ALEJANDRA PIZARNIK
O
LA FRAGILIDAD DE LOS MITOS
Raúl Mejía
II
Para: Gabriela de los Ríos y otras de las
pertenecientes a la “descendencia Pizarkniana”
Viejo y consumado es el adagio según el cual
“nunca segundas partes fueron buenas”. Es probable, como es demostrable
-también- que hay excepciones y que más de una de esas “primeras partes”
tampoco “fueron buenas”.
Me atrevo a confirmar (no a refutarlo) el refrán
citado, movido por cualquiera de las emociones que surgen tras comentarios,
insultos y quizás “apoyos” a raíz de un escueto texto sobre la poetisa
Alejandra Pizarnik. En tres, a lo sumo cuatro cuartillas, no alcanza a
definirse la globalidad de su obra e incluso a desbordar todo el
“resentimiento, envidia, misoginia, ignorancia” (etc.) que, al decir de voces
mixtas, contiene ese ensayo. Ambos conceptos tienen cabida y otros más: tocar a
ídolos, santos, dioses o héroes, trae consigo ingentes metrallas y logorreas.
Esta dama muere hacia 1972. De haber tenido la
edad que tengo ahora en ese año, me habría parecido “cobarde” escribir algo NO
en su contra -directamente-, pero SI en oposición a su poética: habría sido de
pésimo gusto. Pero lleva buen rato difunta, más allá de las evocaciones
macabras de sospechosas adoratrices. Quien y como haya sido o vivido es
irrelevante, salvo que es necesario acudir a sus patologías, que delegó como
enfermiza herencia en sus poemas.
Oportuno el que haya citado a Paz y a Cortázar:
ambos (uno más que el otro) produjeron monumentales trabajos sobre poetas de
renombre. Octavio Paz sobre Sor Juana Inés de la Cruz y Cortázar sobre John
Keats. Proceso de años, de agudizar al máximo la capacidad de análisis y de
reflexión. Hablamos de libros de “más de tres cuartillas”. Es otro nivel del
estudio poético, incluso desproporcionado en cierta medida. Pero hay que ser
sensatos -no timoratos- ya que un proyecto de esas dimensiones exige
compromisos tan demoledores, que pocos se animan. ¿Merece esta escritora
argentina algo así? No lo sé.
Cunden, pululan logias, grupos excesivos de
admiradores por doquier. Basta allegarse a nombres mediáticos como Mario
Benedetti, Jaime Sabines, Paulo Coelho (¡y basta!) para preguntarse y
asombrarse ante el origen de tan desmedidos fervores y éxitos. Tienen grotescos
parecidos con religiones y grupos de poder que amenazan seriamente y asesinan
de maneras espantosas a quien o quienes ofendan a sus dioses, libros
religiosos, santos y demás. Ha sido así y seguirá siendo así: el fanatismo es
un glóbulo más en nuestra sangre.
Somos hipócritas y mediocres. Hipocresía y
mediocridad en feroz y perenne contubernio. Pero, soberbios y hueros, negamos
semejante aprehensión y sujeción. No importa: la vanidad es más transparente
que el vacío del espacio. Apostaría sobre seguro que más de una persona que se
ha sentido “ofendida” con apartes de la primera parte, maneja doble moral e
hipocresía. Dicen sentirse feministas y no dudaría en que disfrutan de músicas,
espacios y convivencias donde sí, el insulto y la frivolidad de todo lo
“machista” o “misógino” de alto consumo es lo que campea. Piénsese en tipos de
música como el “Reguetón”, “Rancheras”, defensas a ultranza del padre, hermano,
amante o hijo varón, antes de que ellos afronten consecuencias de actos
violentos y/o groseros. Y más, mucho más: hipocresía y mediocridad, latentes y
evidentes en quien insulta y NO propone o invita al argumento. Así somos: está
en la sangre.
Pero es en la parte argumental donde puede
hallarse uno de los talones de Aquiles de cualquier discurso o escrito.
Indiscutible. Regreso al ejemplo de Paz y Cortázar: semejante y voluminosa
presentación de estudios sobre un par de poetas pertenece al ámbito del libro,
del mamotreto, de lo descomunal; no así el apenas roce con esta poetisa. Roce
sí, pues desde mí no merece más, no soportaría más. Un ejemplo: digamos que
esta poetisa dejó unos quinientos poemas, contenidos en X cantidad de libros.
