viernes, 29 de abril de 2016

Dos poemas / Jedako Jauri




Dos poemas /

Jedako Jauri


El caminante penetra con sus pies
el corazón crepitante del mundo,
su cuerpo al viento es una llama que tiembla
y nada en la sangre ardiente del exilio.
Camina con los ojos heridos
tras el sol perdido de las noches,
Piensa y muerde el fuego
como una víbora alada.
Cruza los desiertos de gente,
y embriaga su sed
con silencios alicorados.
El hambre lo acecha al lado de la senda,
el caminante siempre espera ser devorado,
es asesino de sí y del tiempo
y abrasa con furia la vida que lo embiste.
Recorre otros cuerpos
y se despide con un puente y un olvido,
y recoge almas como piedras
que guarda en el bolsillo,
por si acaso lo alcanzara
un deseo vestido de muerte
volcarlo todo en el vacío.
La tierra deja de girar
a cada paso del caminante...
Él prolonga su camino...


...
...



El silencio se embriaga todo de noche y un halo azul amargo rodea a esa luna maldita... ¡Pobre luna!...
No importa el lugar, mi alma me arrastra con el resto de sus maldiciones... ¡Mi pobre alma ebria de nada!, estos latidos huecos son tus pasos saltando terrazas con el firme temor de un zanquero, vas tragando saliva, buscando verdades en alguna botella y yo que siempre te espero en las madrugadas soy la carne pueril de tu bohemia... De tus peleas a la salida tengo las cicatrices, de tus placeres de calle guardo tus desamores y hasta de tus resacas interminables siento yo la naúsea... Que por tus uñitas tan afiladas llevo roto el vestido, por eso siempre me encuentras desnuda con papel y tinta en mano remendándome la piel con retacitos de palabras, mientras miro por el espejo a ver si apareces con la mirada perdida y melancólica y la garganta ya seca... Te espero, porque sé que vendrás sedienta otra vez y alguna noche ya te habrás bebido toda mi agua, entonces mi pobre alma maldita, habrás de lamer tu propia herida...

W. SHAKESPEARE MÁS ALLÁ DEL 23 DE ABRIL: BREVE MIRADA. / Raúl Mejía



W. SHAKESPEARE MÁS ALLÁ DEL 23 DE ABRIL: 

BREVE MIRADA.

Raúl Mejía.

Todos, de una u otra forma, hicimos parte de esas infaltables “Semanas del Idioma” en escuelas y colegios, todos. Obligatorias carteleras, extensas ceremonias a cargo de los docentes de humanidades y la inevitable alusión sobre Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. Incluso desde pequeños la observación de ese par de rostros, rostros que incluso son discutibles por las difusas imágenes que de ellos quedaron: “Don Quijote, Sancho, Romeo e incluso el desconcertado Hamlet” emergían como algunos referentes de dicha celebración. Este año contiene un “plus” más, es el cuarto centenario de la muerte de estos genios de las letras. Y aunque ahora se quiera centrarse en el dramaturgo inglés, el paralelismo con su contemporáneo español es absolutamente increíble.

Cuatro siglos de vigencia de ambos han exigido y traído consigo acumulaciones desbordadas de estudios, alabanzas y búsquedas de lo que sea que aporte para mantener al día sus obras, influencias y singulares registros que tuvieron en vida. Hombres muy del común, de escaso abolengo y de devenires matizados de angustia y no pocas dificultades, construyeron hitos ya eternos en la literatura universal.

Shakespeare, en retrospectiva, simboliza –también- ese avance de la cultura e idiosincrasias británicas, hasta convertir a Inglaterra en uno de los imperios más poderosos de la historia y, cual “Mesías”, genera un antes y después en la escritura de su país. Le regresa al teatro su lugar e importancia, un tanto dejados en el olvido tras siglos de distancia entre el renacimiento y la antigüedad clásica greco-latina. Conmociona con su genialidad e impulsa a su idioma a una difusión global.

Hace poco apareció un ejemplar de aquel “First Folio”, algo así como la edición de sus obras completas. Este suceso, feliz para estas fechas, recrea uno de los detalles que ha servido para sostener y enriquecer la vigencia de Shakespeare, llevándolo a competir con figuras célebres del momento. Afortunados sus lectores que al cabo de pocos años de su muerte (y salvo la pérdida de un par de trabajos) se haya editado las obras que de él conocemos, de no haber sido así la posibilidad de que en el tiempo se hubiesen perdido un sinnúmero de tragedias, comedias y otros –como lo ocurrido con Esquilo, Sófocles y aún con otro de sus contemporáneos, Lope de Vega- habría sido catastrófica. Ahí están sus títulos, legado e incluso las bases de su leyenda.

La biografía de este genio, al menos de lo que se conoce, revela a un sujeto de prontas aventuras y de azares que no parecieran conducirlo a la fama e importancia que hoy se le concede. Se casa bastante joven, es padre tempranísimo y antes de dedicarse a la actuación y a la escritura, se presume en él a un personaje muy del común, activo y escasamente culto. De nuevo otra singular semejanza con Cervantes, si hasta parecen gemelos apenas separados por el “Canal de la Mancha” ¿Qué tanto de lo acaecido en él al tratar de ganarse la vida y conllevar una familia, le generó la capacidad para dedicarse a actuar y aún más, para convertirse en el símbolo máximo del teatro y de la escritura de Occidente? Es un festín hipotético para sus biógrafos y expertos, sumándose periódicamente conjeturas y hallazgos.
Sin embargo, no es allí donde debemos, si se quiere, establecer contactos o roces con él; hay que ir a lo escrito. Durante tres siglos el espacio común y más popular para acceder a él era, por supuesto, la sala de teatro. (Honestamente habría admitir que leer obras de dramaturgia no es la lectura más placentera, la disposición de los diálogos y parafernalias dramáticas hacen de este ejercicio algo árido para no pocos. Salvo que seas, obviamente, actriz, actor o director de escena.) Ya desde fines del siglo XVI, en aquel famoso “The Globe” y en vastitud de escenarios del planeta, se hicieron propias e íntimas caracterizaciones como las de Hamlet, Macbeth y muchos, muchos más. El cine y la televisión, gracias a su capacidad de acceder a multitudes, han hecho de Shakespeare casi que el mejor de sus libretistas. La monárquica e inglesa “BBC” grabó buena parte o la totalidad de sus tragedias y comedias; quienes ya contamos con varias décadas de existencia rememoramos –en blanco y negro- varios episodios de esta multinacional programadora de imágenes, doblados y traídos a Colombia en esos años setenta y ochenta del siglo pasado. Pero es el cine, tal vez, el que ha dimensionado más la riqueza argumentativa del bardo inglés. Suele decirse que interpretar a Hamlet es, quizás, el mayor reto para cualquier actor. Personalmente no he visto la interpretación de uno icónico como “Sir Laurence Olivier”, pero sí la de Derek Jacobi (el de “Yo Claudio” y otros títulos made in Hollywood) y del más cercano Mel Gibson. ¡Hombre!, han de ser muchos más y el que apenas mencione a estos actores, no demerita otras y seguramente magistrales actuaciones. “Romeo y Julieta” es, de lejos, la más masivamente conocida de sus obras, no la mejor, aunque es irrelevante y subjetiva la cualificación de sus títulos. La impactante tragedia de este par de enamorados, la rivalidad fatal de sus familias y la muerte de ambos, cumbres de la intolerancia y de lo romántico, pero no desde lo trivial, sino desde lo más profundamente humano. Recuerdo que hace años, siendo docente de un colegio femenino, vimos la versión de esta obra con un actor que se encuentra entre los más citados de la actualidad: Leonardo di Caprio. No voy a entrar a criticar las calidades y cualidades de dicha versión, pero sí evoco los suspiros de las chicas ante él, más allá del rol que estaba interpretando. Y la formidable actuación de Al Pacino en “El Mercader de Venecia”, esa galería de vicios y de patologías de la humanidad. Añado una más, la deliciosa “Fierecilla domada”, en donde se lucen Richard Burton y la bellísima Elizabeth Taylor. El cine, la televisión, medios que han llevado a categoría de chiste o lugar común aquello de que: “prefiero ver la película que leer el libro”.

