogos y de profetas (falsos demagogos y profetas diría Weber) sean los adalides de la corrupción y el clientelismo en las instituciones universitarias (¡quien no está conmigo está contra mí! Consigna de Núñez y Caro desde la Regeneración que no ha fenecido en la universidad pública en la actualidad).

No obstante todo lo anterior habría que agregar que muy por encima de las campañas electoreras de los candidatos que se postulen a las rectorías de las universidades públicas del país hay tres desafíos mucho más exigentes, por un lado el liderazgo universitario, que debe tener presente una capacidad no solamente de gestión financiera y administrativa, el rector (o la rectora de hoy) debe tener una capacidad personal e intelectual para establecer un diálogo y una efectividad nítida entre la política y la ciencia (administrar la institución logrando comprender y resolver las ráfagas de los factores políticos tanto externos como internos, es decir, el liderazgo ha de centrarse en ser competente para afrontar los conflictos). La universidad de cara a los conflictos, no solamente la universidad de cara a la virtualidad, las regiones, las violencias, la globalización mercantil y digital, por ello es esencial proponer la Universidad frente a los conflictos de cara al siglo XXI – que no son solamente lo de las violencias y guerras como se ha pretendido durante lustros - y saberlos reflexionar, analizar e investigar pero sobre todo, asumir y solucionar, bastaría que candidatos y candidatas leyeran un poco de sociología, quizás Georg Simmel (2) o Lewis Coser (3).

El desafío de los relevos generacionales. Pese al concurso de méritos, uno de los elementos ultracorrosivos de las instituciones de educación superior ha sido el proceso de jubilación y la perdida de quienes por tres, cuatro décadas o más invirtieron en su existencia y su experiencia y sus conocimientos se desvanecen cuando llega el día de su partida laboral por una de las calles que circundan la universidad. La imposibilidad de normalizar el acumulado científico e intelectual de las profesoras y de los profesores, de atesorar y de hacer fructífero su legado es un desafío que no se compensa con publicaciones parciales y marginales, con homenajes o con una selectividad al servicio de las visiones clientelares personales o de lealtades particulares por afectos o por sentimentalismo espurio. A lo anterior el despilfarro del saber existencial de profesoras y profesores, se incluye que, no es anormal que esa universidad que debe encarar los conflictos en dos siglos sea una universidad anclada en la aplicación de conocimientos y paradigmas fundados en el imperialismo colonia (Sergio Bagú) en paradigmas, conocimientos foráneos y que en dos siglos no haya hecho un diálogo estimulante, enriquecido y ante todo prospectivo con el pensamiento colombiano y latinoamericano.

No es utilizar a ultranza el saber ancestral, el indigenismo o los conocimientos, las lenguas, y las prácticas de las comunidades étnicas como sicarios intelectuales. La universidad pública del siglo XXI, está llamada a propiciar (ni siquiera fortalecer) cátedras, seminarios, foros, cursos, materias, eventos, en fin que no solamente inviten como maquillaje a la apropiación del saber y pensamiento del país sino del pensamiento latinoamericano. Una universidad pensante que dialoga entre lo ajeno y foráneo con lo propio, de seguro candidatas y candidatos rectorales no saben (o no quieren saber) de la existencia de un Andrés Bello, José Martí, Baldomero Sanín Cano, Rafael Uribe Uribe (se cumple este año ciento diez años de su muerte asesinato en Bogotá) o de Luis Tejada (se cumplen cien años de su muerte), ni hablar de Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Teresa de la Parra, Clorinda Matto de Turner, María Cano, Virginia Gutiérrez de Pineda, entre otras, porque su obsolescencia, inutilidad y vejez, aunque hay que afirmarlo, si los aspirantes a rectoría leyeran estos personajes, cambiaría más su pensamiento y percepción, su arrogancia y pedantería creyendo que son los primeros en formular y posiblemente solucionar los problemas universitarios, porque sencillamente ellas y ellos ya pensaron y dejaron un legado incuestionable e irrefrenable en términos de la solución a los problemas educativos de Colombia y América Latina, El desafío que es de considerar capital será realizar una administración pero con un liderazgo que replantee el diálogo ciencias naturales y ciencias sociales; ciencia y técnica-ciencia humanismo y no es insulso pensar que esa universidad de cara a los conflictos, si pretende mantenerse como mito y realidad, como Alma Mater, debe recomponer los lazos rotos de la ciencia (natural y social) con lo humano. Sin duda hay – al parecer – suficiente inteligencia para que ese diálogo sea repensado, reasumido, reapropiado y revertido, ya que, en la actualidad, el abismo de esos dos referentes vitales de la universidad (ciencia y humanismo) no solamente están rotos, hay una distancia importante en quien asume el saber y el conocimiento como mercenario intelectual (temas o problemas de moda) o quien los asume como vocación en el sentido de Marx (4) y Weber (5)