Han de ser perfectos y re leídos por sus (esencialmente) fanáticas
recalcitrantes. ¡Loor a ellas! Y si se considerara ejecutar monografías o un
libro, deben leerse en su totalidad, agregando otros escritos, recuentos,
estudios y demás parafernalias. ¿Ya lo han hecho? Lo ignoro, no me interesa y
no voy a averiguarlo. Pero puesto que he sido quien señala la escasez de
cimientos que existen sobre el “mito Alejandra Pizarnik” (y no creo ser el
primero, el único y mucho menos el último), admito adicional talón de Aquiles:
hace falta demostrar o indicar la pobreza conceptual y poética de esta
escritora, para ello debo traer a colación algunos de sus poemas y, con ello,
ir un tris más lejos que la sola transcripción de versos al azar. Vale. Sin
embargo, la sensibilidad tiene límites: es como si me invitaran a hacer el
estudio y diagnóstico de alimañas, digamos la “cucaracha”. Impactante criatura,
de pocos amigos. La verdad NO me atrevería a estudiar toda clase de cucarachas
o a verlas ni mucho menos a convivir con ellas: no lo soportaría. Dicho esto,
me siento incapaz desde mi salud física y mental para leer más allá del 1% de
esos supuestos quinientos poemas de Pizarnik. ¡Qué pena! No voy a abusar de
analgésicos o anti depresivos por someterme a semejante tortura. Si esta
confesión es el punto de quiebre, que sea, no importa.
Antes que nada: hay temas, posturas y
tratamientos sobre el fenómeno de la Poesía, antiguos y modernos, apoyados por
y desde la filosofía y el análisis crítico. Conceptos como “musicalidad,
retórica, frialdad, lateralidad, profundidad” (en los poemas) y un sinfín de
sustantivos afines, requiere de enorme esfuerzo, paciencia y desglose de
discusiones bizantinas. Es asunto, si se quiere, para maestrías y doctorados;
el atrevimiento de aficionados y empíricos que quieran conceptualizar o renovar
la vasta literatura sobre lo anterior, tendría más apariencia de idiotez que de
seriedad. Que cada quien lea, consulte u opine: es baladí quedarse en alegatos
irrelevantes entre ignorantes o sabios. La auténtica Poesía está por encima de
eso.
Vamos pues tras poemas de la “insepulta fatal”:
A LA ESPERA DE LA OSCURIDAD
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos
EL MIEDO.
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
a Cristina Campo
Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
Veamos pues de qué hablan:
En el primero, la presencia de sustantivos
cercanos a lo sombrío, a lo difícil: “vacío (que es también adjetivo),
angustias, violencias, terror, pavor” … Bello o bellos campos semánticos que
invitan -si se nos acaba de morir la madre, perdimos el empleo o al amado-a o,
de pronto, si sabemos que tenemos cáncer o Sida-, a que la pastilla de cianuro
o la bala sean alternativas para semejante “sufrimiento”.
Anotemos varios adjetivos (que tienen el
equivalente, por supuesto, de participios): “devuelto, rechazado, helados,
convulsionado…(etc.) ¡oh sí!, el adjetivo como fiel novia del sustantivo a
quien acompaña. ¿Ideales para sesionar o invitar a charlas sobre vitalidad o
superación de sí mismo?
El cansino lloriqueo en: “Sin ojos para recordar
las angustias de antaño” / “sin manos para decir nunca” / “A tus pies donde
mueren las golondrinas” (…) ¿Algo nuevo, algo audaz, algo que valga la pena?
No, es repetitivo, es trillado. Y su ominoso verbo “morir”: sería extraño que
no lo usara.
Este poema es espurio de la peligrosa obsesión de
la autora por entronizar lo gris y lo depresivo.
El título del segundo poema seleccionado es fiel
trasunto de lo que ella dijo haber vivido, sentido y transmitido: “El Miedo”.