Es toda una estrella el genial británico, un “Superstar” ineludible. Avanzando un poco más, alejándonos de su sitial mediático, habría que tratar de preguntarnos y a sí mismo respondernos, el origen, los entramados de su permanencia, de su eternidad como referente de la cultura, de la vida misma. ¿Qué hay en sus obras que permite tantas identificaciones y a la vez evasiones del acontecer de los hombres?

La elaboración de metáforas y sobre todo de personajes es herencia que se acepta, delega y enriquece. Arquetipos del celoso, avaro, melancólico y obsesivo –entre otros-, se hallan en textos antigüos, sean religiosos o literarios. El gran arte y talento de Shakespeare está en dinamizarlos, mostrarlos al público, es decir a nosotros y desnudarlos, ejerciendo con ello incisivos movimientos de asepsia general. Ellos y nosotros somos iguales, solo que aquellos ejecutan diálogos, monólogos y soliloquios en abierta comunicación y confesión consigo mismo y a la postre con todos.

En tiempos de este maestro se han reducido o dejado de usar elementos como los coturnos y (quizás) de máscaras, propios del teatro clásico. Sobrevive aún la misógina prohibición de la participación de mujeres (uno de los argumentos de la discutible película “Shakespeare in love”). Las máscaras contienen su gestual ya diseñada, impresa y, por supuesto, definen de entrada el trasunto y la suerte del actor; ahora es el rostro el que debe adecuarse o, mejor, guiar su presencia escénica: lo podemos mirar, vigilar los movimientos de los músculos de su rostro, sus diversos rictus. ¿Es cuando, en verdad, se magnifica la actuación? Yo creo que sí, es una especie de profesionalización de los que se dedican a este oficio. Él mismo fue, no olvidemos, actor y lo imagino en papeles protagónicos como aquel primer Hamlet, Romeo o rey Lear.

Sería imperdonable no mencionar el comienzo del más famoso de todos los soliloquios o monólogos: “Ser o no ser, he ahí el dilema”. Cualquier comentario o interpretación adicional apenas si entraría a engrosar listados descomunales de ensayos y estudios alrededor del mismo. Hay que admitir que es la frase más famosa del teatro de todos los tiempos. La imagen que acude es la del desolado príncipe danés con una calavera. Hamlet es el símbolo por antonomasia del escepticismo, de la duda y en parte de la desolación sentimental que lo arrastra a sucesiones de muertes, entre ellas la de la suicida y desconsolada Ofelia.

Un detalle adicional en el universo Shakespeariano: la duda histórica sobre si él es el verdadero autor de sus obras. Ha sido una de las más fascinantes especulaciones incluso en vida del dramaturgo o al poco tiempo de su muerte. Para algunos no fue él el autor, es más, que tal vez ni existió. Curiosamente no es la primera vez que se duda no sólo de la autoría sino de la existencia misma, ya había ocurrido con Homero muchos siglos antes. Pero es, en resumidas cuentas, algo baladí. Que si fue su coterráneo Christopher Marlowe, Francis Bacon o un príncipe de la nobleza de entonces… Es menos contundente esta sospecha que la aceptación unánime del Shakespeare histórico y asombroso dramaturgo. (En donde no hay duda es sobre su autoría de buen número de sonetos y de otros poemas extensos: fue, además, un notable poeta, pero su trascendencia como dramaturgo ha opacado su faceta de lírico) Surge con lo anterior otra curiosa similitud con su par español Cervantes: a raíz del éxito de la primera parte de Don Quijote se publica una, digamos, prolongación de ésta de manera apócrifa, queriendo ridiculizar a ese emergente símbolo de aventuras y de relatos de viajes del viejo y enajenado manchego y con ello, de alguna forma, poner en duda la autoría de Cervantes. Es la maleza esperada e inveterada de los envidiosos, de los gratuitos detractores que intentan distorsionar la grandeza de obras inmortales.

Con autores así es perdonable el uso abusivo de superlativos y de retóricas grandilocuentes, por muy exageradas que parezcan. Es el elogio generacional que se siente ante hitos del arte como las “Pirámides”, la “Mona lisa”, “la Novena Sinfonía de Beethoven” etc. O ante manifestaciones sublimes de la naturaleza y del cosmos. Ante ellos el desborde de asombros estaría matizado por sonoros y emotivos adjetivos. Por supuesto que, ante la exponencial eclosión de novísimos héroes, lecturas y evoluciones de lo escrito y de la cultura en general, existe la probabilidad, también, de que se presenten patéticos iconoclastas para quienes Shakespeare, Cervantes y otros genios de la literatura y del arte universal, vayan quedando relegados. Nada es imposible ante la corrosiva masificación de la frivolidad llevada a cotidianidades demenciales…


jueves, 21 de abril de 2016

Cabrera Infante entre el exilio y la disidencia / Víctor Bustamante



Cabrera Infante entre el exilio y la disidencia

     
Del tirano di todo, di más”.
José Martí


Para Zoé Valdés

Víctor Bustamante
                       
Dos instancias, la disidencia y el exilio, definieron con hierro a Cabrera Infante durante los años de su vida en Europa cuando decidió alejarse del rumbo que tomaba la Revolución cubana, entonces el tirano con sus influencias al otro lado en el llamado viejo continente, en ese momento oscuro en algunos países, impidieron que le dieran asilo en España. Por esa razón debió irse a vivir a Londres, a Gloucester Road, ese lugar donde pensé escribirle para enviarle mi solidaridad pero que nunca lo hice para mi eterno remordimiento. Luego vendría un largo silencio sobre su obra. Un largo olvido parecía aflorar sobre su presencia, salvo algunos artículos leídos en El País de España y en Letras Libres de México, pareciera que se lo hubiera tragado Londres con su niebla a bordo, pero en realidad era la persistencia de la mala izquierda internacional que lo boicoteaba para impedir que ejerciera no solo su labor literaria sino esa que aparecería con una contundencia mayor, el ser el gran crítico de Castro y su utopía, visible en sus ensayos reunidos en Mea Cuba.  

