La Naviera, 2019 |
Ignacio Vieira, arquitecto de la Naviera
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Federico Vásquez, arquitecto de la Naviera |
... .. ..
La
Naviera o Edificio Antioquia.
75
Medellín destrucción y abandono de su Patrimonio Histórico
Víctor
Bustamante
Para Felipe y Harold
La
piedra bogotana de color ocre reviste la fachada del Edificio de la Naviera;
son piedras talladas, dispuestas en losas con ocho antepechos sobre la fachada
de Palacé que le otorgan esa serenidad y esa misma racionalidad de la línea
recta, desde otra concepción, la ventana corrida, que en total y, al darle la vuelta a parte
del edificio, suman ochenta y ocho ventanas que contrastan, al reflejarse en
ellas, el color azul en días soleados y le dan, a esta parte del frontispicio,
un aspecto de tranquilidad. Luego, en la fachada que da a la calle, a la
Avenida Primero de Mayo, este paisaje se rompe ya que hay una suerte de deprimido con dos delgadas rectas verticales, redondeadas, de ese mismo color crema y, en lo alto que, interrumpe la
continuidad de las franjas horizontales. Ya no es posible observar la huella
del escudo con una cruz gamada alhajada por un ancla, es decir la religiosidad
y el ancla que da seguridad, símbolo de la Naviera. Por supuesto, estas dos líneas rectas semejan una suerte de chimeneas, incrustadas, pero más bien parecen
astas, donde se irían a instalar pabellones, pero el único pabellón posible era
la estela del humo de esos barcos a vapor, el más conocido el David Arango.
Siguen otras veintiuna ventanas que permiten la entrada de la luz al interior
del edificio, donde entraba, aun entra, la frescura que trae el viento del
norte. Ya enseguida, en la otra fachada, hay otras líneas inscritas, otras
nueve franjas, pero ya en otro material, granito amarillo, que le da otra
dimensión a ese edificio al cambiar de estilo con solo dar la vuelta desde el
otro costado. En el primer piso color verde Saltan, piedra lisa, veteada con
caprichosos rasgos blancos recuerdan la espuma que le da otro tono, debido a la
brillantez que contrasta con lo opaco del resto del color del edificio, pero es
una opacidad que merece el amarillo ocre que destila ese color entre los otros
edificios colindantes. Por supuesto, que este color verde es la ilusión del
agua donde navega la Naviera, perenne y sosegada, aun después de tantos
avatares. A ambos lados como remate las dos franjas verticales en el mismo tono
de verde, eso sí en la parte alta de la Avenida 1 de mayo aun aguardan las tres
astas que hace muchos años no lucen sus banderas, igual que en Palacé donde la
alta pared lisa, color verde Saltan, empieza a cariarse.
Una
suerte de parapeto bordea el primer piso para proteger de la lluvia a los
caminantes que se podrían escudar de una manera mínima, pero que en realidad
son expulsados porque este edificio no sería refugio para ellos. En el primer
piso existen varias vitrinas desde su construcción que le otrgan cierto sentido
de comunicación con la calle.
Equilibrada
en este momento la fachada, en el verano de julio, y desde siempre, parece la
idea de la proa de un barco, a lo mejor, del David Arango con sus líneas de
cada piso adornadas, pero no era su propósito sino para disponer algunos
salvavidas, y eso sí arriba del vapor emblemático, el humo de las chimeneas que
se despiden mientras el vapor avanza. Y es que caemos en cuenta que en
Medellín, una ciudad del interior, existió una Naviera que condujo a la
comunicación con él país a través del río Magdalena y de la cual hay una novela: Viaje de Medellín a Nueva York, así como
otros relatos perdidos en algunas memorias o crónicas. En ella, uno de los
comerciantes de Medellín, cuando el barco atraca para obtener combustible
decide bajar al puerto con tan mala suerte que cae al río. Y callado y, aún
más, taimado no pide ayuda sino cuando avanzan dos esbeltos cocodrilos en su
cacería. Una razón más que poderosa lo mantiene en su discreción, en su pecho y
en su espalda, lleva en silencio en alforjas especiales varias barras de oro.
Vapor David Arango. |
Abajo,
en el primer piso, el color verde esmeralda, brillante, liso, de la fachada da
la impresión de ese mar proceloso donde navega el barco, perdón la Naviera con
ese nombre rutilante y ostentoso que aún está intacto a pesar de que desde 1954
el departamento lo había adquirido, solo lo ven de paso los transeúntes que no
interrogan nada de ese lugar. Así como nunca se interrogaron sus dueños, es
decir los ejecutivos del municipio, menos sus últimos dueños, los otros no
menos ilustrados ejecutivos de la Universidad de Antioquia.
Hay
dispuestas dos entradas, y en cada una de ellas portones de aluminio, donde hay
inscritos seis relieves en cada ala, atados entre sí con una suerte de
agarradera con forma de la letra omega que luego se repite en los pasamanos de
las barandas de madera en las escalas. En estos relieves en bronces, existe una
narración, es decir la narración de la presencia del concepto de lo marítimo
que parece una exageración en una ciudad del interior. En la ruidosa Avenida Primero de Mayo, en
este portón, con estructura de aluminio y vidrio esmerilado, hay un barco con
rueda de paletas en la orilla del río y un pasajero con su maleta, luego, a la
derecha, sigue la descripción en otro relieve, el vapor Atlántico, de él sale
una canoa con tres remeros y hay un vagón de carga a la espera y en las
barandas algunos viajeros. Luego siguen dos imágenes paralelas con los símbolos
de la Naviera, la cruz gamada y el ancla, dos estrellas y las iniciales, N y C,
a cada lado sobre la estela de las olas y, luego, a mano izquierda, continúa
otro relieve donde, desde el barco madre, en una canoa, descargan mercancía.