¿Seguiremos en esta decadencia universitaria de artificios y pomposidades? ¿de cara a qué deben hoy los aspirantes a rector y rectora concebir no sus programas electoreros, sino la universidad en medio de una pluralidad conflictiva recabar lo que ha sido la riqueza de su existencia, una visión humana que se entiende no es piedad, es visión universal dentro de lo singular, es la prospectiva del futuro a partir de la aprehensión del pasado siendo actualidad, la utopía universitaria se define en que, es la anticipación en la imaginación de algo que cambiaremos en las actitudes y la vida práctica. Serviría mucho que las candidatas o candidatos a rectoría si de verdad tienen la vocación y el liderazgo, no el oportunismo para rendir culto a sus egos y a sus corifeos de leales o de fieles, de creyentes de ocasión, miraran de fondo los conflictos de la universidad, que no son pocos, y tuvieran el decoro por lo menos de si como panfletarios hablan de humanismo, lo hagan con lectura, juicio, moral, ética, responsabilidad y sabiduría. Les serviría mucho leer a Alfonso Reyes, o a José Luis Romero o a Sanín Cano, por ejemplo, un librito muy útil de reflexiones sería el de Rafael Gutiérrez Girardot. (6)

¿Continuaremos en esta decadencia de instituciones insepultas? En esta coyuntura de factores externos e internos que complejizan los niveles de conflictividad de la universidad pública es imposible eximir el intelecto y el sentido común, los conocimientos teóricos y prácticos, los administrativos con los académicos, los científicos técnicos con los humanos, lo denunció hace décadas Jürgen Habermas (7).

Ahora una universidad de mediaciones, no de extrapolaciones y de extremismos, una universidad de diálogos eficaces, con una narrativa o retórica amplia y generosa de la vida colombiana y de la latinoamericana, podrá ser la clave en parte para resolver sus más urgentes tragedias y calamidades.

No es la postura decolonial al uso, aquella de odio y venganza la que hay que pregonar, hay que descolonizar sí, pero viendo enriquecido el diálogo de lo propio con lo ajeno, no como el sicario asesino, quienes alardean que lo que debemos destruir, dicen estos fanáticos e idólatras, según su ira, es el legado de la ilustración, el racionalismo y la cultura occidental, de eso no se trata. Universidad, conflictos, pensamiento colombiano y latinoamericano, equilibrará el colonismo intelectual y el carácter dominante de hacer de lo ajeno lo propio y de hacer de lo propio algo ajeno, extraño, inútil y subdesarrollado, lo propio es pobre, lo ajeno es lo rico.

Un desafío más. Emanciparnos mental y culturalmente es uno de los retos, más y más pensamiento colombiano y latinoamericano, en diálogo con otros pensamientos, eso es lo que se llama pluralismo universitario. Una adenda más. En el pequeño volumen titulado El mito de la universidad (8), hay una variedad de ensayos seleccionados por Claudio Bonvecchio en los que se eligen algunos ensayos analíticos de quizás los letrados y letradas más representativos de lo que se podría denominar la modernidad europea occidental, en el impreso se destacan: Madame de Stäel, Wilhelm von Humboldt, F. G. W. Hegel, H. Heine, V. Cousin, A. Schopenhauer, F. Nietzsche, Labriola, M. Adler, M. Weber, J. Ortega y Gasset y T. Mann. Por su labor constante frente al humanismo y las ciencias son notables las reflexiones de W. von Humboldt, Max Weber, José Ortega y Gasset, y T. Mann, quienes respectivamente combinaron sus actividades científicas con los problemas políticos de su tiempo y el ámbito universitario, serían referentes estimulantes para los fututos rectores.

