martes, 21 de junio de 2022

Para apagar el fuego de Basilio Calazans / Víctor Bustamante

 

Basilio Calazans


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Para apagar el fuego de Basilio Calazans

Víctor Bustamante

Siempre hemos creído que la capital de un departamento es la imagen de una región determinada, de ahí que muchos escritores de los municipios emigren a las ciudades para buscar un lugar en la literatura. Otra lectura podría ser que la capital los absorbe y los lleve a escribir sobre la problemática citadina y ya les resulte naif y demodé hablar de su lugar de origen. Igual ocurre con muchos escritores del país, se van a vivir a Bogotá con el propósito denodado de tener más difusión, y para ellos se ha acuñado un término, bogoteños. En ambos casos estos escritores pierden muchas veces el sentido de la contemporaneidad, ya que pasan a hurgar en temas alejados de su experiencia vital en su lugar de origen. En otros casos, se trata de puro arribismo intelectual, un amigo decía que muchos escritores de Medellín cuando se van para Bogotá, es por la sencilla razón de que les queda más cerca Estocolmo. Es decir, esto da una idea de la síntesis y del dominio de una larga marcha debido al espejismo de cómo las capitales, devoran a sus escritores que ya no quieren sino ser citadinos y a lo mejor posmodernos.  Por supuesto que en la literatura y en su historia escrita con tinta y con amoníaco, se dan el caso de Rimbaud y de Miller cuando reniegan de su lugar de origen, pero esto solo es un síntoma que vendría después con los escritores que huyen y son moldeados y domesticados en la capital, que se pegan del vagón de cola de los temas citadinos y olvidan las historias que se dan en los municipios ya que, en su desafuero, piensan que hablar de los pueblos no tiene sentido porque su temática no parece plausible, y así mejor, buscan la consagración entre comillas personal. De tal manera estos amanuenses desolados buscan un lugar alejado de su municipio, luego de su país, para rumiar sus iniquidades que no es más crear la pasarela portátil de la llamada ofrenda personal en otro lugar para regresar con los laureles sobre sus cuellos. Eso sí terminan escribiendo de la misma manera, parecidos y digeridos, por supuesto embriagados de los problemas nacionales, en bastardilla, los problemas nacionales, como si fueran corifeos del desastre. De ahí que algunos escritores de Medellín desprecien a los escritores de los demás municipios y a su vez estos escritores e híbridos bogoteños desprecien a los escritores del resto del país y de ahí que los escritores de las metrópolis como Nueva York, París etcétera, desprecien a los demás, a los otros que provienen de países subdesarrollados.

Lo anterior para referirme al olvido y relegamiento, en el caso de Antioquia, de sus escritores sobre su misma región, ya que la historia contada a través de la literatura se olvida, se deja lado, para no ser tachados de escritores detenidos en el tiempo, provincianos o parroquiales, ya que el olor a gasolina, a ruido, a pasarela y a academia, a autos y a calles atestadas de personas con sus historias en los bolsillos les seduce más. De ahí la preponderancia del folclor como la expresión que se apropia y se promueve de los municipios, como si en esos lugares no se expresara nada más sino el barniz melifluo de bailes y trovas. Pongo por ejemplo la escritura de Jofre Peláez sobre Turbo y Medellín, la decencia y escritura de Juan Mares en Apartadó, como dos escritores que le dan lustre a su origen y ahora la sorpresa de haber encontrado a Basilio Calazans como el escritor que nos revelará a Puerto Berrío.

De ahí que, cuando uno piensa en Puerto Berrío, en la relevancia que tuvo para Antioquia, en sus historias del Puerto, en su origen, en la coincidencias de los barcos de vapor, del ferrocarril y de la aviación se nota que solo ha sido rastreadas por la llegada tarde de historiadores, muchas veces con tesis fastidiosas, atiborradas de citas y dedicatorias triviales para darse coba entre ellos mismos, ya que los perros de presa que somos los escritores que debemos contar lo que vimos y vivimos de primera mano no se ha hecho. Pero, y ese, pero merece una nota explicatoria, ya que en Para apagar el fuego de Basilio Calazans (Uniediciones 2019), esas preguntas sobre el Puerto comienzan a ser respondidas. ¿Por qué lo digo?, por una razón simple, el Puerto que fue el lugar y entrada y salida de Antioquia hacia el norte nunca había sido narrado, menos recuperado a través de la voz íntima de un escritor como testigo de primera mano, ya que estos son los que le dan lustre a esa vida cotidiana que huye con los tiempos y es sepultada por la indiferencia no solo de los políticos que solo viven el presente de su gloria fugitiva sino por la escasa vida intelectual de los municipios donde no se hurga en su valor, en su historia y en su presencia, debido a que mucha literatura escrita allí solo destaca a los locos y a los personajes típicos que les causan risa y no a las personas que realizan un trabajo intelectual, y menos sus procesos no solo sociales sino esenciales en la medida que son los que le dan lustre a sus habitantes y a esos poblados. Por ese motivo leo con regocijo este libro ya que ahí percibo a un Puerto Berrío presente en la época de adolescencia y primera juventud del autor, lo cual permite indagar y saber lo que era la llegada de los vapores al Puerto, el ambiente que se vivía allí, y no solo eso, la vida religiosa de tanto prestigio que aúna con su carácter social, así como el ámbito citadino entre las galleras y los oficios de las prostitutas en los bares del Puerto, tierra de viajeros, de forasteros que buscan asilarse en un lugar que los acoja, pero siempre dispuestos a marcharse. Alberto que, es el alter ego de su autor, no solo es religioso y una suerte de caminante nos lleva de la mano de su prosa por las calles del Puerto, se enamora de Salomé la bella cocote francesa, arquitecta además, que recala allí en los bares y prostíbulos para amainar la pasión de los viajeros y que termina casada con el capitán del barco, del David Arango, ese barco, ese vapor, que en su navegar por el río Magdalena se ha convertido en una suerte de leyenda porque poco sabemos de qué ocurría en su interior hasta que un testigo, nunca mudo, sino necesario, en este caso, Basilio, lo ha narrado para tener presente que hay, además, no como un adorno sino una parte del paisaje presente y caro, el río Magdalena por donde han navegado vapores, donde ha trascurrido una vida que para nosotros, habitantes de la ciudad y de los pueblos, diría tierra firme, desconocemos lo que es vivir en un puerto de río, ya que le hemos dado la espalda a esa existencia diferente pero rica y contrastada que se da allí. Por esa razón de la mano y de la experiencia de Pacheco, ese pescador que se sabe al dedillo los trucos de su oficio, de pescar, que se hace amigo de Alberto, y lo lleva a narrar esa vida a orillas del río Magdalena, repito como una parte sustancial del Puerto donde no solo llegan los barcos de vapor, sino que hay una experiencia perenne a través de las personas que viven del oficio de la pesca, hasta convertirse el río, en un portavoz de los muertos silenciosos que flotan por sus orillas.

De tal manera Basilio Calazans da una lección, al invitarnos a ir más allá del deseo de ser modernos y posmodernos y asilarnos en toda clase de vanguardias como un ejercicio de simulación suprema, pura fachada. Para él su proceso de escritura, arduo y honesto, como pasión individual va a referirse a la solidaridad, a la fraternidad no como un amago publicitario sino como una forma de expresar el desalojo social de todas esas personas que se encuentran en la selva, en ese monte que Basilio ha recorrido para enseñar y pensar no solo la región sino esa Colombia profunda ardua y perdida en los aserríos, para retratar ese país extraviado  y desatendido con la necesidad de un replanteamiento, portando una utopía notoria en esos ámbitos donde la desesperación es latente. De ahí que ese ser religioso, que fue monaguillo, gallero, pescador, sangrero de mulas, no es un advenedizo sino un ser que atisba en lo religioso, como un oasis, que vive los fastos de las fiestas de Semana Santa, y que luego se desliza a lo social, a la necesidad de cambiar esas fiestas solemnes que frotan un mensaje del más allá hacia la connivencia de un mundo mejor y en su interior poco a poco el autor lo transforma la praxis, aunque lo que busca es ser solidario, pero viviendo la experiencia, y al vivirla por los caseríos de Cimitarra, de Bodegas, de San Francisco e Ité, nos muestra un país aún apresado en las estructuras no solo políticas sino mentales de siglos pasados, del XIX me refiero.

