Este blog, en permanente construcción, hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada, simultáneamente, en Medellín y Cali.
Mantenemos la fe intacta en la creación libre. Somos icoñoclastas por naturaleza.
neonadaismo@gmail.com
Las redes sociales han ido depauperando
el lenguaje, aniquilando la riqueza de nuestra lengua hasta colocarnos en el
terreno donde ya es casi imposible definir lo que es intangible. De pronto
recordé la palabra rémora y las connotaciones que de ella se desprendían al
indicarnos el alcance de una actitud fincada en el incalificable hecho de
convertirse en un peso muerto en una
sociedad. Las rémoras que en la vida de una nación se convierten en el
obstáculo paraque cualquier proyecto
tenga una feliz culminación, socavando con su negatividadlas posibilidades detodo intento de renovación política. Las rémoras
del colegio torpedeaban con su
indolencia la nobleza de los objetivos
del conocimiento, las rémoras que enquistadas en la estructura burocrática del Estado
impiden que los proyectos de un gobierno
tengan el debido proceso. La rémora es un pez que vive de las sobras de los
otros peces, sin hacer esfuerzo alguno. El “vivo” o el avivato(a) esla
rémora que actúa desde las sombras convertido en comodín al uso de los distintos gruposen una democracia enfocada, con su concepto de mayorías,como un problema de estadística,
como recuerda Borges, y no de pensamiento social. En medio de este clima
equívoco la rémora sacará partido a su mediocridad y como nunca ha discrepado con nadie, pasa de
arrastre de gobierno en gobierno, de directorio político en directorio político
sin que nada le pase. ¿Qué le ha aportado al país el Dr Fernández de Soto?¿Su
exquisito trato diplomático en reuniones de alto turmequé? ¿Qué le ha aportado
al país Maria Emma Mejía? Pero ahí, imperturbables, pasande uno a otro alto puesto. Y si examinamos
Concejos, Asambleas, nos asombraremos al
descubrir que orondos ediles o diputadas han estado repantigadosdurante veinte años sin aportar nada en tanto quesus bienes pecuniarioshan aumentado desproporcionadamente mientras
pueblos y ciudades han ido profundizandosu problemática hasta reventaren
manos de especuladores y corruptos.
¿No es este abrumador peso
muerto, de vivos y vivas amparados por
la burocracia de los llamados partidos políticos , degradados ad infinitum por la mermelada santista, el
mayor obstáculo para que pensemos en un nuevo país?Los mayores y más fervientes defensores del
oficialismo santista fueron los sublimes
nombres de Efraín Cepeda y Hernán Andrade arquetipos de la rémora. Pero la
rémora no alude solamente a los politiqueros de derecha, a esos representantes
que nunca levantaron la voz en una sesión para proponer algo y continúan
trabajando para sus caciquessino que es
la misma izquierda – derrotada por su incapacidad de repensarse-la que en la “postguerra”debeabocarse a sus propias rémoras
instaladas en la burocraciadondehan terminado por aburguesarse vergonzosamente. ¿Qué aporte sobre el país le
debemos a Iván Cepeda, a Aída Avello, a Carlos Romero, a Kalmanovitz, a Claudia
López, a Sanguino? ¿Quiénes son los Verdes y porqué su silencio ante los
gravísimosatentados del ELN al medio
ambiente?Cuando el discurso político se
reduce a repetir slógans ya desacreditados se termina por caer en esa tautología donde
cada cual cree que habla a los demás cuando en realidad sólo están emitiendo vacío. Reducir hoy lo que fue su supuesto proyecto revolucionarioa una andanada de simples denuncias sobre problemas puntuales , únicamente conduce a acelerar su esterilidad mental, a
disfrazar su fracaso con el tic de una demagogia inane y
a ser parte, tal como hoy lo son, de la inercia
general de nuestra vida políticadonde
se confunden desfachatezyarribismo social. P.D Al reducirse el
lenguaje crece la estupidez.