Ese ninguneo persistiría por una razón de peso, a los medios habían llegado los que nunca podría llamar intelectuales de izquierda que así fracasaban con toda su retahíla cínica sobre el establecimiento y sobre criticas al imperialismo, al recalar en los sectores más conservadores de los medios, donde le cobraban con discreción pero con todo su odio a Cabrera el ser disidente, como si los pésimos giros de la izquierda no debieran merecer una crítica. Estos fundamentalistas, periodistas y escritores, callaron en Colombia y en muchos países de Latinoamérica porque les molestaba su castrismo escolar y en su dogmatismo la crítica de Caín el daño que el tirano le forjaba a ese país, a la bella isla de Cuba, llegando llamar a Cabrera Infante, “gusano”, cuando él lo que hacía era abrir los ojos sobre ese estado de cosas allí, en el país de un solo periódico, sin elecciones libres, con miles de exilados, y que luego el internet, revelaría los juicios sumariales de la tiranía en pos de apoderarse de un país, como si fuera su hacienda, con sus ideas desusadas, con el negro fascismo de izquierda que en Latinoamérica nunca se criticó sino por unos pocos. Luego, Cabrera Infante en el colmo de su talento escribió un libro en inglés, Holy Smoke.  Creímos que nunca lo leeríamos hasta que fue traducido como Puro Humo. De Cabrera supimos por ese correo de las brujas, los escasos periódicos que lo tenían en cuenta, que realizando el guion de Bajo el volcán llegó al paroxismo y debió ser internado en una clínica y le debieron ser aplicados choques eléctricos. Mientras tanto los llamados intelectuales de izquierda mas adictos al poder y arrodillados hasta el colmo de callar ante los crímenes de la dinastía castro y admitiendo un Che chic que se desinflaba, callaban. No sé si habían leído Retrato de familia de Carlos Franqui. O si callaban y decían una de esas frases bizarras, “Llevo a Cuba, a la Revolución en el corazón”, pero en su corazón negro, les digo. Uno de ellos en el colmo de su ignorancia al referirle los crímenes del Che, decía que eran necesarios, y aún más necesario era la muerte de esas personas, los cubanos contrarrevolucionarios. Ahora también develaba el asesinato de estado de Camilo Cienfuegos. Pero a la Revolución y su guías, los Castro que hundían un país por sus mentiras, lo justificaban con su silencio, y la zanahoria venenosa de los premios de Casa de las Américas que callaba a muchos intelectuales latinoamericanos.

Decía que su presencia desapareció casi por completo. Solo de vez en cuando en algún diario mencionaban su reclusión en el hospital mental, solo algún momento de él, no su vigorosa presencia, su contrapunteo al mal gobierno de su país, hasta que le fue otorgado un reconocimiento loable: el Premio Cervantes en 1997, por la otra España. De ahí esa voz poderosa allanaría un camino para ser reconocido en toda su dimensión: ser el más grande escritor de Cuba. De ahí que luego leeríamos las deliciosas crónicas de Vida Para leerlas (1998), Todo está hecho con espejos (1999), lo que nos daba la idea de que el escritor no se ha había recluido en el silencio sino que mantenía el pulso de su escritura.

Pero estoy refiriéndome a lo que pasaba en el exterior, no a lo que relataría Cabrera desde el interior de su vivencia, un libro que mantenía guardado en un sobre sellado. De ahí que, Mapa dibujado por un espía, sea un libro clave para entender la exclusión de que ha sido objeto Guillermo Cabrera Infante para tenerse que ir de Cuba. La novela, publicada en forma póstuma por cierto, indaga su regreso a La Habana desde Bélgica para los funerales de su madre, y la fúnebre sorpresa es encontrar una Habana disminuida y gris, porque la revolución se ha apersonado de la vida nocturna de la ciudad, y para fortalecer ha llegado al oprobio y cinismo de formar los llamados guardias de la revolución que no es más, que los espías que vigilan de todas maneras posibles a sus vecinos, convirtiéndolos en chivatos para así obtener favores mínimos, mientras las prisiones eran atiborradas con sus críticos junto a toda calaña gansteril. Solo algunos amigos se han mantenido fieles a Caín, otros deben de hablar en voz baja para mantener su equilibrio político y otros definidamente se han perdido en pos de ese comunismo tropical, que arrasaría a la isla hasta llevarla como hoy al gran fracaso económico político y social. Y no solo eso: crearían la oficina de Lacras Sociales donde todo disidente sería llevado a prisión. Cuba que era uno de los países más internacionales, es ahora casi una provincia. Ese es el legado de sus administradores.

Además a nivel de escritura, del sello de su prosa deslumbrante, esta adquiere distancia frente a lo percibe. Ya no es el testigo presente sino el distante de la tercera persona quien narra, como si al escribirlo de esa manera indirecta borrara todo aliento literario por la sorpresa y conmoción que le causa llegar a un país donde ya se le considera casi un enemigo sin saber la razón. Se ha dicho que este libro es descuidado, que no es Caín en estado puro. No, la eficacia de este libro es precisamente dejar el tono literario que en apariencia se pierde porque es puro Cabrera Infante en todo. Solo que esa distancia es debido a la nostalgia precisamente ahí en sus mismas calles, en sus mismos sitios de esa ciudad que se escabulle a la vista de todos pero que nadie, sino él, no quiere que se pierde en su memoria.

Así que mientras espera que Roa que lo roe con su indiferencia y se le esconde en su oficina, el escritor regresa y cuenta, para obviar la demora de su salida lo que son las calles solitarias para el cazador furtivo con un destello: las mujeres. Alguna vez él decía en una entrevista, que el laberinto del mujeriego es el matrimonio. Así, Aurora Iniesta, Leonora Soler, Ernestina Linares, Luz Divina, Alicia Vals, y sobre todo Silvia, van tejiendo ese carácter femenino que le dará compañía mientras él se sume en una larga  espera ya que no lo asignan para su cargo en la embajada en Bélgica sino que ante el giro político más radical de su país, y ante el temor, deba buscar la necesidad de irse antes de que lo confinen por algún delito que él no conoce, mientras su esposa Miriam, con la fidelidad de Penélope no en la guerra sino en su existencia solitaria, lo espera en Bruselas.
Así, el escritor, echa de ver que en pocos años la ciudad ha cambiado, así como sus amigos, sin olvidar que en política no hay amigos. En su última permanencia ya no existe la fiesta ni la vida vigorosa, nocturna, como en TTT, ni el deseo de irse a cine como en La Habana para un Infante difunto. La atmósfera se hace pesada y solo le queda la opción de evadir ciertos amigos, de enseñorearse en la desconfianza total, ya que no se sabe cuál de ellos lo difamará con su vileza, así como hicieron muchos poetas conocidos, y otros amigos convertidos en funcionarios públicos para ganarse los favores del tirano.

Así como comparte con su familia, así como asiste a encuentros con sus pocos amigos, así mismo indaga la posibilidad de irse lo más rápido posible yendo a las oficinas del ministerio donde busca una cita con el ministro Roa, que a cada paso se prorroga como si asistiera a la persistencia de aplazamientos donde la burocracia asiste a su ceremonia más sagrada, ser ineficiente a propósito, ser selectiva con los caídos en desgracia como Gustavo Arcos, su amigo, y él mismo. El espionaje y el chisme obtienen su carta blanca para degradar a quien se desee desde las altas esferas para sacar de su circulación cualquier oponente solo para consolidarse la fracción dominante.  Barbarroja, uno de los poderosos, añade que de ahí Caín nunca saldrá. Pero si el escritor aún no puede salir, lo ensombrece una persecución falsa como siempre hace el totalitarismo. Ese regreso a La Habana fue así mismo su deseo de irse, de huir así los trámites fueran demorados. Cuando por fin se le entrega el pasaporte, incrédulo, no siente confianza hasta que el avión sale de la isla, sin sospechar que nunca regresará a La Habana, pero en sus libros está ahí La Habana, perenne y llena de vida. La que vio y vivió Caín.