 


De su asentamiento y sorpresa en la comunidad religiosa, de la admiración por el grupo Golconda, pasa el autor a plantear la necesidad de decir que la novela debe ser política, de tal manera formula un principio que debe permitirnos hacer tabula rasa del legado que lo arredra, al replantear los conceptos heredados que menoscaban la urgencia de otras ideas e interpretaciones del mundo contemporáneo, es decir salir del estado de cosas, una inercia apresada en la comodidad con el temor de un volver a empezar. De ahí que no sea en vano el paso de Alberto de ser monaguillo a oferente y militante del MOIR, siempre con ese tono de ser el portavoz de un cambio fundamental en las costumbres y en el sentir para buscar la utopía de un mundo mejor. Ahí, en ese viaje, lejos del pueblo, de Puerto Berrío, hacia San Francisco y conociendo los colonos llegados de todo el país, inicia un periplo en el aserrío de las manos de don Pedro y de Orlando, diserta en las tertulias sobre la necesidad de que los precios de la madera no queden en manos de los contratistas, y así mismo, poco a poco se hunde en un proyecto social. Ahí comienza el viraje en la novela ya que Alberto abandona su origen, Puerto Berrío, el fresco de ese paisaje que nos había escrito sobre el Puerto, porque ya lo absorbe el compromiso político, como si dijera me rebelo, por tanto, existo. De ahí que arranca, ahíto de su ser social y festivo, a un cambio total que para iniciar ese replanteamiento emerge dentro de él, ese ser callado, sereno y certero que denota su independencia intelectual y, así él, a través de caminos y montañas, de caseríos innombrados nos lleva no solo a pensar, sino a conocer la región en medio de todo el caos social y político. Por lo tanto en esa metamorfosis lenta y seria se entrega a esa misión casi religiosa no solo de observador, testigo in situ, sino que narra y se convierte en el enlace personal entre el compromiso de su yo crítico y se confabula con el nosotros que se hace notorio en los caseríos donde los aserradores sobreviven, donde le urge fundar la  Liga de Campesinos, idea que aprende desde el simple punto de vista de quien vive esa tragedia cotidiana de la miseria y del desbarajuste social, un enlace que no necesita pasar por la mediación de políticos de lo que se llama alto turmequé, no, ya que la necesidad urge ser prácticos, así como Alberto en esta región sabe que él es portavoz de otras ideas. A un alto precio se convierte en un ser poseedor de otras ideas, lejos del conformismo, y al contrario inmerso ya en la revuelta, el nosotros cautivo en esos parajes es experimentado al caminar y al sufrir de esos paisajes y personas llevadas al límite, como cuando va a la fonda y no tiene conque pagar, así como cada que camina con alguien y ya sabe que todo es incierto, como cada que encuentra un forastero sabe que, en esa emergencia y esencia personal, se encuentra el miedo y debe entonces huir de la comodidad para hallarse aún más solo en medio de rostros y tertulias donde todos son posibles sospechosos. Lo cual pone en tela de juicio no solo sus opiniones y bondad sino el discurso de los guerreros, ante el recurso de otro tipo de ideas. Allí en esas selvas, en esos montes, en la soledad de esos caminos, allí en esos caseríos que no existen en los más mínimo la esencia de individuo se ha perdido la dignidad ante la sospecha como norma general.

Uno nota en Alberto el concepto de dignidad, que no es valorado en medio de la hostilidad y del silencio de las montañas y del campesino que le da un poco de panela, cuando Alberto huye es advertido de que hay enfrentamiento, y en medio de la soledad qué hace sino escuchar el estruendo de balas y el viento de los montes, y las voces anónimas de las amenazas.

Cada vez que seguimos en la lectura, así como seguimos por un camino inesperado de asombros, se confirma y acentúa el carácter de Alberto que ha pasado a trabajar en los aserríos, ha pasado a convertirse en líder, pero antes había sido presidente del consejo estudiantil del liceo, jugador de fútbol, que se ha hecho solo, observando y analizando, eso sí con autoridad y con afecto para que le crean que no quiere ser prosoviético ni procubano, sino que busca otra opción, nada de muertes sino del discurso como decurso y expiación personal ante su sensibilidad. De ahí que, al vivir en San Francisco, en Bodegas, de ser un aserrador nómade, prefiere la noche para mantener la elocuencia de su caminar no solo personal, sino para adentrarse en la necesidad de un cambio, así sea moderado, lento pero fuerte. A estas alturas de la novela, ya el río pasa a ser casi una reminiscencia de la época de subienda, porque ya adquiere el horror de verlo poblado de muertos, personas NN que han sido asesinadas en ese país turbio, violento y disímil, irrespetuoso y sin sensibilidad, donde llega un momento de infamia suprema ya que en el Puerto no hay donde enterrarlos; el cementerio se ha convertido en ese lugar de los parias sin nombres.

En estos tiempos de rebelión y de expiación y de propuesta de cambio, por esos caminos solitarios, por esos montes oscuros, llenos de peligros y de confrontación política, camina Alberto, pero Alberto a pesar de su ímpetu, siente miedo, así como lo sienten los asesinos y cuidadores, centinelas y vigilantes de los grupos armados. El miedo no es un oasis, sino una confrontación personal, miedo que circunda desde hace años al colombiano de ser asesinado en plena noche solo por discrepar y que lleva a Alberto a confrontarse consigo mismo y a rezar la Oración de San Marcos de León.

Esa experiencia álgida, fuerte y personal lo ha golpeado al ver cómo asesinan hombres para tirarlos al río Magdalena, al de él mismo al verse prisionero, al padecer de ese fascismo ordinario que impregna todo tipo de grupos militares que solo poseen la fuerza de las armas para mantener su dominio parcial. Por esa razón Alberto, desde su aparente lasitud y silencio, de no verse en las reuniones, sino en la parte de atrás, en su continuo replanteamiento del mundo, se levanta para aprehender lo que se ha perdido en esas tierras casi olvidadas de Cerro Grande donde se construye otro tipo de país en medio de la marginalidad y de la riqueza, y la del individuo, Alberto, que llega en defensa de una dignidad común a todos los hombres. Ésta es la fuerza, su solidaridad, casi anónima, a pesar del rechazo y de la desconfianza y por supuesto del miedo que trae lo fatídico de esa experiencia tan presente en esos años, ya que Alberto al menos posee el poder de replantear un estado de cosas y así mismo presentar soluciones, así sean objetadas y olvidadas luego. Él busca fraternidad donde solo hay bala, el hurga en otra concepción del hombre mientras solo existe tragedia como una solución. De tal manera queda solo ya que pertenece, en primer lugar, a quienes sí pueden disertar sobre el término que es lugar común, la injusticia.

La noción entre rechazo y revolución es una experiencia límite que desgrana sus desequilibrios y seduce para intentar salir de ese malestar. Así Alberto al interiorizar con su acción pura en su yo sabe lo del rechazo de algunos, pero también la receptividad de otros al tomar partido por responder a una solución que se trunca en un mundo de traidores, y es lo que percibimos, la comunidad de los hombres es compleja.

Ya liberado, junto a Alberto de la Fuente, asistimos, como si el tiempo trajera nuevas perspectivas, nada menos que a saber de las chalupas lejos de los vapores, el tren que ha sido dejado de lado, ya que el cambio le dio otro aire, pero también otros olvidos, otras muertes, otras sangres y otras relevancias al puerto, me refiero a Puerto Berrío.