Fácilmente cualquier grupo o Partido político
puede perder la cordura y caer inevitablemente en la caricatura de sí mismo
tal como ha sucedido en Colombia con los llamados Partidos tradicionales, con
la izquierda estalinista. La cordura señala siempre la permanencia de la
racionalidad en las propuestas políticas
ante el desorden y el caos imperante o como debería suceder en nuestra actual situación,frenteal vacío quese ha abierto ante el ripiode todas esas retóricas bajo las cuales se ha disimulado la
relajación de unas costumbres y de un
léxico políticoconvertidos hoy en mera fraseología electorera. El
Liberalismo, lo sabemos desde Stuart Mill hasta Isaiah Berlin o Rawls no se explica sin la carga crítica que
lo ha alentado históricamentea oponerse
a todos los totalitarismoso sea ala falta de cordura en el ejercicio de la
política. Nadie ha sufrido en la historia tanta persecucióncomoel defensor de las libertades que
se opone a la falacia - que tanto seduce a los débilesmentales - de que es más importante el pan que la
libertad. Con lo cual queda al descubierto otra característica de quienes atentan contra la cordura: volverseciegos, mudos ante el sufrimiento humanooptando por la boba
fraseología simplificadora de reducir las causas de la violencia a“enfrentamiento
de narrativas”, de que “Duque no ama la paz negociadaporque no le permite sacar adelante la narrativa de victoria”reduciendo pues la necesidad del discurso de la Oposición, a meras denuncias puntuales, sin contar con un proyecto político coherentepara el país. Ser liberal significa creer en la necesidad permanente de
construirdemocracia lo que,
paradójicamente,equivalió durante los sombríos años de la tiranía reciente,a ser parte de una minoría
silenciosa, por que pedir cordura a quienes debieron mantenerlaen defensa de los valores de la República, supuso ser
anematizado por el supuestodelito de considerar
que la conquista de la paz no se consigue arrodillándose ante el enemigo,
estratagema a la cual se prestaron los arribistasy los chaqueteros, esos que callaron ante la
tragediade Venezuela y ahora aparecen
como los oportunistas denunciadores de Maduro. La “explicación” - y no la abiertacondena - de un crimen, lo que busca es
la neutralización moralde esta infamia. Como señaló Arcadi Espada, entrevistar a un asesino supone preguntarle por los crímenes que ha cometido y
no reducir la conversación a anécdotasbanales. ¿No vieron en t.vla amañada entrevista
en la Habana con Pablo Beltrán en la
cualnunca se le preguntó por el asesinato de 21 adolescentes , ya quelo que está en movimiento – triste
complicidad la de algunos jerarcas
católicos- es el intento de que la justicieolvide la oscura violencia contra la
ciudadanía por partede este grupo de
malhechores? Si acepto el terrorismo
niego la existencia del Otro, si acepto la matanza como argumento para reanudar
unas “conversaciones” acepto entonces que el terrorismo está por encima de la
justicia y el verdugo por encima del juez. El gobierno español se negó siempre
a dialogar con la ETAy ésta terminó
poraceptar que debía renunciar a la
lucha armada. Mediante el severo castigo a estos criminales se le puso límites
al terrorismo. Dialogar supone implícitamente el reconocimiento de un interlocutor, y, un asesino, un terrorista nunca puedenser consideradoscomo interlocutores de la ley y la justicia. Difamación,complotsdeapartamentos de soltero,babosos twiter, constituyenla brutal reaccióndegropúsculos de conspiradores que carecen de la calidadintelectual necesaria para construirlos
argumentos que deberían brotar de un
conocimiento y un amor hacia el país que todos debemos sacar adelante. PD. La
corrupción en el caso de Hidroituangola
puso de presente el nombramiento de una burocracia ineficaz e ignorante.
Alguna
vez, buscando un perfil, una nota sobre Jorge Marín Vieco, debido a la remembranza
de Salsipuedes en un porro de Lucho Bermúdez
relativo a la dificultad de salir de su casa, donde también vivió el compositor,
me quedaba sorprendido, no sabía esa historia que apareja la canción y, así
mismo, que lleva hacia ese lugar, o sea, la canción que escuchamos y bailamos,
portaba un mensaje, nunca subliminal sino latente: ser la casa de Jorge Marín
Vieco y, además, un lugar de encuentro, apreciado por diversos artistas; un
oasis en la ciudad pujante de industrias ytransacciones en 1940. De tal manera, Bermúdez, en su lucha musical, me sirvió
de punto de referencia para buscar al escultor, ya que una casa es el símbolo
de su dueño. Además, Jorge Marín Vieco se merece toda la atención, debido a su
talento y a esa manera de ser, amable, señero y a la elegancia en su trato con
las personas. A los que escuchamos Salsipuedes,
esa canción melódica y, además, muy pegajosa, sorprende con la historia que
había detrás de ella, es decir, esa canción es, era la punta del iceberg, que
nos remitiría nada menos que a una Medellín muy específica, y, sobre todo, a la
casa de un artista, donde aún habitan sus pinturas, sus esculturas, su jardín y,
además, aun se respira su ámbito personal.
La
primera huella hacia el camino que conduce a Jorge Marín Vieco, es su obra
escultórica impresa en el Edificio de la Beneficencia de Antioquia, ahí en
Ayacucho con Sucre, se trata de los Chibchas Aprendiendo de Bochica y adorando
el sol, la Historia del Desarrollo Industrial, la Amerindia, localizadas en el
vestíbulo y costados del edificio de la Beneficencia de Antioquia. En estos relieves,
está Marín Vieco de cuerpo presente, y, además, en un momento donde el escultor
muy a tono con la época se interroga sobre el origen y, sobre todo, en la necesidad
de explicarse el aporte indígena. De ahí que en el portal del edificio de la Beneficencia
de Antioquia, cuatro indígenas realizan su labor y esperan a los visitantes o,
a lo mejor los transeúntes los miren de nuevo.
Uno de los cristos de Salsipuedes
Luego,
el otro extremo, para aproximarme a Marín Vieco sería otra escultura, Hombre en busca depaz, situado en Campos de Paz. Pero entre dos de estas obras,
las que más he conocido en la ciudad y visto, están: los crucifijos, los San
Franciscos, los Quijotes, el monumento al Arriero en Fizebad; el Bolívar en la
Avenida de las Américas de Guadalajara; el Monumento a Juan del Corral en Santa
Fe de Antioquia, el Barequero, en el Banco Francés e Italiano en París. Además,
unos ciento treinta bronces, están recopilados en la Casa Museo Salsipuedes.
A
mediados de 1938, Bernardo Vieco, el gran escultor, decide trasladarse a vivir a Bogotá en busca
de nuevos horizontes, por tal motivo, decide dejarle a su sobrino, Jorge Marín
Vieco, su taller con algunas obras inconclusas, situado en la calle La Paz, Nro.
