DARÍO
LEMOS, POETA IRREVERENTE SIN RETRACCIÓN
Ángela
Patricia David López
INTRODUCCIÓN
El
presente trabajo tiene como objetivo analizar
acontecimientos de la trayectoria del poeta antioqueño Darío Lemos (1942-1987),
poeta que se destaca por su marcada irreverencia. Para esto, se abordarán
también otros poetas del movimiento Nadaísta, del cual Lemos hacía parte. También se analizan algunas
características biográficas del poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891), ya
que este, al igual que Lemos, se destaca por ciertos modos irreverentes y por
su trayectoria poética caracterizada por su compleja relación con las letras y
la vida.
Darío
Lemos es uno de los máximos representantes del movimiento Nadaísta, el cual surgió en el
año 1958 en la ciudad de Medellín por el poeta y escritor Gonzalo Arango
(1931-1976). Este movimiento fue una
manifestación de rebeldía, de revolución y oposición a ciertos valores tradicionales en
la sociedad colombiana, que se manifiestan en la política, en la religión y en
la cultura. Su intención era demoler los valores decadentes de una sociedad
moralmente hipócrita.
Para analizar lo anterior, es relevante
reconocer la importancia de la irreverencia en la postura vital de estos escritores,
ya que en muchos momentos de la historia literaria se han manifestado diversas
actitudes para expresar esta realidad. El caso del movimiento Nadaísta no es la
excepción, ya que intentaban, con su ataque al establecimiento, escandalizar
las visiones más moralistas de la época, las cuales se imponían en las
instituciones sociales. Detenerse en la irreverencia de Lemos, nos ayuda a
comprender su radical pensamiento frente a los preceptos morales de su momento
histórico.
La
perspectiva de análisis del presente trabajo se centra en la obra Darío Lemos cuando el poeta muere del escritor
y poeta antioqueño Víctor Bustamante, ya que en este texto hay un sinnúmero de
registros que analizan el motivo de la irreverencia en los poetas Nadaístas y
sus arraigadas influencias. Muestra de ello, es el desencanto con algunos
valores impuestos en la sociedad colombiana. La postura de estos poetas en
relación a la iglesia y la política, dan
cuenta de su irreverencia y la necesaria revisión de los valores más tradicionales.
Lemos en el Nadaísmo
Gonzalo Arango escribió en cromos una crónica sobre el poeta Eduardo Escobar; cofundador del movimiento Nadaísta,
la cual tiene particularidades que se asemejaban perfectamente a las características
biográficas de Lemos; con lo que se
expresa el contenido de este trabajo. Gonzalo la escribió al inicio utilizando
en su discurso la ironía y la mordacidad, pero luego fue una premonición:
Para
empezar era algo, casi nada, pero en el nadaísmo exigíamos como único mérito la
ausencia de virtudes. Ni siquiera se requería ser artista, ni bachiller, ni
digno, al contrario: preferíamos al anormal, al neurótico, al apache, al
bastardo, al marihuano, al demente, al desarrapado, al nadie, al apátrida, al
antisocial, a ese cuya naturaleza mística se emparentaba más con el bandido que
con el santo. (Bustamante 34).
Parecía que Lemos, sin un plan preconcebido,
necesitara la vida de vagabundo para tener esa experiencia sobre la cual quería
escribir. La irreverencia de Lemos apareció desde su adolescencia, no le surgía
interés por los estudios escolares, prefería ser autodidacta, leer lo que él
quisiera, aprender de lo que hablaban los demás de literatura, o de lo que le
sucedía con sus sórdidas hazañas callejeras. Lemos se mostró rebelde ante cualquier
organismo social donde se incorporaba, y de tal modo, llegó a la escuela de trabajo san José donde estuvo una
temporada por sus pasadas desobediencias en otras instituciones. No quería
estudiar. La severidad que imponían los sacerdotes que coordinaban aquella
escuela, no sirvió para transformar al adolescente díscolo en un verdadero
humano, con valores. En esta escuela trabajó el poeta Eduardo Escobar, quien
afirma que vio el expediente de Lemos con un diagnóstico: Debilidad mental.
En un poema de Lemos titulado “hablando con
el viento” recuerda esta temporada en esa escuela; “…frailes españoles y golpes fuertes en las nalgas, con un
garrote español y basta decir que como un niño yo no era más que un pequeño
pino sembrado con mano izquierda”
(Lemos 17). Lemos demostró a muy temprana edad el desagrado por los religiosos,
ya que notaba en ellos una odiosa petulancia, por la forma en que trataban a
los que no hicieran las cosas para su agrado.
