“CUENTOS DE NIQUÍA”
Antonio Arenas
“Yo busco una forma”
Leí por primera vez
“CUENTOS DE NIQUÍA”, en una edición bilingüe del año 1996, una impresión de
pasta blanca y un título en mayúscula con unas letras de color verde. El nombre
me atrajo como un imán, puesto que había trabajado en el barrio Niquía, de la ciudad
de Bello y nuestras oficinas estaban en Niquía, y se observaba el imponente
cerro de Quitasol. Esto fue en los años noventa y el libro había sido dado en
donación a una biblioteca por su autor. Advertí la doble caratula en español y
francés y una reseña sobre el autor en francés. “CUENTOS DE NIQUÍA”; “NOUVELLES
DE NIQUÍA”. Se destacaba la figura en líneas de un caracol volando y de la
editorial Vericuetos. El texto no va más allá de 129 páginas y en la traducción
de Anne Marie Denormandie y dedicado a la memoria de “Víctor Montoya”. Niquía o
“Cacique Niquía fue el nombre de una comunidad indígena prehispánica que se
asentó en las tierras que hoy ocupa el municipio de Bello en el departamento de
Antioquia, Colombia. Es poco lo que se conserva de esta comunidad, pero en el
Cerro Quitasol se esconde uno de los caminos en piedra que construyeron”. Los “Cuentos de Niquía”, es una obra
literaria de once cuentos, de los que casi nadie ha hablado y son escasos los
comentarios que se tienen sobre él. Me da la impresión de que nadie lo ha leído
o intentado interpretar a la luz de los problemas de los barrios y la ciudad.
Cuando se leen estos cuentos se vuelve a visitar las calles y los rincones de
Niquía. Ahora bien, “Cuentos de Niquía”,
es uno de los primeros libros de narraciones, del escritor Pablo Montoya
Campuzano. Este no era un escritor muy editado y con unas grandes ventas y solo
a partir de haberse ganado tres premios: (el Rómulo Gallegos, José Donoso, José
María Arguedas) es que sale a la luz en una editorial grande y lo empiezan a
publicar masivamente y vender en las librerías. Estos cuentos fueron escritos
cuando el autor tendría aproximadamente treinta años y había vivido un tiempo
en Francia. En “Cuentos de Niquía” ya se distinguía el llamado, la vocación y
el compromiso de Pablo Montoya, con la literatura y sus posturas frente a la
violencia citadina. Pablo Montoya enunció alguna vez en una entrevista: “Soy un
escritor y cuando me he enfrentado a esta urbe para narrarla, lo he hecho para
desentrañar sus irradiaciones, para mostrarle al lector su opacidad y sus
múltiples fantasmas”. Los “Cuentos de Niquía”, un libro de iniciación,
primerizo en su acontecer literario. Todo lo que se irradia de un barrio, la
ciudad y sus problemas están en este texto, donde también, hay una inversión
personal, una mirada autobiográfica, con ciertas posturas, que implican la
identificación con unos problemas fundamentales en la vida de la gente y un
modo de percibir la ciudad. Es la verdadera vida en el barrio Niquía lo que
está en juego. La existencia y la muerte al fin descubiertas, contadas y
explicadas. La vida y la caída unidas por fin en la literatura. La escritura
como una forma de exorcizar la muerte y la violencia. Pedro Baldrán dirá muy
acertadamente: “La violencia y la muerte alcanzan una modulación casi musical
en los cuentos de Pablo Montoya. Aquí hay historias siniestras y revelaciones
terribles que el lector solo puede tolerar a través de la alta poesía que
irradian estas páginas duras y bellas”. El libro de cuentos era la búsqueda de
“una forma” que le permita narrar el barrio, la comuna, la urbe, la muerte, la
intimidación, y mostrar la opacidad de sus habitantes e invocar los fantasmas
del caído y sobre todo sus vivencias. El libro de cuentos es un signo del lenguaje
oral llevado a una representación del lenguaje poético. Una manera de producir
un efecto estético en el tema de la muerte y otra forma de mirar la violencia.
Hoy si se lee con detenimiento este libro de cuentos y sus demás libros de
cuentos, novelas y su prosa poética, notaríamos: “Una poética del cambio”. Del
lenguaje corriente, se ha pasado al lenguaje poético y la hibridación histórica
y un gran ensamblaje con la música y el arte. En los “Cuentos de Niquía” la
narrativa de Pablo Montoya, no se agota en el lenguaje simple o vulgar. Hay una
captación del mundo impetuoso y fantasmal del barrio Niquía de la ciudad de
Bello, que linda con la ciudad de Medellín y se cruza en las alocuciones
literarias.
