Cabrera Infante
entre el exilio y la disidencia
“Del
tirano di todo, di más”.
José Martí
Para Zoé Valdés
Víctor Bustamante
Dos instancias, la
disidencia y el exilio, definieron con hierro a Cabrera Infante durante los
años de su vida en Europa cuando decidió alejarse del rumbo que tomaba la Revolución
cubana, entonces el tirano con sus influencias al otro lado en el llamado viejo
continente, en ese momento oscuro en algunos países, impidieron que le dieran
asilo en España. Por esa razón debió irse a vivir a Londres, a Gloucester Road,
ese lugar donde pensé escribirle para enviarle mi solidaridad pero que nunca lo
hice para mi eterno remordimiento. Luego vendría un largo silencio sobre su
obra. Un largo olvido parecía aflorar sobre su presencia, salvo algunos
artículos leídos en El País de España
y en Letras Libres de México, pareciera que se lo hubiera tragado Londres con
su niebla a bordo, pero en realidad era la persistencia de la mala izquierda
internacional que lo boicoteaba para impedir que ejerciera no solo su labor
literaria sino esa que aparecería con una contundencia mayor, el ser el gran
crítico de Castro y su utopía, visible en sus ensayos reunidos en Mea Cuba.
Ese ninguneo
persistiría por una razón de peso, a los medios habían llegado los que nunca
podría llamar intelectuales de izquierda que así fracasaban con toda su retahíla
cínica sobre el establecimiento y sobre criticas al imperialismo, al recalar en
los sectores más conservadores de los medios, donde le cobraban con discreción
pero con todo su odio a Cabrera el ser disidente, como si los pésimos giros de la
izquierda no debieran merecer una crítica. Estos fundamentalistas, periodistas
y escritores, callaron en Colombia y en muchos países de Latinoamérica porque
les molestaba su castrismo escolar y en su dogmatismo la crítica de Caín el
daño que el tirano le forjaba a ese país, a la bella isla de Cuba, llegando llamar
a Cabrera Infante, “gusano”, cuando él lo que hacía era abrir los ojos sobre
ese estado de cosas allí, en el país de un solo periódico, sin elecciones
libres, con miles de exilados, y que luego el internet, revelaría los juicios
sumariales de la tiranía en pos de apoderarse de un país, como si fuera su
hacienda, con sus ideas desusadas, con el negro fascismo de izquierda que en Latinoamérica
nunca se criticó sino por unos pocos. Luego, Cabrera Infante en el colmo de su
talento escribió un libro en inglés, Holy
Smoke. Creímos que nunca lo
leeríamos hasta que fue traducido como Puro
Humo. De Cabrera supimos por ese correo de las brujas, los escasos
periódicos que lo tenían en cuenta, que realizando el guion de Bajo el volcán llegó al paroxismo y
debió ser internado en una clínica y le debieron ser aplicados choques eléctricos.
Mientras tanto los llamados intelectuales de izquierda mas adictos al poder y
arrodillados hasta el colmo de callar ante los crímenes de la dinastía castro y
admitiendo un Che chic que se desinflaba, callaban. No sé si habían leído Retrato de familia de Carlos Franqui. O
si callaban y decían una de esas frases bizarras, “Llevo a Cuba, a la Revolución
en el corazón”, pero en su corazón negro, les digo. Uno de ellos en el colmo de
su ignorancia al referirle los crímenes del Che, decía que eran necesarios, y aún
más necesario era la muerte de esas personas, los cubanos
contrarrevolucionarios. Ahora también develaba el asesinato de estado de Camilo
Cienfuegos. Pero a la Revolución y su guías, los Castro que hundían un país por
sus mentiras, lo justificaban con su silencio, y la zanahoria venenosa de los
premios de Casa de las Américas que callaba a muchos intelectuales
latinoamericanos.
