sábado, 25 de septiembre de 2021

TANATOFOBIA / Antonio Arenas

      


                                                           TANATOFOBIA

Antonio Arenas

 

Una mujer va al consultorio de un prestigioso médico después de la pandemia y le manifiesta lo siguiente: doctor me duele todo el cuerpo. Me duele la cabeza. Cuando voy al baño me duele el estómago. Me duelen las rodilladas, me duelen los pies. Todo me duele. Le revela además, que tiene un esposo adorable, que ella le cumple con los quehaceres como toda esposa abnegada. Mi marido no sabe que he venido donde usted, ni debe saberlo nunca, mi familia tampoco. Doctor, tengo un poco de desasosiego, me siento en un estado extático, en el que juzgo como si no existiera. Estaba acostumbrada a vivir junto a los míos, a mirarlos de cerca, ahora salgo a la calle y me perturbo. Creo que cualquier lugar está bueno para pasar de largo. Desde que era joven - le confieso - me gustaba salir, me apasionaba estar con la gente. Hoy lo confieso, tengo miedo cuando se aproximan a mí, ya no me gusta tanto la multitud prefiero estar sola. Ha pasado algún tiempo. El tiempo pasa y a muchas mujeres no les deja nada. ¿Canas y arrugas a lo sumo? El miedo deja un vacío. El tiempo es como el agua nos va gastando hasta que ya no somos trasparentes. A mi abuela en el pueblo, todos la llaman “loca” cuando se pone a cantar y a decir: “Yo veo la luna y me duele el fondo de mis ojos, ahora lo dirán mis hijas y tendrán que ir  corriendo donde el clínico”. Mi abuela, también recita una elegía: “Bajo un mismo techo, dormían también; las prostitutas; las flores… y la Luna”. Los habitantes de mi pueblo somos realistas. Aceptamos en principio que la liebre es un gato. La mujer es tan carente y corruptible que puede volverse maniática mediante su razón. La vida de una mujer es demasiado corta para no poder gozar de ella. Mi doméstica y cocinera, me comenta que no se casó porque no tuvo mucho tiempo para amoríos. Siempre ha estado trabajando con familias que solo le permitían salir ocho horas cada quince días. Le digo que salga cuando quiera y se queda en casa. No conoce el amor y los hombres solo le hacen insinuaciones malas que no la favorecen. He vuelto monótona mi existencia para que no sea monótona, me explica cada que le pregunto por su vida amorosa. No soporta ver las películas de amor. El médico observa a la mujer de la cabeza a los pies y luego le dice: desvístase. La mujer se desnuda. Su cuerpo está bien formado y sin  desiguales grasas, mide uno setenta de estatura, su  cara es hermosa, su cabello es largo y negro, su piel es blanca y pulcra. Sus labios dibujan una sonrisa perfecta y una atractiva dentadura. El médico se agita, respira muy hondo y rápido. El médico la examina muy meticulosamente y exclama: Tu cuerpo es precioso y está bien formado pero tienes que fenecer en mis brazos para poder salvarte.


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