sábado, 16 de febrero de 2019

SOBRE LAS RÉMORAS / Darío Ruiz Gómez


SOBRE LAS RÉMORAS

Darío Ruiz Gómez

Las redes sociales han ido depauperando el lenguaje, aniquilando la riqueza de nuestra lengua hasta colocarnos en el terreno donde ya es casi imposible definir lo que es intangible. De pronto recordé la palabra rémora y las connotaciones que de ella se desprendían al indicarnos el alcance de una actitud fincada en el incalificable hecho de convertirse en  un peso muerto en una sociedad. Las rémoras que en la vida de una nación se convierten en el obstáculo para  que cualquier proyecto tenga una feliz culminación, socavando con  su negatividad  las posibilidades de  todo  intento de renovación política. Las rémoras del colegio torpedeaban  con su indolencia  la nobleza de los objetivos del conocimiento, las rémoras que enquistadas  en la estructura burocrática del Estado impiden que los proyectos  de un gobierno tengan el debido proceso. La rémora es un pez que vive de las sobras de los otros peces, sin hacer esfuerzo alguno. El “vivo” o el avivato  (a)  es  la rémora que actúa desde las sombras convertido   en  comodín al uso de los distintos grupos  en una  democracia  enfocada, con su concepto  de mayorías,  como  un problema de estadística, como recuerda Borges, y no de pensamiento social. En medio de este clima equívoco  la rémora sacará  partido a su mediocridad  y como nunca ha discrepado con nadie, pasa de arrastre de gobierno en gobierno, de directorio político en directorio político sin que nada le pase. ¿Qué le ha aportado al país el Dr Fernández de Soto?¿Su exquisito trato diplomático en reuniones de alto turmequé? ¿Qué le ha aportado al país Maria Emma Mejía? Pero ahí, imperturbables, pasan  de uno a otro alto puesto. Y si examinamos Concejos, Asambleas, nos asombraremos  al descubrir que orondos ediles o diputadas  han estado  repantigados  durante veinte años sin aportar nada en tanto que  sus bienes pecuniarios  han aumentado desproporcionadamente mientras pueblos y ciudades han ido profundizando  su problemática hasta reventar  en manos de especuladores  y corruptos.

¿No es este abrumador peso muerto,  de vivos y vivas amparados por la burocracia de los llamados partidos políticos , degradados  ad infinitum por la mermelada santista, el mayor obstáculo para que pensemos en un nuevo país?  Los mayores y más fervientes defensores del oficialismo  santista fueron los sublimes nombres de Efraín Cepeda y Hernán Andrade arquetipos de la rémora. Pero la rémora no alude solamente a los politiqueros de derecha, a esos representantes que nunca levantaron la voz en una sesión para proponer algo y continúan trabajando para sus caciques  sino que es la misma izquierda – derrotada por su incapacidad de repensarse-  la que  en la “postguerra”  debe  abocarse   a sus propias rémoras instaladas  en la burocracia  donde  han terminado por aburguesarse  vergonzosamente. ¿Qué aporte sobre el país le debemos a Iván Cepeda, a Aída Avello, a Carlos Romero, a Kalmanovitz, a Claudia López, a Sanguino? ¿Quiénes son los Verdes y porqué su silencio ante los gravísimos  atentados del ELN al medio ambiente?  Cuando el discurso político se reduce a repetir slógans ya desacreditados  se termina por caer en esa tautología donde cada cual cree que habla a los demás cuando en realidad sólo están emitiendo  vacío. Reducir hoy lo que fue su supuesto  proyecto revolucionario  a una andanada  de  simples  denuncias  sobre  problemas puntuales ,  únicamente  conduce a acelerar su esterilidad mental, a disfrazar su fracaso con   el tic de una demagogia  inane  y a ser parte, tal como hoy lo son,  de la inercia general de nuestra vida política  donde se confunden desfachatez  y  arribismo social. P.D Al reducirse el lenguaje crece la estupidez.

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