Lemos, cuando conoció el Nadaísmo, quiso entregarse completamente a sus
fundamentos caóticos. En ese momento, este movimiento ya era reconocido por sus
desmanes públicos, y sus miembros ya tenían una consigna: “hay que embriagarse
de vino, de vida, de dichas”, como lo expresaba
Rabelais en el siglo XVI. Todo
era placer y opulencia. Darío y Eduardo decían: “hay que aniquilarse lentamente
como decía Baudelaire” (Bustamante 25), pues la búsqueda extrema de tantos
vicios y placeres; esa vida de bohemio,
llevó a este perverso poeta hasta su propio olvido.
“Lemos
fue uno de los más salvajes demoledores. Tanto que se destruyó a sí mismo, o se
construyó de otra manera, se construyó al revés y de para adentro” (Jaramillo
348).
Arthur Rimbaud, poeta de la
oscuridad
“El poeta
Arthur Rimbaud comienza por la cólera y por la injuria” (Celaya 19).
Rimbaud se caracterizaba por su
irreverencia hacia las instituciones, le gustaba ir poco a la escuela. En el
prólogo de sus primeras prosas escribe:
“A mí me gustaba poco el estudio, es decir, aprender a leer, escribir y contar.
Pero si se trataba de arreglar la casa, cultivar el huerto hacer recados, sea
en buena hora: esto me gustaba” (V J 28). Este poeta maldito aprendió a rebelarse desde muy joven, primero
que todo ante su madre; una mujer extremadamente moralista y autoritaria: “Se
insurreccionó contra su familia para luego alzarse contra la religión, la
sociedad y la literatura”. (Marie 17).
Rimbaud es naturalmente precedido por una inmensa oscuridad. La historia
de Rimbaud, reúne toda la “grandeza” y
todas las miserias humanas, poeta con un genio devorador y de una inestabilidad
fatal. “Rimbaud rechaza todo en bloque:
se levanta contra la condición humana; más aún: contra la condición física y astronómica
del universo. Lo insoportable está en todo, para él. Vivir ¡ése es el horror!
Estar en el mundo”. (Celaya 32).
Rimbaud no solo se complace siendo
irónico con los demás sino que también
condena su falta de sentido común, se burla de sí mismo interpelándose
irónicamente. La madre de Rimbaud
escribe: “no ama a Dios, este sin corazón, pero aún ama, su nihilismo no es
universal: ama a los pobres, a los humildes, a los desdichados, a los rebeldes.
(Marie 46). Pero realmente el odio era
lo que invadía a este aventajado poeta,
pues en varias ocasiones lo manifestó hasta con sus propios ataques
incontrolables a las personas. Rimbaud
detestaba lo que era la vida misma. Su amigo Delahaye escribe sobre él: “no es
solamente insensible; hay en él un verdadero furor, una necesidad de venganza. Se vuelve contra nosotros; nos
aborrece con todas sus fuerzas, con todo su corazón” (Celaya 25).
Similitudes entre la vida biográfica de Darío Lemos y Arthur
Rimbaud
Respecto al rastreo que se hizo a la vida
biográfica de Darío Lemos, el poeta
Nadaísta de Medellín del siglo XX, y de ciertos registros que se extraen de la
vida biográfica del francés Arthur Rimbaud,
el poeta maldito del siglo XIX, se
pueden captar diversos acontecimientos símiles en ambos poetas, donde se
identifica claramente la principal característica que define a estos
anacrónicos hombres de letras, la
irreverencia.
Para comenzar, ambos poetas tuvieron sus obsesiones con paisajes naturales, pero más que todo, esa obsesión era la de
interactuar con esos hermosos lugares. Lemos vivió su niñez en un pueblo
aislado de la ciudad de Medellín llamado Jericó, y cuando este llevaba dos años
viviendo en Medellín, añoraba el paisaje
silvestre de su pueblo, aunque allí no podía llevar una vida desenfrenada Luego
le entró una nueva obsesión, Lemos quería conocer el mar, pues éste aún sin conocerlo, se lo imaginaba, hablaba
inspirado con su inmensidad por lo que veía en las propagandas de la tele, de
empresas de turismo, en fotografías etc. Hasta que viajó a tolú Coveñas con dos
amigos, pero a Lemos, no le pareció tan mágico como lo “pintaban”.
