lunes, 28 de diciembre de 2020

En esta casa nació Gonzalo Arango


 En esta casa nació Gonzalo Arango

Colaboración de Carlos Buenos

Piélagos donde el río penetra / Juan Mares

 


Piélagos donde el río penetra

Juan Mares

Recibir las historias del Chocó profundo, el ancestral, es una noticia para trascender la rutina de los días que ya son un lejano recuerdo, cristalizado en unos cuentos de corte carrasquillezco. Una literatura que va trascendiendo lugares desde la simple anécdota, para decir cada peripecia de seres humanos en sus aventuras ribereñas y de bosque entre bejucos, enredando los días para decir el campo, desde otras horas que el reloj del tiempo encapsula en la memoria de un profesor en uso de gran retiro.

El arte del cuento no es otro asunto que moler pasado como crónica de quien ha sabido condensar el bagaje de las pilatunas, las peripecias y el quite a algún verrugoso en lo que se vivió como selva entrañable.

Clarildo Mena Hinestroza se aventura en el campo de la cuentística en las lindes donde fulgura la clorofila, dando sombra a la fauna traviesa. Decir la tierra no es solo decir un poco o mucho sobre el lugar de origen, es reflejar el entorno cultural que se cierne, para sacar lo menudo que da fortaleza a los paisajes de la memoria.

Haré un recuento sucinto de un texto de singular universo, en el que la risa, más que otro asunto, estará haciendo aletear las pestañas, y donde se destilan algunas sabidurías para una antropología del paisaje y el hombre. Veamos:

“El inspector Conejo” es una fábula como reflejo de nuestros días sucediéndose ante el tribunal del Gran Juez. “La toma” se desliza desde el entrevero de la picaresca de unos jóvenes que no sabían cómo romper el tedio en esos pueblos donde casi por lo regular nunca pasa nada y, cuando algo ocurre, son las de San Patricio. Es decir, los cuentos narran esos accidentes que superan el abandono, en este caso, para llenarlo de pequeñas historias que dan el testimonio de la inocencia y el desastre sobre lo mismo que contaba un García Márquez en una de sus narraciones.

Los prejuicios o vaticinios de lo oscuro se ven reflejados en el Guaco, ese pájaro agorero de onomatopeya funeraria que traduce “cuál cojo” y “aquí t’a tapao”. “El zancudo polizón” es otra fábula sobre los que emigran sin ton ni son, en busca de paraísos que solo pueden ser hallados cuando la aventura es dentro del alma en pos de la armonía. “El Yuca” es un poco un ejemplo de las virtudes trágicas del contrabando y el suicidio social por medio de las plantas malditas. La tragedia se hace presente en la historia “El último trago”. Un mal que se ha padecido en los despeñaderos de la irresponsabilidad.

Estas historias, cada una, lleva la impronta del pedagogo que predica desde la perspectiva, poniendo de presente un caso donde se puede reflejar uno de nuestros grandes males. Ya en los cuentos de Adel López Gómez se contaron historias de este caletre, y, de igual manera, en historias del bosque hondo de Mario Escobar Velásquez, ambos testigos y escritores del Urabá agreste, de un pasado incrustado en los años cincuenta y ochenta. En fin, relatos de la selva donde el cuento “La lactante del campo” focaliza esas experiencias ante los reptiles y sus rarezas. No faltan las historias de diablos, aparatos y aparatoserías. Esta es una de esas, en los pueblos donde predominan el miedo y la fantasía, el miedo como fuste para enderezar entuertos de la conducta humana. La fantasía para romper la rutina y hacerse creativos de otras coyunturas de la realidad del alma de los pueblos.

Así, aparece “El parejo ideal”, una historia donde los duendes y los mohanes no parecieran dignos para la moraleja. El auténtico putas haciendo fiesta y tragedia, frente a quienes no saben distinguir lo extraño de lo aparente y común, de ciertos fantasmas y apariciones, enmarcados en la antropología del miedo y la soberbia del ser humano. Y no puede faltar la historia rosa, ese condimento que adoba ilusiones y crea modelos de la resignación.

Así llega la caza del tigre, y nos topamos con “El cazador valiente”, que cuenta hechos de un lejano acontecer, cuando la manigua roncaba como el mono colorado o aullador, cuando el tigre mariposo era señor de estas tierras y abundaba porque había harto para descartar y mucho para las hazañas. Otras épicas del canto hondo.

Uno está que ha fluctuado entre la sonrisa o un verdadero cuento para desternillarse de risa, “Ñoasita”. Para poder degustar esta pieza literaria hay que leerla y releerla como un talismán de las palabras. Los cuentos narran para salvar las épicas humanas que se disimulan entre los olvidos de una página sin escribir. Buenos son estos cuentos que se dejan leer.

