En esta casa nació Gonzalo Arango
Colaboración de Carlos Buenos
Este blog, en permanente construcción, hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada, simultáneamente, en Medellín y Cali. Mantenemos la fe intacta en la creación libre. Somos icoñoclastas por naturaleza. neonadaismo@gmail.com
Juan Mares
Recibir las historias del Chocó profundo, el ancestral, es una noticia para trascender la rutina de los días que ya son un lejano recuerdo, cristalizado en unos cuentos de corte carrasquillezco. Una literatura que va trascendiendo lugares desde la simple anécdota, para decir cada peripecia de seres humanos en sus aventuras ribereñas y de bosque entre bejucos, enredando los días para decir el campo, desde otras horas que el reloj del tiempo encapsula en la memoria de un profesor en uso de gran retiro.
El arte del cuento
no es otro asunto que moler pasado como crónica de quien ha sabido condensar el
bagaje de las pilatunas, las peripecias y el quite a algún verrugoso en lo que
se vivió como selva entrañable.
Clarildo Mena
Hinestroza se aventura en el campo de la cuentística en las lindes donde
fulgura la clorofila, dando sombra a la fauna traviesa. Decir la tierra no es
solo decir un poco o mucho sobre el lugar de origen, es reflejar el entorno
cultural que se cierne, para sacar lo menudo que da fortaleza a los paisajes de
la memoria.
Haré un recuento
sucinto de un texto de singular universo, en el que la risa, más que otro
asunto, estará haciendo aletear las pestañas, y donde se destilan algunas
sabidurías para una antropología del paisaje y el hombre. Veamos:
“El inspector
Conejo” es una fábula como reflejo de nuestros días sucediéndose ante el tribunal
del Gran Juez. “La toma” se desliza desde el entrevero de la picaresca de unos
jóvenes que no sabían cómo romper el tedio en esos pueblos donde casi por lo
regular nunca pasa nada y, cuando algo ocurre, son las de San Patricio. Es
decir, los cuentos narran esos accidentes que superan el abandono, en este
caso, para llenarlo de pequeñas historias que dan el testimonio de la inocencia
y el desastre sobre lo mismo que contaba un García Márquez en una de sus
narraciones.
Los prejuicios o
vaticinios de lo oscuro se ven reflejados en el Guaco, ese pájaro agorero de
onomatopeya funeraria que traduce “cuál cojo” y “aquí t’a tapao”. “El zancudo
polizón” es otra fábula sobre los que emigran sin ton ni son, en busca de
paraísos que solo pueden ser hallados cuando la aventura es dentro del alma en
pos de la armonía. “El Yuca” es un poco un ejemplo de las virtudes trágicas del
contrabando y el suicidio social por medio de las plantas malditas. La tragedia
se hace presente en la historia “El último trago”. Un mal que se ha padecido en
los despeñaderos de la irresponsabilidad.
Estas historias,
cada una, lleva la impronta del pedagogo que predica desde la perspectiva,
poniendo de presente un caso donde se puede reflejar uno de nuestros grandes
males. Ya en los cuentos de Adel López Gómez se contaron historias de este
caletre, y, de igual manera, en historias del bosque hondo de Mario Escobar
Velásquez, ambos testigos y escritores del Urabá agreste, de un pasado
incrustado en los años cincuenta y ochenta. En fin, relatos de la selva donde
el cuento “La lactante del campo” focaliza esas experiencias ante los reptiles
y sus rarezas. No faltan las historias de diablos, aparatos y aparatoserías.
Esta es una de esas, en los pueblos donde predominan el miedo y la fantasía, el
miedo como fuste para enderezar entuertos de la conducta humana. La fantasía
para romper la rutina y hacerse creativos de otras coyunturas de la realidad
del alma de los pueblos.
Así, aparece “El
parejo ideal”, una historia donde los duendes y los mohanes no parecieran
dignos para la moraleja. El auténtico putas haciendo fiesta y tragedia, frente
a quienes no saben distinguir lo extraño de lo aparente y común, de ciertos
fantasmas y apariciones, enmarcados en la antropología del miedo y la soberbia
del ser humano. Y no puede faltar la historia rosa, ese condimento que adoba
ilusiones y crea modelos de la resignación.