23 BIS, con el propósito que él termine algunos compromisos pendientes.
El
taxi tomado cerca de la estación del Metro de la Floresta nos lleva a Faduil Alzate
y a la arquitecta Luisa Vergara, en otro viajan otras
visitantes. Vamos arriba, a la carrera91 No. 65 C-95,Robledo La Pola. A
la entrada un aviso, Salsipuedes, con letra legible y otro sobre baldosines con
letra de imprenta. Ya, al frente de la casa, por fin se cumplía esa posibilidad
de conocerla, de merodear el espacio de un gran escultor que, además, fue restaurador
de pianos, vitralista, saxofonista, dirigió su orquesta de jazz, Ritmos. Uno de
sus aportes como decorador, aun es visible en el Teatro Lido.
La
casa enclavada en medio de diversas urbanizaciones que han ido mordiendo el
espacio de la finca,aun así, desde la
entrada, veo el camino que conduce a esa mítica residencia que hace
años quería visitar. Mejor, hay dos caminos, uno para los autos, y otro con
escalas de piedra para los caminantes, ambos, se pueden transitar en corto
tiempo para llegar a ese destino que siempre me ha inquietado. Por el
camino, ya cerca en la planicie de la casa, paralelo casi al corredor, en la
entrada, el jardín combinado con las escultura donde se respira un Medellín
apaciguado, y ahí mismo una balaustrada con el homenaje que siempre quiso realizarle
Marín Vieco a sus artistas preferidos. Los grandes rostros sirven como preámbulo:
José María Córdoba, Jorge Artel, Beethoven, Gonzalo Arango, Fernando González, Gaspar
de Rodas, Carlos Vieco, Lucho Bermúdez, Simón Bolívar, Marco Fidel Suarez, y Porfirio,
así como los cristos, las diversas versiones de cristos, unos cincuenta,
alrededor de la casa, como si Marín Vieco quisiera darle, según su instante creativo, una versión diferente a ese momento simbólico de la muerte. De ahí cobra ese
valor inconmensurable su casa, esa casa que poco a poco fue ideada, modificada
por él mismo, ya que al crearla como su centro de actividad, donde residen
sus esculturas, aun respira esa primavera creativa,que con el tiempo ha dejado allí su huella en
cada una de esas esculturas que lo emplazan, que lo nombran.
Aquí,
por este jardín, por estos pasillos, en este interior, residió Marín Vieco, por
aquí el aroma del tabaco de su pipa lo acompañó mientras ideaba lo que serían
sus obras, la persistencia en inspirarse, para que sus manos ablandaran el
barro con sus primeras ideas para que esos modelos luego se cristalizaran en
alguna de sus esculturas.
Pero
si hay pocas notas escritas por él mismo sobre su proceso creativo, sobre
como inicia una escultura y a partir de un boceto, que luego al barro como una
maqueta posible hasta verla erigida, en algún lugar ya definitivo, también es
posible realizar una lectura sobre sus intenciones, sobre esa visión espiritual
que él poseía. Su afición por representar los diversos cristos nos dan la
medida de su espiritualidad, al quererse explicar, desde diversas concepciones
propias, un evento que posee la exegesis desde siglos, como si él quisiera
explicarse una muerte tan representativa, tan llena de significación, pero esa
espiritualidad, es aún más notoria en los diversos San Franciscos, aquel que
otorgó un carácter más humano y de más poesía, llevando a la práctica misma sus
intenciones de trascender con humildad y decoro. Asimismo es posible encontrar
sus huellas en la dimensión que les otorga a sus diversos Quijotes, aquel caballero
que por la Mancha no sabe hacia dónde cabalga como si el escultor reflejara en él,
la locura, el viaje por campos llenos de retos y endriagos, pero también en la búsqueda
de la vida que se abre con sus horizontes que cada vez se alejan como una utopía.
Su cercanía al concepto de los chibchas al expresarlos inmersos en sí mismos,
con sus rostros llenos de silencio. Es como si él buscara nada menos que
traer ese mundo destruido para sintonizarlo con un presente lleno de olvidos,
lleno de caminos, sin un origen que se enlace son ese pasado memorable. Y aun en
esa inferencia él les realiza este homenaje, el concepto de un país que reniega
de su origen que no se entrelaza con lo que en realidad ha sido. Ahora miro la estructura
de Hombre en busca de paz,o Resurrección, hay tanto de
inconmensurable en ese gesto del hombre que recibe el viento, que parece
remontarlo a las alturas, desnudo, sin equipaje, que podría tratarse de un Cristo
sin cruz adherido a un círculo. En esas diversas aristas es posible juntar sus
significaciones y saber que Marín Vieco ahí se expresa, en esa infinitud, inscrita
en su misma obra. Me recuerda este poema de Barba Jacob: Yo fuerte yo exaltado,
yo anhelante.
Hay
una foto donde Marín Vieco esculpe la cara del Hombre en busca de paz, viste delantal blanco y sombrero, aun el rsotro está
en yeso y ya se prepara para vaciarlo, hay otra donde el escultor se halla
recostado a los pies de lo que será un monumento y saber cómo desde allí se
elabora ese modelo.
Jorge Alberto Marín
Sí,
por aquí en el interior de este espacio, de esta casa conversaron en encuentros
posibles varios artistas ya consolidados. El más mencionado es Lucho Bermúdez
con su esposa Matilde Días. Ellos, con su orquesta, habían llegado a Medellín
por segunda vez en marzo del 1948, contratados por el Club Unión para la
inauguración del Salón Dorado. La Orquesta de Bermúdez estaba conformada por el
pianista Gerardo Sansón, Gabriel Uribe, Luis Uribe Bueno, Alex Tobar, entre
otros músicos, también dos clarinetistas y saxofonistas; el negro Jack,
baterista peruano; el vocalista Bobby Ruiz su intérprete estrella, pero muchos
de ellos no vinieron a Medellín.