Hay un destino aciago de Cabrera Infante casi similar a Nabokov, ambos debieron irse de su país, ante le llegada de una revolución que pretendió arrastrar iniquidades anteriores disfrazadas con cierta compasión con el ser humano, y, antes, por el contrario, terminó golpeando a sus ciudadanos que no creían en sus imposiciones. Paradójicamente uno de los libros que lee Guillermo Cabrera en su eterna espera es Risa en la oscuridad de Nabokov.

A pesar de haber sido un apoyo al inicio de la Revolución luego fue enviado a Bruselas como una manera de alejarlo del gobierno que se consolidada traicionando a las otras facciones que eran cercanas y compañeras de ruta. A Cabrera Infante solo le quedó una posibilidad irse, no quería ver la isla sometida al totalitarismo. Desde ahí su literatura cambió de una manera ostensible, la fiesta perenne que es TTT, se deslizó a ese intento de recuperar su ciudad, de ahí que desde La Habana para un Infante difunto, Puro Humo, Delito por bailar el cha cha, La ninfa inconstante, y Cuerpos Divinos consoliden ese tiempo recuperado a través de su escritura.

Así, Mapa dibujado por un espía, es el testamento de un escritor que iniciaba su exilio, al ser engañado por sus amigos de la Revolución que engañaron a todo el pueblo de la isla, de Cuba, con la propaganda de acabar con la dictadura anterior, la de Batista, pero se sumió en la desgracia total: una dictadura peor, el castrismo como la abyección política más triste de Latinoamérica.

Como colofón ante su exilio y disidencia como la única ética posible, surgen estas palabras de Cabrera Infante: “Hudson se ha dado cuenta de que el pájaro que canta no vino de la Argentina. Viene de su niñez y de sus sueños, desde el pasado. Ese pájaro llega, ahora lo recuerdo, de la añoranza y se llama nostalgia. Este pájaro (de su pampa, de mi sabana y de mí Habana, de las praderas, de los llanos, de las estepas europeas) puede oírlo cantar todo exilado en todas partes, siempre. Es el ruiseñor del emperador que regresa.”




sábado, 16 de abril de 2016

Los otros senderos de Rubén López Rodrigué



Los otros senderos de Rubén López Rodrigué

Víctor Bustamante


Escribir literatura infantil es un tema de mucha dificultad, ya que quien lo realiza debe meterse en la piel de aquellos a quienes les empieza a interesar el mundo de las letras, en cuanto se refiere a los universos de quien escribe para buscar atraerlos a lo inédito y a la creatividad. Además es una competencia difícil y menospreciada, por decirlo así, para arrebatarlos de la nueva adicción a la tecnología, disfrazada con los tics que se han convertido en una suerte de oasis para que los niños y adolescentes acampen en la promesa de lo último, y terminen sumidos como en una inercia y en la comodidad del no pensar que les agota su tiempo y los incorpora en la esterilidad total y sin imaginación. Una sola franja lo evidencia: los videojuegos. En este momento miles de niños y adultos, sus pares, repiten sin cesar y desesperanza la violencia, que en muchos casos entregan estos videojuegos, sin esperanzas de vencer un programa que los arredra.
Para vencer esta acedia llega el escritor de este género con unas buenas historias que de una vez pueden conquistar su presencia, es decir, llevarlos de su mano al terreno fértil de la literatura y convertirlos en futuros lectores; de ahí el acceder al empíreo de la reflexión, de la crítica. Quien escribe para niños o adolescentes sabe lo difícil que es caminar por estos terrenos minados, además por las dificultades en la concentración, la rivalidad de los temas y la trivialidad con que abordan a los niños y adolescentes que pernoctan y superviven en un mundo de una fantasía casi de especulación y con el calmante de no poseer un mundo propio, para invitarlos a empezar, a atreverse a cruzar caminos, riesgos que los libros entregan.

De ahí que cuando leemos los otros caminos creativos de Rubén López Rodrigué, al menos yo me quedo perplejo porque los temas para esa franja de muchos lectores, como son los mencionados chicos y adolescentes, es algo que escapa a lo previsible, en el sentido de que el escritor debe buscar seducir a sus lectores, indagar ese aliento que los subyugue. Rubén ha iniciado ese camino: sus tres últimos libros lo evidencian.

Rubén López Rodrigué ha transitado por las vertientes del psicoanálisis, ha dominado su lenguaje secreto, su entidad como una secta casi, las desmesuras de aquellos que se adentran en la siquis del otro. Con el tiempo dejó este tema, no sé si debido a la especulación, al carácter referido de secta por parte de los psicoanalistas, aunque ha colaborado en un libro colectivo para la Universidad de Antioquia al lado de connotados especialistas en la materia, pero con los días lo he visto más decidido por la literatura misma. Lo evidencia uno de sus textos, el cuento fantástico “Medio-Rostro”, y se cristaliza, hasta ahora, en el libro de relatos La estola púrpura, donde incursiona en el mundo de sus recuerdos en su pueblo natal Santa Rosa de Cabal y los retrotrae para darles ese lustre de perdurabilidad al convertirlos en presencia, que es esa lucha palabra a palabra, para que su infancia no se quede atrapada en ese espacio bárbaro donde la desmemoria deje pasar esos evento caros a sus vivencias, a sus observaciones.

De esa manera, no sé en qué momento Rubén ha decidido a lo mejor hacer un alto en su camino de escritor reflexivo, esperaba leer el libro sobre la mirada, al cual le ha dedicado tantos años, pero su creatividad se ha deslizado por el campo nunca verde de la literatura infantil con sus caminos sinuosos y llenos de dificultades. Leyendo sus libros no era presagiable que buscara otra opción en su esfera creativa; pero, poco a poco, a partir de su primer libro, ha ido consolidando esa fisura en su quehacer. Digo fisura por lo sorpresivo de un cambio de rumbo en ese sentido, al menos para quienes presagiábamos que seguiría por la metafísica del cuento fantástico, como en sus primeros cuentos, o por la inclusión de sus recuerdos como en La estola púrpura. Pero algo es cierto, los caminos creativos y oscuros del escritor son impensables.



En El carnero azul (2013), dedicado a Gandhi por su amor a los animales, es previsible la humanización que les dará a ellos en sus relatos. Un águila que decide devolver los polluelos robados. El mejor cuento es “La polilla” que come libros y al leerlos aprende de ellos, como si en ese proceso destructor encontrara cierto placer. A veces creo que este relato merecería una suerte de ampliación, ya que la idea es relevante. Esta polilla es algo extraña ya que se alimenta de los clásicos de la literatura infantil más conocidos, como si fuera una crítica de su autor a estos relatos que a veces magnifican aspectos como la bondad o la suerte de un mundo plagado de descortesías. Otro cuento, el que da título a El carnero azul, nos conduce a una utopía: la necesidad de revivir el carnero al ser necesario envolverlo en fibras de cumare, que por fin encuentran las hormigas rojas para reanimarlo. Así mismo cuando digo humanizar a los animales, desde su perspectiva lo logra al no contrariarnos, como si no fuera necesaria una moraleja sino la conclusión misma del lector. Rubén se aleja de toda moralidad para así acercarnos tranquilos y con cordura al texto.