Así llega la caza
del tigre, y nos topamos con “El cazador valiente”, que cuenta hechos de un
lejano acontecer, cuando la manigua roncaba como el mono colorado o aullador,
cuando el tigre mariposo era señor de estas tierras y abundaba porque había
harto para descartar y mucho para las hazañas. Otras épicas del canto hondo.
Uno está que ha
fluctuado entre la sonrisa o un verdadero cuento para desternillarse de risa,
“Ñoasita”. Para poder degustar esta pieza literaria hay que leerla y releerla
como un talismán de las palabras. Los cuentos narran para salvar las épicas
humanas que se disimulan entre los olvidos de una página sin escribir. Buenos
son estos cuentos que se dejan leer.
Son doce cuentos
que, luego de merodear en la memoria de un docente observador, nos hacen reír
pensando un poco.
Juan Mares
Poeta,
escritor y gestor cultural,
Crítico
literario primera edición de Cuentos de
río, mar y tierra
PALABRAS FALSAS, FALSAS
IDEAS POLÍTICAS
Darío Ruiz Gómez
Ante la propuesta en
el Congreso de un ascenso para tres distinguidos oficiales del Ejército con una
limpia hoja de vida, Iván Cepeda
insólitamente alegó que no era posible
ascenderlos porque sobre ellos pendían acusaciones de “falsos positivos” No da para más su corta imaginación ya que la imaginación nace de la confrontación de personas y paisajes, de
costumbres y lenguajes pero un cerebro como el suyo que durante décadas ha estado postrado sin haberse abierto al debate con las ideas contrarias a limitado sus funciones a la repetición de las
mismas dos o tres acusaciones que si
bien le sirvieron durante algún tiempo para mostrarse como un audaz
revolucionario, hoy ya nos demuestran que lo
que en cada sesión del Congreso ha venido
repitiendo como un consueta es lo propio
de un cerebro receteado. Hugo Gallego al recordar a sus jugadores que el fútbol
requiere de la inteligencia les repetía esta máxima: “el cerebro no suda” ¿Qué
tipo de pensamiento político le puede uno pedir a estas ruinas postergadas de
nuestro Partido Comunista? Una Comisión
de Ética del Congreso y la Cámara de Representantes debería con el concurso de
la Academia de la Lengua revisar minuciosamente los casos de sus representantes
que llevan décadas sentados en el Congreso y la Cámara repitiendo la misma
monserga mamerta. ¿Qué sucedería en este mismo caso si se les hiciera un examen
de lenguaje a los directivos y militantes profesores de FECODE? El ya hoy histórico derrumbe de los
diferentes Partidos comunistas en el mundo, es decir, repito, el derrumbe de un
lenguaje totalitario, ha sido cuidadosamente ignorado en Colombia donde los lugares comunes del estalinismo y del maoísmo
a la criolla han permanecido congelados en el tiempo. Alguna vez Manuel Mejía me mostró un curioso personaje
cuya estrategia para aparecer como inteligente consistió en poner
un gesto serio y nunca responder a las preguntas que se le hacían y el ardid le
funcionó hasta que le dio por opinar y
se vino a descubrir que era bobo.
Mientras las FARC y su retórica revolucionaria funcionaron en nuestra política
presentándose como héroes del pueblo ciertos sectores sociales les comieron carreta
y los tomaron como inteligentes y salvadores. El Acuerdo de Paz al ir desvelando
lo que se había ocultado a conveniencia también nos ha ido descubriendo los
escombros de esa fraseología mentirosa. Un “Partido Verde” que calla ante los
intentos de Gentil Duarte de quemar la Macarena y destruir Caño Cristal, que
calla ante el envenenamiento de los ríos por parte del ELN. ¿No se está
quitando su disfraz?
Llamamos distopía a los balances que nos muestran
melancólicamente aquello que las utopías políticas dejaron de cumplir pero en el caso colombiano
no podemos llamar utopía comunista a lo que desde un comienzo fue una patraña que logró sostenerse artificialmente
en los últimos años gracias a las vilezas del santismo que convirtió la política en un
simulacro a su uso y a la información en
una calculada desinformación - véase diariamente la alucinante primera página de “El Tiempo”
donde se pasa orondamente del fake news a
la difamación para que intentemos
sopesar lo que apenas comienza a ponerse en evidencia si es que tenemos ojos y criterios para ello.
