UNA OPOSICIÓN DE CLICHÉ
Darío Ruiz Gómez
Fácilmente cualquier grupo o Partido político
puede perder la cordura y caer inevitablemente en la caricatura de sí mismo
tal como ha sucedido en Colombia con los llamados Partidos tradicionales, con
la izquierda estalinista. La cordura señala siempre la permanencia de la
racionalidad en las propuestas políticas
ante el desorden y el caos imperante o como debería suceder en nuestra actual situación, frente
al vacío que se ha abierto ante el ripio
de todas esas retóricas bajo las cuales se ha disimulado la
relajación de unas costumbres y de un
léxico político convertidos hoy en mera fraseología electorera. El
Liberalismo, lo sabemos desde Stuart Mill hasta Isaiah Berlin o Rawls no se explica sin la carga crítica que
lo ha alentado históricamente a oponerse
a todos los totalitarismos
o sea a la falta de cordura en el ejercicio de la
política. Nadie ha sufrido en la historia tanta persecución como
el defensor de las libertades que
se opone a la falacia - que tanto seduce a los débiles mentales - de que es más importante el pan que la
libertad. Con lo cual queda al descubierto otra característica de quienes atentan contra la cordura: volverse ciegos, mudos ante el sufrimiento humano optando por la boba
fraseología simplificadora de reducir las causas de la violencia a “enfrentamiento
de narrativas”, de que “Duque no ama la paz negociada
porque no le permite sacar adelante la narrativa de victoria” reduciendo pues la necesidad del discurso de la Oposición, a meras denuncias puntuales, sin contar con un proyecto político coherente para el país. Ser liberal significa creer en la necesidad permanente de
construir democracia lo que,
paradójicamente, equivalió durante los sombríos años de la tiranía reciente,
a ser parte de una minoría
silenciosa, por que pedir cordura a quienes debieron mantenerla en defensa de los valores de la República, supuso ser
anematizado por el supuesto delito de considerar
que la conquista de la paz no se consigue arrodillándose ante el enemigo,
estratagema a la cual se prestaron los arribistas y los chaqueteros, esos que callaron ante la
tragedia de Venezuela y ahora aparecen
como los oportunistas denunciadores de Maduro. La “explicación” - y no la abierta
condena - de un crimen, lo que busca es
la neutralización moral de esta infamia. Como señaló Arcadi Espada, entrevistar a un asesino supone preguntarle por los crímenes que ha cometido y
no reducir la conversación a anécdotas
banales. ¿No vieron en t.v la amañada entrevista
en la Habana con Pablo Beltrán en la
cual nunca se le preguntó por el asesinato de 21 adolescentes , ya que lo que está en movimiento – triste
complicidad la de algunos jerarcas
católicos- es el intento de que la justicie olvide la oscura violencia contra la
ciudadanía por parte de este grupo de
malhechores? Si acepto el terrorismo
niego la existencia del Otro, si acepto la matanza como argumento para reanudar
unas “conversaciones” acepto entonces que el terrorismo está por encima de la
justicia y el verdugo por encima del juez. El gobierno español se negó siempre
a dialogar con la ETA y ésta terminó
por aceptar que debía renunciar a la
lucha armada. Mediante el severo castigo a estos criminales se le puso límites
al terrorismo. Dialogar supone implícitamente el reconocimiento de un interlocutor, y, un asesino, un terrorista nunca pueden ser considerados como interlocutores de la ley y la justicia. Difamación, complots de apartamentos de soltero, babosos twiter, constituyen la brutal reacción de
gropúsculos de conspiradores que carecen de la calidad intelectual necesaria para construir los
argumentos que deberían brotar de un
conocimiento y un amor hacia el país que todos debemos sacar adelante. PD. La
corrupción en el caso de Hidroituango la
puso de presente el nombramiento de una burocracia ineficaz e ignorante.
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