Flor de lis en el País de la Mantequilla (2014) es el más poético de los tres libros hasta ahora publicados. La historia es sencilla, vista desde el lector, pero compleja para sus protagonistas. Una bruja se ha robado un niño, Andurín. Flor de lis, una abeja cautelosa y además llena de curiosidad, observa el evento y poco a poco decide buscar su paradero. Indaga hasta encontrar al Hada Peri que le da la potestad de liberar a Andurín. La abeja, amable y curiosa, se convierte en la gran guía, en la gentileza, en la generosidad, trasunto de la amistad, junto al deseo y a la sorpresa de mirar en cada uno de los capítulos el evento que sucede, así sea en el bosque de bambús, en el encuentro con los indios alfareros o en el tropiezo con el jaguar, hasta el rescate con final feliz.




En Gorito el abusón (2016) Rubén establece un colegio donde sus profesores y alumnos son primates. Es decir, una significación podría ser que sus personajes sean una suerte de trasunto del hombre en su primitivo estado de desarrollo mental, podría decir, de quien a pesar de la destreza tecnológica aun habita ese instante de la evolución humana. Al escritor situar el colegio con profesores, padres y estudiantes en ese estado, pienso en la posibilidad de decirme cómo el género humano, a pesar de las apariencias y del avance en muchos planos de la vida, ya sea material o espiritual, aún vive en un estado de salvajismo controlado, al menos en este texto, como si el autor nos dijera: Así defino al ser humano en un estado de poco desarrollo intelectual, y al mismo tiempo nos va a contar como en ese mismo estado ocurren los casos previsibles de matoneo, un momento de exclusión y de persecución entre los mismos adolescentes que entre las aulas viven en un mundo de aparente autonomía y de formación, el mismo que es masacrado por aquellos que persiguen y denostan a sus mismos compañeros. Por esta razón, Mono Albino se convierte en el estudiante que es perseguido, birlado y burlado por sus mismos compañeros al mando de Gorito, al menos por los violentos que le hacen la vida difícil, dándonos esa presencia del ser, así sea un primate intolerante y burletero. Pero, caso desusado, Mono Albino se va a estudiar a otra escuela donde se comporta de la manera misma como fue perseguido, y el líder de los condiscípulos que lo perseguía, Gorito Gorilón, cambia de una manera positiva, se transforma en un buen tipo, es decir en un buen gorila.


Cada una de estas historias posee un sustrato de realidad, como dice su autor, son vivencias que perduran como el racimo de uvas que dibujó en su infancia, y que se haya inscrito en su memoria, y que son la causa, a lo mejor, de que Rubén haya decidido rememorarlas a partir de estos escritos donde toca temas álgidos en el mundo infantil y que ahora comparte. No podría marcar con una etiqueta determinada sus libros precisamente dedicados a los adolescentes y su mundo plagado de dificultades, en este caso literatura infantil, porque como él mismo dice son cuentos para niños de 8 a 80 años. De ahí que, bien mirados, cada uno de sus libros posee la destreza y la claridad del reflexionar sobre la necesidad de un mundo ético, lejos de la intolerancia, de las falsas verdades, signados por el carácter del nuevo giro que Rubén le da a su creatividad y, sobre todo, a una mirada diferente, más humana y contemporánea a la literatura con tiempos de soñar.









Czeslaw Milosz sobre Simone de Beauvoir

                                                            Simone de Beauvoir by Art Shay, 1950


Czeslaw Milosz sobre Simone de Beauvoir


Beauvoir, Simone de. Nunca tuve contacto personal con ella, pero mi antipatía no ha disminuido ahora que ya está muerta y que su nombre desciende con rapidez hasta el reino de las pequeñas notas al pie. Se diría que esta antipatía hacia una dama que simbolizaba el gran mundo era algo inevitable para alguien que, como yo, procede de una provincia lejana. Alguien podría pensar que es el comportamiento propio de un palurdo ante una civilización refinada. Beauvoir se encerró tanto en el capullo de la cultura francesa que ni siquiera pudo imaginarse cómo se la veía desde fuera.

De las tres compañeras de clase de la École Normale Supérieure que se llamaban Simone —además de ella, Simone Weil y Simone Petrément— la Beauvoir estaba convencida de que era la más liberada, representando mejor que nadie «el discreto encanto de la burguesía» francesa. Jamás pude perdonarle su vileza y la de Sartre en la cacería que emprendieron contra Camus. Fue como el argumento de un cuento moral: un hombre recto, noble, veraz y un gran escritor a quien una pareja de supuestos intelectuales escupieron en nombre de lo políticamente correcto. Qué ceguera doctrinaria la suya al escribir una novela entera, Les mandarins, para intentar desacreditar a Camus, relacionando sus ideas con chismes sobre su vida personal.

Y ella, que se erigió en la voz más audible de las feministas. Eso no dice mucho a favor de las feministas. Siento respeto, e incluso debilidad, por aquellas mujeres que defienden a otras mujeres movidas por la compasión. En el caso de Beauvoir no era más que una moda intelectual. Una tía tonta.


CZESLAW MILOSZ, Abecedario: Diccionario de una vida, Ebookmundo.com (AQUÍ), traducción de Katarzyna Olszewska & Sergio Trigán, 1997, págs. 161-163

EL CRISTAL SPINOZA / Antonio Arenas Berrío




EL CRISTAL SPINOZA
(Una novela sobre la vida y el pensamiento de B. Spinoza)

Antonio Arenas Berrío


“Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de Jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de aquel que es todas sus estrellas”.

La novela “El cristal Spinoza”, del escritor, Juan Arnau, habla fundamentalmente sobre la vida y el pensamiento del filósofo Holandés Baruj Spinoza. El pensador de la teoría de los afectos, de la substancia (los atributos y los modos), del deseo como: “esencia del hombre”, de la potencia, del conatus, de la libertad y en especial el amor a Dios. El libro III de la Ética propone enfrentar el tema de los afectos, desarrollado en forma anterior en el Tratado Breve. Spinoza decía: Deseo, tristeza, alegría “fuera de estos tres no reconozco ningún otro afecto primario”. El libro de la Ética, es una teoría de las pasiones y las acciones alegres en detrimento de las tristezas. En la novela de (284), páginas se recrean asuntos como: su primer amor (el teatro), la expulsión de la sinagoga, el exilio de la Judería, el trabajo de pulidor de lentes, para telescopios, microscopios y otros instrumentos ópticos, se solazan los experimentos químicos con el nitro, el círculo spinozista, los amigos, enemigos, su muerte y su legado. Spinoza murió en enero de 1677 y en ese mismo año en el mes de noviembre salió a la luz el libro la Ética,  y en 1678, ya estaba condenada y prohibida  por el gobierno Holandés. ¿Cómo, es posible que un filósofo  que solo reclamó la tolerancia, fuera excomulgado, maldito y sus libros prohibidos? Es factible que una persona termine en un proceso judicial, pero como diría Deleuze: “lo más extraño que empiece con una excomunión y un intento de asesinato”. Recordemos que un fanático intentó asesinar a Spinoza y que su estigma es famosa dentro y fuera de la comunidad Judía. Panteísta (que todo es Dios), ateo (quiere decir que no hay Dios), materialista, “asesino de Dios”, he ahí todos los calificativos malditos para Spinoza. La sinagoga de Ámsterdam lo sentenció: “Serás maldito de día y serás maldito de noche”, ¿Cómo es dable que un filósofo que inspiraba tanta devoción, pasividad y una vida tan sobria fuera tratado de tal modo? Ser Spinosista, Spinoziano, constituye un mote peyorativo de una filosofía supuestamente atea y materialista. La filosofía de Spinoza es subversiva, fue rebelde en su tiempo, porque atacó todos los espejismos, supersticiones, mitos y creencias e ideologías de su época. Sus libros e ideas eran difíciles, atacaban las pasiones tristes que solo le servían a las jerarquías establecidas y los poderosos. Una de sus ideas es que todos: “Los hombres luchan por la esclavitud como si fuera su libertad”,   Los hombres y las mujeres perciben lo mejor y lo aprueban, pero eligen y hacen lo peor. La novela hace un breve recorrido por todos los acontecimientos y en especial destaca y ratifica lo que los filósofos de la antigüedad ya habían fijado y había desaparecido de la faz de la filosofía y enojaba a todos los judíos y cristianos.

