SOBRE LAS RÉMORAS
Darío Ruiz Gómez
Las redes sociales han ido depauperando
el lenguaje, aniquilando la riqueza de nuestra lengua hasta colocarnos en el
terreno donde ya es casi imposible definir lo que es intangible. De pronto
recordé la palabra rémora y las connotaciones que de ella se desprendían al
indicarnos el alcance de una actitud fincada en el incalificable hecho de
convertirse en un peso muerto en una
sociedad. Las rémoras que en la vida de una nación se convierten en el
obstáculo para que cualquier proyecto
tenga una feliz culminación, socavando con su negatividad
las posibilidades de todo intento de renovación política. Las rémoras
del colegio torpedeaban con su
indolencia la nobleza de los objetivos
del conocimiento, las rémoras que enquistadas en la estructura burocrática del Estado
impiden que los proyectos de un gobierno
tengan el debido proceso. La rémora es un pez que vive de las sobras de los
otros peces, sin hacer esfuerzo alguno. El “vivo” o el avivato (a) es la
rémora que actúa desde las sombras convertido en comodín al uso de los distintos grupos en una democracia enfocada, con su concepto de mayorías,
como un problema de estadística,
como recuerda Borges, y no de pensamiento social. En medio de este clima
equívoco la rémora sacará partido a su mediocridad y como nunca ha discrepado con nadie, pasa de
arrastre de gobierno en gobierno, de directorio político en directorio político
sin que nada le pase. ¿Qué le ha aportado al país el Dr Fernández de Soto?¿Su
exquisito trato diplomático en reuniones de alto turmequé? ¿Qué le ha aportado
al país Maria Emma Mejía? Pero ahí, imperturbables, pasan de uno a otro alto puesto. Y si examinamos
Concejos, Asambleas, nos asombraremos al
descubrir que orondos ediles o diputadas han estado repantigados
durante veinte años sin aportar nada en tanto que sus bienes pecuniarios han aumentado desproporcionadamente mientras
pueblos y ciudades han ido profundizando
su problemática hasta reventar en
manos de especuladores y corruptos.
¿No es este abrumador peso
muerto, de vivos y vivas amparados por
la burocracia de los llamados partidos políticos , degradados ad infinitum por la mermelada santista, el
mayor obstáculo para que pensemos en un nuevo país? Los mayores y más fervientes defensores del
oficialismo santista fueron los sublimes
nombres de Efraín Cepeda y Hernán Andrade arquetipos de la rémora. Pero la
rémora no alude solamente a los politiqueros de derecha, a esos representantes
que nunca levantaron la voz en una sesión para proponer algo y continúan
trabajando para sus caciques sino que es
la misma izquierda – derrotada por su incapacidad de repensarse- la que en la “postguerra” debe
abocarse a sus propias rémoras
instaladas en la burocracia donde
han terminado por aburguesarse vergonzosamente. ¿Qué aporte sobre el país le
debemos a Iván Cepeda, a Aída Avello, a Carlos Romero, a Kalmanovitz, a Claudia
López, a Sanguino? ¿Quiénes son los Verdes y porqué su silencio ante los
gravísimos atentados del ELN al medio
ambiente? Cuando el discurso político se
reduce a repetir slógans ya desacreditados se termina por caer en esa tautología donde
cada cual cree que habla a los demás cuando en realidad sólo están emitiendo vacío. Reducir hoy lo que fue su supuesto proyecto revolucionario a una andanada de simples denuncias sobre problemas puntuales , únicamente conduce a acelerar su esterilidad mental, a
disfrazar su fracaso con el tic de una demagogia inane y
a ser parte, tal como hoy lo son, de la inercia
general de nuestra vida política donde
se confunden desfachatez y arribismo social. P.D Al reducirse el
lenguaje crece la estupidez.
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