 

 

 

APRENDAMOS A VER EL PELIGRO / Darío Ruiz Gómez

 


APRENDAMOS A VER EL PELIGRO

Darío Ruiz Gómez

Aprendamos a hilar las informaciones que uno y otro día recibimos para que podamos tener pe un juicio crítico y objetivo sobre lo que cada acontecimiento alrededor de la campaña electoral donde el lobo y la loba van siendo despojados de su piel de corderos(as) gracias a hechos que son incontrovertibles: la muerte de Wayambú un desalmado asesino conminado por delitos de homicidio, secuestro extorsivo, concierto para delinquir, extorsión agravada. Asesinó a más de 40 líderes indígenas, secuestró y extorsionó campesinos, empresarios, a la joven política liberal Karina García la quemó viva dentro de su carro junto a su madre y otras dos personas, asesinó al niño indígena defensor de los derechos ambientales. Esa bestia humana sólo concebible en ciertos relatos de horror, el fanatismo de un analfabeto que desbordó lo político lo precipitó en lo patológico ya que nunca se encontró con la presencia de las leyes, con las sanciones de la justicia y matar a quien consideraba como sus enemigos fue en todo momento una simple afirmación de estar cumpliendo con su “tarea revolucionaria”.   Wayambú fue abatido en Suárez población del Cauca donde se estaba construyendo una casa. Antes de que la comunidad robara su cuerpo los documentos fotográficos certifican  que  Wayambú era el abatido. En Suárez se refugió Francia Márquez para votar allí en su amada población. ¿No supo o no se dio por enterada que Wyambú había dado la orden a la población de que quien no votara por Petro sería asesinado(a)?  La tortura y posterior asesinato por milicianos de las Disidencias de las Farc de Jesús Antonio Montano abre igualmente un interrogante ante Francia Márquez, ante decenas de oenegeteras y oenegeteros,  retóricos defensores de las etnias  y del defensor de la Onu  que una vez más han guardado un vergonzoso silencio ante este asesinato. Jesús Antonio Montana nos dejó el ejemplo de que quien  pertenece y es fiel a una etnia no debe plegarse ciegamente a la manipulación política  que de ellas  está haciendo el populismo del CRIC convirtiendo a los indígenas enestatuas mudas al servicio del narcotráfico. Pensar diferente lo sacó del magma lo  convirtió en ciudadano.

¿Es la crueldad, la sevicia, la tortura infame sobre el cuerpo de un niño un “rito ancestral” – tal como lo defienden escandalosamente ciertos oenegeteros(as) Defensores de “Derechos inhumanos” o es el más grande  atropello contra la dignidad  de un ser humano, la  prueba de la deriva del concepto de derecho?  Las respuestas equívocas, sesgadas utilizadas por el populismo para disfrazar la violencia de estos degenerados ha perdido toda consistencia pero la incompetencia conceptual de los encargados de rechazar la crueldad parecen seguir ahora distrayéndose en alguna fiesta de abogados(as). En los computadores de Pirry se acaban de encontrar  documentos que ponen de presente la infinita crueldad de un monstruo: convertir a los niños en desaforados guerrilleros  dotándolos de fusiles y pistolas, colocándolos  detrás de las Primeras Líneas en lo que sería el nuevo “estallido social” urbano.  P.D.  Putin autorizó con la avenencia de Ortega el ingreso de tropas rusas, aviones, barcos que se encargarán de “vigilar las fronteras” de Nicaragua enfrentando a los narcotraficantes, curiosamente en el país que sirve de rampa al narcotráfico internacional. O sea que gracias a la traición a nuestra soberanía del tándem Santos-Holguín tendremos a los rusos en la bahía de Cartagena y en San Andrés.

 

viernes, 17 de junio de 2022

Homenaje a José Manuel Arango en Días del Libro 2022

 


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Homenaje a José Manuel Arango en Días del Libro 2022

xlvii

el viento trae una ráfaga
de rotas banderas
y los que se amaron
hasta el canto del gallo
rendidos y desnudos
de la mano
van por un mismo sueño

José Manuel Arango


EL REGRESO DE VIOLETA LA TERRORISTA / Darío Ruiz Gómez

 


EL REGRESO DE VIOLETA LA TERRORISTA

Darío Ruiz Gómez

Creo que seguimos sin darnos cuenta de la importancia decisiva que para que cualquier proyecto de Paz por parte de Rodolfo Hernández debe tener de salida la condena del terrorismo del ELN ya que éste se ha convertido, ante la incapacidad de nuestra justicia para enfrentarlo, en un cáncer que seguirá destruyendo vertiginosamente nuestra identidad de país civilizado, sobre todo por su gran poder económico. Ya el ELN es en Venezuela un Estado dentro del Estado madurista y por lo tanto eludir la responsabilidad de condenarlo seguirá siendo una demostración de debilidad por parte de la clase política y de la justicia colombiana. El ELN está asesinando cada semana dos o tres de nuestros soldados o policías, tiene retenidas bajo violencia extrema a varias comunidades indígenas en el Chocó, el silencio sobre sus iniquidades en el Cauca y Arauca es un triunfo de su poder mediático. La Comunidad Europea continúa enfrentando este flagelo para salvaguardar la vida ciudadana ante los ataques del terrorismo internacional en su propósito de imponer sus leyes despiadadas. Violeta Arango Ramírez, alias “Violeta” fue detenida a raíz del atentado contra el centro Andino en Bogotá donde una bomba estalló en un baño y mató a tres mujeres entre ellas una joven francesa sobre la cual de inmediato se lanzaron infames sospechas para distraer la atención de la Fiscalía y de la ciudadanía. Se detuvo a nueve sospechosos quienes finalmente fueron dejados en libertad. Violeta Arango Ramírez fue detenida bajo firmes cargos de haber participado en el acto terrorista, se le sindicaron cinco cargos más. ¿Por qué entonces no la condenó la Fiscalía?

Aquí debemos recordar que para esta fecha las FARC estaban a punto de culminar la “entrega de armas” – lo cual, lo sabemos hoy, ha sido otra de sus farsas- El ELN había colocado semanas antes en el Centro de Bogotá una bomba de gran poder que mató a un ciudadano y dejó numerosos heridos. Sin embargo, un Comando del ELN a raíz del atentado y la muerte de las tres ciudadanas publicó un Comunicado donde cínicamente “repudiaba el atentado, se solidarizaba con las víctimas”. Este atentado fue posteriormente olvidado por la Fiscalía y por las directivas del Centro Andino quiénes permanecieron sordos a los justos reclamos de las víctimas a pesar de que tal como lo detallaron las cámaras de vigilancia minuciosamente quedó registrada(o) cada uno de los responsables.  El atentado   fue el 7 de junio del 2017. En acción del Ejército en el Departamento de Bolívar fue detenida Violeta Arango Ramírez junto con una compañera muy majas en su estilo de guerrilla “posmoderna” y el montaje de falsedades y manipulaciones que entonces fueron puestas en circulación por algunos dirigentes del hoy llamado Pacto Histórico para demostrar “la inocencia de Violeta”, el “terrorismo de Estado” contra tan inocente criatura, se han venido abajo. Los crímenes del ELN son y han sido de verdaderos enfermos mentales y verdaderos enfermos mentales son sus fanáticos seguidores en Colombia. A Argelino Durán Quintero exministro lo secuestraron en 1991 en su casa en Bucaramanga, el anciano resistió largas marchas, declinó comer hasta caer muerto. Por instrucciones de un “médico” que aún vive le sacaron el hígado, los intestinos y rellenaron de hojas su estómago antes de enterrarlo. Este indignante asesinato cayó en el olvido naturalmente durante la justicia santista.  Hoy vuelve a mí ese luminoso ejemplo cuando veo la procacidad con que “El Pacto histórico” se mofa de Rodolfo Hernández quien llora al recordar a su hija asesinada por el ELN sin que fueran entregadas las señales del sitio donde supuestamente la enterraron. Rodolfo Hernández fue secuestrado por las FARC y ¿ahora debe callar esa infamia para “no perturbar el proceso de paz” y no quitarle el sueño a “Los Comunes”? Libertades y no extorsiones. En este caso el país que calla es el país que otorga.