No es entonces que hagamos objeciones a la JEP sino que la JEP es el reverso de
esta misma patraña. Impasible y mentirosamente Lozada-Cortés acaba de “confesar”
seis estremecedores crímenes de lesa humanidad donde estuvo acompañado por Márquez
y Timochenko, pero como ha sido consagrado por esa “justicia de transición” que se inventó Enrique Santiago y que lo ha exonerado de culpas a nombre de la Paz ¿cómo poder juzgarlo
si esos jueces previamente se han
negado a analizar y a condenar una forma
de violencia que mató a 200.000 seres humanos? Es aquí donde
también se agrava lo que retóricamente estamos llamando crisis de los Partidos
tradicionales y que como recalca Douglas Murray en su extraordinario “La masa enfurecida” nos invita a recordar que la naturaleza odia
el vacío y este vacío puede llenarse con lo peor, las nuevas sectas, las nuevas tribus, los identatarismos de todas las pelambres. En
fin, esa debacle que viene cuando desaparecen el Estado de Derecho y la
Justicia.
Orietta Lozano |
Peldaños
de agua de Orietta Lozano /
Víctor Bustamante
Su poesía define un
mundo que quiere expresar lo inexpresable. A veces, es notorio un acercamiento
con la saga dogmática del Apocalipsis; otras veces, su escritura deambula
presurosa en pos de magnificaciones terribles que provienen de leyendas donde
ensoñaciones, presagios, titubeos, asolan y azotan al peregrino, el lector
itinerante, quien lee a quien escribe; otras veces el azar de cierto universo gótico
se insinúa. No olvidemos que las palabras elegidas para escribir son nuestra
huella, nuestra memoria y nuestro estado de ánimo: nos expresan. En ellas
reside la poética, la voz de quien las ha elegido. El énfasis de su lenguaje,
en ciertos mundos subterráneos, le dan otra significación a su escritura:
poblarla de un sentimiento cuasi piadoso; otras veces de un sentido lleno de
fantasía. Su actitud, la de Orietta Lozano, a la hora de escribir, se impregna
de lo trascendente. El mundo mágico es su paraíso encontrado que le servirá
para indagar sobre sí misma, ¿y quién no lo lleva a cabo?, ya que quien escribe
poesía quiere expresar, decir y decirnos los mundos que habita. Otra lectura
daría la significación de que quien escribe evade el presente, también podría
preguntar, ¡de qué huye Orietta para no escribir, sobre el mundo que la
circunda? ¿Hastió o simpleza? ¿evasión o remordimiento? ¿redefinición o
presagio? ¿autenticidad o capricho? Estas preguntas, por supuesto se irán
respondiendo a medida que el libro, su libro, entregue sus significaciones y,
sobre todo, sus significaciones ocultas.
Leo y releo Peldaños de agua de Orietta Lozano,
(Caza de poesía, Ibagué, 2009). De un libro el título de ninguna manera es una
combinación al azar de algunas palabras. Un título es la invitación para que el
lector entre e indague en esa morada de papel y tinta que es el mundo de la
poeta, que ha seleccionado hasta ese año lo mejor, lo que resplandece de sus
poemas con toda la arbitrariedad que ello significa. Ya sabemos que peldaños de
agua no existen, o podría ser el agua que baja paciente por unas escalas, pero
en el sentido de la poeta, sus peldaños de agua son más soñados y puros, y en esos
peldaños que sirven para subir o bajar, en esos peldaños que también pueden ser
sus mismos poemas, ella los ha transitado, se suceden. Eso sí ya sabemos que
nadie puede caminar sobre las aguas, salvo como alegoría en la Biblia. De ahí
que lo que parece ser una tenue combinación de palabras se convierte en una
metáfora que expresa a su autora. Sus palabras lo dicen mejor: “...y su lengua
de lagarto olfatea los carcomidos / peldaños, la inexorable caída”. “La
escalera donde el dolor / asciende hacia el vestíbulo”. “Llamo a los ángeles, /
que bailan, en la escalera del crepúsculo. Llamo, en fin, que da lo mismo, / a la cortina, a la ventana, a la
escalera, / que en la sombra del ocaso / se confunde con las perlas, / los
gusanos, el umbral de lo olvidado”. Esos peldaños, esa escalera adquieren su
significación: el dolor, la caída. Ese umbral, ese vestíbulo lo asemeja a una
huida, a una ascensión, pero también desde ahí se puede caer. Así desde el
título ella expresará el dilema que vendrá.