Rimbaud, desde su adolescencia, también sintió
la necesidad de estar entre la naturaleza. “el río se convirtió en el
centro de todas las diversiones del
muchacho” (VJ 10). Su mayor obsesión era permanecer echado en el fondo de una
barca, leyendo cualquier libro que llegara a sus manos. Además, la
naturaleza fue un elemento profundo en
su escritura.
La soberbia,
es un elemento evidente en estos poetas, y sobre todo, al comienzo de sus vidas como poetas
“oscurantistas”. En ocasiones alardeaban de sus presencias, tan solo por el
hecho de haber tomado el camino de las letras. Lemos, en sus primeros años en
el Nadaísmo, también quiso llamar la atención con su aspecto físico, ya que quería
aparentar opulencia e inspirar respeto. “Lemos, con sus vestidos lucientes y
relucientes, bocadillos barranquilleros, era buen conversador, amable, manejaba
un lenguaje bueno y una voz como de locutor” (Bustamante 46).
El joven poeta francés, al principio de su
camino en la literatura, también impactaba con una reluciente apariencia. Su
maestro Georges Izambard, describe su
ropa cuando lo ve entrar a su casa diciendo: “con cuello duro a la moda, de
palomita, con una ancha corbata de seda tornasolada de deslumbrante efecto, un
perfecto ‘dandi’ (Marie 42). Un “dandi” era quién tuviera una
refinada forma de vestir, y en el siglo XIX, estos personajes pertenecían a la
burguesía. “Rimbaud al mismo tiempo se pavoneaba orgullosamente
bajo el manto de su precoz impiedad y de su anarquía” (Marie 31).
Lemos tuvo su época de “hermosa Juventud”, ya
que lo consideraron el terror de las muchachas, “Las herederas de la burguesía,
que juniniaban, lo habían elegido como el Nadaísta más llamativo. Él se
destacaba por su presencia atlética, cuajado, buena cara de malo y un collar.
Era el símbolo sexual”. (Bustamante 49).
Rimbaud no fue la excepción, pues sus rasgos físicos lo dibujan de esta
manera: era un chico alto, delgado, con su rostro ovalado y con aspecto de
llamativa melancolía, sus ojos azules, el color rozagante en sus mejillas y con
un cabello abundante que resaltaban en
la tersura de su piel blanca.
Rimbaud fue declarado poeta maldito por su
devastadora vida, y “Lemos jugaba a ser un poeta maldito, ya que emulaba a Rimbaud”
(Bustamante 21), quien fue una de sus más fuertes influencias junto con
Baudelaire, Jean Genet, entre otros. En
una carta extensa le escribe Rimbaud a Paul Demeny, poeta de París, el primer manifiesto
de la poesía moderna donde expresa las características que debe poseer un
verdadero poeta vidente. En unas líneas de esa carta dice: “tiene que
convertirse en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio
supremo”.
Para Rimbaud, el hacerse odioso, absurdo y abyecto eran sus ideales.
Propiedades
que Lemos aplicó muy rigurosamente para sí hasta el final. “Su postura (Rimbaud)
era nihilista, absurda, anarquista. Se convierte en el precursor de la rebeldía
de la juventud de nuestro tiempo”. (V J 406).
Diversos incidentes en estos poetas los hacían
distinguidos a donde quiera que fuesen, claro está, que esos incidentes
siempre eran escandalosos. No respetaban nada ni a nadie. Lemos buscaba la
debilidad de las personas para molestarlas, era burdo, cleptómano, irónico,
sacrílego, altanero y por supuesto, irreverente. Su comportamiento era inaceptable en cualquier
establecimiento o lugar a donde llegaba. Era inaudito que Lemos hiciera
escándalos continuamente en Medellín. Los mismos: pedir o robarle a sus amigos,
entre otras cosas, pero tales cosas nunca le importaron. Se fabricó como poeta
de la calle. Y Rimbaud, era expulsado de cualquier grupo intelectual, pues
ofendía y molestaba con sus impertinencias a cada miembro de diversos parnasos
donde intentaba incorporarse. Su joven profesor
Delahaye dice: “de nada nos servirá mostrarle el más benévolo de los
semblantes; durante ese tiempo, buscará la forma de hacernos mal”. (Celaya 27).