martes, 7 de junio de 2022

Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett / Víctor Bustamante

 

Piedad Bonnett (El Español)


Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett

Víctor Bustamante

Si una calamidad personal golpea de una manera despiadada, significa, sin atenuantes, que lleva a bordear esa zona oscura del dolor de la cual es inminente apartarse y se llega a sentirla, padecerla, vivirla, saber que de ahí no se tiene escapatoria mientras se vive esa zozobra que llega así de golpe, como del odio de Dios, al decir de César Vallejo. Cierto, ese ultraje a la paz personal, a la paciencia diaria que, de repente, se ve herida por ese rayo que cesa una vida, donde las fibras personales socaban cualquier intento de paz, cualquier llegada a la casa donde los despojos, diría mejor la presencia de Daniel Segura, su ser íntegro, se ha ido de una manera inexpresable. Y es ahí mismo cuando se expresa lo expresable, su arte, ya que,  de la mano de su madre, la autora de sus días y del libro que lo recobra, iremos por ese camino que él mismo ha roto, esa continuidad en sí y de sí y que ha dejado huellas a lo mejor imperceptibles, a lo mejor en un diario, en alguna palabra recordaba al azar por alguien cercano, pero sobre todo en los trazos de sus cuadros que, de repente, se convierten en las huellas que son sus trazos, sus grafías, sus pinceladas, sus pasos que ha dado a través de sus pinturas como el pálpito en sus dibujos, en su mesa, en ese oasis que es su cuarto donde tantas batallas personales dio mientras la angustia lo desgarraba de un golpe certero para llevarse su vida, así como ese ananké de los griegos cuando manifiesta ese destino que nos deja perplejos desde la otra orilla, desde nuestro puesto de observadores en la lectura de un libro. En este caso una suerte de hoguera personal, donde la escritora ha sido capaz de mantener la cordura y el equilibrio al escribirlo, pero también la presencia de una vida tan valiosa, que la deja en su perplejidad tan llena de preguntas que en este libro ella tratará de resolverlas, apartándose de la fragilidad que entrega este hecho para así ella escribir e indagar, para sumirse en la hondura y a veces en el desasosiego.



Me refiero a esta novela, mejor una memoria, nunca una forma de catarsis, sino una presencia, ya que, al nombrarlo, a Daniel perdura en esta novela que es una reminiscencia y una manera de compartir desde la otra orilla ese dolor, podría ser una confesión, mejor lo digo de una vez, me refiero a Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnet (Alfaguara, 2013). Desde el título, al decir,  lo que no tiene nombre, su autora sabe que se atreve a expresar lo que subyace en la distancia que ofrece su misterio y en su falta de definición, al escribirlo, es decir nombrarlo, lo hace inminente en su misma lejanía, lo que le causa el asombro de ese estado que es impronunciable y que al no querer llamarlo por su nombre, se devuelve hacia ella al reclamarle su definición, pero esta correrá a través de las páginas de ese desafío con que se escribe esta novela, y que ella escribe para decir, yo estoy aquí no en la orilla, sino en el centro mismo de ese caos, porque una muerte asumida de esa manera deja lo terrible de una huida.  

Separarse de Daniel, su hijo, saber que ha claudicado de esa manera inesperada, abrupta e ilegible, aunque se percibe desde un comienzo su fin en Nueva York, en otra frontera, en otro espacio, en la ciudad donde fue a buscar pulir su arte, a dudar de sí mismo, de su talento, y que lo acorrala aún con esa duda, ya la pintura no se vende, no le interesa a las personas. A veces pienso que ese viaje es como una huida, una catarsis silenciosa, una manera de estar tranquilo, una manera de escudarse de su misma fuerza, de su creatividad, nunca haber escogido ese lugar como su lugar último morada.

Perviven desde un comienzo, en su transcurso, sus huellas, las de Daniel, ya que paso a paso la autora nos lleva de la mano, merodeando en su cuarto, en sus actitudes, en sus dibujos, en las visitas a los diversos psiquiatras, en sus viajes por Europa, donde poco a poco escala en su vida personal, al mismo tiempo que esa enfermedad interior lo sacude por momentos, sobre todo, cuando no toma los medicamentos, lo cual permite que ese mal rastrero prosiga devorándolo, cambiándolo en otra persona llena de furor y no en el chico amable y dulce.

Desde su juventud, cuando fue diagnosticado, estuvo cerca a ese fatum despiadado que lo llevará paulatinamente hasta el ocaso que estampa el extravío cuando se ha interrumpido la normalidad, la cadencia de una vida en el sopor de la cotidianidad, y surge así ese otro ser que sufre con la ingestión de las pastillas que doman y domina su interior.

La relación con la contingencia que se desata de una manera insospechada, indica la caída que, a pesar de los medicamentos y de la actitud parsimoniosa de los siquiatras y la mirada atenta de su madre precede a la llegada de un desastre. Es decir, ese camino sin retorno, lo no codificable, lo incierto porque en el fondo uno quiere que todo se solucione de la mejor manera posible y que esa ley extrema, ese fatum que merodea, que parece infalible no se cumpla, que ese momento al cual está destinado Daniel, vivir su rabiosa juventud, su creatividad, se alargue, no se olvide, que no sea codificable en materia de su mismo destino. Pero ese desastre sí nos mira cuando al leerlo nos toca, aún más, nos incumbe en la medida que es lo ilimitado, y así esta mirada, se convierte en aquello que no puede medirse en términos de fracaso, sí como una pérdida pura y lejos de la simpleza de una noticia.

Nada alcanza para paliar una calamidad; lo cual quiere decir que, la autodestrucción en su pureza más contingente, avanza cada día en su inmediatez, aunque ha debido ser un largo proceso pensado que se convierte en una idea de totalidad, en la medida que abraza el fin que aún no llega. Así, define sus límites: todo lo logrado, los momentos escalados, las pinturas que lo obseden nunca destruida, los viajes, los dioses mutilados y las chicas, los amigos, el atisbo de las soledades, las luchas interiores, sí, sobre todo, esas luchas interiores, inmanejables, la ira que llega y no cesa de nuevo, y que conducirá a la ausencia, y al sinónimo de la muerte y de la nada que ocupará un solito lugar, a veces la desgracia del olvido, lo cual es demasiado en su cota más alta, ya que cuando alguien se marcha de esa manera y más aún cuando es su hijo, da lugar a esa inexistencia matizada por la pregunta, qué siente una persona en su interior, qué fuerza brutal y despiadada lo cercena para irse así tan pronto, de qué manera silenciosa en su interior luchan fuerzas contrarias, intensas que dislocan la extrema desesperanza como el reto de una vida llena de lo promisorio de su arte ahora inconcluso.