Luego otro relieve de un barco a la espera y con algunas personas frente
al mar; una de ellas lleva un cubo, a lo mejor para darse un baño o puede ser que va al río para traer agua. Del barco sale el brazo de hierro de
una grúa que drena el río para poder seguir su viaje. Ya en la entrada de
Palacé, un barco es cargado por varios obreros con haces de madera, luego hay
en primer plano un viajante con su maleta, luego siguen las insignias o
simbolismo ya mencionados de la Naviera y abajo, un barco con rueda de paletas
espera para ser cargado con los bultos de la orilla que deben ser de café,
luego otro barco a la espera de ser cargado. En estos relieves hay una
narración, el proceso tanto de la carga de mercaderías en los barcos, así como
el proyecto de quien viaja, de quien quiere surcar un río en un vapor para irse
a otros paisajes, a otras ciudades. Este par de puertas fundidas en aluminio
fueron realizadas por Bernardo Vieco, quien en los principales edificios del
Centro mantiene su presencia a través de la huella de su creatividad.
Lo anterior, este relato en ocho cuadros,
sirve como proemio para dar un saludo a quienes desean conocer el edificio.
Entro, entramos al primer piso, que es de granito con figuras geométricas de
color amarillo, verde claro y vino tinto, donde aun hay una estrella sobre la
proa de un barco de color amarillo, tan importante en la navegación, ya que
apuntan a las cuatro direcciones, y que sorprende al visitante, así sentimos
como la serenidad de este salón donde en el cielo falso sobresalen las lámparas
con luces que se atenúan con la concavidad de la cual penden. Hay una claraboya
que da la impresión de pertenecer al interior de un barco y que se destaca
sobre el color blanco de la pared alta. En este lobby lustroso, a la derecha,
si entramos por Palacé hay una oficina que parece ser el centro de mando de
esta gran embarcación, que es la Naviera, donde los administradores rigieron su
destino, y si seguimos más allá, hasta llegar, más adentro a la parte curva del primer piso hay un
mostrador en piedra verde que le da frescura visual al espacio, además en toda
la curva es preciso observar nada menos que una casilla de aluminio que
contrasta con el verde Saltan que resalta en este lugar que alguna vez fue tan
visitado. Lo evidencia solo unas pocas huellas: las calcomanías de algunas
entidades bancarias y a cada lado de esa curvatura varias ventanas talladas con
la nobleza de la madera y con el vidrio como posibilidad para la luz, que
definen a las vitrinas como punto de contacto con el exterior. Desde aquí, a
través de esas vitrinas era posible mirar el fragor de la ciudad en completa
frescura y con el ruido exterior atenuado.
Decidimos,
subir al último piso, a la terraza, por las escalas que dan a la Avenida primero
de mayo, desde ahí existen los mapas caprichosos que trazan los pinceles de una
humedad debido al descuido desde hace años y que luego veremos en cada piso,
pero esta humedad no es algo alarmante como se dice por ahí, como un pretexto
para salir de esta obra de arte única en la ciudad.
Al
aire de esta tarde de verano y de julio, el cielo es azul y las nubes blancas
detenidas como pañuelos blancos como dice la bella balada no buscando a nuestro
amor sino despidiendo a los demoledores del patrimonio de la ciudad, esos
baquianos cursis del municipio y del departamento y de la Universidad de
Antioquia que no saben que es en verdad un Centro Histórico. Desde aquí, desde
esta atalaya, una vista inédita de la Villa, perenne y cercana, el Nutibara, la
plazuela con su nombre, el Palacio de Cultura en todo su esplendor, el edificio
Víctor, el Henry; sobrevivientes: Desde aquí la ciudad en sus diversos hitos
históricos y allá arriba el verde y los barrios y calles que cubren y suben a
las montañas. Y esa sensación de soledad que dan las alturas. No en vano cuando
se quería dar a conocer a Medellín por Jean Peyrat, se ofrecía una subida a las
torres de la Metropolitana para mirar el paisaje. Nada más cierto, se
maravillaban de poder, desde otro ángulo, mirar las calles y los parques.
Y
en el octavo piso, cuando descendemos las escalas, encontramos a la derecha un
pasillo que bordea el interior, a mano izquierda los amplios salones y la luz
que se cuela y le da un grato sentido al espacio. En este piso funciona lo que
puede ser un curso de la facultad de artes, al menos una extensión de la
Universidad de Antioquia. Desde el lobby, frente a los ascensores, es posible
mirar los tebeos de los estudiantes de artes, y si nos adentramos hacia el otro
lado vemos algunas paredes pintadas con este tipo de figuras que son creaciones
de paso, expresión puramente volátil pero que a los estudiantes les causa
gracia ya que parece que algún día serán las huellas de su renombre. Estos
pisos de arte, tan pobres, tan inutilizados, parecen estar abocados a un
happening permanente. Y es el happening de la desidia de la Universidad de
Antioquia que nunca se apersonó de la identidad, ni averiguó de la prestancia de
este edificio. Es más nunca se preocuparon por él.
