sábado, 19 de marzo de 2022

Habitantes de Pablo Montoya / Antonio Arenas

 


Pablo Montoya


Habitantes, 

de 

Pablo Montoya)

“Yo busco una forma”

 

Antonio Arenas

Imagino a Pablo Montoya, sentado en un parque en la ciudad de París. El famoso y céntrico jardín de Tuileríes, parque parisino lleno de flores, ver la gente pasar y mirar las esculturas y un cielo descubierto en un día medio soleado. El escritor gozará de emoción al contemplar los puntos emblemáticos del parque, las estatuas clásicas de Rodin y otras piezas de arte contemporáneo. Entonces su existencia tranquila y provinciana se verá alterada por los recuerdos de su ciudad natal. Ciudad caótica, violenta, convulsionada y el trasegar de sus habitantes acudiendo a sus lugares de trabajos a ejercer sus labores. Pero la ciudad que él sueña es una ciudad Kafkiana, donde se dan cita los fantasmas en el diferencial de las violencias alrededor de un músico, un relojero, un arquitecto, un aseador, un escritor etc. Hay en la narrativa de Pablo Montoya, un arraigo por referir la ciudad, un universo literario de una urbe, violenta y desalmada, donde el arte y la música y la memoria se fusionan con los temas de la soledad, la violencia, la muerte y el destino. Hay un “yo poético” en su escritura presto a la contemplación, que nos hace recordar los pequeños poemas en prosa de Baudelaire. En el libro Habitantes hay alucinaciones, sátiras, fantasía, humor, violencia, pasajes de la historia que llenan estas prosas poéticas breves y que nosotros llamamos minificciones. La evocación o referencia que hace de los habitantes y sus oficios en la ciudad es una constante paroxística del desarraigo y los lados ocultos de la conciencia.  El libro Habitantes rememora a ciertos personajes y oficios donde se explora su razón más oscura, la desesperanza y el sufrimiento. La fraseología es de una brevedad asombrosa, de fragmentos y espacios explosivos que en intervalos hacen pensar al lector. Hay en el libro una nostalgia consecuente de aquella realidad e irrealidad que el tiempo y la violencia se tragó y que solo es recuperada por las palabras, las fases cortas y los fragmentos. Evocación que se torna concisa, humorística y llena de violencias sutiles. No obstante, esta reminiscencia de los personajes, sus labores, al desenterrarse se reinventa con un lenguaje nuevo y una locuacidad idílica. Hay un resplandor en su escritura que atrapa al lector y en su prosa se van exponiendo las pesadillas del pasado y el presente, revelando una perspectiva surrealista. La lectura de cualquiera de las veintiséis minificciones termina siendo un acto infinito, un laberinto de la memoria. Los minicuentos son la remembranza viva y en ellos se condensa el germen de una ciudad soñada. Leer este pequeño libro de minicuentos, se vuelve un acto solitario y silencioso, Meditación de seres, soledad vibrante y una ciudad poblada por habitantes imaginarios, pero que parecen reales al leyente que trata de comprender sus vidas y sus oficios en el entorno que habitan.