Ya
en Medellín, Lucho Bermúdez y Matilde Díaz, eran asiduos visitantes en
Salsipuedes, incluso vivieron allí durante unos meses. Bermúdez había conocido
a Jorge Marín Vieco, músico y escultor, un año antes en Bogotá. El nombre de
Salsipuedes se debe a que una noche de 1949, Marín Vieco invitó a diversos
amigos a un baile para inaugurar el mural que su amigo Horacio Longas pintó en
la sala de su casa. Esa noche de fiesta subieron allá, a Robledo, unas
doscientas personas, pero a la salida, la lluvia anegó de pantano las
carreteras destapadas, dificultó el regreso, a los invitados y a los pegajosos.
Lucho, sin lucha aseveró, 'sal si pue'.
Fabio de Jesús Casas Arango
anota algo preciso que aclara el origen de Salsipuedes al rememorar un libro Recordando de Alberto Burgos donde éste
entrevista a la primera esposa de Jorge Marín: “Es bien sabido que Marujita
Muñoz, (María Muñoz Duque) oriunda de San Pedro de los Milagros fue la señora
esposa del maestro Jorge Marín Vieco. En entrevista realizada a Marujita Muñoz
por Alberto Burgos Herrera ella manifiesta que "un día llegaron a nuestra
casa unos señores de apellido Zapata y dijeron a Jorge:.-Don Jorge, allí en el
sector de La Pola hay una casita que venden, la están rematando y la están
dando muy barata; vaya con la señora y vea la casita. Fuimos a ver la casita y
Jorge me dijo: ¿Vos si sos capaz de vivir aquí ?. Claro que soy capaz, yo sí, ¡
yo sí!. ... Y poco a poco la fuimos
arreglando. Jorge por su oficio de músico y escultor compraba algunas revistas,
y algún día compró una argentina llamada La Chacra; en esa revista estaba la
foto de una casa campestre hecha con arcos y muy bonita, y Jorge me dijo: -Ve
Marujita, mirá esta casita. - Sí, está muy bonita. - Y ahora que vamos a
reformar la casa, ¿por qué no hacemos la nuestra así? Tumbamos ésta y poco a
poco levantamos una como la de esta foto; yo soy capaz de hacer formaletas para
esos arcos, y con despacito la vamos levantando. Y así fue; con cualquier centavo que
conseguíamos hacíamos un muro, luego un arco, una parte del techo, y lentamente
apareció la casa a la que bautizamos Salsipuedes, pues en la revista decía:
Casa de campo en Salsipuedes, Córdoba, Argentina. El cemento era a 2.50 pesos
el bulto, los adobes y las tejas eran a centavos, la madera y todo era muy
barato... ¡Ahí aprendí yo tanto de albañilería!... incluso sabía mezclar las
pegas y por supuesto pegar adobes.
..."
De
la Orquesta de Lucho Bermúdez fueron asiduos visitantes a Salsipuedes, algunos
de sus músicos. Uno de ellos, el contrabajista Luis Uribe Bueno, quien allí
compuso uno de sus temas El Cucarrón,
incluso Uribe Bueno sería más tarde director artístico y musical de Sonolux y
se quedaría viviendo en Medellín, donde realizaría una gran actividad musical
en algunos campos. También en diversas fotos es posible ver a Gabriel Uribe, clarinetista,
flautista y saxofonista, que también se quedaría viviendo en Medellín, y
además, pertenecería a la Orquesta de Sonolux, a la Orquesta de la Voz de
Antioquia, y más tarde a la Banda Departamental y a la Orquesta Sinfónica de Antioquia.
Gabriel Uribe le inculcaría su talento a su hija, la pianista Blanca Uribe,
quien desde niña lo acompañaba a Salsipuedes, donde ella ejecutaba al piano algunas
composiciones clásicas. Por supuesto que Gerardo Sansón, pianista, que no era
judío sino un moreno fornido también asistiría con ellos a Salsipuedes.
Una
noche de 1948, memorable por la fiesta, más tarde por el nombre dado a la finca, no ha opacado el motivo central, la inauguración de un mural, una témpera, con
un motivo muy de su autor, un baile típico, realizado por Horacio Longas. Longas,
arquitecto diseñador del Club de Campestre, también fue dibujante pero sería
más reconocido por su talento como acuarelista. Por supuesto Horacio Longas,
era uno de los grandes amigos de Marín Vieco y uno de los contertulios en
Salsipuedes donde aun su mural es el testimonio de un gran amigo que le ha
dejado a otro artista un gran presente.
También
en algunas fotografías es posible ver a Jorge Artel, su nombre verdadero era
Agapito de Arco, que había escrito en 1941 un libro de poesía Tambores en la noche, donde exalta a las
negritudes, de profesión abogado litigante, también había sido traductor en la
ONU. Él ha dejado su huella en un poema escrito en la pared de supuño y letra, “Cuando me vaya no sabré si un
poco de esta casa se va en mi toda dentro de mi corazón o si es un pedazo de mi
corazón lo que se queda en esta casa”. Artel, que ya no era Agapito, pero si un
viajero y un bohemio, viviría muchos años en Medellín, sería columnista de El Colombiano, e Inspector de policía en
Santa Elena. A él lo acompañaría a Salsipuedes, Estercita Forero, la gran
compositora Barranquillera, durante su romance, incluso por La Habana, donde él
olvidaría su efervescencia por las negritudes y sufriría el desprecio de
Nicolás Guillén. En 1949 ella, como cantante, se había presentado en Medellín
en el Edén Country Club. Estercita Forero, más tarde, debido a lo excelso de
sus composiciones, sería considerada la Novia de Barranquilla.