Para compensar esas lecturas sería obligado la variedad de escritos del mexicano Alfonso Reyes, Universidad, política y Pueblo (9), por su calidad y por su visión de futuro, por su intención prospectiva y utópica, por los problemas que se reflexionan allí, podría ser una fuente para candidatas y candidatos, no necesariamente una guía de concina, sino, valga reiterar, un referente de reflexividad, análisis y horizontes de decisiones prácticas y políticas.

Ni hablar si leen a José Luis Romero (10). Se indica a Reyes por ser uno de los referentes que al día de hoy ha nutrido las generaciones universitarias de América Latina por décadas, pero la lista de nombres podría agrandarse en lo que respecta a los temas de universidad y política. En general, la lectura completa de ambos libritos permite reflexionar agudamente sobre cómo se generó la metamorfosis de la universidad, aquella que transformó la institución bajo una mirada humanista y científica a una de burócratas antiweberianos, tecnocracia y mercado. ¿Por qué hoy ningún candidato habla del legado de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918? No es raro, es normal.

……………

1 Paul Benichou. El Tiempo de los profetas: doctrinas de la época romántica. México: Fondo de Cultura Económica. 1984.

2 Georg Simmel. Sociología: estudios sobre las formas de socialización. Madrid: Revista de Occidente. 1926-1927. 6 v.

3 Lewis Coser. Las funciones del conflicto social. México: Fondo de Cultura Económica. 1961.

4 Karl Marx. Reflexiones de un joven al elegir profesión (1835). En: Escritos de juventud. México: Fondo de Cultura Económica. 1982.

5 Max Weber. El político y el científico. Barcelona: Altaya. 1985.

6 Rafael Gutiérrez Girardot. La encrucijada universitaria. Colección Asoprudea - GELCIL – Grupo de Estudios de Literatura y Cultura Intelectual Latinoamericana. Primera edición, octubre de 2011.

7 Jürgen Habermas. Teoría y praxis: estudios de filosofía social. Madrid: Editorial Tecnos. 1987.

8 Claudio Bonvecchio. El Mito de la universidad. Bogotá: Siglo XXI. 1991.

9 Alfonso Reyes. Universidad, política y Pueblo. México: UNAM. 1967.

10 José Luis Romero. La experiencia argentina y otros ensayos. Buenos Aires: Taurus. 2004

miércoles, 7 de febrero de 2024

La música que es como la vida Orlando Mora / Víctor Bustamante

 

Orlando Mora
.. .. ..

La música que es como la vida 

de

 Orlando Mora

 Víctor Bustamante

                                                               Para Luz Esther Castañeda

La música se instala sin ser invitada, simplemente al escucharla nos atrapa y al atraparnos y volver a ella, nos cuenta no solo su historia, la de sus músicos como intérpretes, sino que nos lleva de su mano a sus autores, también nos cuentan de donde vino. Cuantas veces caminando por las calles, nos atrapa una melodía casi inaudible, y la cual se nos queda todo el día, hasta que averiguamos su nombre, y desde ese instante en que la reencontramos, sabemos que se instala en nosotros, casi como una maldición porque ya ahora es parte de nosotros mismos. Otras veces la encontramos, hallazgo imprevisto, en algún bar cuando en una conversación o en nuestro profundo silencio llega esa que no es invitada y de inmediato necesitamos averiguar con el barman o el mesero que cómo se llama esa canción.  Así el azar se convierte en una celestina que nos entra en el mundo desconocido y profundo de esa música que nos llega. Otras veces es una recomendación de algún amigo, otras la publicidad que exhibe sus garras comerciales.