Lo
que da indicio de que la universidad nunca tuvo cariño, ni deseos de mantener
este edificio, parece una facultad pobre sin los recursos. Y menos de hacerlo
parte de su patrimonio. Es notoria la mala información fuera del pendón que hay
en las escalas para subir al segundo piso, de lo contrario parece que lo
habitaran los okupas de alguna ciudad oscura. Esas palabras nos saludan con un
ademan ya conocido, la vaciedad de la retórica: “Un lugar para el debate de las
ideas en la conquista de la cultura y la libertad”. Lo señala la misma humedad
que baja por el costado interior, junto a la escalas, así como el primer piso
que bordea la parte externa con un deterioro considerable, junto aquellos que
pintan las paredes exteriores con sus trazos, junto al símbolo paisa de la
ciudad, que la convierte en una bodega en sus más preciados edificios: las
rejas que bajan y que matan. Na-da.
Hay
un piso donde se lee que allí había un grupo de teatro y hacia el cual no
podemos pasar, porque los teatreros siempre mantienen sus baúles cargados con
sus trebejos, máscaras y trajes, pinturas y sombreros, guiones y revistas
desparramadas, junto a escenografías y apuntes de paso.
Hay
otro piso con una parte de la Biblioteca de Medicina, mejor, con textos de una época indeterminada donde estos libros no sirven ni de
referencia ya, que debido a su uso y a sus años, servirían más para indagar
sobre algún momento determinado de la ciencia de Hipócrates, en cuanto a sus
métodos antiguos, lo cual da la verdadera forma en que este edificio ha sido
despreciado. No le dieron grandeza, quienes lo tomaron
como bodega o una improvisada extensión de una facultad de arte, ya que ellos
tenían en sus flacos cerebros la idea de que como era en el Centro había que
llevar de una manera pobre una biblioteca que nadie consulta como una forma de
subutilizarlo desde el año de 2007. Es más, los libros que aún se conservan en
el piso tres hacen parte de un acervo que deberían estar en una archivo muy
bien cuidado no aquí, nadie la consulta. Este es el destino de los libros y
revistas sobre un conocimiento determinado siempre en evolución; con los años
quedan desuetos, y nada más conmovedor que saber que quien ordenó trasladarlos
aquí los deja en pleno Centro de la ciudad como si fueran los resquicios de la Facultad de Medicina.
En
un piso, ese sí agradable, con algunos estudiantes de música en lo que podría
ser la cabina de mando. En la parte curva del segundo piso vemos nada menos que
un piano valioso en un salón de clase con tablero y sillas para estudiantes con
una magnifica y fresca mirada al exterior, que antes fue un hall.
Cierto.
De nada valieron los estudios realizados en Bélgica por parte de uno de su
creadores, el arquitecto Ignacio Vieira, para instaurar uno de los edificios de
más presencia en la ciudad, uno de sus edificios emblemáticos, debido a su
formas, debido al concepto de creación y asimismo a su espacialidad y como una
manera de mostrar el poderío de la empresa más consolidada de transporte por el
río Magdalena al interior del país. Ignacio Vieira terminó sus estudios para
arquitecto en 1933 en la Real academia de Bellas Artes de Bruselas. En 1934
regresa a Medellín, donde creó su propia oficina, asociándose en 1936 con
Federico Vásquez Uribe, quien había regresado de Liverpool, graduado como
arquitecto. Así nació la firma Vieira - Vásquez Arquitectos Titulados, que
ocupó un local en el quinto piso del Edificio Henry en Bolívar con Boyacá,
mirando al Parque Berrío. Esta firma, en los años de 1940-1942, proyectó y dirigió
la construcción del edificio La Bastilla
de la familia Vásquez en Junín con La Playa, hecho por la firma Vieira –
Vásquez, quien pasó sus oficinas del Edificio Henry al edificio La Bastilla.
Más adelante tuvo como colaboradores a Alberto Mesa y Juan Wolf (francés) y en
1944 vinculó a su gran amigo belga Albert Dothée, quien estudió unos años antes
que él en la misma escuela en Bruselas, convirtiéndose la firma en Vieira –
Vásquez - Dothée que duraría hasta 1947. Vieira vivía en el segundo piso en la
esquina de Junín con La Playa, donde funcionaría Cardesco, y poseía una finca
de veraneo en Belencito, ya que se había casado son una de las herederas de
Coroliano Amador.
La
Naviera hace parte del aporte arquitectónico de la firma Vieira-Vásquez entre
los cuales mencionamos unas pocas edificaciones: la Iglesia del Calvario en
Campo Valdez, el edificio la Bastilla, el Teatro Lido, el edificio Bemogú. El
edificio de la Naviera fue inaugurado en 1949. No sé si las lumbreras, en
patrimonio, como el gobernador Luis Pérez Gutiérrez y el señor rector de la
Universidad de Antioquia, así como los miembros del Consejo Superior
Universitario, habrán leído el magnífico texto de Luis Fernando González
Escobar, El edificio la Naviera y el
modernismo arquitectónico en Medellín, donde realza su valor
arquitectónico.(Rev. U. de A. 313).
Pero
tratemos de mirar esa vida que trascurría al interior del edificio así sea de
una manera simple y un poco de afán, debido a la grosería de ofrecerlo al mejor
postor por parte de sus dueños. El Club
de Ajedrez Fabricato funcionaba en el Edificio de la Naviera Colombiana, en el
3 piso, oficina N° 9. El 23 de agosto de 1949 se realizó el torneo
departamental de primera categoría con un gran número de participantes como
Leónidas Villegas, Bernardo Vieira, Ignacio Restrepo, Ignacio Trujillo, José
Ortiz, Jaime Isaza, Héctor Vélez de la Cuesta, Francisco Bravo, Alberto
Bustamante, Herbert Geithner, Roger Rivera, Jaime López, Alfonso Restrepo,
Gilberto Hernández, Tirso Castrillón y Jesús Castrillón. Dicho torneo fue
ganado por el geólogo Roger Rivera.