No es condenable haber tenido relación o convivencia con él, siendo esta última
palabra la más precisa. Y vaya que se pasa de confesional: “Sé del miedo cuando
digo mi nombre” / (…)” escondiendo ratas en mi sangre” / (…)” bebiendo mis
deseos” ¡Pobrecita! Qué tal que hubiese sido esa “única” invitada a festivales
de terror. A ver Alejandra: ¿qué esperabas de los demás al escribir eso?
¿Compasión? Percibo que finges, que actúas como actriz de segunda en mediocre
melodrama. El miedo tiene más características de personal que de confesional,
salvo que se hayan vivido episodios VERDADERAMENTE traumáticos, y no
eyaculaciones de cobardía como lo son estos versos y bastantes, bastantes más.
Y el tercero… Estoy que “tiro la toalla” -como
suelen decir prosaicamente-. Hasta ahora he evadido acompañamiento de sones
macabros, de presencias fúnebres, pero lo que allí nos intenta provocar esta
escabrosa poetisa, se aviene como anticipos del personal apocalipsis de cada
uno: el día destrozado, la noche con palabras mutiladas, compañeros grises,
amordazados: “los funestos, los dueños del silencio”. ¡Basta! ¿Qué clase de
psiquis soporta lecturas como ésta?
Me rindo, pudiera traer más poemas, arriesgarme
ante aquellos que sondean el erotismo, pero no lo podría resistir: serían
episodios de masoquismo y de sevicia en contra de mí mismo. Empero y vaya en
ello el apenas reconocimiento: Alejandra Pizarnik se arriesgó y publicó sus
poemas, no podría sumársele a ella la pavorosa cantidad de imitadoras, de
pseudo poetisas que en la práctica la copian, la imitan. Farsantes que incluso
transcriben versos de esta poetisa y se quedan muy campantes.
COLOFÓN.
Lamento no tener a mano el escrito de Ángel Rama,
en donde se refiere a José Asunción Silva y en particular al poema: “SINFONÍA
COLOR DE FRESAS CON LECHE”. Acudiendo débilmente a mi memoria, recuerdo que (en
palabras del fallecido ensayista) Silva en este poema critica y es contundente
contra toda esa “descendencia Rubendariaca” que, en otras palabras, son esos
torpes imitadores y fanáticos del gran poeta Rubén Darío. Nuestro Silva NO
descalifica, ofende o tan siquiera conceptúa sobre su poeta contemporáneo, es
ácido y visceral ante esas hordas de malos lectores y manieristas que ya se
percibían tras el éxito del autor nicaragüense. Me sirve para desenmascarar a
las obnubiladas e imitadoras de Alejandra Pizarnik, de esa “descendencia
Pizarkniana”: peores que ella, obviamente.
Raúl Mejía, abril 2 de 2016.
ResponderEliminarLa envidia es un espejo, acabo de ver en este artículo que aún quiero, a Alejandra y me duele desde el fondo del alma que sea tratada así. La misma situación de algunos macristas de acá de Buenos Aires que se mofaron en aquel tiempo de aquella que alumbró nuestros sueños, y a señores, como este hoy, no les dice nada, y me doy cuenta que es una persona fría, como el viento que roza mi cara. Las palabras suyas, me han hecho derramar muchas rabias, o mejor dicho, fueron “sus diatribas” los que me roban la calma de Alejandra, me queman por dentro, como una llama que arde y sigue ardiendo a pesar de que este señor no la reconozca en su valía. A ella aún la quiero, a pesar de esos desprecios. Pero Raúl Mejía no sabe por qué las poetas seguidoras de Alejandra somos aves de diferentes cielos.
Qué tristeza que un poeta que apenas comienza a publicar sus cositas asuma esa actitud tan desafiante y soberbia. Creo que eso se llama el efecto de la envidia. Siempre amamos a Alejandra a quien en la vida se le oscureció todo de sí. Eso es para mentes lucidas, no patanes sin la gloria de ALEJANDRA PIZARNIK.
ResponderEliminarAlejandra, Alejandra,
ResponderEliminarhasta aquí trajimos nuestras vidas
desde la puerta del colegio,
dejando un rastro de pipas y wiski.
A qué demonio hubiera negado tres veces,
incrédula y dolida, ante la terrible aseveración
de verte morir.
