lunes, 26 de noviembre de 2018

EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES / Darío Ruiz Gómez





EL ESTUDIO Y LOS ESTUDIANTES

Darío Ruiz Gómez

Hace ya  veinticinco  años que me jubilé  como profesor universitario y ningún día pasa sin que yo  haya dejado de defender la misión de la Universidad  luchando contra la desidia oficial puesta de  presente  en su eterna desfinanciación económica,  pero  luchando también   contra las fuerzas  de la barbarie que no han dejado de atentar contra la libertad de pensamiento,  destruyendo , en su momento, bibliotecas,  laboratorios, persiguiendo a quienes se oponían   a sus desacreditadas  consignas  contra una “cultura burguesa” que supuestamente  debía ser reemplazada por la nueva cultura de obreros y campesinos. Lo que quiero señalar  es que lo que durante las últimas tres  décadas  llegamos a  vivir  y padecer  en la universidad  ha sido  el reflejo  por un lado de la crisis de nuestros  valores sociales  pero por otro el descrédito del dogmatismo  totalitario que nunca ha querido asumirse. El balance de lo que supuso Mayo del 68 como paradigma de revuelta estudiantil contra la sociedad burguesa  es inobjetable: aquello no pasó a mayores porque sencillamente fuera de dos o tres graciosos grafittis, nada quedó como un objetivo  a cumplir en lo único que  lleva a una sociedad  al cambio: el conocimiento. Los  pensadores  que acompañaron las  distintas revueltas estudiantiles , Sartre, Marcuse, entre otros,  pudieron  constatar que sus propuestas  para  una nueva universidad no se cumplieron  pues  prontamente los rebeldes de ocasión regresaron  mansamente al redil. ¿Qué quedó de la asonada sentimentaloide  de los Hippies? Diferente fue el movimiento estudiantil  en Polonia, Checoeslovaquia, Hungría,  donde la sangre  de los jóvenes  mártires –al igual que hoy en Venezuela y Nicaragua- abrió las puertas para que la Universidad  frente al  tirano  fuese el espacio de la pluralidad.  Lo que Emanuel Kant  llamo el entusiasmo fue ante todo la tarea de emancipación  frente lo que suponen  la ignorancia  y el oscurantismo  y la necesidad de una razón crítica fiscalizadora. ¿Por qué, entonces,  preferir seguir  en la ignorancia frente a los nuevos saberes  si bajo éstas seguiremos  sometidos  a nuevas servidumbres,  ya que la precariedad de nuestro conocimiento es cada día más escandalosa? ¿La verdadera protesta estudiantil no debía estar encaminada a pedir una mayor calidad académica como único argumento  para enfrentar las nuevas formas de ignorancia, la postración tercermundista renunciando a la violencia?  Ojalá esta reflexión crítica hubiera sido tenido en cuenta  por los fanáticos  que hace dos décadas  lograron sustituir  la tarea emprendida hacia una verdadera  emancipación intelectual,  por  los desdichados slógans  utilizados  para  seguir imponiendo   la ignorancia y las nuevas  formas  de servidumbre.  ¿Qué significa la desaparición de las humanidades en las carreras técnicas?  ¿Cuál es el nivel  académico   de nuestros universitarios en la globalización? ¿Qué significado puede tener una universidad incapaz de hacer frente a los nuevos retos de la ciencia?

Zygmunt  Baumam  el gran pensador, murió en plena lucidez a los noventa y un años, a él debemos un concepto fundamental para entender nuestra actual  situación: la sociedad líquida, es decir,  la sociedad en donde ya no rigen los valores éticos. La universidad liquida es el preámbulo de lo que llama un capitalismo sin democracia (China, Rusia), el conocimiento   bajo  las leyes  del mercado y su renuncia  a buscar la autonomía que exige el conocimiento  liberado,  para  hundirse  en la mediocridad  permaneciendo  en la trifulca y  eludiendo  las altas  exigencias  y responsabilidades  del conocimiento. Toda violencia es fascista por lo tanto.

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