Es vasto el mundo de la música, y aun así es más misterioso y lleno de momentos abruptos y dulces. La música tiene tantas aristas para indagar, la música posee tantas significaciones, tanta presencia en cada uno, que nos remite a esa palabra y actitud que parece ser avasallada por lo fugaz sin retorno del momento en que vivimos. y es que la música se instala en nosotros, y en definitiva nos acompaña, nos alerta, nos altera los sentidos, ante un estado de cambio repentino de ánimo. Quien no haya vivido es que no tiene la música como un punto de referencia, así la música nos remite a cada uno a una época personal de brillo, de indagaciones, la música abre sus caminos,  hacia la sensibilidad, la música nos trae presencias de personas, momentos, estados de ánimo, y como no tiene imagen, la música no envejece, siempre está presente y nos cala y nos aclama ya que la música es el único arte que nos acompaña cuando estamos en alguna desazón o la inicua melancolía nos arredra.

Todo lo anterior para referirme a esa sensación que advierto al leer, La música que es como la vida de Orlando Mora (UNAULA, 2023). Orlando nunca ha caído en el vicio del coleccionista que refiere su catálogo de discos de 78 o de elepés, que nos hacen sentir desamparados porque posee un único ejemplar de determinada canción, él la comparte en su estudio, pero nunca da una copia.

Por el contrario, Mora reflexiona sobre la música que lo ha acerado y nos da su apreciación sobre el sentir y lo que le inspira cada uno esas canciones que lo arredran, que lo acompañan. De ahí que sea tan personal este libro, en sus apreciaciones, en sus disquisiciones, en su dureza cuando advierte el caso de Goyeneche, que así da la medida del autor, ya que este libro ha sido reflexionado, escrito de una manera lenta, precisa, lo cual permite al lector que, al leerlo, es como si estuviera con su autor, siempre tan fugaz cuando se quiere conversar con él.

Así, con sus códigos de interceptaciones, testigo de primera línea, Orlando, detecta y nos acerca a esa diferencia entre el café y las heladerías. Y a medida que reflexiona sobre la música y sobre la ciudad y sus adláteres, sus testigos, da la medida de sus gustos, el cual nos lleva de su mano a indagar sobre esos cantantes y canciones que lo embargan, cuando por  consejo de René Cabel le habla de Elena Burke. Entonces debemos indagar sobre ella, como si remontáramos el rio de la memoria que crecido y violento se lleva de paso lo que encuentra, para destrozarlo, pero así mismo arrastra, contradictorio, esa memoria, la música que hemos escuchado y nos ha formado, música que alerta y disputa y lleva esos cajones de la memoria y que por supuesto permanece intacta en nosotros. Así Orlando nos desafía a buscarla, a escucharla para comprobar como la historia de la música y otras historias mantienen su catálogo de olvidos y desalojos. Lino Borges también llega con su voz pausada, Esther Borja, de ese recuento, al mencionarla Orlando, y también debemos buscarla para saber y comprobar que la historia de la música posee sus secretos y aun mal, olvidos y desalojos

Lo mismo le digo a Orlando cuando refiere y conoce un poeta en la cita de Thomas Elliot, cuando refiere un músico, un cantante, una canción se ensancha la vida, así como otras presencias, una de ellas la de esa voz cálida de Raúl Shaw Moreno, y en el tango, caro y presente, cuando nos entrega la presencia de Roberto Rufino en la Gardeliana, y una frase que es un reto. “Nunca podremos decir con certeza y de manera irrevocable quien ocupa la segunda línea después de Gardel”, lo que daría motivo para escribir un tratado sobre el tango.

Así en este reencuentro con la música, digo reencuentro porque este libro es una cara reminiscencia que nos lleva a indagar sobre el bolero y el tango, y algunas baladas y así, es una summa de la música popular, aquella que se establece en el tiempo y la memoria recuperada y se convierte en algo indeleble, los caminos tortuosos e irredentos de la vida.




Así, este hermoso y aún más grato libro facilita, así, un auténtico acercamiento con su autor, ya que en él deja e imprime su huella, es decir sus reflexiones y de una manera total y afectuosa su sentimiento, con esas músicas cercanas que perduran en su memoria, y que él nos comparte. Así en la música las fechas, aunque bastante cercanas, con los días se vuelven indeterminadas, ya que la música, nuestras músicas violan el tiempo, incluso cuando parece que sean próximas aún más y así, caemos en cuenta que es algo cierto, la música aún posee ese carácter de ese encuentro aun en su lejanía. Esa lejanía que nos atrapa a pesar de ser algunas de esas músicas creadas en la extraterritorialidad que sucumbe y nos hace sucumbir a su encanto, siempre las sirenas y su canto regresan cuando viajamos en esa nave de olvidos y presencias que es la vida.