Alejandra, Alejandra, tres largos años ya...
Tengo un buen trabajo,
sé lo que es pagar un alquiler,
puedo decir que soy casi feliz.
Alejandra, Alejandra,
¿cuándo dejamos de adivinarnos las palabras?
¿De rememorar el viaje de fin de curso con Julio?
¿Ha vuelto a preguntar tu madre por mí alguna vez?
Ya no sé cómo se llaman tus nuevos amantes?.
¿Te acuerdas de aquella manifestación
prohibida en Paris?
y qué valientes nos sentíamos en segunda fila?
Transitan el populoso camino Sartre, Simone, Amelita, Margarita y su amante asiático, y Babe despojado de si tras tu poesía.
Vicky, Gloria y hasta doscientos followers.
Pero tú, la hermana, no estás.
Qué duro es crecer, Alejandra, Alejandra.
Qué manera de morir un poco cada año
dejando a los amigos por la vereda, Alejandra, Alejandra.
Víctor: gracias. Es tenacidad y valentía no dejarse amedrentar de aves de mal agüero, mal pellejo y mal aspecto, que creeen que ha llegado carroña nueva y se lanzan con sus alientos y hedores. Gracias a quienes han leído y, tal vez, compartido algo de lo aquí escrito. ¡Quién dijo miedo! ¡Faltaba más!
ResponderEliminar"... así como en su poesía las imágenes se constituyen unas a otras como si fuera perfilando una zona central que es la de lo no dicho y que adquiere valor como un hueco central, también en la vida de ella ocurría lo mismo; todas esas actitudes y expresiones fuera de tono iban enmascarando esa zona central de silencio. (...) Conocerla fue el coup de foudre; conservó todas sus características míticas porque estaba todo el tiempo jugando contigo, pero a la vez sabías que había una zona impenetrable, ¿verdad? (...) Su afinidad mayor con el surrealismo es aquella definición "la verdadera vida está en otra parte": ésa era la cosa central que funcionaba en la poesía y en el vivir de Alejandra."
ResponderEliminarBienvenida sea la continuidad, la coherencia en el mantenimiento de una línea de pensamiento poético. Pero queda pendiente un gran tema: el de la relación entre la práctica poética personal, la crítica y los sentimientos que definen la pertenencia de un hombre a una sociedad y, dentro de ella, a una determinada corriente de pensamiento. En este caso el surrealismo del cual fue expulsado Raúl Mejía por su mentor, el gran poeta Raúl Henao que tiene obra y prosodia cuando escribe, sí, pero ¿cómo? ¿Cuáles son sus vínculos, sus gestos mutuos, no ya en la frialdad de su poemitas? Nada más que los agravios y los insultos y ahora la emprende contra la más grande: Alejandra Pizarnik, solo por dárselas de ser la coca cola más helada en el desierto, por el macho alfa de la poesía cursi del tipejo que se explaya en molestar y darle patadas a la mas grande. Ojala escriba uno de los poemas de Alejandra, misógino y pedante escribí algo que valga la pena.
ResponderEliminarEfectos del lenguaje, trampas del discurso: el curioso fenómeno de la paráfrasis y de sentirse afín sino dueña de un contenido, obra o idea. No es mi vocabulario y no invito: desvíos de la escritura, cuando publicar debería ser sinónimo de borrar...
ResponderEliminarYusika o yesika o como te llames. ¿Te hace falta un hombre? ¿Te hace falta notoriedad? ¿Te hace falta tener idea de lo que escribes? ¿Te hace falta hacer cursos de hechicería barata? ¿Te hace falta que mi tocayo,quien "me expulsó" (sic) -jajajajajajaja- vuelva a recibirte? ¿Te hace falta cultura? Si,si,si,si,si,si,si. ¿Das lástima? Si. Pobre lesbiana o, ¿lesbiana pobre? Da igual...
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ResponderEliminarQue tristeza que un poeta sea tan huraño y mala leche. Hot estuvimos en Santa Helena tomando tinto y comiendo pandequecitos con el Maestro Raúl Henao y nos leyó sus hermosos haikus, y comentamos lo de esta oveja descarriada de su taller. Y nos imaginamos el dolor que él debe sentir al no poder compartir mesa debido a sus abominaciones, el maestro añadió que su tocayo era su mejor discípulo, pero que le tenía miedo porque era un verdadero judas.