Pero Rimbaud, por su cuenta, se aislaba, le parecía innecesario pertenecer a un grupo de poetas y se divertía con sus descortesías. “Rimbaud
consiste en escoger al azar no importa qué cosa y rodearla de su reticencia”. (Celaya
31). Sin embargo, también condena su falta de sentido común, se burla de sí
mismo, interpelándose irónicamente.
Ambos poetas fueron hombres de dolor, de
vicios, de rebelión y hasta de miseria, y a su vez, no aceptaban ningún acto bondadoso hacia
ellos, no soportaban que los miraran con hospitalidad. No admitían limosnas lastimeras, rechazaban los alimentos,
pues solo querían complacer la ansiedad de estar narcotizados, y de tal manera, agudizar el
desprecio de todo lo que les rodeara. “Rimbaud se establece deliberadamente
fuera de toda consolación, de toda simpatía humana. Porque el mal que sufre, no
es una injusticia cuya reparación pueda anhelar; es un tormento personal,
reservado, que le ha sido conferido como un misterioso privilegio”. (Celaya
35). Para este poeta era un placer ahogarse en sus estados siniestros. A
continuación, se describe un esbozo de su comportamiento indiferente en uno de
sus acontecimientos vitales: “un día en la plaza Ducal, es interpelado por un
joven burócrata que, creyendo ofenderlo, le da cuatro centavos: “toma chico,
toma esto y ve a cortarte los cabellos”. Pero sin inmutarse: serán -dice
Rimbaud- para comprar tabaco”.
(Marie58).
A Lemos le ocurrían sucesos similares, pues
muchos de los personajes que le conocían y lo valoraban como un gran poeta, le
ofrecían ciertas comodidades. Algunos le regalaban ropa, comida, implementos de
aseo, refugio, buscaban que este soberbio desdichado no se acostumbrara a la
autodegradación. Sin embrago Lemos los rechazaba, pues él solo quería
estar drogado y ensimismado, no en el regocijo del que hablan las personas con
ambiciones comunes, sino en tener la sensación de que no pertenecía a este mundo. “Un amigo de
Lemos en una ocasión quiso demostrarle su afecto, le compró una pijama, un cepillo de dientes,
medias, pantaloncillos, una calurosa cobija de lana y una toalla con palmeras.
Lemos al recibir este equipaje se sintió humillado; solo quería dinero”.
(Bustamante 83).
La homosexualidad en Lemos y en Rimbaud
también hizo parte de sus desdenes, de sus oposiciones a lo establecido en la
iglesia, aunque la homosexualidad en Rimbaud fue más evidente, pues este tuvo
una relación “sentimental” por dos años con su compañero poeta Paul Verlaine; fue un
vínculo arduo para éste, ya que Rimbaud siempre se mostraba despiadado, no le
importaban lo que pudieran sentir hacia él, y mucho menos, el daño que pudiera
causar a otra persona; al contrario, sentía gusto viendo el sufrimiento ajeno.
Lemos tuvo el atrevimiento de cautivar con su
excentricidad a un banquero de la ciudad de Bogotá, el cual, venía muy bien
vestido hasta Medellín para visitarlo,
claro está, el sentimentalismo en el decadente poeta no existía, solo era para
que le diera dinero y lo invitara a
enfiestarse junto con otros de sus compañeros de la élite Nadaísta. El poeta
Eduardo Escobar escribe sobre este instante homosexual de la vida de Lemos
diciendo:
A
lo sumo conseguirás en el ministerio desgraciado del poeta maldito que el
banquero llore con tus ingenuidades, antes de meterse en tu cama. Pero después
de apagar la luz y cobijarse con sus gansos tibios…vuelve a divagar sobre su
montón de oro como si tuviera hambre de
justicia, verdad y belleza nunca hubiera existido. (Romero 218).
Rimbaud pensaba
que no era suficiente ser cínico, y por ello su escritura se reciente.
Parecían conversaciones obscenas,
escatológicas. “Pero no era horrible solamente por sus palabras. Su alma se
yergue detrás de sus palabras, semejante a ellas, más espantosa aún, si es
posible” (Celaya 22). Rimbaud escribió unas cartas a su amigo Delahaye que
permiten advertir de qué profundidades surgían en él las palabras obscenas, qué
placer sentía en ellas, con qué plenitud, con qué afán las evocaba. Estas son
algunas frases de las cartas: “lo que hay de cierto, es mierda en Perrin (…) no
olvides cagar sobre la Renaissance, periódico literario y artístico, si llegas
a encontrarlo” (Celaya 21).