Algo es cierto, la música crea verdaderamente una sensación de proximidad. Más bien de presencia o, más precisamente, de aparición. Antes que esas obras, por el movimiento despiadado del olvido, ya que la música en ese movimiento sin fin, casi perpetuo que arrastra su perdición, hace dejar de lado lo que ayer fue un éxito, eso sí digo éxito, no obra maestra. Así Mora,  que ha  sacado a la luz, sus gustos musicales, no deja que se borren de la historia de la música, porque es quizá necesario precisar que al mencionarlas las justifica y las coloca cerca, dándonos esa impresión de cautivarnos, de estar cerca, de que esa música aparezca, llegue, perdure ,en un interregno, puede ser de casualidad, trazado sin primera por un instante, ese instante trazado de encuentros con amigos, y para ese instante, amigos nocturnos, vueltos visibles por la apertura instantánea de la música en esa noche perpetua que es la vida misma. Ya que la noche y la música se conjugan para ese canto a la amistad o a la casualidad de un encuentro que llega y se torna memorable.

Luego desfilan y nos hablan: Álvaro Dalmar, Lucho Bermúdez, Esthercita Forero, Frank Domínguez, Armando Manzanero, Susana Rinaldi, Mario Clavell.

Entrevistas, conversaciones, encuentros que nos dan la medida de cada uno de ellos, como si en un amplio salón estuvieran cada uno de ellos, relatándonos sus experiencias no solo de vida, sino su acercamiento con la música y que Orlando mora los lleva de la mano para saber mas de ellos, ya que cada compositor, cada artista posee detrás de su talento, una historia que lo ha llevado a crear un personaje, eso sí sin la máscara que los adula sino en la certeza de su arte.

De ahí esa sensación de esas presencias, hechas de convicción, de equilibrio, y que resplandece lejos de las apariencias, mucho más evidentes que cualquier personaje, un autor, que lleva a vivir en una zona invisible. De ahí que aparece esa impresión que entrega su arte elaborado con un fervor inusitado. Ya que su música, esas músicas se reafirman, y como ciertas músicas, ya sean boleros, sones, tangos o baladas, que nos fascinan en la medida que nos dicen algo ya que además nos han acompañado desde hace tiempos, ya sea en nuestra ambición de la soledad o en la compañía de los caros amigos que se cultivan con el tiempo.

La música que es como la vida de Orlando Mora, enciende de golpe la luz de los cafés, con largas conversaciones o acentúa los lánguidos intersticios del silencio, evocando la oscuridad momentánea de las heladerías. A veces nos trae a Obdulio y Julián, y eso sí afirma la música con su autoridad y permanencia, ya que no da sitio a la duda ni a las correcciones. Simplemente está ahí para acompañarnos desde latitudes lejanas. Y, sin embargo, sabemos, e incluso sentimos, que este arte, la música, no se detiene, que Orlando Mora nos susurra que este arte ha comenzado desde hace mucho tiempo y llega muchas veces a nuestros oídos y se empoza para siempre sin ser invitada. Música que es única, pero no está sola porque también acompañan a los solitarios en la mesa del café, o en lo trepidante de los conciertos, o los que se encapsulan en sus cuartos. Hace tanto tiempo que el hombre compone, escribe, graba, traza historias, colorea partituras, frota melodías, todo para representar el sentimiento, tan humano, que nos da un violín en la noche en una plena calle, o cuando se cuela un leitmotiv de un tango desde una cantina y el cual nos obliga a detenernos para escucharlo, o cuando un bolero nos araña o aún más cuando leemos este libro y Orlando, nunca furioso, nos dice con rigor y con sorpresa, yo estuve ahí para contarlo.

Adenda: Orlando Mora nos debe un libro sobre la música de sus películas favoritas.