martes, 6 de agosto de 2019

LA POLÍTICA SE HA EMOTIVIZADO Darío Ruiz Gómez


LA POLÍTICA SE HA EMOTIVIZADO
Darío Ruiz Gómez

 … “y las emociones están por debajo del razonamiento” recuerda  Adela Cortina. Creo que si alguien   la  hubiera escuchado  en los cursos que sobre Ética dictó hace algunos años,  contaríamos  ahora con la capacidad necesaria de  reflexión nacida  del razonamiento,  evitando el peligro de  caer, tal como lo está haciendo nuestra “intelligentzia”,  en  el emocionalismo,  esto,  en momentos  de nuevas crispaciones  sociales causadas por el narcotráfico  cuando  solamente  la fiscalización  de la razón crítica  podría ayudarnos   a superar  las pedreas, las trifulcas, el empoderamiento de la delincuencia  y  enfrentar  los  amargos   interrogantes  a que  el proceso de Paz  nos está  sometiendo  al destapar  los  efectos colaterales de la guerrilla, que no se pueden ignorar alegremente.: La visibilización  de los nuevos  Carteles de la Droga, de la minería, obedecen  a  realidades  distintas  a las de las FARC, Otoniel, Pablito, el oro, el coltán, suponen  la puesta en escena  de lo que Alan Wolfe ha llamado “la maldad de la política”, el genocidio, el asesinato gratuito, tierras sin bandera patria, riñas, violaciones, la infiltración en las ciudades.  El emocionalismo  supone  la vuelta atrás hacia el abismo atávico, la ley del Talión, impulsado  por la maldad del narcotráfico cuyo terrorismo  desconoce el valor de una vida humana, la vida de un policía, de un soldado  y su familia.  El problema es que con la ausencia  de  verdaderos  criterios jurídicos  los juicios a los responsables  se está haciendo  en privado  y ante una justicia  abiertamente ideologizada como la de la JEP.  Pero por otro lado la  izquierda fariana  ha preferido no buscar  una salida racional a estos interrogantes  y  ha optado  por  las falsedades de las fake news  y mantener  a sus bases  en el  emocionalismo   para eludir su responsabilidad  intelectual   lo que tiene que ver con ese pasado de miles y miles de muertes inútiles  que ante  un verdadero Tribunal de Justicia  continuarán   reclamando  castigo para sus verdugos.  Tratar, además,  de blanquear  la responsabilidad  intelectual ante esos turbios acontecimientos   no puede ser la respuesta a esta situación donde  el obstáculo  que nos impedía ver ese  pasado  ha  sido abierto para  que se haga una  lectura objetiva pero implacable de lo que fueron esas traiciones al humanismo.

Nos encontramos  pues  ante un problema  ético que no se puede  resolver  pasando la página orondamente  por  parte de quienes  pretendieron cambiar  abruptamente  los valores de la democracia  por los de una dictadura totalitaria. ¿Recurrir a Marx para  justificar  el secuestro y el narcotráfico?  La diferencia entre un ser pensante  y un activista alienado en el terrorismo  es más que evidente. ¿No hay diferencia  entonces   entre el bien y el mal? Una Historia de las Ideas Políticas  en las  tres últimas décadas  nos  mostrará  lo que supuso esta lumpenización  de las ideas  marxistas. Fíjense que tengo que seguir repitiendo estos  cuestionamientos   ya que ni la justicia ni la clase política  las tienen en cuenta a la hora de hacer un juicio, este sí histórico,  a un proyecto político  que debe ser enjuiciado bajo  un único enfoque  humanístico para que no se repitan sus desmanes. A  través de rigurosas investigaciones los espantosos crímenes de Stalin continúan arrojando luces  necesarias sobre la maldad humana.   Es aquí donde nos encontramos  hoy en Colombia con el intento de ciertos medios de comunicación, de ciertos grupos políticos de mermarle   importancia a la culpabilidad de los asesinos  banalizando  el mal  con la disolución de lo político, que es un intento de razonamiento,  en la politiquería , convirtiendo el asesinato de la Familia Turbay Cote, por ejemplo, en un suceso  que por “haber  acontecido  en el pasado  hoy   debe carecer  de penalización”. ¿Bajo qué óptica jurídica enjuiciar entonces a “El Paisa”?  Eichman fue un funcionario  del régimen nazi  que cumplió a cabalidad con sus diarias  tareas y que, como recuerda Hanna Arendt, “vivió durante toda su vida de acuerdo con los principios morales de Kant” Lo espantoso de nuestra tragedia es comprobar que los  cerebros grises que han  propiciado  desde  las  sombras  este desastre han sido y siguen siendo ciudadanos (as)  normales, plácidos burgueses supuestamente  ajenos a los significados del mal, al reclamo  de los niños huérfanos.         

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