También
llegó asistir a Salsipuedes Argemiro Gómez, un ceramista, que fue alumno de
Marín Vieco, que además era un gran bailarín, y luego profesor en el Instituto de
Artes Plásticas. Él había estudiado cerámica enItalia con grandes maestros de este arte. En sus clases hacía mucho
hincapié en lo precolombino, pero aquí en la ciudad no encontró un medio que
acogiera su arte, ya que pensaban que trabajar en la cerámica era solo para
mujeres y quien lo practicara era un gay de pura sangre. Argemiro, de tal manera, decidió irse a a Nueva York donde vivió la feroz competencia en ese arte,
luego en Chicago, insatisfecho de su creación, destruyó obras valiosas de su
autoría.
En
una de esas fotografías, de las pocas
que hay y por lo tanto más valiosas, están Jorge Marín Vieco, Lucho
Bermúdez, Jorge Artel, Matilde Díaz algunos músicos de su orquesta, tomando
cerveza y en un festín al aire libre, detrás, una de las tapias de la casa, convirtiendo
esa fotografía en un documento, que vence el paso del tiempo y que nos regresa a
esas fiestas, a esa bohemia allá en Robledo, tan alejado de Medellín, y, sobre
todo, en ese oasis, en esa casa apasionada. Más tarde a Marín Vieco, en su
ausencia lo acompañarán sus amigos, en los rostros esculpidos por Jorge
Alberto, su hijo, y el artista Julio Maldonado. Marín Vieco no quería que su memoria
se perdiera ya que en sus jardines y, en el interior de su casa, persiste la
presencia de ellos, ya fuera en una nota, en un poema, en una pintura, o en su
presencia transfigurada en algún otro objeto.
También
esa galería de visitantes sigue con Manolete, con Fernando González, con León
de Greiff, con Alejandro Obregón, con Enrique Grau, con Pablo Neruda, con Jorge
Robledo Ortiz, con el dramaturgo Campitos, que, talentoso y mordaz con los políticos
había compuesto un sainete, Llegaron los parientes
de Medellín, que fue todo un suceso, incluso, aquí en la ciudad le
entregarían en pergamino un reconocimiento de parte de los periodistas y de
algunos artistas en 1950.
Doña Jenine y Juliana
Muchos
años más tarde, en 1968, a pedido del odontólogo y artista Antonio Osorio Díaz,
Gonzalo Arango, como motonauta, junto a
él, recalarían en Salsipuedes. A Ambos, Marín Vieco y a Arango, los uniría
cierto éxtasis por lo espiritual, visible en las obras del escultor y, aun más
en Arango que, en secreto se creía un pontífice. El nadaísta diría de
Salsipuedes, en un carta de 1969 a Jorge Marín Vieco: “Bueno, aquí me tienes
por tu “culpa”, desolado y con una nostalgia inmensa de amistad, de tu casa tan
cerca del cielo, ese corredor asomado a la ciudad que titila. Amotinado de
flores, esos geranios en que la vida proclama su belleza efímera, su secreta
voluntad de perfección, y en la dulzura de esos aromas una ilusión desesperada
de Dios”.
Es
más, esa presencia es notoria en uno de los libros sobre el nadaísta, Gonzalo Arango, pensamiento vivo, de
Juan Carlos Vélez. En este texto se combinan doce fotografías de Arango, junto a
la presencia de Jorge Marín Vieco con algunas de sus esculturas en las que
priman sus cristos. Gonzalo escribiría un bello poema, Los cristos de Salsipuedes, donde deja presente ese carácter y esa bonhomía
de Marín Vieco, así como de Salsipuedes. Es más, Marín Vieco le regalaría una
talla de un Cristo al nadaísta.
Sí,
sobre la casa inicial de tapia y sencilla, solitaria e idílica, en medio de la
montaña Jorge Marín Vieco buscaba la tranquilidad para sus reflexiones y,
además, mucho más tarde para desarrollar su arte, la escultura, además poco a
poco la fue modificando, agregándole arcos, así como otros espacios
para que esta casa se convirtiera en el espacio propicio para sus creaciones,
es decir, la fue construyendo a su imagen y semejanza, así como cuando desde el
barro él moldea alguna de sus figuras. De ahí el patio con sus esculturas, los
cristos en las paredes. De ahí la sensación que siento al entrar, al caminarla,
al mirar la sala, el comedor, los espaciosos salones, las fotografías, las
pequeñas esculturas, los pianos, sus grandes esculturas. Aquí Marín Vieco ha
dejado su obra de arte: esa casa, sucasa, encalada con paredes blancas, y ese jardín donde alguna vez el
perfume de unas mil quinientas matas de rosas recibió a los visitantes, junto a
las doscientas matas de orquídeas. Pero sobre todo, sorprende la presencia de
sus esculturas, y algo precioso, la prolongación de las tertulias de artistas
donde se respira ese ambiente de otra Medellín.
Al
caer la tarde, luego de una grata conversación, en el segundo piso, en un
espacioso salón, Juliana, hija de Jorge Alberto, relata un cuento y ya, casi a
oscuras, Jorge Alberto, su hijo, toca para los visitantes unas piezas de Carlos
Vieco. Entonces caemos en cuenta que la noche cierne su tela sobre la ciudad ya
no lejana sino que bordea este preciado lugar y ya es hora de irnos, así ocurre
con los visitantes, pero algo es cierto, hemos obtenido respuesta a esa
pregunta lejana sobre Salsipuedes, y hemos conocido aún más a Medellín.