 En este libro, en su fuego que nos quema, la escritora no claudica, aunque el dolor es evidente, aunque la parvedad es necesaria, nos acerca a su experiencia, a la intransigencia del dolor que la ha tocado mientras nosotros, espectadores tibios, la seguimos en las líneas de su escritura, en esas líneas que nos arrastran hacia su centro donde el tránsito del suplicio es más sublime.  Sabemos que es demasiado, y al escribirlo, al expresarlo ya es demasiado, ya que las palabras no expresan esa inserción, esas profundidades, lo insondable, lo que llega como una ráfaga y se empoza para siempre. Es el desastre porque lo es, ya que copa y enfría la existencia y, a más de eso es una privación, una experiencia mayúscula, con la llegada de la inútil muerte y todos sus accesorios, la lacra de los funerales, las lágrimas ajenas, el constante merodeo de los medios, el no perdón a quien lo haga de primera mano. Quizá la muerte así se convierte en esa esfera que creemos lejana, ese límite opaco, de alguna manera, que nos llena de inquietudes y de preguntas. No en vano, la autora busca en los archivos de Daniel los rastros de su hijo como si quisiera saber cómo es uno de sus otros rostros, acaso uno de los autorretratos guardados en sus objetos, en sus pertenencias que permitan una respuesta. Ella dice: “Reviso uno a uno los libros y los cuadernos. En el fondo de mi corazón suplico por que aparezca un diario, una nota de carácter personal. Pero sólo hay trabajos críticos o notas de clase, escritas con letra pequeña, apretada, minuciosa. En su morral encuentro la pequeña tarjeta que le envié hace dos días, acompañada de un billete, y que dice para que te des un gusto. Te quiere, tu ma”. Una huella, perceptible, una pintura de Jenny Saville le llama la atención Reverse, ese autorretrato con cierta belleza, la otra belleza de la sangre de la carne herida, así como en su edad de confrontación y desespero, a veces da la impresión de un rostro caído en desgracia sobre el piso, donde el rictus de la muerte exhala su suspiro más inmediato. Signos, símbolos, huellas gustos de Daniel que a lo mejor crearon ese camino, le coadyuvaron a seguir por el otro camino de la vida, Van Goth también lo viviría.

Cada duda, cada pregunta, cada inflexión de su voz nunca se superpone a la extrañeza, a la vez que ella no puede suplirlo ya que, al espaciamiento del morir, en la medida que pasan los días y huye una presencia muy cara hacia el sofisma del recuerdo, la lleva indagar acerca de escritores que han tenido presente lo que algunos llaman experiencia, pero que para ella es una fatalidad, la muerte de alguien muy cercano. Como descree de los ritos religiosos, se asila, nunca se aísla en los libros, e intenta encontrar consuelo en ellos, ya sea como notas reflexivas, como experiencias de vida, libros terapéuticos o en meditaciones o en poemas. Desde diversos ángulos acuden a ella para hacerle una gran compañía: Wislawa Szymborska, Carol Anderson, Douglas Reiss y Gerard Hogarty, con Esquizofrenia y familia, Michael Greenberg, Mary Jo Bang, Vesna, El dios salvaje de Alfred Álvarez, y ha buscado luz en libros de ciencia, en tratados médicos, en Norbert Elias, en Barnes, en Gottfried Benn, en Sylvia Plath, en Lowell, en Javier Marías, en Borges, en Joan Didion. Y, sobre todo, en Nabokov, Esther Seligson, Salman Rushdie, Sandor Marai. Después de la muerte de Daniel, ella lo dice el escritor Antonio García le regala El acontecimiento de Annie Ernaux, también Jean Améry la acompaña. Cierto, la poesía con su descarnado camino de abismos y, a veces, de puentes, de oscuridades y viajes a la nada, la acompañan en esa noche oscura del alma, así como los escritores que reflexionan y cuentan, un caso cercano como Nabokov, Esther Seligson, que vivió una experiencia cercana, A. Álvarez y, sobre todo, Jean Améry, acuden a su llamado, la custodian y tratan de explicar lo inexplicable, lo que no tiene nombre.

La muerte de Daniel le ha proporcionado, sin equivocaciones y sin estigmas, el sentimiento de que, al suicidarse, se cumpliría ese fatum que era la incertidumbre de no saber hasta qué momento debía cuidarlo, estar pendiente de su presencia, de que él no la abandonara de una manera abrupta. Podríamos decir que el suicidio redime y libera del sufrimiento interior, de la enfermedad, de la cárcel de la derrota de las drogas recetadas, junto a la inigualable certeza de los psiquiatras y su mundo de batas blancas y de lejanía, y de esa convicción de ser fríos e indolentes, que contrasta con ese símbolo, el color negro de la oscuridad de quien se marcha voluntariamente y sin dar explicaciones. Pero la escritora, Piedad Bonnett, asume este evento con la conciencia plena, nunca lo deja de lado, al contrario, lo enfrenta con sus preguntas, sus dilemas, con cierta acedia, pero no lo disipa, y eso sí, no deja que nos apartemos de ella. El desastre como una aurora sangrienta y fatídica reclama su estadía, pero hay que atenuarla. Ella, la escritora la refuerza al indagar y exponer esos pasos que llegan y luego se irán sin una despedida, sin la ceremonia de un hasta la vista. Ella ha indagado este desastre, no lo ha paliado ni olvidado, de ahí que la literatura, su escritura, haga perdurar una tragedia que, con el tiempo y el paso de los días, se convierte en pasado, pero, ella, Piedad Bonnet se ha resistido a quedarse pasiva, de ahí que ella continúa y asevera:

“«Los muertos sólo tienen la fuerza que los vivos les dan, y si se la retiran…», dice Javier Marías. Tratando de preservar a Daniel de una muerte definitiva, me doy a examinar su obra, a clasificarla. Encuentro, organizado de manera impecable, un fólder que dice: «Dibujos de chiquito». Están ahí los trabajos infantiles que yo guardé alguna vez, y de los cuales no me acordaba. También obras de la primera adolescencia. Hay óleos, dibujos, grabados, no menos de doscientas piezas.

Selecciono unos cuantos, los mejores, y le pido a mi amigo Óscar Monsalve, fotógrafo de obras de arte, que me haga un archivo, adelantándome a lo que será inevitable: la repartición de su pequeño legado. Con Camila hacemos un blog que muestra una veintena de lo mejor de su obra [*]. Y escribo, escribo, escribo este libro, tratando de cambiar mi relación con el Daniel que ha muerto, por otro, un Daniel reencontrado en paz.

«Los muertos sólo tienen la fuerza que los vivos les dan…»”

  

Daniel Segura Bonnett


SAGA A LA FUNDACION / Oscar Peláez Peña

 SAGA A LA FUNDACION

Oscar Peláez Peña

San Luis, 3 de mayo de 1903- Sevilla Valle 3 de mayo de 1993

A mis amigos y compañeros de mesa.

La acción de la corriente civilizadora establecida por arrieros y trajineros a lo largo de senderos desconocidos de la cordillera, nos donó una geografía en función política que sirvió para estabilizar las poblaciones errantes.

El fundador de ciudades aprende de la tierra las formas y expresiones del dominio para realizar las grandes penetraciones históricas en la ceñuda y selvática majestad de nuestros montes.

 

 Horizontes sevillanos

                                          

Así surgen los nuevos municipios de entre las montañas como de un mundo mágico: Democracia bucólica donde los hombres aprenden a vivir “cara a cara” en medio de una espléndida camaradería social, con sus ganados que pacen en los verdes campos y rosaledas; entre hileras de casas y sementeras que disfrutan de la propiedad en común de unas mismas tierras. Feliz combinación demográfica que tiene como fundamento la alegría del gran espacio, el radiante estío en la plenitud de las frutas, como apego a la libertad física del ir y venir en la inmensa simpatía cósmica que interpreta nuestro formidable destino con todas sus consecuencias humanas. Este fenómeno no puede ser una simple coincidencia histórica; una identidad de origen tiene que ser su significación social.

 

Caracolí. Finca El Arco. Quindío. 1892

La fundación encomendada a la familia es tan importante que se puede observar una transición directa del grupo familiar al Estado. En efecto, la familia fue no sólo nuestra unidad fundadora, sino también el más escondido secreto genésico de nuestro ordenamiento. Con la familia, el individuo se clasifica socialmente; gracias a ella puede realizarse la fundación. Las familias se relacionan entre sí mediante la antigüedad, la economía, la práctica de un sistema de vida profundamente democrático en el que predomina el policultivo, como la pequeña propiedad, el campo común para cría de ganado, el espíritu de cooperación en los asuntos de interés público, en fin, todas las formas de solidaridad social indispensables para el individuo que sabe que la familia como la vecindad y la cooperación serán los puntos de apoyo frente a la adversidad de las montañas, fijando así el colono en aquel paisaje que él ha de dominar a través de su penetración histórica.

