En efecto, solíamos
extendernos tras ausencias,
casa a solas, ventanas
atraídas por lo distante.
Toda adultez pretende
decantar abismos,
inducir optimismo ante
restos adheridos.
Minúsculo patio para tres
niños,
-no alcanzaban sábanas,
viandas-;
joven salta, nos salva de
incipiente incendio …
Segundo café ralentiza
memorias, suspendo.
Allí mismo (paráfrasis)
verticalizan vuelos,
previo a lentes reducida
capacidad visual.
Salen parientes, fastidian
bichos: nadie.
De seguro, cada que me citan
pesadillas,
arrastran consigo fragmentos
de aquellos días.
Habrá que asear pisos
curtidos, lodosos,
marzo irrumpe sin consabidas
ideologías.
Sin afán se desperezan
cortinas;
alguien más centra palabras,
se esfuerza.
En edificio abandonado suenan
mazas,
delgada mujer, desprovista
de atractivos,
flexibiliza huesos en
búsqueda de féretro.
Ha poco observé a roedores
de frutas:
entornos recuperados
abastecen apetitos.
No sé leer aún, pero festejo
dibujos,
hay ocre luz, hacinamiento,
hermetismo.
Vemos poco al padre; en
adelante, será distante,
cual reencuentro tardándose
décadas.
Ebrio sedentario recupera
movilidad,
al igual que muchos, transita
dosis de pesimismo.
Límpidas aguas del estanque
solitario,
“mayor tendrá que usar
gafas”, es lo que recuerdo;
ostentaba mejores prendas,
alucinaciones:
no ubico lo que veo mal o
dejé de adivinar,
madre y hermanas observan
entre penumbras.
Nociones patrias gravitan
torpes durante infancias,
vastas gramas todavía,
nadaístas dispersándose.
Quise en verdad aquella
medalla, libro de historia,
disociaciones asaltan
ingenuidad desesperante.
Elegante cuello de la
mascota, estática contempla:
durante minutos se desplazan
nubes,
sobre doseles se posan
olvidados susurros,
dirimen resentimientos
pomposos de lecturas.
Terrible descendía aquel
afluente,
llovía cuando íbamos, les
llovió a discretos amantes.
Dicha vorágine de aguas supo
asustarme:
no habría sabido de celdas
si hubiese caído.
Perfectos traseros de
incipientes damitas,
erotismo sin asimilar
ósmosis de deseos.
También vivenciar pobreza en
compañero,
cuartos desprovistos, ojos
desnudos.
Permanecen remanentes
devastadores,
hienden con el hastío
sesiones lúgubres.
Oh sí, ese dios de entonces
enarcaba cejas,
displicente a lo que
formularan espectros herejes.
Cielos nocturnos; en medio,
gatos acechantes,
contrasta luz hacia el
ocaso, visibilidad irresistible.
Escapar preconiza tendencias
a caminar a solas,
apatía mediaba sobre escasos
vigías.
Sedosidades incompletas
acariciaban hermanas,
seducción ante lo minúsculo
entre vates cobardes.
Regresar una vez tu pánico
transfiguró figura indecente,
calles, irse a la escuela,
torpezas del desorden.
Enorme casona, techos
deshaciendo antigüedades;
dientes podridos, ignorancia
de quien resistía sin saberlo.
-Mujer lleva de la mano a
niño que asesinarán,
cadencia macabra de pasos,
cómplices por doquier.
“Ve allí, regresa, sabrás
qué hacer si preguntan”,
órdenes disciplinan a todo
desposeído.
No intuía melancolía por
celajes, súcubos;
correr sí, correr cuanto
pudiera, ir hasta el desmayo.
Noches difíciles al acudir
tormentas, alimañas,
ese frío, esa hambre …
Dormirse sin cápsulas,
a sabiendas que crujían
delirantes penumbras.
Así el hijo en insólita
ocasión: llanto sonámbulo,
revives alegorías al
auscultar espejos.
Llegas tarde padre,
estruendos a hurtadillas;
retumban truenos, fantasías
tras cerraduras.
Gota repite tortura precisa,
incisiva;
ahora te levantas madre,
todavía joven …
Diversas formas de padecer,
incluso entonces:
no son coincidencias asedios
de cenizas.
(Aquel chico fue
espantosamente asesinado.)