Desde un comienzo es
visible su aquiescencia por el mundo mágico, aquel que existió aun en los
presocráticos que lo conformaron con cuatro elementos: tierra, fuego aire y
agua. Orietta se orienta y prefiere el agua como el más significativo. Este
elemento es el más presente en ella, a esa palabra que es todo un concepto, y
el amnio universal, la poeta lo presenta de diversas maneras y significaciones:
“Ella sentencia el
agua / que emerge del pozo”, “y el agua putrefacta”, “Y sobre el agua en que
transita el navío, / el náufrago y el pez”, “de la viscosa mezcla del agua y
del aceite”, “La burbuja que emerge / del éxtasis del agua”. “Ha llegado la
cofradía del agua / que lava los pies de la tierra”. “Donde el agua rugía y se
hacía dulce”. “Deshice la herencia de los que murieron de tristeza, / y de un
solo trago bebí el dolor del agua”.
El taoísmo, señala
que deberíamos imitar el agua. Es decir, tomar la vida con calma. Ella sirve
sin conflicto. Orietta le da su mejor significación: sentirla.
Ya cuando menciona
la palabra tierra, en ella se afirma, la admite como la utopía prometida como
en el relato bíblico, pero también como la entraña que acoge:
“Desdibuja con su
mirada oblicua / la tierra que le fue otorgada”. “El hierro en la entraña de la
tierra”.” Al cristal avizor de los ojos de la tierra”. “El almizcle sereno de
la tierra”. “En que se levanta la tierra, la tierra, las estrellas y las
grietas”. “La tierra ha movido su lengua y su palabra.”
También en su poesía
el fuego está muy presente. No olvidemos que el fuego es la palabra suprema de
los griegos, símbolo para la destrucción y la renovación, así como en el Apocalipsis,
prosigue en la Edad Media, con los alquimistas al pie del atanor esperando que
los metales se transformen en oro. El fuego es otra de las palabras que
adquieren en ella su sacralidad:
“Guarda en su
alfanje círculos de fuego, de la gran boca de fuego”. “Somos hermanas en la
hermandad del fuego”. “Con la máscara del agua, con el antifaz del fuego”. “Hermético
secreto / del fuego y la palabra”. Ha escrito, el fuego y la palabra, nada más
lacerante, nada más que dos palabras que se aproximan, así como ella reclama
cuando escribe. Ese fuego se convierte en luz. Así surge entre el fuego y la
luz a pesar de sus discordias una cercanía, ya que el fuego consume y estalla,
y la luz se erige, calma y origina un camino:
“Preserva
para mí la noche solitaria, / reserva para mí la luz del centinela”. “La luz de la luciérnaga y la luz de la
escritura”. Muy cierto, para Orietta es la escritura como el fuego por la efusión
con que escribe, pero también, luz, es decir un sendero entre la vastedad de un
mundo al cual ella define y se define en otro plano, el de su propio
distanciamiento.
Otro elemento que ella tiene presente es el aire. Es lo evanescente, lo que nos trasporta a otros sitios, lo impostergable, lo contemplativo:
“En la máscara del
aire”. “Se hace aire en las alas transparentes”. “La ascensión del soplo del
aire”. “Y entre la cítara del aire”.