Su libro de cuentos
es una verdadera microsociología del entorno barrial, donde la muerte y la
violencia andan desatadas. “Tenga cuidado, en la ciudad la muerte está suelta”.
Todo esto fruto de las mafias locales, el narcotráfico, el voleteo, el chantaje
y el matón particular de los convulsos años noventa. Los títulos del libro de
cuentos son curiosos y van llevando al lector de la mano, recorren las calles y
el cerro, se cruzan los muertos, la soledad, la perdida, la impotencia y el
abandono. Nadie responde ante la indefensión de la muchedumbre que habita los
poblados de Niquia. El Estado, es inerme ante los malandros y rufianes que
controlaban a Niquía. Las tramas de los cuentos, los personajes y el ambiente
anuncian el asecho de la muerte y la violencia en el barrio Niquía y como
consuelo está la mirada y el viaje al hermoso cerro de Quitasol. En ellos se
nota, se ensaya una forma de contar desde el universo de la ciudad y de las
calles del barrio. El confuso mundo de la topología de las violencias y en
especial la violencia social, unida a la pobreza y la muerte de sus habitantes.
Los once cuentos son el signo de la muerte y la caída de sus protagonistas.
Pero también marcan el destino trágico de los habitantes del barrio
Niquía. ¿Pero qué es Niquía? No es más
que unos barrios altos y bajos de la segunda ciudad capital de Antioquia y muy
próximo a la ciudad de Medellín. Su geografía dispar la diferencia el cerro de
Quitasol, nombre de uno de los cerros más importantes del valle de Aburrá y
localizado en el municipio de Bello, al Norte de la ciudad de Medellín. Una
especie de ecosistema estratégico, cuna de una civilización indígena, Y camino
de piedra de los Aburraes de Niquía, lleno de árboles, pájaros y flores
silvestres y declarado curiosamente “Bosque de paz”. El tratamiento que Pablo
Montoya, le da al uso de fuerza y la intimidación para conseguir al fin el
dominio del territorio y sus habitantes, generar miedo, horror y control,
someter e imponer matando. La muerte agota la gravitación de la vida,
interrumpe la corriente continua entre las personas y el espacio. Legaliza y
normativiza la muerte, se da una rapidez normativa a la existencia y al uso
generalizado de la violencia, creando un ambiente de terror y miedo, de lémures
y tinieblas, soledad y abandono. Todo esto supone un trasfondo de control territorial,
surgiendo las diversas topologías de las violencias y en especial en los
barrios altos y bajos de Niquía. Chantaje, extorción, voleteo, amenaza, dinero
sucio y asesinatos selectivos. La muerte que anda destrabada es un enunciado
literario atroz, palabras atrevidas, agresivas, crudas para intimidar y
designar cierto tipo de leyenda en primera y tercera persona, más próximas a la
palabra oral que la palabra escrita. En este tipo de cuentos, el narrador es
una especie de personaje que se refiere así mismo, pudiendo vociferar: “yo lo
viví”, “lo experimenté”, “yo lo vi” y al lector, tú lo vivirás. El libro de
cuentos es la narración de unas muertes desaforadas. En estos once cuentos,
Pablo Montoya, usa el vocabulario y la sintaxis características del lenguaje
coloquial, pulido a veces, construido líricamente. Más que leer, vemos, oímos,
sentimos que: “La muerte que anda suelta” en el barrio Niquía. Es como quien
escucha a un desconocido de un barrio contando lo que está pasando o lo que
pasó. Algo muy grave pasó en el barrio Niquía, “tenga cuidado de ir por ahí,
por esas calles de Niquía”. Un estilo narrativo que no imita la manera de
hablar de la gente común del barrio. Pero el lenguaje escrito si es la
transcripción que lo que ha pasado. Los cuentos son un espejismo del miedo y la
angustia, un efecto poderoso de la fuerza urbana. Efecto en el lector por su
autenticidad y sinceridad con la que se narra. Un lector podría pensar que todo
lo que lee es “verdad”. Infausto destino de las poblaciones de Niquía,
encadenados al desastre de la violencia social. ¿Qué simboliza el cerro de
Quitasol en los cuentos? No será una línea de escape, de fuga, la madre tierra,
de los habitantes, en él se configura el mundo físico de Niquía. Pablo Montoya logró comprobar en sus
narraciones como la muerte se liga a la pobreza, la soledad, el abandono y la
búsqueda de una posible elucidación sobre lo que ha pasado. El primer tema que
se plantea Pablo Montoya, en los once cuentos es el tema de la muerte, y la
manera de vivir en el barrio, las historias violentas de sus personajes y la
ausencia del padre. Sea como fuere, “Cuentos de Niquía” es un texto serio,
crítico, por la forma de sus aproximaciones, interroga, analiza, abre puertas a
otra manera de mirar la violencia en las ciudades. Se penetra en ellos con
lucidez y pensamiento y una nueva condición de ver la literatura sin caer en la
Sicaresca.