Dios es causa inmanente de todas las cosas, todas las cosas desde los seres vivos a los minerales, existen en Dios y en Dios mueren. Spinoza usa la expresión Deus sive natura, Dios o la naturaleza, ambas cosas son iguales, Dios o el Universo.  Podemos decir que: Dios es igual a la naturaleza, Dios es igual a la sustancia. Ahora bien, Spinoza afirmaba también: Las pasiones es mejor comprenderlas que vituperarlas o vilipendiarlas. Sabemos pues que,  el amor a Dios, la libertad y la alegría son los fundamentos de su  Ética. Uno de los libros más difíciles, extraños y hermosos del mundo. La filosofía de Spinoza es la única que debe ser autorizada en su rectitud de ética, puesto que, su objetivo es la perfección y la felicidad del hombre. Todo consiste en una unión con plena conciencia entre Dios y la naturaleza. La ética es una física cósmica, donde el hombre es parte de la naturaleza cuya perfección radicará en la armonía del cuerpo y las pasiones. Porque el “cuerpo necesita para conservase, de muchísimos otros cuerpos, por los cuales está continuamente como siendo regenerado”. Lo anterior, vislumbra un juego de potencias, juego de fuerzas comunes de la naturaleza. La potencia es el poder mismo en su determinación, en un hecho, en el producir. Empero, el “hombre no es un imperio dentro de un imperio”. El cuerpo dispone de una potencia de obrar cuyo desarrollo aumenta o disminuye por las muchas maneras que puede ser afectado y estas afecciones son en un primer término efectos de las impresiones de los cuerpos entre sí y estas impresiones son trazos o huellas que un cuerpo exterior imprime o impulsa en el cuerpo humano. Los cuerpos no se distinguen por su sustancia, sino por sus movimientos y por sus composiciones. Habría que estudiar la composición de los afectos en el libro la Ética de Spinoza. Se tendría que observar las líneas, las superficies y los cuerpos. La filosofía de Spinoza invita constantemente a congraciarse con la felicidad. La alegría y la tranquilidad son propias del conocimiento alcanzado y lo que se busca es de perfeccionar en todo lo posible el entendimiento, la razón y la intuición. La Ética de Spinoza, es el  amor al conocimiento, poco o nada de dogmas e ilusiones. Por eso la felicidad concreta: “ No es otra cosa que el contento del ánimo que surge del conocimiento intuitivo de Dios y perfeccionar el entendimiento no es otra cosa que conocer a Dios, sus atributos y las acciones que derivan de la necesidad de su naturaleza. Por ello el fin último del hombre que se guía por la razón, esto es el deseo supremo del que se sirve para regir todos los demás, es el que lleva a concebirse adecuadamente a sí mismo y a concebir adecuadamente todas las cosas que pueden ser objeto de su entendimiento”. La filosofía vale para ser feliz y para derrotar la estupidez humana, la vida  solo se revive en la vida y la naturaleza y no hay que tenerle miedo a la muerte. Los hombres solo deberán aspirar a ser libres y aprender a moderar sus pasiones. “El hombre se cree libre pero, en realidad, está sometido y hasta avasallado por sus propias pasiones y las de los demás, especialmente las afecciones procesadas: religiosas y políticas”. Ahora bien, Bento Spinoza, por lo que sabemos de sus biógrafos y la novela “El cristal de Spinoza” de Juan Arnau, no lo turbó, la fama, la universidad (Heidelberg), el dinero, las mujeres. Su amor fue total al conocimiento y si se quiere al estudio de las pasiones. La ficción está constituida por (43) capítulos, diálogos y las referencias a algunos personajes determinantes en la vida de Spinoza. Los capítulos son cortos, exquisitos y comprensibles. Sobresalen en la novela los diálogos, en ellos se discuten los temas más importantes de algunas de sus obras y aparece el cristal de su filosofía, ese cristal: el infinito.  En la novela nos cuentan que el pensador Holandés adquirió un oficio, el oficio de pulir lentes para instrumentos ópticos. Para Spinoza la “Lente es todo aquello que concentra o dispersa la luz. Cualquier objeto puede cumplir esa función, el mar, una estrella, una persona, la piel del limón, pero se pueden moldear a su antojo”. La filosofía es una sana costumbre, un hábito, una forma de vida, no una creencia. Pensar y crear son una necesidad. La Ética de Spinoza, un libro elaborado rigurosamente, según el orden geométrico, un libro para pensar, un libro para vivir, un libro para ser libre. Spinoza dibuja un plan, labrar una lente, el infinito (así también lo entendió Borges), Spinoza fue un auténtico confidente de la naturaleza y con él, “la filosofía se hace cristal y con ella el mundo en su infinita complejidad adquiere hermosa geometría”. De ahí su búsqueda de una teoría que le permita entender la geometría del cosmos. Por eso la vida de Spinoza consistió en la: “Creación de cristales, los cristales se forman en la soledad pero pronto se adhieren a ellos otros formando agregados de cristales cuya compenetración impide el crecimiento irregular que acabaría por destruirlos: He ahí la amistad”. Amor dei intellectualis, el afecto más poderoso porque forma parte de la vida y de un poder liberador. El poder de los hombres descansa en la cantidad de verdad que es capaz de soportar, sin caer en la desilusión y que camine siempre hacia la alegría y la felicidad.