Por supuesto que, en
el aire, merodean los vientos, y a esos vientos les ha escrito uno de sus
poemas mas enigmáticos, “Tejedor de vientos, donde se diluye el concepto de
dios y de hombre. A veces siento su ira, su tono de arrebato cuando dice dos
veces: “El que hace esclavos a sus
hijos”.,
En sus poemas viven
ángeles, así mismo coexisten pájaros, águilas, larvas, bueyes, ciervos, leones, hormigas, serpientes, culebras, corderos, peces y mariposas, junto a mirtos,
guirnaldas, bosques selvas y jacintos. Y no es para menos, Orietta se aleja de
la ciudad que habita y la nutre. Y al alejarse de la ciudad también prefiere,
para un encuentro amoroso, el Locus eremus, en un lugar inhóspito para
establecer y celebrar su rebeldía y fuga. De ahí la mención a esos desiertos, y a
esos alfileres, que son sinónimo de su fortaleza, de sus sacrificios:
Ahora
duermo, y tú me deliras sobre el rostro:
la
visión del matadero y su crepúsculo infernal,
de
la plateada escarcha y una horda de molinos,
de
un nido de hormigas en un árbol de alfileres,
de
un libro abierto sobre la arena desolada,
de
la raíz de la datura y de la danza,
del
remolino de las zonas prohibidas,
de
la bitácora flotando en la memoria de la nieve,
del
frasco del azufre y la líquida montaña,
del
mástil de un barco a la deriva,
de
los mercaderes de los miedos y los sueños,
y
de una solitaria muchacha
girando
en la triste rueda de la noche.
Somos
hermanas en la hermandad del fuego.
Ahora
duermes, y yo deliro en tu costado,
Sí, ella ha escrito
en su ductus: “La escritura es la sangre / que se desborda ilegible, agonizante
/ como el dolor de mis arterias”. ¿Quién nos dice la razón de su dolor? O es
otra manera de apartarse de lo cotidiano como paisaje de dos colores: negros y
blancos, de buenos y malos, minerales y vegetales, noche y día, duplicidades que
la sostienen y la apartan de un mundo real y que ella prefiere como su
sustancia y simbolismo para poetizar su
dolor. Pero el paso del tiempo que anuncia sus espadas de sangre y la
apasionada mención de la noche permite seguirla por bosques y selvas, por
abismos y acantilados, donde se anuncia y permite encontrarla a través de sus poemas
donde se asila, pero ya cuando hay confidencias su yo deja de suspenderse y
dice:
“Yo dormí en la
pupila de un portal, / en una sombra, en un muro / y en la nada, / y en la
línea que se inclina.../ ”
“Yo perdida, yo
mutante, / tengo bastante con el hueso milenario / de las piedras...”
“Yo te alejo de mis
ortigas ciegas”. “La otra que soy yo”. “Arrojarme yo misma hacia mí misma”. “Yo
limpiaré sus hojas como si fueran mis ojos, / Yo limpiaré sus hojas como si
fueran mis ojos”.
Yo la desquiciada, /
albacea de las astillas de la noche, / con mi pecho de sombría leche / amamanto
la balanza de los sombríos valles”.
Emerge un yo nunca
suspendido sino latente, construido y destinado a rubricar su presencia, una
presencia fuerte, sin digresiones que convoca con obstinación para evocar la arquitectura
de su universo, tan particular, para espolearnos, ante esa concepción de su
mundo interior, tan apartado de ella misma, ya que la presentimos serena. Eso sí
quiere llevarnos consigo, ya que instiga con sus palabras que son su
presciencia, donde el tiempo se llena de presagios, donde la piedra supone sus
significaciones bíblicas, de dureza, insensibilidad, pero que deriva hacia su
fortaleza moral. Donde el azufre establece la complejidad de relacionarlo con
un mundo lleno de un fuego abrazador, donde caminamos a tientas con alfileres
dispuestos a hurgarnos, sobre un desierto de sal, sobre un valle con la línea
delgada lejos de la metrópoli. Allí en esa línea movediza construye Orietta su
paisaje interior para expresar en su poesía la lejanía con el mundo civilizado,
que no es más que hacinamiento y consumo, indiferencia e interés comercial
donde el concepto de humanidad duerme en los textos. De ese mundo huye Orietta.
Ella misma crea su universo, que no es más que la posibilidad de una utopía.