Solo
restan estas reflexiones de Jorge Marín Vieco, escritas para Jorge Alberto, su
hijo, el 6 de enero de 1974:
"Empezaré
a vivir nuevamente el día en que pueda; ofrecerte algo positivo, como sea que
me realice como escultor con una obra abundante; y fuerte (-.). A mí me cogió
ventaja la vida y los elogios que “a veces recibo por mis obras" los
escucho con sensación de no merecerlos (_.). Si juntara toda mi vida me hago
creer que la he dedicado por entero a la escultura pero la verdad es que si sumo
el tiempo trabajado no son más de diez años dedicados a este oficio que aunque
lo amo, también con frecuencia rechazo ¡intensamente. Ha faltado dinero, es
cierto. Pero cuántas veces me sentí tentado a encerrarme en una cabaña a
crear, dejando todo el mundo atrás y no lo hice... A hora se me está acabando
la vida y mi obra es inconclusa. Mi "sueño de llenar a Salsipuedes de
muñecos" te va a tocar a ti realizarlo. Tú vas a ganar más dinero que yo y
vas a saber administrarlo- Vas a tener con qué pagar las fundiciones y los
materiales que yo no pude. Tuve el orgullo de nunca buscar trabajo o contratos.
Sin excepción siempre me buscaron en mi escondite de Salsipuedes pero ahora me
pregunto si no tendría razón Rodrigo Arenas a quien tanto critiqué por coger su
Volkswagen de oficina en oficina para buscar oportunidades. No tengo el
temperamento de vendedor y de pronto tienen razón los que dicen que es
necesario".
..
Bibliografía:
-Santamaría
Margarita Inés, Un sueño se cumple en Salsipuedes, El Colombiano, Medellín,
junio 13 de 1999.
-Ángel
Félix. Que sucedió con la cerámica artística en Medellín. El Mundo, Medellín,
enero 26 de 2017.
Las
tradiciones inventadas y la fundación de Supía.
Luis Fernando González Escobar
Profesor Asociado, Escuela del Hábitat
Facultad de Arquitectura
Universidad de Colombia sede Medellín
El famosos historiador británico Eric
Hosbswam, en la introducción del libro La
invención de la tradición, señalaba que las “tradiciones” que “parecen o
reclaman ser antiguas son a menudo bastantes recientes en su origen y, a veces,
inventadas”; de ahí deriva el término de “tradiciones inventadas” las que
“implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas
abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica y ritual, que busca inculcar
determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo
cual implica automáticamente continuidad con el pasado” (2002, p. 8).
La celebración de la “fundación” de Supía
corresponde precisamente a eso que Hosbswam llamó “tradiciones inventadas”. Se
celebra una fecha: el 2 de febrero, supuesto día del onomástico; la gente lo
acepta de manera acrítica; los estudiantes asisten de manera pasiva u obligados
cada año a los actos cívicos convocados por las autoridades municipales o por
los centros educativos; hay pues una reiteración ritual que pretende crear un
sentido de cohesión social, pertenencia e identidad a partir de esa fecha del
supuesto acto fundacional.
Esa “invención de la tradición” y su
reiteración ritual no es nueva, ocurre en todo el mundo, incluso en la misma
Inglaterra del referido historiador, pero ellas –todas– esconden intereses,
ideologías, formas de ver el mundo, tienen intenciones moralizantres, entre
otras intenciones abiertas o veladas; de ahí la necesidad y obligatoriedad de
mirar su naturaleza, deconstruirlas si se quiere y entenderlas.
Supía fue un pueblo “sin historia” al menos
hasta la década de 1970; entendido esto como una población sin un relato histórico,
con personajes y hechos épicos y relevantes que lo insertara en la construcción
nacional. Sólo hasta 1980 cuando se publicó el libro Historia de Supía, de Jorge Eliecer Zapata, en un estilo
monográfico, dicho relato se comenzó a construir. Precisamente en este libro el
autor retoma un dato de los apuntes del antiguo maestro Eleazar Castro, quien
había planteado esa fecha sin referencias documentales, siguiendo solo la
tradición. Zapata Bonilla se apoyó en la obra Vida del Mariscal Jorge Robledo, escrita por Emilio Robledo Correa,
para cuestionar algún hecho menor de lo planteado por el maestro Castro y, a su
vez, darle validez a “que Supía sí fue fundada el 2 de febrero de 1940 por los
alguaciles del Mariscal Jorge Robledo, señores Ruy Vanegas y Melchor Suer de
Navas” (Zapata B., 1980, p. 15). A partir de entonces, definido como el gran
mojón histórico se comenzó un proceso de difundir dicho “hecho histórico” en
prensa, eventos y libros que reiteraban lo anotado, para que fuera apropiado
por la población. Luego fue institucionalizado por la administración municipal.
Se volvió parte de la historia oficial y se determinó su celebración en la
última década del siglo XX; desde entonces, asistimos al desfile celebratorio
como una nueva tradición.