Decía que su
presencia desapareció casi por completo. Solo de vez en cuando en algún diario mencionaban
su reclusión en el hospital mental, solo algún momento de él, no su vigorosa
presencia, su contrapunteo al mal gobierno de su país, hasta que le fue
otorgado un reconocimiento loable: el Premio Cervantes en 1997, por la otra
España. De ahí esa voz poderosa allanaría un camino para ser reconocido en toda
su dimensión: ser el más grande escritor de Cuba. De ahí que luego leeríamos
las deliciosas crónicas de Vida Para
leerlas (1998), Todo está hecho con
espejos (1999), lo que nos daba
la idea de que el escritor no se ha había recluido en el silencio sino que
mantenía el pulso de su escritura.
Pero estoy
refiriéndome a lo que pasaba en el exterior, no a lo que relataría Cabrera
desde el interior de su vivencia, un libro que mantenía guardado en un sobre
sellado. De ahí que, Mapa dibujado por un
espía, sea un libro clave para entender la exclusión de que ha sido objeto Guillermo
Cabrera Infante para tenerse que ir de Cuba. La novela, publicada en forma póstuma
por cierto, indaga su regreso a La Habana desde Bélgica para los funerales de
su madre, y la fúnebre sorpresa es encontrar una Habana disminuida y gris,
porque la revolución se ha apersonado de la vida nocturna de la ciudad, y para
fortalecer ha llegado al oprobio y cinismo de formar los llamados guardias de la
revolución que no es más, que los espías que vigilan de todas maneras posibles
a sus vecinos, convirtiéndolos en chivatos para así obtener favores mínimos,
mientras las prisiones eran atiborradas con sus críticos junto a toda calaña
gansteril. Solo algunos amigos se han mantenido fieles a Caín, otros deben de hablar
en voz baja para mantener su equilibrio político y otros definidamente se han
perdido en pos de ese comunismo tropical, que arrasaría a la isla hasta
llevarla como hoy al gran fracaso económico político y social. Y no solo eso:
crearían la oficina de Lacras Sociales donde todo disidente sería llevado a
prisión. Cuba que era uno de los países más internacionales, es ahora casi una
provincia. Ese es el legado de sus administradores.
Además a nivel de
escritura, del sello de su prosa deslumbrante, esta adquiere distancia frente a
lo percibe. Ya no es el testigo presente sino el distante de la tercera persona
quien narra, como si al escribirlo de esa manera indirecta borrara todo aliento
literario por la sorpresa y conmoción que le causa llegar a un país donde ya se
le considera casi un enemigo sin saber la razón. Se ha dicho que este libro es
descuidado, que no es Caín en estado puro. No, la eficacia de este libro es
precisamente dejar el tono literario que en apariencia se pierde porque es puro
Cabrera Infante en todo. Solo que esa distancia es debido a la nostalgia
precisamente ahí en sus mismas calles, en sus mismos sitios de esa ciudad que
se escabulle a la vista de todos pero que nadie, sino él, no quiere que se
pierde en su memoria.
Así que mientras espera
que Roa que lo roe con su indiferencia y se le esconde en su oficina, el
escritor regresa y cuenta, para obviar la demora de su salida lo que son las calles
solitarias para el cazador furtivo con un destello: las mujeres. Alguna vez él
decía en una entrevista, que el laberinto del mujeriego es el matrimonio. Así,
Aurora Iniesta, Leonora Soler, Ernestina Linares, Luz Divina, Alicia Vals, y
sobre todo Silvia, van tejiendo ese carácter femenino que le dará compañía mientras
él se sume en una larga espera ya que no
lo asignan para su cargo en la embajada en Bélgica sino que ante el giro político
más radical de su país, y ante el temor, deba buscar la necesidad de irse antes
de que lo confinen por algún delito que él no conoce, mientras su esposa Miriam,
con la fidelidad de Penélope no en la guerra sino en su existencia solitaria,
lo espera en Bruselas.