Hay, ciertamente, en
ella y en torno suyo, una fuerte provisión de sueños. Ese elemento onírico,
sirve para establecer una distancia que no es más que el sendero para huir del
presente, de lo que la circunda, y así apela a un mundo de metáforas lo que
otorga la posibilidad de escabullirse, de evadirse lejos, a su ensueño con citaras
y de reyes, de ciertos códigos, a veces, caballerescos, pero crueles cada vez más,
ya que ella no admite ese mundo que la asedia, sino que precisa poetizar lo
innombrable, pero lo innombrable la atrapa, y de esa manera a quien ella también
atrapa, es al lector como sobornado por el detritus de un mundo que cada vez se
ve lleno de ruinas, de horas turbias y turbas que huyen.
He escrito hace unas
líneas la palabra, cruel. Hay un perfecto poema donde Orietta la admite, pero
es una crueldad que es su autoflagelación.
La
escritora
Ya
clavé el puñal a mi fantasma,
corté
mi larga cabellera,
y
la di de comer a mis hambrientos tigres.
Deshice
la herencia de los que murieron de tristeza,
y
de un solo trago bebí el dolor del agua,
atravesé
el bosque ardiente,
me
sembré como una lila,
agonicé
con la raíz del vientre entre las manos,
caminé
con la dulce tos de la nostalgia,
y
el cansado espejo que refleja
la
turbiedad de mi costado.
Con
cuanta suavidad
suspiro
aún,
en
el misterio y la palabra calma,
en
el grito de la campana
que
despierta
a
las pequeñas luciérnagas,
que
tan hondo cavan
en el centro de mi
espalda.
En ese ámbito tan de
ella pervive un secreto, un código tan personal y es su religiosidad que admite
el mundo de la higuera y la zarza, los ángeles que le reviven la nostalgia del
paraíso, que se contrapone a palabras como
abismos, acantilados y sombras y el azul,
sinónimo de origen y de lejanía.
En Peldaños de agua se reúnen poemas
separados del contexto de sus propios libros, aun así, a pesar de esa
separación, aún persiste en ellos su transcendencia. Ya que en ellos perdura su
unidad previsible en sus temas, como el alejamiento, la soledad, la búsqueda de
una arcadia, donde la escritora se aparta para no hablar, sino separarse de la
turba que habla y habla. Pero ella quiere algo más personal, encantarse y
encontrarse con sus propias palabras, y nada más elocuente que esta decisión ya
que quiere apresarlas, es decir escribirlas, darles forma, sacarlas del torrente
del pensamiento. Ella lo precisa mejor:
Jardín innombrable
Desearía que no hubiera afuera,
sólo
adentro,
la
silla, el escritorio,
el
delirio en pleno impulso,
el
patio, las hojas, la cocina,
el
agua de los sueños, entre el agua de la esfera.
Desearía
después de la puerta y la ventana,
niebla
blanca, vaporosa,
para
contemplar el mundo,
como
un letargo, dormido, imaginado,
cerrado
como el nudo del silencio.
El
adentro me penetra,
me
hace inexistente, sola,
el
afuera aturde, asfixia,
desemboca
en mí
como
un oscuro alud y me derrumba.
Un rasgo me llama la
atención en este poema, y es que en él reside una declaración de principios, y es
por esa razón que me parece categórico y tan personal. En este poema hay tantas
palabras precisas que expresan la obstinada decisión de ella para que no solo
sean más que palabras, sino que establece no un discurso atiborrado de
metáforas que agotaría la precisión, sino que de repente ella nos habla, se
descubre en su discurrir cotidiano, de la desazón de su silencio, así como en
la austeridad no solo de sus palabras sino de su vida misma, como si ella
necesitara de un escenario propicio casi vacío, para alejarse de las faenas que
la entorpecen ya que de lo contrario no sucumbiría más que en la exteriorización
como cuando la prefigura este verso: “Esta tarde tengo trece años / y me
regocijo en la ventana”.