Además, el hombre está formado por un único principio natural dinámico e inmanente, combate y deseo y que se denomina conatus. Que representa el esfuerzo por perseverar en el ser y el entendimiento mediante el deseo. Empero, “Los seres ahora cristales, aprenden a reconocerse en el eterno cristal del infinito”. La novela deja entrever un método en Spinoza, pero no lo desarrolla, una lente bien pulida, mejor un cristal por medio del cual se puede reconocer la naturaleza. Por ello tenemos la filosofía de Spinoza o ninguna filosofía. La ficción es así una novela histórica- filosófica que recorre con atención a los avatares del siglo XVII, la vida de un filósofo holandés y la sigilosa idea no desarrollada en la ficción, de que, la esencia del hombre es el deseo. Lo que hay que pensar cuando se lee la Ética de Spinoza, es en una ética de la libertad humana y que al hombre lo gobiernan sus pasiones, y que el “El afecto humano es una pasión mientras somos causa inadecuada de sus afecciones”. Todas las pasiones experimentan la fuerza de existir o una potencia de obrar mayor o menor o igual a la existente. Baruj, Bento, Benedito; en esta novela el filósofo, es una rareza naturalista, un anómalo, un maldito, un hombre pobre sencillo y modesto, tolerante y afectuoso. Un verdadero filósofo de talla universal. En la novela existen varios capítulos interesantes, el oficio de tallador de lentes, el hereje, en el diálogo con Pieter Balling, Spinoza afirma una noción que es esencial en su libro la Ética y es planteada de la siguiente manera veamos: “Nosotros no apetecemos o deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que al contrario, juzgamos algo bueno porque lo queremos y lo deseamos”. Ese deseo, ese querer, ese esforzarse, está conectado con nuestro deseo y nuestras pasiones. En el bello libro de la Ética de Spinoza, existen tres afectos de los que derivan todos los demás: El deseo como apetito consciente de conservar su ser, la alegría y la tristeza como variables positivas y negativas del deseo. La declaración tajante de Spinoza: “Un afecto no puede ser suprimido, ni reprimido sino por medio de otro afecto contrario y más fuerte  que el que ha de ser reprimido” Asimismo, en Spinoza hay aseveraciones como: “El hombre no puede ser otra cosa que una parte de la naturaleza y no puede sufrir cambios que no sean los propios de dicha naturaleza, pues la naturaleza adecuada que los produce”. Deseo, afectos, pasiones, afecciones, apetito consciente, fuerzas, naturaleza, son asuntos de la filosofía de Spinoza que hay que leer en la Ética con detenimiento y minucia. Porque cuando observamos la naturaleza vemos que todas las cosas que la componen tiene algo en común. “Se esfuerzan cuanto está a su alcance por perseverar en su ser”.  Las plantas toman de la tierra los nutrientes, el aire, el sol, todo lo necesario para hacerse fuertes. Los animales hacen lo mismo. El hombre desarrolla múltiples actividades, unas simples y otras complejas: producir alimentos, estudiar, trabajar, recrearse, pasear, divertirse etc. Todas estas actividades para preservar en su ser. El esfuerzo de una cosa por perseverar en su ser, define así la esencia de la cosa, aquello que la distingue de las demás cosas, y de una manera llamaremos potencia, por la manera como la determina la naturaleza a obrar y existir. El esfuerzo, la esencia, la potencia de una cosa: “no implican tiempo alguno finito, sino indefinido”. Las experiencias enseñan que este esfuerzo lo realizamos toda la vida, en nuestro devenir, niño, adulto, viejo.  Coloquemos una idea de que suspendemos este esfuerzo, inmediatamente nos arruinaríamos. Ahora bien, lo que pone fin al esfuerzo de perseverar en el ser, nos viene de afuera, lo encontramos en una causa exterior, un accidente por ejemplo, que acabaría con ese ser, con esa existencia.  El perseverar es la fuerza activa, positiva y afirmativa de nuestro ser y expresa en nosotros la potencia de la vida. El deseo es como lo diríamos anteriormente, un concepto fundamental de la Ética Spinioziana. Es ese perseverar en el ser, referido al cuerpo y el alma paralelamente.  Perseverancia con conciencia de sí, aunque la realidad sensata sea otra e inadecuada, es decir imaginada. Constancia, esfuerzo, deseo, imaginación, entusiasmo, nos remiten a vivencias, a prácticas. “El cuerpo- alma en una duración indefinida del existir”.  La ficción “El cristal Spinoza” es un desafío, una novela audaz y con ambición de contar la vida de un filósofo. Llena de descripciones vividas, la vida del filósofo se une en los diálogos y recuerdos. Una mezcla poderosa de imaginación y de ideas complejas que cuestionan el sentido de lo humano. Vale la pena leer esta novela a la luz de la labor de pulir de lentes, con la luz de las biografías existentes y traducidas a nuestra lengua; donde la vida labra un difícil cristal... El infinito…


lunes, 4 de abril de 2016

ALEJANDRA PIZARNIK O LA FRAGILIDAD DE LOS MITOS -II- Raúl Mejía



ALEJANDRA PIZARNIK 

O

LA FRAGILIDAD DE LOS MITOS 

Raúl Mejía

II

Para: Gabriela de los Ríos y otras de las pertenecientes a la “descendencia Pizarkniana”

Viejo y consumado es el adagio según el cual “nunca segundas partes fueron buenas”. Es probable, como es demostrable -también- que hay excepciones y que más de una de esas “primeras partes” tampoco “fueron buenas”.
Me atrevo a confirmar (no a refutarlo) el refrán citado, movido por cualquiera de las emociones que surgen tras comentarios, insultos y quizás “apoyos” a raíz de un escueto texto sobre la poetisa Alejandra Pizarnik. En tres, a lo sumo cuatro cuartillas, no alcanza a definirse la globalidad de su obra e incluso a desbordar todo el “resentimiento, envidia, misoginia, ignorancia” (etc.) que, al decir de voces mixtas, contiene ese ensayo. Ambos conceptos tienen cabida y otros más: tocar a ídolos, santos, dioses o héroes, trae consigo ingentes metrallas y logorreas.

Esta dama muere hacia 1972. De haber tenido la edad que tengo ahora en ese año, me habría parecido “cobarde” escribir algo NO en su contra -directamente-, pero SI en oposición a su poética: habría sido de pésimo gusto. Pero lleva buen rato difunta, más allá de las evocaciones macabras de sospechosas adoratrices. Quien y como haya sido o vivido es irrelevante, salvo que es necesario acudir a sus patologías, que delegó como enfermiza herencia en sus poemas.

Podrá citarse el prólogo de Octavio Paz, cartas de Julio Cortázar… Sendos autores de trascendencia, de “peso”, indiscutibles. Pero ello no es suficiente, el mismo Gabriel García Márquez prologó más de una publicación, sea por amistad o por dinero. Nada de lo anterior agrega a la poesía de esta señora, pero sí la confirman como personalidad literaria, cosa que no negué ni niego ahora.

Oportuno el que haya citado a Paz y a Cortázar: ambos (uno más que el otro) produjeron monumentales trabajos sobre poetas de renombre. Octavio Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz y Cortázar sobre John Keats. Proceso de años, de agudizar al máximo la capacidad de análisis y de reflexión. Hablamos de libros de “más de tres cuartillas”. Es otro nivel del estudio poético, incluso desproporcionado en cierta medida. Pero hay que ser sensatos -no timoratos- ya que un proyecto de esas dimensiones exige compromisos tan demoledores, que pocos se animan. ¿Merece esta escritora argentina algo así? No lo sé.

Cunden, pululan logias, grupos excesivos de admiradores por doquier. Basta allegarse a nombres mediáticos como Mario Benedetti, Jaime Sabines, Paulo Coelho (¡y basta!) para preguntarse y asombrarse ante el origen de tan desmedidos fervores y éxitos. Tienen grotescos parecidos con religiones y grupos de poder que amenazan seriamente y asesinan de maneras espantosas a quien o quienes ofendan a sus dioses, libros religiosos, santos y demás. Ha sido así y seguirá siendo así: el fanatismo es un glóbulo más en nuestra sangre.