Lemos
usaba términos de enaltecimiento, de soberbia, y de irreverencia en su poesía.
Como ejemplo de ello está el poema “Yo soy Darío Lemos”. Estos es algo del
contenido de sus versos:
Visto
simplemente, sin exageraciones, con un formidable desdén por la moda. Tengo
chaqueta de aviador que nunca estuvo en la guerra. Vivo de la poesía, o mejor,
la poesía vive de mí. Nunca tengo dinero, ni me interesa. Tengo en cambio
abundantes amigos que pagan por mí en tributo a mi genio y a la amistad que les
concedo por minutos, pues nadie es digno de mi compañía…” (Romero 53).
Estos poetas no reconocen nada digno de
respeto; no encuentran nada ante lo cual exista alguna razón para inclinarse.
Rimbaud, a pesar de que le ofrecían cómodos refugios, siempre terminaba por
abandonarlos, prefiriendo así las calles. “Cuando toma la ruta de Bruselas,
pasando la noche en el campo, al pie de los molinos, mendigando en las
ciudades, compartiendo la sopa con los sirvientes de las chacras” (Marie 42).
Para Rimbaud era más placentero estar libre, alcoholizarse y compartir con los
míseros que con los burgueses, de hecho los aborrecía.
La condición física en estos poetas también
se comenzó a degradar, pues sus semblantes ya no resplandecían, solo se
percibían opacos y sombríos. “Rimbaud en
1873 en los primeros meses se caracterizaron por inquietantes malestares:
fiebre, languidez, visiones, alucinaciones y, especialmente, por una
irritabilidad mórbida. Adelgazaba a ojos vistos. ¡Duro rescate de sus últimos
excesos de alcohol y hachís, y especialmente tabaco!” (Marie 92). Rimbaud comienza a descuidar su vestir, sus modales que con tanto ahínco fueron
enseñados por su madre moralista y por la imposición de su padre que fue un
militar. Adquiere un andar altanero, un acento mordaz; más agresivo.
El aspecto físico de Lemos se fue degradando
al cabo de los años, también era un gran consumidor de drogas alucinógenas,
entre esas está el bazuco, las pepas, la marihuana, las bebidas alcohólicas
etc. Lemos se transformó en un completo indigente; era
desgarbado, vestía cualquier ropa que se robara de las personas que le
ofrecían refugio en las noches, a pesar
de que ya tenía la fama de poeta de
escándalos, lo veían y decían que era un botín de la literatura, del Nadaísmo. “Era
un honor atender a Darío. El poeta, que hacía días no se bañaba, no porque el
agua escaseara, sino porque habitaba la calle…” (Bustamante 100).
Para concluir con el contexto físico de estos
poetas, Lemos terminó perdiendo sus dientes, el color vital de su piel, hasta
perder la movilidad de una pierna a causa de una fétida gangrena que terminó
por consumirlo por completo a sus 45 años. Jaime espinel, poeta
que también perteneció a la elite del nadaísmo, escribió refiriéndose a la
muerte de Lemos “…el casi cuarentón poeta Darío Lemos, señores, que como
Calvinia se muere muy despacio entre el vicio, sumiéndose más y más en su
gloriosa abyección”. (Bustamante 6).
Rimbaud,
al igual que Lemos, contrajo la misma enfermedad, un tumor canceroso, de origen
reumático y sifilítico en la rodilla izquierda que le retuvo en cama, acabando con su existencia a los 37 años. “El
poeta, que se reveló a los dieciséis
años, hacía diecisiete que había muerto” (V J 23).
Conclusiones:
La
vida de Darío Lemos se define en una extraña y decadente presunción que lo
ínsita a experimentar un hedonismo y a extremos que lo llevaron hasta la
miseria total. Según la vida
que llevó Lemos, Arthur Rimbaud, el
poeta maldito, fue un notable precursor
de este poeta Nadaísta, por los registros de sucesos símiles en ambas vidas
biográficas. La
irreverencia en ambos poetas es ante las imposiciones moralistas y sociales, y
estos, solo infringen tales reglas para
vivir libres sin ningún tipo de restricción.
BIBLIOGRAFÍA:
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muere. Medellín. Ateneo Porfirio Barba
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Prosa y Poesía. Libros río nuevo.1 serie poesía/I. Barcelona. 1975.
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Alberto Corazón, editor. Madrid 1972.