En cuanto a los ensayos sobre A. Pizarnik son respetables, pero no la admira, parece un vendedor de ganado como la trata, solo porque es capaz de decir sus miedos y él se la pasa acariciándole la cola al perro y viendo telenovelas todo el día. Así es muy fácil ser poeta.
Que desgracia qeu un tipo tan inteligente le arroje tanta basura a Alejandra, mi poetiza.
ResponderEliminarVictor eres un hijo de puta muy querido publicar este misogino recalcitrante
ResponderEliminarVictor y Raúl son un par de para os de mala leche
ResponderEliminarVictor yRaul son un par de para os maricas y desagradables, gas.
ResponderEliminarNo se manejar esto pero es para decirle L tonto de victor u al granuja de Raúl que son in par de parados , gas gente así.
ResponderEliminarEsaracos hp
ResponderEliminarSon paracos. Hps. Gas
ResponderEliminarReleyendo –y despidiéndome de este articulo recuerdo estas líneas que se me ocurren y es que existe un ámbito místico, una comunión entre el lector y la poesía de la Pizarnik que lee y amarra con un silencio que sólo la poesía desliga en el alma. Tal vez el autor de este artículo no la capta, de ahí que ella entra por los ojos. Por eso es tan difícil sacar conclusiones, cada uno tiene la suya, respeto la dureza del señor Raúl Mejía pero es cierto, la poesía es de gusto, no creo que él vaya a dar lecturas en recitales. El sabe que desde los escenarios hasta los oídos del público, la poesía no llega en su totalidad. Creo que se hace nube. Se diluye, se fuga. Sólo deja un poco de su sombra. Pero eso es algo. De ahí su crítica a todo lo que circunda a la Pizarnik y sus devotas.
ResponderEliminarDos grandes poetas señalaron la categoría de Alejandrita: Octavio Paz y Enrique Molina. Octavio Paz dejó constancia de su interés al prologar el libro Árbol de Diana. Lo describe desde el punto de vista de la química, la botánica, la mitología, la heráldica y la física.
ResponderEliminarPero este par de granujas psiquiátricos, Mejía y Bustamante que lo permite intentan dejar por el suelo toda una obra. Pobre sustancia poética en manos de esos dos misóginos.
Interesante lugar para leer haikús, recordarme como Judas y como aventajado discípulo del avejentado Raúl Henao. Ok, querido tocayo, ya sé que sos vos quien escribe, pero ¿por qué triste? Cosas tuyas. No sabía que me querías tanto y que me extrañaras, sabiendo que hace 18 años ni te veo, ni me interesa. Pero ya estoy catalogado así, pero raro que venga de vos, jajajajajaja. A las demás mortecinas, feministas pro penes y demás, sólo abulia y pena ajena. Malas lectoras: defienden a su amada y nada hacen por ella: nada. Detesto la poesía de Alejandra, pero tener tan miserables seguidoras le sería suficiente para volverse a suicidar: y no se lo merece.Señor Orlando: ¡aplausos para usted! No importa que no los escuche. Qué acertado y decente.
ResponderEliminarEl ensayo sobre la poeta mas llorona de latinoamerica es algo insolito en nuestro medio porque todas sus admiradoras se la soportan.Felictaiones poeta por mostrarnos todas esas lagrimas de mentirsa de laPizarnik.
ResponderEliminarNadie que se diga poeta insulta de esa manera a la gran Alejandra,aunque una persona como esta puede enseñarnos su ademan de misogino buscapleitos. QUE PEREZA TIPOS ASI.
ResponderEliminarLas mujeres son emocionales y lastimeras. O si no busquen todas las chicas poetas infectadas por la Pizarnik con todas sus argollas y ataudes funebres, por esa razon, Raul a pesar de su desazon con las diatribas qeu le lanzan ha sentado un precedene en la ciudad de las Furias poner en su lugar el sindrome de la Piza<rnik y su daño. Felicitaciones poeta. Hay que andar con el rejo
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