LOS FLASHES DE LA
GUERRA
Darío Ruiz Gómez
Un francotirador del
ELN acaba de matar en un pueblo del Meta a dos soldados delante de un grupo de escolares como una explícita demostración de lo que supone su despotismo, romperles el
cráneo con un balazo ipso facto se
convierte en un trauma que un niño nunca superará. De manera que después de
esta advertencia monstruosa – puesta en práctica por todos los forajidos
sentados a conversaciones - deben saber los niños de Colombia que reclutarlos
para la guerra, adiestrarlos para
fusilar a sus propios familiares en el caso de que cometan alguna falta contra
la “disciplina revolucionaria” es una educación de la cual se espera obtener resultados
inmediatos tal como lo hacen los Talibanes. Lo primero es pues eliminar el
derecho a escoger su vida, el derecho a su felicidad. Toda verdadera
educación está encaminada a que el niño,
el adolescente lleguen a despertar un día a lo que sus interrogantes existenciales le
plantean y a lo que una conquistada alegría desatará en su alma. Repito la pregunta: ¿La Justicia en
Colombia a los niños y adolescentes les
ha reconocido su derecho a la alegría y está condenando a quienes atenten
contra este derecho inalienable? Un
criminal de guerra como estos sádicos de salida no puede ser aceptado en estas
conversaciones. Perdónenme que no deje de hacerme y hacerles esta pregunta. ¿Ha
legislado la Corte Suprema de Justicia sobre estos derechos arrebatados por los
violentos a niños que no conocerán la
infancia? Y vuelvo a preguntarme con el derecho a ser reiterativo. ¿Ha
legislado nuestra justicia sobre la infamia que supone la violencia hacia familias enteras en Arauca donde en lo que va
corrido de año han asesinado a más de cien personas? Recurro como al igual que
en los casos del Chocó, el Cauca, Arauca sometidos por décadas a estas
prácticas de inhumanidad, a la técnica
del flash o sea a ese destello que
ilumina breve pero objetivamente unos rostros
ocultados por las sombras de la indolencia moral de una sociedad. Los
amargos gestos de los niños que prefieren suicidarse a continuar esclavizados.
Ya que tal como lo estamos viendo y gracias a que estos
desalmados cayeron en la fatuidad de mostrar sus rostros lo que ha quedado en claro es que lo que está
en juego en esa parodia de Mesas de Paz donde jueces y supuestos enjuiciados
son lo mismo ya que no responde a
ninguna ideología política bajo cuyo disfraz ocultaron sus rostros sino al
choque de la codicia por la codicia tal como se descubre ahora con Maduro y sus compinches
del Cartel de los Tres Soles, vulgares codiciosos. ¿Para qué han acumulado
tanta riqueza si no la disfrutarán jamás?
Pero comprar propiedades en Estados Unidos, en España se les convierte
en una obsesión que aumenta su vulgaridad y su malsana capacidad de hacer el
mal. ¿Podría la Justicia preguntarse tal como lo hace en una democracia comenzar
por preguntarse por el origen y destino de estas fortunas malditas? Querer apoderarse por la fuerza de un territorio
no es un enfrentamiento para salvar a
los campesinos sino para aumentar las descomedidas ganancias de sus cabecillas pues lo que está en disputa no es la dignidad de
los pueblos en el territorio chocoano, sino, las grandes minas de oro, las rutas
del narcotráfico. Es la Justicia quien debe nombrar a los representantes de la
sociedad en las Mesas de Conversaciones y no el capricho de un vivo como Otti Patiño. PD Lo que pudo ser justo en la protesta camionera ha terminado
por convertirse en afrenta a la
ciudadanía, en sufrimiento para los más pobres. Las vías de hecho nada
resuelven.
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