Leer un hombre, una mujer, un niño, leer la ciudad, leer su tiempo y el pasado humano que los extrae del olvido. Ahora bien, el lenguaje en que están escritos no es ambiguo, no hay galanterías, solo metáforas conectadas con las historias de sus habitantes. Historias que fluyen con naturalidad, imágenes de oficios simples, claros y precisos donde la realidad y la ficción se juntan. La ciudad memoriza a sus habitantes, pero también los desaparece. No es el retrato de la ciudad de Medellín, sino una invención poética de la ciudad, llena de sarcasmo, desdén e ironía. Un simulacro de los habitantes de una ciudad cualquiera en el mundo. El primer habitante es un Conductor, hombre extraño, pero de un oficio común, el bus largo y gris se vuelve parte de la historia y en el relato breve el viaje en el bus nos recuerda que: “El viaje empezó en un barrio de calles agobiada por el lodo, en la cadena montañosa que rodea la ciudad”. En la breve ficción, El Músico, se nos conmemora a un músico desilusionado que escribe una obra, donde están contenidos todos los sonidos de la ciudad. En otra se describe los moradores que se condicionan según los oficios de los que habitan los lugares. En el relato breve del Aseador, aparecen todas las versiones de la vida de una persona pobre y como esta entra en el terreno de la confusión y la pérdida en los subterráneos. En el del Arquitecto la ciudad tiene una mirada de sus habitantes y la vida de estos se extiende hasta los muros, las paredes, casa, edificios y los sitios populosos y peligrosos de la ciudad. El relato breve de la Adivina es un sueño arcano y laberintico de la suerte mal echada. El del Mimo, es la pantomima del que remeda la urbe y sus habitantes. El del Juez, es la justicia que corroe, y el del Militar, es el que ejecuta o mata a los jóvenes que no se ajustan al orden establecido. La breve ficción del Mendigo duele por su indefensión y su asesinato a sangre fría. El del Estudiante, que no termina los estudios, pero carga los libros, la soledad, la indiferencia, el pesimismo, los prostíbulos, las paredes y que descubre en su deambular que todo en la ciudad es mentira y que no hay sublevaciones posibles. La del Cartero, produce hilaridad, espera una carta, pero no tiene quien le escriba en las ruinas de una ciudad. Y las demás que son el grito, la mirada, la desesperanza, el desarraigo y la tristeza. Cierra el Escritor, que sufre, balbucea, la mano que escribe con dedos torpes, el que escribe en la penumbra hecha de tiempo y sabe que empieza a existir a partir de una frase, un texto: “una escritura imitada en el papel”. Un escritor que canta en prosa poética en los años noventa en prosa experimental, las soledades del hombre, la filosofía popular de los oficios y las derrotas de la vida del hombre urbano. En síntesis, Habitantes, es un libro de “breve ficción”, “minicuento” o “cuento corto” que es lo mismo. ha tenido tres ediciones. Índigo, editores. Paris, 1999, la segunda edición, en la colección de Autores antioqueños,2003 y su tercera Edición, Asoprudea,2015, de 1200, ejemplares y funge como un homenaje sincero a Pablo Montoya, ganador del premio Rómulo Gallegos, en el 2015, con la novela histórica, “Tríptico de la Infamia”. El libro de la tercera edición es de color naranja y una franja blanca y no va más allá de 215 páginas y las 26, ficciones breves tienen una imagen de la ciudad y otras ilustraciones del artista Pedro Agudelo Rendón, quien tiene, dicen la manía de pintar lo que imagina, en la técnica de acuarela sobre papel y una medida de 32 x 32 reproducidas den el libro.

Hay un prólogo ilustrativo en sus primeras hojas se encuentra un epígrafe del escritor mexicano Octavio Paz, que indica lo siguiente: “Hablo de la ciudad que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida”. Es un entrar y salir de la ciudad que nos devora para caer en el olvido, engullidos por la violencia. Está dedicado el libro a Myriam Montoya. Sin lugar a duda, Pablo Montoya, es uno de los escritores más imaginativos y curiosos del siglo XXI, en nuestro país. Escritor de difíciles lecturas, en sus novelas históricas, cuentos, relatos, ensayos y prosa poética. Se puede decir que, para él, la escritura, la música y el arte encierran su energía creadora abierta a enfrentar el caos de esta nación y la violencia de las metrópolis. Tiene en su escritura una respuesta abierta y critica a los males que nos aquejan y a estas violencias que nos desangran. Pablo Montoya, es un escritor insólito, imaginativo, con preferencias por la novela histórica, el arte y la música en el que la imaginación actúa como un trapecio de la memoria, donde lo oculto, lo inesperado, lo sorpresivo, lo histórico, la profundidad del dato analizado cobra un nuevo sentido. Él tiene una rara energía para el trance de la creación literaria. Su imaginación no mengua, al contrario, se vuelve expresión suprema de la memoria, el hecho histórico y la libertad. Su obsesión por narrar de otra forma la violencia, es como un espejo que da sombra a su vida literaria, entre la música, la historia y el arte. Híbridos genéricos que trazan sus viajes, sus mundos literarios y sus personajes. Vale la pena leer el libro: “Habitantes”, en cualquiera que sea su edición, la primera, segunda o tercera, la necesidad de poetizar la ciudad y salir de este caos de la violencia.

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