LA
POLÍTICA COLOMBIANA Y EL DEJA VU
Darío
Ruiz Gómez
A
fuerza de hacerse repetitiva la vida de una persona, sometida a un trabajo rutinario, termina por
caer en el llamado “deja vu” es
decir en
aceptar que lo que está
viendo ya lo había visto de
manera que la vida cotidiana se le ha vuelto
previsible, repetitiva. Y al mirar la t.v para
seguir un programa de opinión, al reconocer a los participantes, de
antemano sabe lo que cada uno de ellos va a decir, el
político, el alto funcionarios, el cura rebelde, la señora “progre” y la presentadora repetirá los mismos gestos, enarcará las cejas
creyéndose inteligente , de manera que inevitablemente se terminará por caer en el bostezo y el aburrimiento. Bostezo y aburrimiento que
se acrecentarán si en la mañana se le ocurre ver el telenoticiero o leer algún periódico ya que la sensación de “deja
vu” se acrecentará hasta la más amarga bilis. Este es el vacío de la vida posmoderna donde dejamos de
ser los dueños de nuestras decisiones
para sumisamente aceptar aquello que se nos impone libidinalmente a través de
la información convertida en propaganda, donde, sin ilusiones, la vida carece de proyectos. Queremos ser
héroes-heroínas pero todo lo que se vuelve obvio, va vaciándose de los contenidos que incitaban a renovarnos buscando otros comienzos y es el momento en una sociedad donde aparece
lo que Simmel llama el blassé, el ser normal que trabaja, ve fútbol, es buen ciudadano (a), pero ya es incapaz de tomar decisiones éticas personales. En ocho años de gobierno y bajo el señuelo de
conseguir “la Paz” el santismo recurrió, como estrategia logística, a los efectos
demoledores del “deja vu” para estupidizar a las clases alfabetas del país, para mediocrizar la vida pública y
destruir la verdad introduciendo en la cotidianidad del lenguaje la mentira que
supone la propaganda oficial como falso argumento, diciéndonos que la
verdad no es ya necesaria para nada. Frente a las conciencias que defendían la
libertad Stalin opuso la consigna de la Paz de los Pueblos y esta misma
estrategia es la que ha aplicado las
FARC en el caso de Colombia. La manipulación de los medios de comunicación
para impedir que conozcamos el destino de las grandes ganancias económicas obtenidas con el secuestro y la extorsión, ha
llevado mediante la corrupción oficial, al descrédito de las grandes colectividades políticas, cómplices pasivas de este deterioro.
Campos
de concentración, veto y persecución
intelectual, silenciamientos de opositores, masacres, sin que nada de estas atrocidades hayan llegado a sacudir nuestra abulia moral. Lo que sucede es que el plebiscito lo
ganó el No y a la presidencia no llegó el Kerensky que esperaban y a medida que
van cayendo las barreras que intentaron separarnos de la civilización, la ciudadanía se va dando cuenta de lo que estas diabólicas estrategias han
supuesto, en su intento de borrar la
presencia viva de las mayorías
pensantes. Los cuestionamiento a la JEP no son pues, una conspiración de Uribe sino la implícita necesidad
de libertad de opinión que la
dialéctica de los hechos ha ido deshilvanando sobre
aquellos temas que se habían tratado de encubrir y hoy aparecen con toda claridad ante la ciudadanía gracias a las mentiras mediáticas, a las
falsedades de los Comandantes y de
los abogados de las FARC, a los miles y
miles de hectáreas sembradas de coca. ¿No sabíamos por anticipado que Santrich contaría con complicidad a alto nivel para eludir la extradición si la
fuga ya estaba convenida en el mismo espíritu
del acuerdo? ¿El Colectivo de Abogados Alvear Sanín siendo arte y parte? ¿Alguna vez se presentó
Romaña? Esta es la certificación del pánico de quienes nunca llegaron a pensar que tan rápidamente se abriera una fisura tan ancha en ese
documento. Contra el lenguaje de la impunidad, repito, las palabras de
la verdad comienzan a brillar finalmente.
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