Cuando
la Naviera perdió su brillo y su eficiencia, se rindió ante la competencia de
los trenes, de la aviación y de los autos, el Departamento de Antioquia lo
compró y lo rebautizó, Edificio Antioquia, destinándolo a dos de sus
instituciones de más prestigio, como se ve en las fotografías con los anuncios,
de las Rentas Departamentales y La Lotería de Medellín, (cuyo Premio Mayor era
de $210.000). Y con algo característico, casi nadie ganaba ese premio gordo que
como una golosina perseguían los ludópatas que querían ser millonarios en una
noche, con estas palabras, "La que un viernes mejorará su suerte". No
sobra comentar el caso del señor guajiro que se vino en camioneta desde
Riohacha y exigió que el dinero entregado fuera en efectivo, el caso de otro señor
de un pueblo antioqueño que durmió con el billete ganador en su carriel, vino a
la ciudad durmió en un hotel y aun sus familiares buscan el billete que se
extravió desde el mismo momento en que lo iba a mostrar en las oficinas; él
prometió, Prometeo perdedor, que
encontraría el billete; incluso enseñó una fotografía con el billete
ganador como su trofeo pero fue
imposible complacerlo con la entrega de ese premio jugoso.
En
la lujosa vitrina sobre Palacé exhibían los licores de la FLA, allí la gama de
licores que producía esta empresa antojaba a quienes miraran, iniciando con la
exótica crema de café y menta, y con su letal aguardiente que es y ha sido su
producto punta, junto al misterioso espíritu del ron entre el Medellín y el
Antioquia. Entre las pequeñas historias que narran quienes pasaron por esas
aceras, esos pagos del Centro, no se pude olvidar el de los maestros entrando a
cobrar en Rentas un salario que muchas veces se les entregaba mitad en efectivo
y mitad en especie, cajas de licor. Tampoco
era inusual como narra un amigo bebedor y medio gestor de favores, ya que en un
diciembre compró aguardiente, varias botellas, para regalar a algunos
magistrados, y resultó que le habían vendido agua, lo estafaron los empleados
de ese estanco. Al entrar ahí el olor a licor entregaba una atmósfera inusual
en su interior. Los licores extranjeros, decomisados, los vendían baratos, ya
que en el primer piso había un estanquillo, grande, y oficial. También en ese
primer piso funcionó un almacén de Artesanías de Colombia cuando los
emprendedores paisas de quinta generación pensaron en redimir la economía
exportando sombreros y carrieles.
Allí
funcionaron otras oficinas públicas departamentales, como la Contraloría, Catastro, Secretaría de Agricultura y la Fiscalía. Durante la presidencia de
López Michelsen, como empezó una ola de secuestros, una sirena, en la terraza de
la Naviera alertaba cuando retenían a alguna persona para que todos lo
supieran y los carros dejaran vía libre para la policía.
A
finales de los años cincuenta mientras Gonzalo Arango esperaba ser nombrado
atacche cultural en Bruselas debido a su rojaspinillismo rampante, y como en el
último piso de la Naviera vivía su amigo y copartidario, el gobernador Pío
Quinto Rengifo, les prestaba su cómodo apartamento cuando salía de gira. A
este, a Gonzalo Arango, lo acompañaba el gran poeta Alberto Escobar durante
estos fines de semana. El Pontífice, como le decían a Gonzalo, y el poeta
Escobar se encerraban allí en lo alto para ilustrarse, leían a los filósofos
franceses, Sartre y Camus, fumaban cigarrillos Pielrojas en cantidades
industriales y, acompañados por grandes dosis de tinto, reactivaban durante
estas noches su proyecto, el Nadaísmo, pero también desde allá vieron las
marchas enfurecidas, gritando, protestando por la Playa contra Rojas Pinilla, y
desde allí, Gonzalo pensativo y hundido en el humo de un cigarrillo, presentía
que esas personas furiosas tumbarían al dictador sin Caritas, y asimismo saber que se le esfumaba el cargo
por el cual había luchado. Una foto inesperada muestra a Gonzalo subido,
sentado en una carreta y al poeta Alberto llevándolo, y al costado la Naviera, como testigo incólume de ese fracaso político de Gonzalo que ya no sería el
pontífice sino el profeta.
Pero
en la Naviera, por esos avatares del destino, también se propició una de las
historias cercanas del Nadaísmo ya que allí trabajaba el padre de Jaime
Espinel. Como Espinel y Lemos iban a visitar al padre del primero y Barquillo a
saludarlo y a pedirle dinero para sus farras, y como Darío Lemos era osado,
comenzó a ir solo a pedirle dinero, primero para la enfermedad de su hijo,
luego para el entierro de su mismo hijo, hasta que el padre de Lemos le salió
adelante ya que le tenía un regalo, mejor una ofrenda, le pidió a Lemos con su
lama que le diera la estatura de su hijo y al ir Lemos al otro día por el
dinero solicitado encontró que el padre de Barquillo le tenía nada menos que
preparado un regalo: un ataúd para que enterrara a Boris. Darío furioso salió
con el ataúd primoroso, eso sí nunca se supo dónde lo vendió. También en la
Naviera los hermanos Uruburu establecieron su joyería donde ofrecían su
especialidad con sus estilos propios de joyeros, muchos de ellos que imitaban
la creatividad precolombina. Entre el edificio Antioquia y las residencias del
hotel Nutibara quedaba el Jardín Pilsen, un bailadero elegante.