Sí, nada más
sorprendente: aquí, en este poema no hay abismos, ni acantilados, ni el azul
púrpura que tiñe el cielo. Ya que bajo la desazón en el transcurso de la noche,
a través de cuartos silenciosos y oscuros, ella desde los trece años erige el
jardín en su memoria, donde hay un lugar para lo que ella dice, contemplar el
mundo, donde sus propios poemas se convierten en testigos de aquella que escribe
casi imperceptible tras las paredes de su casa. Esas paredes, son muros que inmovilizan
ese lejano pasado, lugares reducidos, determinados y determinantes, que le
otorgan una considerable decisión por la poesia. Y entonces caemos en cuenta que
así el infinito se ha abierto desde esa ventana y es la desazón de necesitar escribir
para siempre, inmóvil y sosegada. Es como si el valor de las palabras se
volviese más visible, más significativo y poderoso y diera lugar a abandonar el
vacío que la obsede con sus uñas llenas de tedio, y así sospechar que ella entrega
ese solaz, casi un claro de luna en su bosque lleno de significaciones entre lo
que adviene su reconciliación. Momento que asombra y que deja de lado lo que
ella llama: “el aullido largo del silencio” . “Esperan hasta que el silencio se
haga llaga en el recuerdo”. “Me esconderé en el silencio de la fuga / que
mortifica, que suplica, que enardece” ; lo cual no es el equivalente fantasmagórico
del mismo silencio sino la presencia inequívoca de su poesía, siendo ésta la
pura y prístina vitalidad de ella y a la
cual tratamos de aprehenderla de lo que parece escapar de lo que ella sugiere,
pero que el lector desde la lejanía al leerla, al seguir sus poemas, sus peldaños
de agua encuentra la reconciliación con la existencia.
LA BABA DE LAS
BESTIAS
Darío Ruiz Gómez
Una de las
estrategias del populismo es crear confusiones semánticas respecto a su
verdadera filiación política. ¿Cómo llamar militantes de la izquierda histórica
y democrática a esos enjambres de
babeantes hinchas, de forofos desmadrados que lloraban abrazados por la muerte
de su Dios Maradona un hombrecito malcriado, metido más de una vez en Nápoles
en malos pasos, defensor de los Castro, de Chávez, de Maduro? El populismo histórico como el de la Italia del fascismo, como desde
la aparición en la escena pública de Argentina lo escenificó Juan Domingo Perón, guarda en su raíz
la negación de lo noble e
impulsa el más aberrante de los atavismos hasta convertir al obrero en lo más manipulable y peligroso: un fanático. Por eso precisamente el peronismo fabrica una
imagen manipulable del obrero mostrándolo como el descamisado sublime, el indio frente a
las castas blancas imperialistas, atacando
la belleza, lo aristocrático y hoy a los
“ricos” a nombre de la baba del bárbaro que ha perdido ya sus vínculos con el grupo
social al cual perteneció e idiotizado
por la prevalencia del odio termina convertido en una chusma informe. Recuérdese los rituales esotéricos
de López Rega. Lo que debió ser la construcción política de la clase obrera se
convirtió mediante la aparición de fuertes Sindicatos y de agresivos dirigentes sindicales con sus grupos de
matones como fuerzas de choque en una
turba movida al antojo por sus
dirigentes que mientras los descamisados reales
continúan hundiéndose en una estremecedora miseria ellos por su parte se han convertido en una élite de desapacibles nuevos ricos. En un esclarecedor análisis
sobre el Fútbol como alienación Juan José Sebreli predijo desde hace cuarenta años lo que el fenómeno de la alienación – o
sea pérdida de la consciencia individual- respecto al fútbol iba a implicar en la sociedad argentina en manos del
peronismo: ocupar el vacío dejado por la desaparición de la escala
de valores morales con el espectáculo de masas en que un juego nacido en los
potreros urbanos –aquellos que Borocotó
inmortalizó en sus crónicas- ha sido manipulado políticamente hasta
convertirlo en un espectáculo de masas tal como también lo vemos hoy en la mayoría
de las sociedades europeas. El Homo
Ludens tal como lo describe
Huizinga es aquel que juega por jugar y en este juego libre de imposiciones se descubre a sí mismo.