Pablo Montoya,
intenta expulsar el horror y la muerte de las calles de Niquía, sus personajes,
viven una suerte de realidad fantasmal, cuya acción se realiza en las calles.
Un narrador- autor, testigo de unas escenas violentas, que yacen sepultadas en
la memoria y en las vidas de las personas de Niquía y que se cruzan con el
lenguaje popular y la realidad real.
¡Perdimos, Hermano!
Es el primer relato con que se abren los “Cuentos de Niquía”, un cuento bien
situado en un parque principal donde concurren todo tipo de vendedores
ambulantes, bandidos y desplazados por la violencia barrial, un lenguaje verbal
que cuenta la historia de dos hermanos, su madre y la muerte de uno de ellos,
se niegan en Niquía a pagar una cuotas o vacunas para poder establecer su
negocio de arepas de chócolo. Rebusque y castigo por parte del matón del barrio
Rengifo, a aquellos que se salen de su redil y control territorial. Algo
nefasto, a Carlos, Calocho, Caliche, lo matan porque “se enamoraron de él”. Ya
que Mercedes, su madre vive en Niquía y allí “matan por amor” y Rengifo es el
que da la orden.
Soledad, es una micro
ficción, y es la meditación de un hombre solo en su retraimiento, el personaje
recorre con descompostura las calles del barrio Niquía. ¿Quién es? Es solo un
hombre. Una sombra o un espectro que deambula por un camino brillante y que en
su deambular produce alucinaciones. Monótona vida de alguien que se siente
solo.
El puente, es más una
construcción imaginaria, un cigoñal hacia el abismo de los sueños: “Porque María,
sin pestañear con la respiración en vilo, presta atención a la única calle o
acera donde Norberto debía aparecer”. Es una historia de amor triste y soñada,
una pesadilla. El amor entre los dos los separa el puente de la violencia.
Ella, no nota el alejamiento de su amado, sueña y lo ve, pero no puede advertir
la muerte de su amado que muere intentando llegar a ella.
Nostalgia, es el recuerdo
del padre que murió hace cuatro años. Un encuentro de dos personas que han
perdido “la figura paterna”, ven, y se aferran las imágenes, quizás piensan que
en el salir del barrio Niquía esta su liberación. Pero están solos, en el
silencio, la oscuridad y la congoja. La tristeza, la lejanía y el recuerdo
empañan sus vidas, no son libres.
El rastro, es un
cuento donde hay huellas, de alcohol, violencia y maltrato. Ricardo quiere
saber, porque Andrés una vez muerto solo lo visita a él. “Quiere gritar y preguntar
porque Andrés lo visita solamente a él y no a quienes lo mataron o a quienes no
le avisaron que iba a morir”. Es la señal de que Andres pasó por el barrio
Niquía y lo mataron. “Este barrio que te vio nacer y vio cómo te mataban, una
noche de abril, en una callejuela llena de guayacanes, en este mismo Niquía que
me dice de las cuatro balas que te clavaron en la cabeza porque talión acá se
repite sin remedio”. Es la huella, la aparición y el desespero por un ser que
han matado.
Reencuentro, entre
dos personas, tropiezo con Rubén, volver a dar con Rubén, amigo de la infancia.
Es el cuento más largo de esta creación, donde está el miedo y la muerte y las
advertencias, no busquen a nadie. “Tenga cuidado, en la ciudad la muerte anda
suelta”. La casa de la infancia, los recuerdos, “la vida es ondeante”, “los
asesinatos aquí son tan continuos que ya no son una fatalidad”. Para entender a
Niquía, este es una de las ficciones más sueltas y numerada del 1 al 11,
describe las calles de la ciudad de Bello y Medellín. El Regreso a “la casa de la infancia”. Se
añora ver al amigo que se ha convertido en un matón. El barrio, la esquina, las
calles. Es la coincidencia fatal con la muerte.
Presagio, se anuncia
lo que va a acontecer en el futuro. Se observa el cerro: “Miro hacia el
Quitasol y escucho la historia de mamá: hija, el día se refugia detrás de la
montaña. Pienso en este vago cuerpo que me toca y lo comparo con él. Comparo
sus olores. El de la noche, repleto de aromas y el suyo inmiscuido en él, que
trae la noche”.