Somos hipócritas y mediocres. Hipocresía y mediocridad en feroz y perenne contubernio. Pero, soberbios y hueros, negamos semejante aprehensión y sujeción. No importa: la vanidad es más transparente que el vacío del espacio. Apostaría sobre seguro que más de una persona que se ha sentido “ofendida” con apartes de la primera parte, maneja doble moral e hipocresía. Dicen sentirse feministas y no dudaría en que disfrutan de músicas, espacios y convivencias donde sí, el insulto y la frivolidad de todo lo “machista” o “misógino” de alto consumo es lo que campea. Piénsese en tipos de música como el “Reguetón”, “Rancheras”, defensas a ultranza del padre, hermano, amante o hijo varón, antes de que ellos afronten consecuencias de actos violentos y/o groseros. Y más, mucho más: hipocresía y mediocridad, latentes y evidentes en quien insulta y NO propone o invita al argumento. Así somos: está en la sangre.
Pero es en la parte argumental donde puede hallarse uno de los talones de Aquiles de cualquier discurso o escrito. Indiscutible. Regreso al ejemplo de Paz y Cortázar: semejante y voluminosa presentación de estudios sobre un par de poetas pertenece al ámbito del libro, del mamotreto, de lo descomunal; no así el apenas roce con esta poetisa. Roce sí, pues desde mí no merece más, no soportaría más. Un ejemplo: digamos que esta poetisa dejó unos quinientos poemas, contenidos en X cantidad de libros. Han de ser perfectos y re leídos por sus (esencialmente) fanáticas recalcitrantes. ¡Loor a ellas! Y si se considerara ejecutar monografías o un libro, deben leerse en su totalidad, agregando otros escritos, recuentos, estudios y demás parafernalias. ¿Ya lo han hecho? Lo ignoro, no me interesa y no voy a averiguarlo. Pero puesto que he sido quien señala la escasez de cimientos que existen sobre el “mito Alejandra Pizarnik” (y no creo ser el primero, el único y mucho menos el último), admito adicional talón de Aquiles: hace falta demostrar o indicar la pobreza conceptual y poética de esta escritora, para ello debo traer a colación algunos de sus poemas y, con ello, ir un tris más lejos que la sola transcripción de versos al azar. Vale. Sin embargo, la sensibilidad tiene límites: es como si me invitaran a hacer el estudio y diagnóstico de alimañas, digamos la “cucaracha”. Impactante criatura, de pocos amigos. La verdad NO me atrevería a estudiar toda clase de cucarachas o a verlas ni mucho menos a convivir con ellas: no lo soportaría. Dicho esto, me siento incapaz desde mi salud física y mental para leer más allá del 1% de esos supuestos quinientos poemas de Pizarnik. ¡Qué pena! No voy a abusar de analgésicos o anti depresivos por someterme a semejante tortura. Si esta confesión es el punto de quiebre, que sea, no importa.
Antes que nada: hay temas, posturas y tratamientos sobre el fenómeno de la Poesía, antiguos y modernos, apoyados por y desde la filosofía y el análisis crítico. Conceptos como “musicalidad, retórica, frialdad, lateralidad, profundidad” (en los poemas) y un sinfín de sustantivos afines, requiere de enorme esfuerzo, paciencia y desglose de discusiones bizantinas. Es asunto, si se quiere, para maestrías y doctorados; el atrevimiento de aficionados y empíricos que quieran conceptualizar o renovar la vasta literatura sobre lo anterior, tendría más apariencia de idiotez que de seriedad. Que cada quien lea, consulte u opine: es baladí quedarse en alegatos irrelevantes entre ignorantes o sabios. La auténtica Poesía está por encima de eso.
Vamos pues tras poemas de la “insepulta fatal”:


A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos


EL MIEDO.
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.


ANILLOS DE CENIZA
a Cristina Campo
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Veamos pues de qué hablan:
En el primero, la presencia de sustantivos cercanos a lo sombrío, a lo difícil: “vacío (que es también adjetivo), angustias, violencias, terror, pavor” … Bello o bellos campos semánticos que invitan -si se nos acaba de morir la madre, perdimos el empleo o al amado-a o, de pronto, si sabemos que tenemos cáncer o Sida-, a que la pastilla de cianuro o la bala sean alternativas para semejante “sufrimiento”.

Anotemos varios adjetivos (que tienen el equivalente, por supuesto, de participios): “devuelto, rechazado, helados, convulsionado…(etc.) ¡oh sí!, el adjetivo como fiel novia del sustantivo a quien acompaña. ¿Ideales para sesionar o invitar a charlas sobre vitalidad o superación de sí mismo?

El cansino lloriqueo en: “Sin ojos para recordar las angustias de antaño” / “sin manos para decir nunca” / “A tus pies donde mueren las golondrinas” (…) ¿Algo nuevo, algo audaz, algo que valga la pena? No, es repetitivo, es trillado. Y su ominoso verbo “morir”: sería extraño que no lo usara.

Este poema es espurio de la peligrosa obsesión de la autora por entronizar lo gris y lo depresivo.

El título del segundo poema seleccionado es fiel trasunto de lo que ella dijo haber vivido, sentido y transmitido: “El Miedo”. No es condenable haber tenido relación o convivencia con él, siendo esta última palabra la más precisa. Y vaya que se pasa de confesional: “Sé del miedo cuando digo mi nombre” / (…)” escondiendo ratas en mi sangre” / (…)” bebiendo mis deseos” ¡Pobrecita! Qué tal que hubiese sido esa “única” invitada a festivales de terror. A ver Alejandra: ¿qué esperabas de los demás al escribir eso? ¿Compasión? Percibo que finges, que actúas como actriz de segunda en mediocre melodrama. El miedo tiene más características de personal que de confesional, salvo que se hayan vivido episodios VERDADERAMENTE traumáticos, y no eyaculaciones de cobardía como lo son estos versos y bastantes, bastantes más.

Y el tercero… Estoy que “tiro la toalla” -como suelen decir prosaicamente-. Hasta ahora he evadido acompañamiento de sones macabros, de presencias fúnebres, pero lo que allí nos intenta provocar esta escabrosa poetisa, se aviene como anticipos del personal apocalipsis de cada uno: el día destrozado, la noche con palabras mutiladas, compañeros grises, amordazados: “los funestos, los dueños del silencio”. ¡Basta! ¿Qué clase de psiquis soporta lecturas como ésta?

Me rindo, pudiera traer más poemas, arriesgarme ante aquellos que sondean el erotismo, pero no lo podría resistir: serían episodios de masoquismo y de sevicia en contra de mí mismo. Empero y vaya en ello el apenas reconocimiento: Alejandra Pizarnik se arriesgó y publicó sus poemas, no podría sumársele a ella la pavorosa cantidad de imitadoras, de pseudo poetisas que en la práctica la copian, la imitan. Farsantes que incluso transcriben versos de esta poetisa y se quedan muy campantes.


COLOFÓN.

Lamento no tener a mano el escrito de Ángel Rama, en donde se refiere a José Asunción Silva y en particular al poema: “SINFONÍA COLOR DE FRESAS CON LECHE”. Acudiendo débilmente a mi memoria, recuerdo que (en palabras del fallecido ensayista) Silva en este poema critica y es contundente contra toda esa “descendencia Rubendariaca” que, en otras palabras, son esos torpes imitadores y fanáticos del gran poeta Rubén Darío. Nuestro Silva NO descalifica, ofende o tan siquiera conceptúa sobre su poeta contemporáneo, es ácido y visceral ante esas hordas de malos lectores y manieristas que ya se percibían tras el éxito del autor nicaragüense. Me sirve para desenmascarar a las obnubiladas e imitadoras de Alejandra Pizarnik, de esa “descendencia Pizarkniana”: peores que ella, obviamente.

Raúl Mejía, abril 2 de 2016.