 

 Oscar Peláez Peña 1974

                                                    

Para los grandes hechos pasados no hay como la historia, la fábula sirve sólo para oscurecer su grandeza. El único medio de celebrar con dignidad es la efusión literaria. Nuestros abuelos, atraídos por el misterio, estaban dotados para hablar el lenguaje de los grandes horizontes. Contaban historias a media voz, parte reales, partes soñadas en el subsuelo histórico de las hondas raíces de aquel árbol de rudas cortezas en que adivina el espíritu escudriñador los perdurables litigios que se guardan en los archivos de familias, en los papeles de pleitos y linajes, en los pergaminos yertos y los textos escuetos, familias, en los papeles de pleitos y linajes, en los pergaminos yertos y los textos escuetos. Únicos archivos que se salvan del olvido y del sarcasmo de nuestra edad tibia e iconoclasta.




Inspira en todas partes el respeto local de nuestro pueblo, de sus ríos, climas y colinas, del olor mañanero de sus panaderías y del pilón que nadie puede derribar, el arpegio del pájaro que nadie puede corromper, mientras que los recuerdos de los días bonancibles y de las personas queridas hacen de cada esquina un momento con su evocación espiritual. Nunca parecen monótonos los horizontes de la tierra nativa; nunca fatigan la mirada; el alma siempre halla en ellos algo que responde a sus sentimientos. Esta es la primera manera de amar y conocer nuestro paisaje, poseyéndolo simbólicamente. A través de su imagen física, por el contacto y compresión de las razones vitales que nos atan a su suelo, donde el hombre y la tierra se modelan recíprocamente.

 

         “Horizontes” de Francisco Antonio Cano 1913. 


Esta pintura forma parte de la colección Museo de Antioquia. Los modelos de la obra son el ingeniero civil y escritor fredonita Francisco de Paula Nacianceno María Gómez Escobar “Efe Gómez” y su esposa Inés Agudelo Zuluaga. Efe Gómez es paisano de don Heraclio Melitón Uribe Uribe y de los escultores fredonitas Ramón Elía Betancur y Angel Rodrigo Arenas Betancur. 

Sensibilidad candorosa y compasiva que sabe provocar el interés por la existencia humilde y laboriosa, por la pobreza despierta desde la aurora. Sin más estímulo que el santo amor al suelo nativo.

Atentos a la voz recia de la sangre, a la voz cordial de la amistad, al eco persuasivo y perenne de la raizalidad, así te saludamos los hijos de tu fiel montaña.

 

Una preciosa captura de un atardecer sevillano. Fotografía realizada por Sara Zapata


         Hoy jueves 24 de mayo del año 2001, cuando Bob Dylan cumple sesenta (60) años de existencia, entro en la realidad de que los tiempos están cambiando y recibo la infausta noticia del asesinato (decapitado por paramilitares) de mi amigo de infancia y poeta el maestro Oscar Peláez Peña (1947-2001). Un crímen violatorio de los derechos humanos y que aún sigue impune, en esta repúbliqueta, donde la justicia sigue siendo ciega y la palabra se campea en silencios de hierro.

         La gran coincidencia, casualidad y paradoja de la vida, el siguiente texto fue escrito por Álvaro Noreña Jiménez: En mayo 3 de 1993, en el aniversario de fundación de su pueblo, tierra donde germinó   su paisano don Alberto Cardona, experto en lucha greco romana: «Hoy en este día brumoso, de flor de mayo, de abuelo aniversario / recordando el tiempo en que el hacha habitó en las manos de los colonizadores antioqueños, hiriendo el árbol y el bosque / abuelo pueblo, corto en años de existencia y largo en merecimientos. / Damos gracias a cada uno de los fundadores que dieron principio a tu memoria, en justo monumento y celebración a sus hazañas /Acá volveremos convencidos del milagro / así traigamos lo padecido, / lo equivalente al cansancio, / al envejecimiento o la desgracia. / Rindo tributo a todos los mayores de nuestra historia y de nuestra infancia, / a las madres y a los padres, / a Mercedes y Antonio, / bellas alegorías del peregrinaje terrestre».

         P.S: E presente texto de Oscar Peláez Peña (1947-2001) fue digitalizado e ilustrado por  el arqueólogo de las palabras Álvaro Noreña Jiménez, con fines educativos, rescate de memoria histórica y de difusión cultural hoy 23 de mayo de 2022, un día antes .de conmemorar 21 años de su asesinato.

         Poema de Oscar Peláez Peña tomado de su libro Sarcófagos de una ciudad amarilla, publicado 27 de abril de 2021, en el Blog Neonadaísmo 2011 de Víctor Bustamante:

Tomaré el rumbo

De los amargos laberintos

Que cruzan los senderos

Entonces no habrá más que la soledad

Y un infinito silencio

De pisadas

Blandas

Que sueñan con la muerte.

 

 Alvaro Noreña Jiménez

Celular 311 793 98 02

cierraojos@gmail.com

 

lunes, 6 de junio de 2022

VÌCTOR BUSTAMANTE ENTRE MÙSICAS Y PLAYAS / RAÙL HENAO.

 


VÌCTOR BUSTAMANTE ENTRE MÙSICAS Y PLAYAS

 

RAÙL HENAO.

 

“(…) si eres un solitario de la Otra Orilla Tarde o temprano las olas te arrojaran a esta Playa. ¿Què tienes para ofrecer? ¿una conversación interesante? Deja el papagayo en casa, que aquí andamos perdidamente enamorados de la perdición. Deja los tesoros de la vejez en la gaveta”. * “Que hablen mal de Medellìn los malos poetas” Rubèn Vèlez. Vìctor Bustamante, prosista y poeta multifacético, retorna a la poesía después de una pausa o silencio de doce años, porque, de su libro inicial titulado Mùsica a Plena Playa* su último poemario, hay continuidad, en el sentido de que vuelve o regresa a los temas de su predilección: la Medellìn de sus amores y desamores con sus “calles trazadas a la diabla” (Tomàs Carrasquilla), la música popular, el rock y los tangos; los cines suburbanos y los hoteles o pensiones baratas: refugio del amor mercenario, los bares y cafès del pasado, como La Arteria o Faromar y aquellos que todavía perduran: El Viejo Vapor -en el Parque del Periodista- y Billares Universo sobre la avenida la Playa… transito obligado y cotidiano de su bohemia y nomadismo intelectual, Y es que Bustamante resulta una versiòn, a escala colombiana, del flaneur baudeleriano, un solitario por el estilo del “hombre de las multitudes” de Edgar Poe. Sus poetas preferidos son los “Malditos” franceses que tienen como precursor a Francoise Villon -poeta goliardo, asaltante y asesino en defensa propia- en cuya biografía incurren con anterioridad varios escritores importantes del país como Andrès Holguìn o Uriel Ospina… O ya en el plano local y nacional, los poetas del nadaísmo antioqueño: Amilkar Osorio, Alberto Escobar Àngel, Darìo Lemos…y, quizás, Mario Rivero, el autor de los Poemas Urbanos, que de cierta manera inaugura la poesía coloquial y narrativa en Colombia. A pesar de que Vìctor Bustamante, en su libro reciente de poesía, destaca la importancia de la Obra Negra de Gonzalo Arango, nos parece en definitiva que su poesía neonadaìsta, pesimista y nostálgica, poco o nada tiene que ver con el profeta de Andes, seguidor del maestro Fernando González en su última, mistica etapa de vida; porque en ella predomina, a modo de impronta, la EVASIÒN, tendencia que si bien suele estar ligada a la LIBERACIÒN (palabra que Henry Miller, el novelista norteamericano, preferìa a REVOLUCIÒN porque -según èl- entraña un sentido espiritual olvidado en la época presente) el poeta antioqueño la interpreta como la FUGA o INSPIRACIÒN que nos proporciona el arte y la literatura hedonistas, el alcohol y las drogas, sin que en ella se avisore un horizonte distinto al vacìo o la nàusea existencial a la que siempre se mostraron proclives los poetas nadaistas y que, con la tendencia política contestataria, constituye la temàtica vigente en la actualidad, a la que vuelven de manera reiterada la generalidad de los poetas mediáticos que publican en las redes sociales. Vale, en resumen, destacar y elogiar en la obra poética de Vìctor Bustamante, el hecho de que su autor en ningún momento la desligue de la vivencia o experiencia de la vida cotidiana, lo que lo emparenta, además del nadaísmo, con varios poetas posteriores y cercanos a la Generación Desencantada… cantores de la ciudad y enemigos del campo: “ese lugar donde los pollos se pasean crudos” como reza la frase célebre de Max Jacob. *Mùsica. Ediciones Babel. Copimpresos. Medellìn. 2010.