Espalda en ascuas, cansancio
acumulándose,
extrañísimo sueño al
regresar a la lucidez:
poseía respuestas de editora
esquiva, por fin,
aduciendo oníricas negativas
al envío de libros.
También -por supuesto- recurrían
escenas,
enormes escenarios cubiertos
de humedades,
aproximarse progresivamente
hacia el espacio,
comunión extrema entre
elementos acuosos.
Semanas en expectativa,
prepararse a tiempo,
uñas, cabellos solían crecer
vigorosamente,
últimos escollos teatrales
ante los demás.
Fueron fiebres, consecuentes
resfríos:
sobre barandas oscilaban
desasosiegos,
encuadre de imágenes que
tanto persisten.
Volver … Meses en sumisión
de miedos,
coloquios que no sé cómo
concluir.
Desconozco a quien podrá
reírle anciana,
bayas, dejadez fluctuando
entre pesadumbres.
Reincidente anhelo por
ascender hacia allí:
casa minúscula cernida de
pinos, brumas;
empero, contaba con
allegados vericuetos,
quincallas compartidas,
festín de sudores,
desbordados azules solían
atraerme.
Ocaso protegido tras
vetustas puertas,
rincones memorizados por
obsesivos registros.
Hogar inseparable, roídos
muros, asperezas.
Debí sobrevivir a
incontables extinciones:
ojos ensombrecidos, soledad
drenando poros.
Diez años transcurridos
entre audaces viajes,
ingentes montañas,
peligrosas corrientes, distancias.
Al regreso pies descalzos,
desolación permanente.
Fulgía esmeralda luego de
hazañas del héroe,
radios emitían emotivo
tricentenario, valle limpio.
Parcial roce con poema
bucólico,
pésima exégesis: naciente
máscara de asedios.
Ahora es fácil ironizar;
otrora, apatía dolorosa:
diversas formas del fracaso
enfatizan paralelismos.
Hermosa adolescente, muy
superior en palabras,
-difuminarse en silencios,
narrativa insípida-:
quien reconocía rocíos sobre
labios venció.
He intento de pesquisas,
rehacer años,
hallazgos semejan tumbas
anónimas.
Libro en mano, solaz
vespertino trasciende,
rondan siluetas, versos se
atrincheran,
solipsismo atravesado de
furiosa agonía.
“Repite, repite lo que
dirás, llega tu turno”.
Pasillos, hierbas, grasa,
ropas escasas.
No acudiste vociferante, a
merced de libretas,
excesivos errores, burlas
olfatean huellas.
Nunca fueron tuyos esos
cuerpos, déjalos,
añoranzas arrasan con
mórbida avidez.
Baladas entonces, canciones
ahora: rondan.
Sobre techos se aparean
sombras: huyen.
Trozos de vidrio, guijarros
lastiman roces.
Esta vez enfrentarse al
embate de silabarios,
acaecen líneas, desisten
epifanías:
“demuestra que algo ocurre
al ocluir espacios”.
Abuelos balancean su última
vez sin reclamos,
modulan al instante de
sumirse vestigios.
Previos a ti, cercanos,
saben de caricias,
indescifrables vahos ciñen
curvas lejanas.
A la fecha son muchas
preguntas sin respuesta,
solicitas libros; padre, aún
ebrio, los lanza.
Desapegos nocturnos
acompañan lecturas,
cabalgante miopía sustrae
metáforas.
Ladran porfiadamente perros
añosos,
en vista de prohibiciones
acompaño a la propia,
caen trozos de fruta,
estallan contra el suelo.
Sacerdotes desconsolados sin
Biblias envejecen.
Ah, tardabas poeta popular
publicando:
“inéditos” que, en suma, no
hacen uno.
Hurgo versos entre marañas
mediáticas
(no quiero compartir, pésimo
prójimo),
esa brevedad calculada,
silencios codificados,
tácticas viciosas del adicto
a su escasez.
Primeros textos llevados a
la imprenta,
fulgurantes errores,
horrores: a la basura.
Salaz aquella mujer,
sospechosas sonrisas.
¡Por favor!, mudez e
ignorancia destrozan;
luego, alejarse, su hijo
será destierro.
Extraños sortilegios durante
la noche,
semejan febriles disputas en
tono de alerta.
Quizá excesivo calor,
debilidad en el lenguaje,
fantásticos argumentos
animan hipocondrías.