La
Naviera Colombiana había sido creada en 1920, se ocupaba del trasporte
fluvial por el río Magdalena y sus afluentes. Poseía oficinas en Barranquilla,
Cartagena, Calamar, Bucaramanga, Barrancabermeja, Puerto Wilches, Bogotá,
Manizales, Zambrano, Puerto Berrio, La Dorada y Honda. Sus vapores eran el
Atlántico y Quindío, confortables para viajar.
Su primer gerente era Carlos E. Restrepo y su secretario Guillermo
Johnson, sus oficinas iniciales estaban situadas en el Edificio Duque, de la
calle Colombia. Se había iniciado con el vapor Tolima al reconstruir una
embarcación anterior. Más tarde adquirió los vapores Ruiz y Cisneros. Su junta
directiva estaba formada por Juan de la C. Escobar, Maximiliano Correa, y
Alberto Echavarría. Ya en 1926 la empresa poseía cinco vapores, once planchones
y cinco botes. En 1926 Alfredo Cook asumió la gerencia durante dos años. La
Naviera comenzó a absorber otras empresas y a consolidarse aún más. Ya sus
barcos operaban con fuel oíl. En 1928 elegía un nuevo gerente el ingeniero
David Arango Uribe, quien ocupó este cargo hasta 1933, cuando murió, siendo
sucedido por Eduardo Arbeláez durante los próximos quince años. Para 1946 la
Naviera poseía 25 vapores y 66 remolques y una capacidad de trasporte por mes
de 82.000 pasajeros y 240.000 toneladas. Hacia los años, 1957-58, la empresa
debido a la competencia de los aviones, el tren y el transporte por carretera
fue vendida a los empresarios antioqueños radicados en Barranquilla, Humberto Muñoz
y Francisco Estrada, quienes se llevaron la empresa para esta ciudad y le
pusieron como nombre, Naviera Fluvial Colombiana, dedicándose mayormente al
trasporte de carga ya que el de pasajeros disminuía. Como Nota bene, luego de la
muerte de David Arango, quizá su gerente más emprendedor, la Naviera hizo
construir en su homenaje un buque de 400 toneladas convirtiéndose en el barco
emblemático, pero por un descuido en 1961 en Magangué se desamarró y yendo
hacia la otra orilla donde se incendió totalmente.
Esta
pequeña sinopsis para ilustrar a quienes piensan vender la Naviera y han
claudicado con la ciudad al traicionarla de esa manera, porque el patrimonio no
se vende, se estima y se conserva. No
queremos que la Naviera sea utilizada como el Palacio Nacional y convertida en
lo que hoy es en la actualidad.
En
el plan especial de Protección Patrimonial del municipio de Medellín, a la
Naviera le corresponde el número 55. Edificio Naviera Colombiana, Carrera 50 A
52-36 Res. 123 de 1991, Dirección Planeación.
En
LISTA INDICATIVA DE CANDIDATOS A BIEN DE INTERÉS CULTURAL DEL ÁMBITO NACIONAL
en el numeral 3 09/07/2010 Antioquia Medellín Edificio de la Naviera Carrera 50
No 52-01 Material Inmueble Arquitectónico Si requiere(PEMP) Acta No 7 - 2010
del CNPC.
Pero
algo es cierto, al municipio de Medellín nunca le ha interesado el patrimonio;
este hace parte de un pobre concepto cultural que les impide saber que una ciudad
es la summa de todas esas mentes brillantes, arquitectos, diseñadores, ingenieros
y obreros, que la han construido. De ahí la relevancia de esos arquitectos que le otorgaron su creatividad, sus criterios, para que en sus edificios se plasmaran un estado y un concepto histórico que
definen; son la huella de esas generaciones que con tesón la levantan, la
construyen. Por eso cuando digo que al municipio de Medellín no le
interesa el tema de patrimonio es por esa razón histórica que ha llevado a que, con los años, se desmantele y se destruya la ciudad, siempre en ese afán de
pensar que lo nuevo es lo mejor. Cada alcalde, en su ignorancia y en su periplo, deja a Medellín sin sus huellas, ya que algo se ha destruido debido a que no la
viven y prefieren dejarla a la voracidad de los constructores del cartel del
cemento y a la pusilanimidad de quienes deben cuidar el ornato.
Cierto,
el patrimonio le estorba al municipio de Medellín. No hay ideas, no hay
creatividad, no hay proyectos. Cuando hablo de una manera generalizada, y
menciono al municipio de Medellín así en abstracto, por supuesto que me refiero
a personas que lo conforman y se han apropiado de la administración, me refiero
a los políticos sin formación cultural, indecentes, insensibles, sin planes
para el patrimonio, comenzando desde el Alcalde que arregla calles pero no
edificios. A lo mejor, él ha olvidado que las calles son las mismas pero y ese
pero demuestra que él no sabe que los edificios son el paisaje de la ciudad.
Porque es una indecencia vender el patrimonio como ha ocurrido tantas veces.