Borges fue y es perseguido
por el peronismo por el “delito” de no “escribir para el pueblo”, de ser un
“individualista” Fue incluso castigado
enviándolo a trabajar a la modesta biblioteca de un barrio de las periferias
donde respondiendo silenciosamente a esta tiranía de los ignorantes fue creando
su obra prodigiosa. Se lo acusó de anti-argentino, se logró que se le negara el
Nobel y hoy por encima de la farsa del populismo de los Fernández y Kirchner,
de la persecución contra el pensamiento libre y la cultura esta obra y esta
palabra nos recuerdan que frente a la
baba del populismo, el espíritu se
acrisola y fortifica en esa soledad sonora de que nos habla San Juan de la
Cruz.
LA SOCIEDAD
INDECENTE
Darío Ruiz Gómez
Avisahi Margalit es
un gran pensador israelí cuya obra “Ética del recuerdo” es una guía para
indicar lo que supone el recordar el dolor personal, el dolor infligido a una
comunidad ya que quién recuerda no es
una Comisión de la Verdad, por ejemplo sino el directa o la indirectamente ofendidos, las víctimas a las cuales se
pretende degradar convirtiéndolas en fantasmas, por negarse a que sus recuerdos puedan ser sustituidos por “el recuerdo
colectivo”. Pues bien en un texto sobre lo que califica como las sociedades indecentes
nos recuerda lo que supondría la existencia de una sociedad decente que según
Margalit “es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas sujetas su
autoridad y cuyos ciudadanos no se humillan unos a otros” Lo cual viene a
corroborarnos que las sociedades
indecentes son aquellas que humillan a las personas y permiten que unas
personas humillen a las otras. Darle nombre
a un montón de huesos no supone, por ejemplo, rescatar la presencia de una
persona sacándola de los NN sino
enviarla a la desaparición humillando legalmente a la familia humana, impidiendo que sea mi prójimo y que sobre él o
ella, niña o anciana pueda manifestar mi amor como responsabilidad ante la vejación
que supone la crueldad de los victimarios. ¿Alguien se atrevería a decir
afirmativamente que Colombia es una sociedad decente? O ¿vivimos en una
sociedad indecente donde se humilla a las personas negándoles el honor debido
al cual tienen derecho como personas? “El
antónimo del olvido, no es el recuerdo sino la justicia”. La extraordinaria
serie de t.v “Patria” sobre los asesinatos de ETA para “liberar al pueblo vasco
de la opresión española” nos mostró desde el sufrimiento de las personas
atrapadas por este conflicto el dolor causado por una infame “Causa” al destruir los lazos familiares , la
amistad, el concepto de patria y
desvelando así la exacta dimensión del
terrorismo como indecencia mayor.
Rogelio Alonso catedrático español es autor de un texto:”La derrota del
vencedor. La política antiterrorista del final de ETA” donde señala que: “La
sociedad vasca del pos-terrorismo es una sociedad indecente en la que incluso
algunos de quienes reivindican verdad, memoria, dignidad,
humillan a las víctimas de ETA” Lo acabamos de ver con el reconocimiento de
Podemos a Bildu y a Otegi un terrorista que no se ha arrepentido de ninguna de
sus tropelías.
Y dice algo que
respecto a la “dejación de las armas” en el caso del IRA y de Eta se disfraza bajo
las estrategias de un manipulado Acuerdo de Paz: “Abrazan a las víctimas
pidiendo perdón pero sin condenar el terrorismo” cuando lo fundamental es la explícita condena del terrorismo sin la cual
no puede pensarse en la pacificación. La humillación que altaneramente impone una
“justicia de transición” al no reconocer el
derecho de las víctimas en un Acuerdo de Paz lo cual se
convierte en una forma de tortura para
las familias de las víctimas y constituye, sobre todo, la manifiesta evasión de condenar el terrorismo, única manera de que hacia el
futuro no vuelvan a repetirse estos actos de violencia. Una sociedad indecente
cuenta con una justicia indecente, con unos medios de comunicación indecentes,
con empresarios indecentes. Rogelio Alonso
gran conocedor del terrorismo que como
lo califica no es una protesta social sino una estrategia criminal nos da luces sobre algo que está presente en
nuestro llamado “Post-conflicto”: “La
memoria amputada sustituye a la justicia
negada para embellecer la impunidad ”.