Lentitudes suelen disiparse
al amanecer,
desgastantes horas para
quien se presuma “kafkiano”.
Regresé meses después, no
debí hacerlo.
Admites audacias al
allegarte a otros:
figuras convergen alrededor
de mesas,
diálogos, tertulias,
adjetivada poesía.
Parque revisitado deshace
vínculos,
hasta hace momentos
alféizar, bromas,
ahora urgen apremios hacia
ella …
Cuánto reptan frustraciones,
equívocos,
limitante complicidad en
apremio de obstáculos.
Cuartillas, sonetos, prosas
advenedizas,
actos fallidos en pos de
deshechos.
Décadas después descienden
diplomacias,
diatribas contra el olvido,
ácidas reticencias.
Comparten lecturas: observas
arbustos,
dirimen asuntos urbanos:
parpadeas zozobrante.
Ignoro el por qué
repetitivas olas, alcores,
no se atrevieron a
sepultarme, ¿por qué?
“Deseo a mujer del prójimo”,
vaya delito,
miope, torpe, desatiendo
gesto suyo hacia el coito.
Surges ironía como
desgastante acreedora:
ya no te irás y, peor, te
encanta ser protagonista.
Alas regresan, aires
convocantes, morriñas.
Ella se ha ido,
discretamente aprendes a besar.
Adultos, sumisiones toscas
de lo cercano,
melodías armonizan
reiterados vacíos.
Tal vez capacidad para
aplazar éxtasis
impusieron impronta de
dificultades.
Cuántas veces aplazar aquel
urgente “basta”:
el confort hacia la
mediocridad es tentador.
Lees “Memorias de Adriano”,
“El Gran Gatsby”,
con ellos Trakl, Machado,
Celán, Kafka …
Aliados, sujetos al cliché
del asombro,
años después vigilan desde
el polvo memorioso.
Sale a recortar hierba
opulenta dama,
-cíñase crónico complejo
profundo-,
su desdén acude a vagos
preceptos morales.
Diarios, apuntes, desorden
de utopías,
(“siempre tendrás razón
angelical Rilke”),
desastres lacrimosos
apabullan líneas.
Sin embargo, músculos
agresivos, compases,
se adaptan al entorno de
tabernas, caminatas.
Estamos a segundos, en otra
escala temporal,
de padecer roles
adultecidos, inútiles,
arcilla que la angustia
moldea como excremento.
Torres metálicas, aferradas
a montañas,
algún errático estará
tratando de identificarme.
Rectas desiguales avanzan
hacia refugios,
-regresa poetastro del
retiro agreste-,
dicotomías sobre amistad,
discursos resilientes:
máximas hacen fila,
epígrafes suntuosos.
Vía “zoom” hablará arrogante
poetisa,
recién lectura entre
intelectuales de extremos.
¡No, no, lanzarse,
detenerse, reordenar arenas!,
inconcebible fuera desistir
de viajes,
pasear a lo largo de paisajes
extremos: Islandia;
percibir ecos míticos,
huríes: Alhambra;
dialogar, entrever lírico
auxilio: Trakl.
Desconozco trasuntos de
villanos que me rodearon,
es probable que dicho antro
sea su piedra de “Sísifo”.
Libros esperados, regalados,
libros sin albedrío:
sean cianuro o sangre, habrá
desolación.
Quisiera trashumar hacia
esas torres,
rondar tras esquelética
sombra de joven ahorcado.
¡No, no, quedarse, prolongar
hastíos!,
cabellos satisfacen a
imantados dedos,
labios, senos, caderas … Ya parafernalia
de lo grotesco.
Brisas definen suavidad,
oasis crepusculares,
ahítos de serenidad retozan
pétalos,
recuperan libertades
lebreles lujuriosos.
Reconstruida casa de
siempre, vórtices,
osarios ocupan nombres de
parientes
y el tuyo, padre, infierno
siniestro.
Balcón a balcón, adultos
perpetúan derrotas.
“Agrada tu escritura, no lo
que escribes”.
¿Quién insiste en prolongar
comisuras?
Nostalgia, portal
irresistible, ¿cuándo culminas?
¿Quién persiste en recuperar
tóxicas imágenes?
Nostalgia, corrosiva terapia
de lo deleznable,
eres, sombra tras sombra,
reo de fantasmas …
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