Así, el escritor, echa
de ver que en pocos años la ciudad ha cambiado, así como sus amigos, sin
olvidar que en política no hay amigos. En su última permanencia ya no existe la
fiesta ni la vida vigorosa, nocturna, como en TTT, ni el deseo de irse a cine como en La Habana para un Infante difunto. La atmósfera se hace pesada y
solo le queda la opción de evadir ciertos amigos, de enseñorearse en la
desconfianza total, ya que no se sabe cuál de ellos lo difamará con su vileza,
así como hicieron muchos poetas conocidos, y otros amigos convertidos en
funcionarios públicos para ganarse los favores del tirano.
Así como comparte
con su familia, así como asiste a encuentros con sus pocos amigos, así mismo
indaga la posibilidad de irse lo más rápido posible yendo a las oficinas del
ministerio donde busca una cita con el ministro Roa, que a cada paso se prorroga
como si asistiera a la persistencia de aplazamientos donde la burocracia asiste
a su ceremonia más sagrada, ser ineficiente a propósito, ser selectiva con los
caídos en desgracia como Gustavo Arcos, su amigo, y él mismo. El espionaje y el
chisme obtienen su carta blanca para degradar a quien se desee desde las altas
esferas para sacar de su circulación cualquier oponente solo para consolidarse
la fracción dominante. Barbarroja, uno de los poderosos, añade
que de ahí Caín nunca saldrá. Pero si el escritor aún no puede salir, lo ensombrece
una persecución falsa como siempre hace el totalitarismo. Ese regreso a La Habana
fue así mismo su deseo de irse, de huir así los trámites fueran demorados.
Cuando por fin se le entrega el pasaporte, incrédulo, no siente confianza hasta
que el avión sale de la isla, sin sospechar que nunca regresará a La Habana,
pero en sus libros está ahí La Habana, perenne y llena de vida. La que vio y
vivió Caín.
Hay un destino aciago
de Cabrera Infante casi similar a Nabokov, ambos debieron irse de su país, ante
le llegada de una revolución que pretendió arrastrar iniquidades anteriores
disfrazadas con cierta compasión con el ser humano, y, antes, por el contrario,
terminó golpeando a sus ciudadanos que no creían en sus imposiciones. Paradójicamente
uno de los libros que lee Guillermo Cabrera en su eterna espera es Risa en la oscuridad de Nabokov.
A pesar de haber
sido un apoyo al inicio de la Revolución luego fue enviado a Bruselas como una
manera de alejarlo del gobierno que se consolidada traicionando a las otras
facciones que eran cercanas y compañeras de ruta. A Cabrera Infante solo le
quedó una posibilidad irse, no quería ver la isla sometida al totalitarismo.
Desde ahí su literatura cambió de una manera ostensible, la fiesta perenne que
es TTT, se deslizó a ese intento de
recuperar su ciudad, de ahí que desde La Habana
para un Infante difunto, Puro Humo, Delito por bailar el cha cha, La ninfa
inconstante, y Cuerpos Divinos consoliden ese tiempo recuperado a través de
su escritura.
Así, Mapa dibujado por un espía, es el testamento
de un escritor que iniciaba su exilio, al ser engañado por sus amigos de la Revolución
que engañaron a todo el pueblo de la isla, de Cuba, con la propaganda de acabar
con la dictadura anterior, la de Batista, pero se sumió en la desgracia total: una
dictadura peor, el castrismo como la abyección política más triste de
Latinoamérica.
Como colofón ante su
exilio y disidencia como la única ética posible, surgen estas palabras de
Cabrera Infante: “Hudson se ha dado cuenta de que el pájaro que canta no vino
de la Argentina. Viene de su niñez y de sus sueños, desde el pasado. Ese pájaro
llega, ahora lo recuerdo, de la añoranza y se llama nostalgia. Este pájaro (de
su pampa, de mi sabana y de mí Habana, de las praderas, de los llanos, de las
estepas europeas) puede oírlo cantar todo exilado en todas partes, siempre. Es
el ruiseñor del emperador que regresa.”
BUSTAMANTE no olvida su carácter de gusano de parado ademas
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