LA CIUDAD SIN CIUDAD
Darío Ruiz Gómez
El problema más
importante de Medellín es hoy, como lo
he venido diciendo, el de ser una ciudad
que contó con una estructura urbana y
que hoy ante la acumulación de distintas
problemáticas como el impacto ambiental,
la pérdida de su centralidad
histórica, ha venido cayendo en una preocupante dispersión urbana sin que exista de por medio un proyecto de ciudad mientras
las Comunas dejadas al garete en remotas
periferias sin corredores viales, puentes que impidan su guetización, con una
vida social ensimismada sin ejes espaciales cívicos que convoquen a sus ciudadanos a reconocerse
en un intercambio social donde se puedan identificar desplazados, marginados,
bajo nuevas hibridaciones es el espejo
de la ciudad que desaparece. La Pandemia vino a corroborar la muerte de la ciudad
peatonal en un territorio donde el espacio público le pertenece hoy en un 60% a
la delincuencia organizada. De este modo el lenguaje urbanístico al cual recurríamos en
los diagnósticos sobre la complejidad
urbana, se ha hecho obsoleto sin que
podamos contar con un lenguaje adecuado para nombrar estas desenfrenadas desterritorializaciones, estos
colapsos viales; de manera que se ha hecho insuficiente cualquier intento de prevención en el momento de calificar los
fenómenos de cruda violencia fijados a partir de las nuevas Fronteras Invisibles y que constituyen un doloroso lastre cuya solución no se ha tomado en serio por esta Alcaldía, precisamente porque para favorecer malignos intereses se los ha
convertido en un tema tabú. El urbanismo y la Planeación que nacieron
para enfrentar el reto que supone
esta desconfiguración, este caos, afianzando
la propuesta de un hábitat democrático
hoy son disciplinas deliberadamente olvidadas bajo objetivos políticos aún
más oscuros. Las calles desiertas
despiertan la añorada presencia de los
flujos peatonales, la necesidad de la cultura de la noche pues la ciudad ha desaparecido al desaparecer
la seguridad y quedar la ciudad en manos de los malhechores. En esto tiene que
ver en principio el aislamiento causado
por la pandemia pero también –tal como está
sucediendo en Bogotá y Cali y sus gobiernos populistas- por una
estrategia política de dominio, no lo dudemos, a la cual le beneficia mantener
el caos, la inestabilidad, el miedo, para someter a su arbitrio los distintos
territorios. Dense cuenta del aumento desproporcionado de la criminalidad en
Caracas a partir de Chávez y ahora Maduro, del auge de esta criminalidad en los
gobiernos populistas argentinos y de lo que estamos viendo en Colombia con las
alcaldías populistas de Claudia López y de Iván Marino López y de Quintero. ¿Qué se buscaba acaso con darle
identidad y territorios a la llamada Primera Línea?
El aumento del parque automotor es directamente proporcional al desarrollo
económico de las nuevas economías familiares ¿La respuesta fue acaso un extenso
y planificado incremento de vías, una resignificación del concepto de calle, de
avenida, de vía rápida? El proyecto
planteado por Quintero en el aeropuerto Olaya Herrera es un proyecto de simple
especulación comercial que carece de la voluntad de hacer ciudad, que
niega la escala que reclama el nuevo
espacio. Estamos padeciendo una ciudad panóptica bajo nuevas formas de
represión ya por parte no de la “odiada oligarquía” sino por parte de los nuevos
capitales. Objetivo de este populismo: hacer desaparecer el concepto de
autoridad ¿Para qué entonces Dr Johel Moreno una Oficina de Planeación o una
Oficina del Área Metropolitana si lo que se busca es destruir toda idea de
planeación, de oponerse a cualquier propuesta de racionalizar una problemática que en manos de burócratas
ignorantes ya nos desborda y en lugar de contar con un proyecto de rescate de
la ciudad para los ciudadanos(as) lo que
disimula con sus intervenciones puntuales, el maquillaje de algunos espacios, es
incrementar el imperio de lo peor.
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