La construcción del relato y su
institucionalización cumplió con el propósito de ubicar en la historia a una
población. No sólo la ubicó temporalmente, sino que “heroiza” a los fundadores
que, en el relato inicial eran dos –Ruy Vanegas y Suer de Navas–, a los que se
le sumará luego un tercero, Martín de Amoroto. El propósito de dotar de sentido
histórico e identidad se cumplió a cabalidad, como se puede leer en las redes
sociales cuando al cuestionamiento de la celebración en 2019 de los 500 años de
fundación y la exigencia del acta fundacional por parte de un usuario en las
redes sociales, en la página de Facebook Supía 500 años, creada exprofeso para
ese acto celebratorio se señalaba: “No queremos entrar en un debate de la
fundación de Supía mediante un acta, si estamos seguros de la presencia de
terratenientes españoles como Ruy Vanegas, Martin de Amoroto y Melchor Suer de
Navas en el año de 1540 cómo reposa en los archivos de Popayan(sic), que
evidencian la presencia e inicio de comunidades en nuestro territorio..... y
eso es lo que queremos enaltecer a través(sic) de este movimiento
ciudadano”.(https://www.facebook.com/Supia500Anos/posts/2363911807013570?hc
_location=ufi)
Tanto en el relato inicial como en la defensa
actual la debilidad argumentativa y factual para justificar la invención
fundacional es evidente. Obviamente los lugartenientes – muy diferente a hablar
de “terratenientes”– de Jorge Robledo, estuvieron en la fundación de Santana –luego llamada Anserma–. Como lo
señalo en un texto de mi autoría aun inédito:
Robledo en su primer recorrido había fundado
presurosamente Santana[1]
en agosto (15?) de 1539 como una manera de posesión territorial y de avanzada
militar. Después fue la “pacificación” de los territorios aledaños que formaban
la denominada provincia indígena de Humbra,
que los españoles denominaron provincia de Anzerma. Con una combinación de sutileza, ingenio militar y
estratégia guerrera, Robledo acometió el sometimiento de todo el territorio;
mandó a Melchor Suero de Nava, uno de los alcaldes ordinarios de Santana, aconquistar las provincias de “Caramanta y Cori e Buritica”, como
efectivamente hizo en setenta días, el mismo Suero “visitó todas las provincias
de Anzerma e los siñores e caciques della”;Ruy Vanegas a Guarina, y
personalmente Robledo a los farallones de Appia. Los tres a su regreso
sofocaron la rebelión del cacique Ocuzca,
que pretendió destruir la nueva fundación. Luego de la rebelión envío a Ruy
Vanegas a que pacificara los Pirsa y
los Soppia (sic): “...lo cual no fue
fácil, por haberse puesto en armas los pirsa, valiendose de hoyos y púas contra
la ventaja de los caballos, en que cayeron otros aunque conocido el ardid y
castigado el atrevimiento el otros encuentros que precedieron, hubieron de
admitir forzadamente la paz” (Fernández de Piedrahita, 1973, p. 352)
En ese instante, incierto en términos de fecha
precisa, al menos el mes, la conquista española entró por el suroccidente a la Provincia de Zopia, con el carácter de
una acción “pacificadora”. De ello no quedó rastro de ninguna acción
fundacional como se ha aseverado hasta el momento, pero ese momento marcó y
cambio profundamente el futuro de sus relaciones espaciales, territoriales y
socioculturales, con el establecimiento definitivo de los conquistadores
españoles y la subordinación territorial de Supía a la ciudad de Santana, erigido en primera instancia en
el epicentro militar y posteriormente enel
centro político-administrativo de la provincia
de Anzerma, de la cual entraron a formar parte los territorios aledaños al
río Supía, es decir, la comarca que pertenecía a la tribu de los zopías.
Los tres señalados fundadores de Supía nunca
estuvieron juntos allí. Fueron lugartenientes de Robledo y parte del Cabildo,
la recien implantada institución que regía, ordenaba y controlaba los
territorios que pertenecían a la ciudad fundada, esto es, Santana; así que uno de ellos, Ruy Vanegas, fue a tierras del valle
de Pirza y al territorio contiguo de los “Soppia” a someter a sus habitantes
para beneficio de aquella ciudad. La denominada “pacificación” era el
sometimiento militar, que involucraba armas de fuego y perros especializados en
despedazar los indígenas; como también castigar –torturar– el “atrevimiento” de
defenderse y evitar su sometimiento. Los supuestos “héroes” fueron los que
asesinaron y luego redujeron en encomiendas a los sobrevivientes, para que
trabajaran para tributar a la corona, los propios conquistadores, a la vez que
los alimentaban. Supía entró al sistema espacial y económico de la Conquista
española no por un acto fundacional de población sino con la figura de las
“encomiendas” que tributaban al centro urbano fundacional de Santana que, para el añode 1559, eran dos: la de Pirsa, entregada a
Gómez Hernández – conquistador y poblador de esta provincia y del Chocó–, con
400 indios encomendados, y la de Supía, entregada a Lucas Dávila–conquistador y
poblador– que igualmente, de acuerdo a los censos, tenía 400 indios
encomendados.
Entonces ¿qué celebramos el 2 de febrero de
cada año? ¿un acto fundacional que nunca existió? ¿el sojuzgamiento militar y
sometimiento económico de las poblaciones indígenas nativas? ¿por qué celebrar
la heroicidad de los conquistadores y el aniquilamiento nativo?...o, como se
señala en la página de Facebook, la supuesta evidencia de “la presencia e
inicio de comunidades en nuestro territorio”, como que si tal cantidad de
nativos asesinados y los sobrevivientes encomendados no fueran una comunidad
que ya existía con su cultura, sus formas organizativas, sus dinámicas
productivas y territoriales. Entonces lo que aparentemente celebran algunos es
la llegada española al territorio “Soppia”, su imposición y configuración
territorial posterior. Seguimos glorificando el conquistador y negando parte
fundamental de la razón de ser como pueblo, sociedad y comunidad. Los sectores
subalternos no tienen espacio es ese relato heroico fundacional.