 

 Plena Playa. Babel, Medellìn. 2022. Medellìn. 12 de marzo de 2022.

 

 




LA PRECARIEDAD DEL LENGUAJE POLÍTICO

Darío Ruiz Gómez

En estos días de alborotada vida electoral lo que ya es más que evidente por parte de las jaurías de opinadores(as)  inventados (as) a última hora  o desgastados(as) en decir lo mismo durante años  de “periodismo político” lo que ha quedado en claro es, no dejo de recalcarlo,  la inmoderada  manipulación del lenguaje   tal  como lo hace Petro a cada instante negando lo que acaba de afirmar  y apoderándose  y repitiendo   con  toda desfachatez y cinismo, como si fueran suyos,  los argumentos  y las propuestas de sus  contrarios. Estrategias del chavismo.  De ahí la tarea del verdadero pensamiento democrático en lo que debe ser desde estos mismos momentos su objetivo de preservar la capacidad comunicativa del lenguaje, que consiste precisamente, en su negativa a ser instrumentado, en este caso, por las pautas publicitarias.  Las Ciencias Políticas, la Historia de las Ideas Políticas sustituidas por profesionales del chisme, del embuste y la difamación condicionan desconociéndolas las verdades de la historia   llevando a una confusión de la cual saca provecho este populismo. La instauración del absolutismo informativo mediante el cual “lo que he visto no lo he visto y solamente puedo creer lo que la noticia me “informa” le abre espacio igualmente a estas peligrosas falsedades. Tarea permanente de respuesta   crítica por parte de la verdadera oposición política, la reaccionaria, la que reconoce una herencia en lugar de eliminar y que responde a esta batalla cultural debidamente.

¿Cómo se aniquila la verdad?  La verdad implica el reconocernos  en unos valores éticos, en los logros del progreso moral como lo reconoce  la nueva Carta de los Derechos  Humanos , el hecho de que todos somos iguales ante la ley,  algo que el peligroso multiculturalismo como el que Petro y Francia Márquez están agitando  ya no recurriendo al desacreditado eslogan de la “lucha de clases”  sino  incitando  a un abierto enfrentamiento  entre etnias al grito de “el blanco es el malo” tal como sucedió en el recibimiento al candidato exfajardista  y afrodescendiente  Murillo prometiéndole una futura Presidencia a sangre y fuego.  Ya que una cosa es la democracia que intenta  anular  la separación entre blancos y negros y que  ejemplarizó  en Sudáfrica Mandela   y otra el corte de cabezas del “blanco malo” que proclamó el Mau Mau en Kenya y hoy se repite con los grupos de fundamentalistas islámicos.  Esta es la condenable estrategia del odio, el dejar flotando en el discurso la amenaza con acciones violentas en el caso de no ganar las elecciones.  “Porque el multiculturalismo, recuerda Sartori, no persigue una integración diferenciada, sino, una desintegración multiétnica”. Callar ante el alarmante silencio de la tarea del Tribunal de Ética por parte del Consejo Electoral o la Corte Suprema de Justicia para condenar estos excesos, estas provocaciones propias del terrorismo es dar aliento a los incendiarios, incentivar la discordia en los territorios, propiciar no la incorporación de los pobres sino convertirlos en resentidos tal como se está haciendo en Ciudad Bolívar y en Suba, en Cali y Medellín en los barrios populares. Al banalizar un delito como el cometido por Piedad Córdoba, como los desplazamientos de poblaciones enteras en Antioquia, Cauca y Arauca, Chocó, al callar ante la imposición de la obediencia de regiones enteras mediante las armas el día de las elecciones lo que se está permitiendo   es preparar el camino al asalto final de nuestra democracia, debilitándola con la participación de los infiltrados.  ¿Tendrán  los seguidores(as)   de Rodolfo Hernández   las mismas condiciones de seguridad  con que cuenta hoy el petrismo para votar en el Cauca?

RECORDANDO AL POETA PABLO NERUDA / ANTONIO ARENAS B.






RECORDANDO AL POETA PABLO NERUDA

 ANTONIO ARENAS B.


“Yo tomo la palabra y la recorro

como si fuera solo forma Humana,

me embelesan sus líneas y navego

en cada resonancia del idioma:

pronuncio y soy y sin hablar me acerco

al fin de las palabras

al silencio”.


I- EL AMOR A LA POESIA ESCRITA.


Pablo Neruda dijo: “Yo adoro la poesía escrita”. Tal afirmación era sincera y no se engañaba a sí mismo. Escribir es un oficio y la escritura determina un estilo y el estilo hace al poeta. Un poeta seria pues, alguien que otorga particular importancia a las palabras. Vive y se mueve entre ellas: “Palabra humana, silaba, cadera de larga luz y dura platería, hereditaria copa que recibe las comunicaciones de la sangre: he aquí que el silencio fue integrado por el total de la palabra humana”.

Neruda en su poesía interrogó, palpó, acarició, pulió y pintó las palabras. Lo cierto es que cometió una serie de fechorías eróticas, sociales y políticas; por las palabras y con las palabras tuvo la vanidad del artesano que ha profesado el oficio por largos años y con un amor indeleble. Neruda tomó conciencia del oficio del poeta y de la profesión de la poesía. La verdadera influencia y experiencia consistió en una práctica permanente; en una vivencia forzosa con los seres humanos y con las cosas materiales.

“Yo me lancé a la vida más desnudo que Adán, pero dispuesto a mantener la integralidad de mi poesía”. Así se expresaba, con legítima importancia en su ensayo versos cortos y largos. Pero su experiencia fue con los mineros, campesinos, los obreros, los más pobres que son los que menos atención reciben y es inaudito no pensar su inclinación profunda por el hombre y sus problemas. El hombre tiene derecho a ser feliz y sobre esa base es que estamos férreamente unidos con la poesía y su magia.

Al leer poema tras poema de Pablo Neruda sentimos el silencio y es como si el agua nos cayera en un mar de palabras, es ver aquello que no se ve, es oír lo que no se oye, es escuchar la melodía de la vida profunda. El realismo social, el amor, la elementalidad de la existencia, las cosas, fueron en sentido estricto su método tendiente a conquistar el mundo, un paradigma para atrapar la realidad total.

La realidad tal como la vivieron y viven unos cuantos espíritus abiertos a proclamar las desigualdades sociales y las luchas humanas es un juego peligroso y no muchos están dispuestos a correr los riesgos. A Pablo Neruda jamás le importaron las influencias, ni la crítica; de la originalidad manifestó no creer en ella, era un fetiche más, creado en una época de vertiginoso derrumbe y apetitos voraces del capitalismo.