Políticos que, como plaga de langostas, dormitan en el fortín de la Alpujarra, asesorados
seguramente por académicos aúlicos con títulos de todo tipo, y ya casi señores
nobiliarios que miran en conjunto la ciudad con un desprecio total, donde
confluye la ignorancia más crasa, ya que todos en conjunto no conocen, no
valoran, no aman a Medellín. Y, como las langostas, salen de sus madrigueras
pantanosas a destruir, obnubilados por la aquiescencia del poder, por escalar y
dar codazos, estos sobreviven solo a los pactos y sus mismas tradiciones. De
ahí que los diarios y los medios le otorguen una presencia inusitada, ya que
con sus titulares y sus babas expresan la farándula política, que como alimañas
se alimentan de ellos mismos, de su vacuidad, de su falta de proyectos, de su
falta de certeza y compromiso con la ciudad. El resto es conocido, palabras y
palabras, insensatez, arreglar las normas para sus beneficios y de sus
patrocinadores, los grandes grupos empresariales. Una frase los define de una
manera despreciable, por supuesto la frase es de ellos mismos, la política es
dinámica, o sea lo que hay detrás: los negocios son dinámicos. Así quienes
administran a Medellín.
Pero
si estos personajes de la farándula académica y política, y del desdén, no
saben qué hacer con el patrimonio, o sí saben, deshacerse de él, ya que no
poseen una formación apreciable sobre la ciudad, sino que sus espacios y fronteras con la
música del despecho y la morcilla, además el patrimonio no es rentable porque
detrás no hay negocios, entonces decidieron pagarle a la Universidad de Antioquia
con una obra maestra de la arquitectura de Medellín, la Naviera, así estábamos
un poco tranquilos ya que el prestigio del Alma Mater no es motivo de dudas y
llegamos a pensar que esta institución la cubriría con su carácter y
ascendencia. Esta cesión ocurrió en el año del 2007. Entonces se habló de
planes de pasar allí parte de la facultad de artes, de medicina. Mientras el
edificio se deterioraba, así como el Centro continuaba en ese deterioro total y
nadie lo ve. Cómo lo van a ver si en ese arribismo quienes deberían
sobrevalorar a Medellín viven encerrados con sus escoltas o en sus oficinas y
nunca caminan el Centro, porque viven el mundo de Disneylandia como su
aproximación a la cultura. De tal manera ocurrió lo imprevisible, leo en Centropolis que la Universidad de
Antioquia decidió deshacerse de este bien para dedicarse a otros proyectos, lo
cual es una excusa ya que en el lugar donde está la Naviera es preciso, según
las agallas de sus próximos dueños, usarlo para un centro comercial, o quizá
para un motel con las luminarias del turismo de Medellín; las prepagos
adolescentes.
Hay
una palabra que se repite hasta el cansancio en la ciudad más “Innovadora” de
Colombia. En las universidades se hace gala de sus pelusas
filosóficas, en la administración pública es el fango, a pesar de los estudios
de sus empleados y ejecutivos. Y en ninguna de esas dos instituciones esa palabra se ha aplicado al tema de patrimonio, en este caso al
edificio de la Naviera, solo por nombrar el último exabrupto cometido por parte de
personas que tienen la responsabilidad de cuidarlo. No olvidemos que estas
personas, tan especializadas y de tanto reconocimiento, se burlan de las normas
para mantener su soberbia y, además, enseñan su falta de emprendimiento. El municipio
de Medellín tuvo bajo su responsabilidad la Naviera durante veinte años y
parece que nunca se enteró de que era uno de sus bienes más preciados. Los
ejecutivos universitarios desde el 2007, en que lo recibieron, nunca le dieron
el papel que se merecía un bien patrimonial de esta índole, menos procuraron
darle un tratamiento serio a las facultades que pretendieron trasladar allí. No
invirtieron, no fueron considerados con el mismo prestigio de la Universidad de
Antioquia, que ha pasado por su lado sin alcanzar a darse cuenta de la falta de
emprendimiento de todos ellos. Algo es cierto, se igualaron por lo bajo con
esos políticos de risa y de autos con vidrios ahumados que nunca caminaron una
calle del Centro.
Lo
anterior ya que la medida adoptada por el rector de la Universidad de Antioquia
y su Consejo Superior Universitario es una defraudación a la ciudad. Ellos continúan con esa memoria sucia de no proteger
los bienes patrimoniales de Medellín. He consultado en la página oficial de la
universidad indagando por la formación de ellos. Y comenzamos con el actual
gobernador Luis Pérez Gutiérrez, el cual brilla en el decurso de su ser
político contumaz por sus puestos públicos, y eso sí no exhibe en esa hoja de
vida este galardón entregado por la revista Documentos
de Arquitectura Nacional y Americana (Dana),
de Argentina, que dio como ganadores de su Premio Atila 2003 al alcalde
de Medellín, Luis Pérez, y al ex
director de patrimonio del Ministerio de
Cultura, Konrad Brunner, por considerar que eran responsables directos
de la demolición del Pasaje Sucre, en Medellín.
Es un galardón que no tiene como finalidad
exaltar, sino cuestionar a quienes destruyen el patrimonio o banalizan la
cultura arquitectónica de Latinoamérica, dice el director de la publicación,
Ramón Gutiérrez." (Ver artículo completo - periódico El Tiempo 14 sep. 2003). Es decir por ahí, comenzamos mal. Pérez
Gutiérrez que es jugador de ajedrez le dio mate a Medellín con la destrucción
de dicho Pasaje Sucre, así como las argucias empecinadas para dañar la Plaza de
Toros, LA Macarena. Ahora como ajedrecista sin ningún reconocimiento, le vuelve
a jugar mal a la ciudad con la decisión del Consejo Superior Universitario que
él preside para vender el edifico de la Naviera, como si el patrimonio de la
ciudad mereciera ese destino, todo un desatino. Además no podemos olvidar
ese gesto de adolescente, que muestra su nivel cultural, al darle la Estrella de
Antioquia a Maluma, a lo mejor por sus dos mil millones de visitas en youtube.