Toda comunidad, sociedad o nación requiere
sus relatos fundacionales. Las tradiciones son fundamentales en eso que
Benedict Anderson llamón “comunidades imaginadas”. Pero estas relatos y
tradiciones deben ser incluyentes y apegarse a una construcción discursiva
próxima a la realidad y “verdad” histórica, lo que poco a ocurrido en el caso
supieño. Debemos agradecer los aportes iniciales que se han hecho en la
construcción del relato, pero tenemos la obligación de revisarlos y cuestionarlos
a partir de los aportes investigativos, la fundamentación teórica, el trabajo
de archivo y las nuevas evidencias aportadas por las fuentes. Pero no podemos
quedarnos en reiterar hasta la saciedad “tradiciones inventadas”.
Bibliografía:
Lucas Fernández de Piedrahita, L. (1973). Noticia Historial de las Conquistas del
Nuevo Reino de Granada, Volumen I. Bogotá: Ministerio de Educación
Nacional-Instituto Colombiano de Cultura Hispánica-. Ediciones de la Revista
Ximenez de Quezada, Editorial Kelly.
Hobswam, E. (2002). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica
Tovar Pinzón,H. (1993). Relaciones y Visitas de
los Andes S XVI. Santafé de Bogotá: Colcultura - Instituto de Cultura
Hispánica, Tercer Mundo Editores.
Zapata Bonilla, J. E. (1980). Historia de Supía. Manizalez: Editorial
Rodrigo Ltda.
Medellín, 2 de febrero de 2019.
[1] “...e dixo ansi al dicho
iscrivano que le diese por testimonyo cómo allífundava en n(ombr)e de su magestad e del señor governador la cibdad que
se llamo Santana e la yglesia mayor
Santa María de los cavalleros...”. Relación de lo que subcedio en el descobrimyento
de las provincias de Antiochia, Anzerma y Cartago y las cibdades que en ellas
están pobladas por el S(eno)r Capita(n) Jorge Robledo” (Tovar Pinzón, 1993, p.
241).
Cuando hace treinta años la
ciudad comenzó a ser el escenario de esa mayúscula pesadilla que fue la
violencia del narcotráfico, las autoridades de entonces al inicio de esta
violencia recurrieron al fácil sofisma de que “no había de qué preocuparse ya
que esos crímenes eran entre bandas
rivalesy por consiguiente el ciudadano
nada tenía que temer”. Rápidamente la
espiral de crueldad y sevicia nos comprobó que no era cierta esa disculpa ya que
rápidamente los derechos del ciudadanofueron descaradamente atropellados. Me refiero al derecho a circular
libremente, al derecho inalienable a vivir sin temor, al derecho a la vida
comunitaria. El ciudadano fue abandonado a su suerte antela desmedida capacidad de intimidación de las fuerzas del mal, desaparecieronel espacio público, la cultura de la noche, en una medida tan
trágica que nunca, en laaparente paz
que siguió,fuimos capaces dehacerla crítica sobre el significado
de ciudad,sobre lo que el sufrimiento de las familias destrozadas
supuso hasta convertirse en cicatrices que cada ofendido disimula con ese pudor
que caracteriza al justo. La mayor tarea
a cumplir por parte del Gobernante de una ciudad no es otraque la
recuperación de los espacios para la
vida cotidiana pues es desde la vigencia del intercambio social desde donde podrán cobrar significado los planteamientos sobre planificación, esparcimiento, educación ya que solamente así tendrán justificacióntambiénlas obras públicas y podrá
pensarse en enfrentar debidamente a la
nueva patología social.Esto supone la tarea de derribar las murallas que se
oponen a lapluralidad social, a la existencia de una ciudad mestiza, recuperando la intensidad cívica de la vida agredida de lacomunidad y oponiéndose al terror que se ejerce contra la ciudadanía. Es lo que llamamos un
proyectourgentepara una ciudad más compleja, más desgarrada,
brotada de la presencia de distintosactores ya que lo que puede venir con las nuevas agresiones al
territoriourbano es lo queLoic Wacquant señaló en sus extraordinarios
estudios sobre el gueto o sea el hecho palpablede que los guetos se hanconsolidado como “otras ciudades” respecto a la
llamada ciudad del progreso y de este modo muchos de estosterritorios permanecen bajo la autoridad impuesta por las
organizaciones criminales e incluso puede hablarse hoy de que esas otras ciudades dentro de la ciudad están en guerra abierta contra
la ciudad como lo comprueba la
inseguridad creciente. ¿Qué podría suceder en una tierra de nadie determinada
por las fronteras invisibles y bajo la economía impuesta por estas
organizaciones? Es lo que Bernardo
Cechi califica como la “injusticia espacial” que en nuestro caso se expande,
además, por las terribles desigualdades que
crean las alianzas del dinerodel narcotráfico con la nueva especulación
inmobiliaria, lo cual supone la fatal desaparición de la posibilidad de controlar y
racionalizarel crecimiento desmedido,
las invasiones dirigidas, mientrassilenciosamentese tugurizan calles y espacios de la ciudad tradicional que
al carecer de protección son infiltrados por estos nuevos y desafiantes poderes. ¿Han visto desde el aire el anillo de
miseria que rodea a la Cartagena turística? ¿Han visto la miseria y la
exclusión de Ciudad Bolívar? ¿Han visto la apabullante miseria delTerrón Colorado caleño?Bajen la mirada porque todolo
que rodea a Medellín sonestas ciudades secuestradas y para siempre en obra negra. Por esto las publicitadas “obras de progreso” no pasan deser maquillajes puntuales.