Se puede pensar y soñar con la poesía de Pablo Neruda, leer y escribir son un acto de riesgo, es el juego de la vida misma en su devenir. El mismo nos planteaba el riesgo: “En buena parte de mi obra he querido probar que el poeta puede escribir sobre lo que se le indique, sobre aquello que sea necesario para la colectividad humana”. La poesía Nerudiana es un viaje de descubrimiento, una aventura de carácter individual con voces de fuga hacia lo colectivo; es una manera de aproximarse a la vida, de adquirir una visión del mundo. El poeta vive entre dos mundos: un mundo superior y un mundo inferior y se interna por las sendas para convertirse el mismo en camino:

Escribí, escribí sólo
Para no morirme

Y entonces apenas
Mis versos de muchacho

Desterrado ardieron

En la calle...

Se oye el grito del poeta, el vino para cantar y para que tus cantes conmigo. La poesía así entonces es una oda, un canto, un aleteo de palabras que durante un tiempo languidecen bajo el amor a la mujer, una sonata de primavera, una extenuación, un desamparo, una tristeza, una lucha... Sus lectores tendremos que ir a buscarlo en expediciones que atraviesan el insomnio, los desiertos, los sueños, los mares o circulan por el cielo en astro-buques de papel.

Ahora bien, podría decirse que su objetivo fue denunciar un mundo de penurias, falso, privilegiado para algunos, obtener nuevas escalas valorativas de lo humano a través del arte poético. Amar al desamparado y sobre todo evitar las injusticias. El poeta se disgregó en palabras para encontrar las instancias y esencias de la existencia humana. Todo lo que Pablo Neruda habló o escribió era de dominio público y su poesía dejó de ser trivial para estremecer al mundo.

La poseía podrá ser lo que se quiera, pero muerta no está; como tampoco el poeta que la enuncia. La poesía debería servir para impedir la guerra y dar pan al desvalido. Pablo Neruda es un acreedor de muchos poetas: Walt Whitman, Tagore, Mistral, shakespeare, Ovidio, Maiakovski etc. Etc.

La poesía le llega en su niñez y adolescencia. A los trece años escribe un artículo titulado.” Entusiasmo y Perseverancia “a los catorce publicara su primer poema” Mis ojos “, a los diecisiete gana un concurso estudiantil, en la federación de estudiantes con su poema” Canción de la Fiesta “. En 1923 a la edad de diez y nueve años pública “Crepusculario” su primer libro de poemas, a los veinte años aparece aquel libro de poemas que lo llevara a la gloria “Veinte poemas de amor y Una canción Desesperada”. Después de esto aparece su ardua y vasta producción literaria y poética. En 1950 recibe el premio internacional de paz, por su poema: “Que despierte el Leñador “, publica canto general y en 1971 recibe el premio Nóbel de literatura. Sus libros: “Confieso que he vivido y Para Nacer he Nacido” se publicaron póstumamente. El compromiso político de Pabló Neruda le genera una veta inagotable, realiza viajes y regresa siempre a su patria amada en una especie de viaje inmóvil. La poesía no tiene obstáculos ni metas y no depende de las pruebas ni de la fe.



II – INFLUENCIAS

Pablo Neruda se dio completamente para el arte y para el pueblo sin el menor vestigio de egoísmo y egotismo. Su vida, una vida para todas las vidas del poeta. Influenció a todos y todo, su gran lección es: el arte nada enseña, como no sea la defensa de la vida.

La poesía y la inspiración pertenecen a la misma esencia del desarrollo humano y las violentas perturbaciones y la política no afectan de modo alguno la verdad. A Pablo Neruda se le puede aplicar aquello de: “comenzó a escribir porque la escritura era la única puerta de salida, que se le ofrecía y una tarea digna de su poder de convicción”. ¿Puede una persona ser la misma después de haber leído a Pablo Neruda?

Miremos la influencia poética de una estudiante joven después de haberlo leído:
“Creo que aprendí a mirar todo de una manera mas sensible: veo distintas las cosas, las personas, la naturaleza, y hasta la alegría o la tristeza tienen otra cara para mi, siento ahora una necesidad inmensa de hacer algo que me haga sentirme satisfecha. Si miro hacia atrás, me apena haber desperdiciado, sin darme cuenta tantas oportunidades que me dio la vida para hacer lo que pueda por los demás. Gracias a ti Pablo. ¡Seguiré siempre sus bellos poemas, serán mi ley de la vida! Que suerte tuya haberlo conocido ¡”.



III- NERUDA Y WALT WITHMAN

Una de las más grandes influencias recibidas por Pablo Neruda fue la del poeta norteamericano Walt Whitman a la edad de quince años lo descubrió y lo consideró su más grande acreedor. Balada de viejo Marinero fue su texto preferido allí se cuenta la historia del albatros asesinado. El asesino ha de llevar colgado al cuello el cadáver del pájaro de las tormentas.

Texto que perturbo de manera considerable al poeta chileno a tal punto de recordarlo en sus memorias y describir una situación parecida. En nuevas Odas elementales aparece el embrujo de Whitman veamos:



Oda a Walt Whitman

Yo no recuerdo

A qué edad,

Ni donde,

Si en el gran Sur mojado

O en la costa

Temible, bajo el breve grito de las gaviotas,

Toque una mano y era

La mano de Walt Withman

Pise la tierra
Con los pies desnudos

Anduve sobre el pasto,

Sobre el firme rocío

De Walt Withman.

Durante

Mi Juventud

Toda

Me acompaño esa mano,

Ese rocío,

Su firmeza de pino patriarca, su extensión de

Pradera,

Y su misión de paz circulatoria.

Sin

Desdeñar

Los dones

De la tierra

La copiosa

Curva del capitel,
Ni la inicial

Purpúrea

De la sabiduría,

Tu

Me enseñaste

A ser americano,

Levantaste

Mis ojos

A los libros

Hacia

El tesoro

De los cereales.

Ancho,

En la claridad

De las llanuras,

Me hiciste ver

El alto
Monte

Tutelar. Del eco

Subterráneo,

Para mi

Recogiste

Todo,

Todo lo que nacía

Cosechaste

Galopando en la alfalfa,

Cortando para mí las amapolas,

Visitando

Los ríos,

Acudiendo en la tarde

A las cocinas

Pero no solo

Tierra

Saco a la luz

Tú pala;

Desenterraste

Al hombre,

Y el esclavo

Humillado

Contigo, balanceando

La negra dignidad de su estatura,

Caminó conquistando

La alegría.

Al fogonero, abajo, en la caldera,

Mandaste un canastito

De frutillas,

A todas las esquinas de tu pueblo

Un verso

Tuyo llego de visita

Y era como un trozo

De cuerpo limpio

El verso que llegaba,

Como

Tú propia barba pescadora

O el solemne camino de tus piernas de acacia.

Pasó entre los soldados
Tu silueta

De bardo, de enfermero,

De cuidador nocturno
Que conoce

El sonido

De la respiración en la agonía

Y espera con la aurora

El silencio

Regreso

De la vida.

¡Buen panadero ¡

primo hermano mayor

de mis raíces,

cúpula

de araucaria,

hace ya

cien

años

que sobre el pasto tuyo

y sus germinaciones,

el viento

pasa

sin gastar tus ojos.

Nuevos

Y crueles años en tu patria:

Persecuciones,

Lagrimas,

Pasiones,

Armas envenenadas

Y guerras iracundas,

No han aplastado

La hierba de tu libro,

El manantial vital

De su frescura.

Y ¡ay!

Los

Que asesinaron

A Lincoln

Ahora

Se acuestan en su cama,

Derribaron

Su sitial

De olorosa madera

Y erigieron un trono
Por desventura y sangre

Salpicado.

Pero

Canta en

Las estaciones

Suburbanas

Tu voz

En los desembarcaderos

Vespertinos

Chapotea

Como

Un agua oscura

Tu palabra,

Tu pueblo

Blanco

Y negro,

Pueblo

De pobres

Pueblo simple

Como

Todos

Los pueblos,

No olvida

Tu campana.

Se congrega cantando

Bajo la magnitud

De tu espaciosa vida:

Entre los pueblos con amor camina

Acariciando

El desarrollo puro

De la fraternidad sobre la tierra.