“La Calle se vuelve
corta en su extensión”. En este relato está el universo del barrio Niquía. Dos
seres que se aman, la mujer que presagia algo grave, recuerda los encuentros,
se cree amada, soñada. Lo espera como se aguarda a alguien que se ama y se desea,
pero augura que va a morir
Invasión, es un
cuento donde los matones se toman “la casa” en busca de Rubén. Lo encuentran y
se lo llevan y lo matan. Y le dicen a su madre de forma irónica: “Nosotros
también sabemos que su hijo es un santo y por eso venimos a hacerle la
peregrinación”. Se irrumpe la casa, la familia y la intimidad de una madre y
sus hijos. Se humilla a una madre que reza e implora por su hijo amado.
El secreto, uno se
puede preguntar en este cuento, ¿Qué es lo que es un secreto, que cuando ya no
es secreto, ya no es?, hay una relación transgresora, Rafael, Alcides, la
esposa, la hermana, el niño. “como en otras ocasiones, Rafael me abrazo,
celebrando el estado de mi cuerpo”, “No debí hacerlo le conté de la visita a
Alcides. Él dijo que si veía a Rafael no respondería de sus actos. Las visitas
se sucedieron”.
Alcides, cobra
venganza y con un cuchillo corta el órgano a Rafael. Relato duro donde un
hermano viola a la hermana, le roba sus cosas personales “la argolla de
matrimonio, un pequeño radio, los aretes de plata”. Por eso la mujer dice: “Soy
consciente, entonces, de que no había secreto”. Abusador, abusada, venganza de
un esposo y el niño que lo presencia todo. No hay secreto.
Nadie responde,
empieza con una descripción de la casa: “La casa donde duermo ha quedado atrás,
suspendida en el borde de una de las calles de Niquía. Veo la inmensa montaña.
y no es como en otras ocasiones en que se ve cercana por los destellos de una
tarde mágica. Ahora esta distante. los hombres van y vienen”. ¿A quién van a
matar y cuál fue su delito? Al hombre lo persiguen para matarlo. El título del
cuento ya insinúa que en el barrio Niquía. Nadie responde. ¿Cometió un error
cuál fue su delito? “Soy su salvación”. Nadie dice nada, nadie vio nada.
Búsqueda, es la
historia a mi parecer de “una maquina imaginando el tiempo”, del regreso, un
dédalo menesteroso. Una mujer que cura. un viejo que hace regresiones. Ella,
“Desde el inicio conoció mi deseo más recóndito. Fue quien me acerco a la
solución que yo perseguía obsesivamente”, un viejo constructor, la idea de que
su progenitor se suicidó o lo mataron. “La casa, su máquina, el vejete me
parecieron una inmensa vía de escape, la enajenación que me merecía, la manera
tortuosa en que mi averiguación iba a finalizar. Quise salir y olvidar a la esa
mujer sin nombre” el viejo le dará la clave: “llegará a un lugar cercano, a una
hora próxima. No se preocupe. Cuanto menos piense estará de regreso”. Siempre
el cerro del Quitasol que se levanta como un centinela que se levanta
imponente. Una muerte, la búsqueda de respuesta a la muerte de un ascendiente
ausente. El hastió de la vida y una búsqueda por resolver. Una voz cada vez más
lejana en la memoria.
“A mi padre lo
mataron en el 85, lo mató una brigada del ELN en una situación un poco absurda
porque mi papá era médico, tenía un consultorio en Bello y allí tenía un vecino
con el cual se tomaba un café todos los días a las cuatro de la tarde, el
vecino tenía una distribuidora de cervezas, al lado del consultorio. El día que
lo mataron él había ido a donde su amigo a tomarse el tinto, en ese momento al
amigo lo estaba atracando una brigada del ELN. Cuando mi papá vio lo que estaba
sucediendo, su amigo le dijo “Váyase Dr. Montoya”, en ese momento le dispararon
a mi papá…. Luego llegó la policía y hubo un enfrentamiento, murieron dos de
los atracadores y dos policías, ahí supimos que habían sido los del ELN. La
venganza de la policía contra los atracadores fue terrible, espantosa. Mi papá
que era el hombre más ajeno a esas cosas, le tocó ver todo esto, un hombre que
ya estaba muy mal pues estaba en un estado de alcoholismo avanzado”.
Un libro: “Cuentos de
Niquía”, con cierto olor Rulfiano. Un personaje, un ambiente, un protagonista
moviéndose en el entorno social. El texto tiene su valor literario por el
lenguaje, el punto de vista de los personajes y el manejo adecuado de los temas
y el tiempo…
“Vale la pena leer el
libro: “Cuentos de Niquía”, en cualquiera que sea su edición, la primera,
segunda, la necesidad de poetizar la ciudad y salir de este caos de la
violencia.
antonioarebe1@hotmail.com