Si miramos a los miembros del nunca flamante Consejo Superior
Universitario a él pertenece: Antonio Yepes Parra,
médico de profesión y político por convicción. Sigue Ana milena Gualdrón
González, Ministra de Educación Nacional que no sabemos si conoce a Medellín,
Sigue Carlos Freyman Quintero González, Representante de los egresados,
Ingeniero Metalúrgico. Mauricio Alviar Ramírez, representante de los
exrectores, doctor en Economía Agrícola de la Oklahoma State University. Héctor
Iván García, representante profesoral -principal-, Magíster en Epidemiología,
magíster en Salud Publica y médico cirujano de la Universidad de Antioquia.
Luquegi Gíl Neira Representante de las directivas académicas. Decano de la Facultad
de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. John Jairo
Arboleda Céspedes, Rector de la Universidad de Antioquia, desde abril del 2018.
Magíster en Medicina Tropical de la Corporación de Ciencias Básicas Biomédicas
y Médico Veterinario de la Universidad de Antioquia. Clemencia Uribe Restrepo,
Secretaria General de la Universidad de Antioquia, magíster en Derecho,
Especialista en Derecho de Familia y Abogada de la Universidad de Antioquia.
Néstor David Restrepo, Secretario de Educación Departamental desde enero de
2016. Filósofo y teólogo, magíster en Filosofía, con estudios doctorales en
Filosofía Política en la Universidad Gregoriana, Italia. Sandra Patricia Duque
Quintero, Representante Profesoral – Suplente, Doctora en Educación, magíster
en Derecho, especialista en Gestión Ambiental, y abogada de la Universidad de
Antioquia.
Todas
estas personas tan capacitadas, tan prestigiosas, tan expertas, tan estudiadas, eso sí, tan soberbias e ignorantes, porque esa es la palabra, con la ciudad. No
aprendieron una máxima del filósofo austriaco Wittgenstein, “De lo que no se
puede hablar, es mejor callarse”. Y lo digo por algo sencillo, son
emprendedoras a nivel personal para escalar y mostrarse, nunca a nivel
ciudadano, lo cual marca el pesado fardo de egoísmo que los define. Además de
su desconocimiento de la ciudad llegan al oscurantismo total, ya que al
realizar ese anuncio de vender al mejor postor uno de los edificios más
representativos, lo que muestran es su falta de ideas y compromiso con
Medellín, ciudad a la cual le deben su permanencia, su formación y sus logros
académicos, pero nunca miran con respeto la conservación de la ciudad misma.
Médicos, abogados, profesores, filósofos sin filosofía o teólogos a la espera de dioses ebrios,
expertos en decidir y hablar: todos estos señores toman una decisión sobre un
tema del que no saben ni averiguan, ¿para qué sirve el patrimonio? ¿Dónde está
su innovación? Tanto estudio, tantos títulos para nada. Eso sí del
demoledor, Luis Pérez Gutiérrez nunca hemos esperado nada en el tema de
patrimonio.
No
sé por qué razón con todo lo imprevisto que fuera, cuando camino en la Naviera,
me da la impresión de que caminara por ese gran barco visto en película Y la nave va descrito y vivido por Fellini, donde llevan las
cenizas de la cantante de ópera Edmea Tetua para arrojarlas al mar, en medio de una sociedad fatua, sin
historia ni destino a no ser sus ambiciones personales, vacía de humanidad, con
la pirotecnia de sus títulos y codicias que son puro humo; un mal tóxico,
reafirmo. Es decir, aquellos que llevan
en su urna las cenizas de Medellín sin ningún lamento ni empatía. Menos con
afecto. De tal manera contribuyen al hundimiento de la ciudad que todos miramos
como se envilece en cuanto a su patrimonio y nada hacemos por salvaguardar la
herencia de nuestros grandes arquitectos. No sé si la UPB de la cual Ignacio
Vieira fue el creador de su Facultad de Arquitectura, y tuvo que ver mucho con
el primer proyecto de su campus, ha estado alerta, o ha emitido al menos una nota
de protesta. No sabemos si los estudiantes de la Universidad de Antioquia ya
han reclamado ese desaguisado que Carlos Guisao, el comunicador de la
Universidad de Antioquia, ha manifestado en Centropolis,
(Julio 8, 2019)
Quienes
llevan esas cenizas de Medellín son el pintoresco gobernador Luis Pérez
Gutiérrez en la Harley Davinson, y los otros miembros del Consejo Superior Universitario de nuestra amada Universidad
de Antioquia. Esas cenizas seguro las arrojarán sin ningún reato a lo que fue el río Medellín. Ahora escucho al rector de la U. de A., en Telemedellín, donde añade que es posible vender ese bien emblemático para referirse a la Naviera, por supuesto, que cuando pronuncia la palabra emblemático, sabemos que lo hace sin convicción, sin enteresa, porque el patrimonio no se vende, se respeta. Además, cuando habla del carácter misional de la universidad y que no lo afecta la posible venta de la Naviera, debería pensar que una de las grandes misiones de la universidad es educar a la ciudadanía para que sepa conservar, darle a conocer y mantener orgullosamente qué es el patrimonio de Medellín. Esta labor la realiza con denuedo en el Paraninfo, pero parece que no se da cuenta de sus mismos programas. Con gusto se lo recuerdo para que no sea contradictorio, o sea, allí en el Paraninfo hablan de patrimonio cada semana y por debajo, sin ninguna innovación, sus directivos ofrecen para la venta sus bienes emblemáticos como la Naviera. Cierto, estos ejecutivos piensan igual, y les falta humanismo y cultura.
Iba a mencionar a la gerente del Centro pero ella en su oasis, debe estar aun esperando de una manera cándida la reglamentación para quienes compren la Naviera que ya sabemos cómo burlarán las normas, como en el caso del Palacio Nacional. Sancocho y aguacate, ignorancia y desprecio, esa es la lógica, y el nivel cultural, de quienes venden el patrimonio de la ciudad.
Iba a mencionar a la gerente del Centro pero ella en su oasis, debe estar aun esperando de una manera cándida la reglamentación para quienes compren la Naviera que ya sabemos cómo burlarán las normas, como en el caso del Palacio Nacional. Sancocho y aguacate, ignorancia y desprecio, esa es la lógica, y el nivel cultural, de quienes venden el patrimonio de la ciudad.
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Fotos : Luisa Vergara
Fotos : Luisa Vergara
barco carbonero a la deriva, bien vacante sin duelos en una ciudad donde el pasado pesa como insoportable fardo.
ResponderEliminarSe incendió el vapor David Arango, se acabó la Flota Mercante Gran Colombiana, se nos prostituyó el Centro...no dejemos Federico Gutiérrez Zuluaga…Luis Pérez Gutiérrez que naufrague LA NAVIERA.
ResponderEliminarGracias, hombre. Qué buena crónica. Un abrazo.
ResponderEliminarluego de leer ese farragoso y delirante articulo sobre La Naviera, que más parece escrito por el cantaletoso de Vallejo que por quien quiere defender ese bien patrimonial,me hago dos preguntas:
ResponderEliminar1.si la Universidad de Antioquia lo vende porque no entendio que bien tenía, no sería mejor en vez de pelear con el Consejo Superior y el rector buscaran en los pasillos de GEA quien puede volverlo el gran centro de cultura y liderar una fundacipon que lo administre ?
y 2. cuantos pisos son, y cuantos metros construídos y cual el avalúo ?
yo puedo dar la batalla con mi lengua viperina
saludos
Felicitaciones Caballero por compartir este especial documento que con gusto conservare.
ResponderEliminarAbrazos y gracias por tenerme en cuenta .
Lamentable que ni a la U de A ni al Museo de Antioquia se les ocurriera una IDEA para recibir y conservar este importante patrimonio. Su significado histórico, arquitectónico y urbanístico merece un tratamiento muy especial para su conservación. La campaña merece amplia difusión: ni "sanandresito" ni motel.
ResponderEliminarInteresante protesta. Ahora, ¿quién nos salvará de la destrucción total de la ciudad?
ResponderEliminarBuena noche Victor, muchas felicitaciones por tus aportes, este ultimo sobre el edificio de la Naviera, es bellicimo, muchas gracias.
ResponderEliminarUna metáfora gris… El hundimiento de la Naviera, señala, el hundimiento ético y estético, de la roña que dice gobernar… Ellos solo se interesan en ellos y para ellos, con nuestros impuestos, para mayor desgracia… Medellín, se hunde, en el desmedro y la estupidez… Así que la Naviera mientras este en pie… No dudo que un día la tumbaran, llegarán otros roñosos a ‘modernizar’ y a ganar billete… Digo pues, que mientras este en pie la Naviera, que sea el dedo que señale la llaga de la malhadada ‘raza antioqueña’… La purulenta.
ResponderEliminarVíctor, que buen artículo, que tristeza nos da a los paisas de otras épocas que valorábamos el arte, la cultura, la decencia, la pulcritud, la puntualidad, el respeto por los adultos.... no comentas sobre el ferrocarril de Antioquia otra gran obra dejada ir por unos transportadores que van ganando el pleito, te felicito Victor de nuevo y hasta que nos veamos en mi casa para tomar el "algo" que en otras épocas era imperdonable no hacerlo.
ResponderEliminarQue buen artículo sobre esa gran y linda obra como lo es el Naviera.
ResponderEliminarMuchas gracias, Víctor.
ResponderEliminarHermoso trabajo.
Saludos,
Mil gracias por tu mensaje. Que bueno saber de ti Víctor, te recuerdo con cariño.
ResponderEliminarMe llena de nostalgia tu escrito y el vídeo del Edificio Antioquía o Naviera, mi padre trabajó en el como Visitador Fiscal, cuando era la Contraloría Departamental.
Claro que sí estoy de acuerdo con la gestión para que no se venda. Dónde hay que firmar?
Un abrazo fuerte 🙅🙅
Seguimos en contacto!!!
Victor, gracias por este envio. Pasado un mes apenas vengo a verlo, como seria la elegancia cuando lo inauguraron.
ResponderEliminarAhora da tristeza ver el estado en que se encuentra, que no es el mejor. Recuerdo cuando habia la tienda de Artesanias
de Colombia en el primer piso, entrata por Palace. Ahi arrimaba uno a comprar con las visitas recuerditos.
Mi Medellin del alma ya no es lo que fue y me mata la nostalgia, cuando voy de visita me duele. Que pena que no
supimos cuidar la historia arquitectonica de nuestra tierra, de milagro siguen en pie la antigua gobernacion y el Palacio
Nacional.No se si ya recuperaron la casona que hace esquina en el Parque de Bolivar, enseguida de donde fue La Estancia.
Muy pocos referentes de principio de siglo nos quedan en pie, ahora Medellin es mas cemento que cualquier cosa pues
igual se han dedicado a talar arboles y construir edificios por doquier. La Medellin que vivi practicamente ya no existe y la
extra~o...me quede antiguita y nada que hacer.
Saludo lanudo.