Son doce cuentos que, luego de merodear en la memoria de un docente observador, nos hacen reír pensando un poco.

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Juan Mares

Poeta, escritor y gestor cultural,  

Crítico literario primera edición de Cuentos de río, mar y tierra

martes, 22 de diciembre de 2020

PALABRAS FALSAS, FALSAS IDEAS POLÍTICAS / Darío Ruiz Gómez


PALABRAS FALSAS, FALSAS IDEAS POLÍTICAS

Darío Ruiz Gómez

Ante la propuesta en el Congreso de un ascenso para tres distinguidos oficiales del Ejército con una limpia hoja de vida,  Iván Cepeda insólitamente alegó que no era posible ascenderlos porque sobre ellos pendían acusaciones de “falsos positivos” No da para más su corta imaginación ya que la imaginación nace de la confrontación de personas y paisajes, de costumbres y lenguajes pero un cerebro como el suyo que durante  décadas  ha estado postrado sin haberse abierto al debate con las ideas contrarias a limitado sus funciones  a la repetición de las mismas dos o tres acusaciones que si bien le sirvieron durante algún tiempo para mostrarse como un audaz revolucionario, hoy ya nos demuestran que lo que en cada sesión del Congreso ha venido repitiendo  como un consueta es lo propio de un cerebro receteado. Hugo Gallego al recordar a sus jugadores que el fútbol requiere de la inteligencia les repetía esta máxima: “el cerebro no suda” ¿Qué tipo de pensamiento político le puede uno pedir a estas ruinas postergadas de nuestro Partido Comunista?  Una Comisión de Ética del Congreso y la Cámara de Representantes debería con el concurso de la Academia de la Lengua revisar minuciosamente los casos de sus representantes que llevan décadas sentados en el Congreso y la Cámara repitiendo la misma monserga mamerta. ¿Qué sucedería en este mismo caso si se les hiciera un examen de lenguaje a los directivos y militantes profesores de FECODE?  El ya hoy histórico derrumbe de los diferentes Partidos comunistas en el mundo, es decir, repito, el derrumbe de un lenguaje totalitario, ha sido cuidadosamente ignorado  en Colombia donde  los lugares comunes del estalinismo y del maoísmo a la criolla  han permanecido  congelados  en el tiempo.  Alguna vez Manuel Mejía me mostró un curioso personaje cuya estrategia para aparecer como inteligente consistió en poner un gesto serio y nunca responder a las preguntas que se le hacían y el ardid le funcionó hasta que le dio por opinar y  se vino a descubrir que  era bobo. Mientras las FARC y su retórica revolucionaria funcionaron en nuestra política presentándose como héroes del pueblo ciertos sectores sociales les comieron carreta y los tomaron como inteligentes y salvadores. El Acuerdo de Paz al ir desvelando lo que se había ocultado a conveniencia también nos ha ido descubriendo los escombros de esa fraseología mentirosa. Un “Partido Verde” que calla ante los intentos de Gentil Duarte de quemar la Macarena y destruir Caño Cristal, que calla ante el envenenamiento de los ríos por parte del ELN. ¿No se está quitando su disfraz?

Llamamos distopía a los balances que nos muestran melancólicamente   aquello  que las utopías políticas  dejaron de cumplir pero en el caso colombiano no podemos llamar utopía comunista a lo que desde un comienzo  fue una patraña que logró sostenerse artificialmente  en los últimos  años gracias a las vilezas  del santismo que convirtió la política en un simulacro a su uso  y a la información en una calculada desinformación - véase diariamente  la alucinante primera página de “El Tiempo” donde se pasa orondamente del fake news a la difamación  para que intentemos sopesar  lo que apenas comienza a ponerse en evidencia si es que tenemos ojos y criterios para ello. No es entonces que hagamos objeciones a la JEP sino que la JEP es el reverso de esta misma patraña. Impasible y mentirosamente Lozada-Cortés acaba de “confesar” seis estremecedores crímenes de lesa humanidad donde estuvo acompañado por Márquez y Timochenko, pero como ha sido consagrado por esa “justicia de transición” que se inventó Enrique Santiago  y que lo ha exonerado de culpas a nombre de la Paz ¿cómo poder juzgarlo  si esos jueces previamente se han negado a analizar y a condenar una forma de violencia que mató a 200.000 seres humanos? Es aquí donde también se agrava lo que retóricamente estamos llamando crisis de los Partidos tradicionales y que como recalca Douglas Murray en su extraordinario “La masa enfurecida” nos invita a recordar que la naturaleza odia el vacío y este vacío puede llenarse con lo peor, las nuevas sectas, las nuevas tribus, los identatarismos de todas las pelambres. En fin, esa debacle que viene cuando desaparecen el Estado de Derecho y la Justicia.   

 


miércoles, 9 de diciembre de 2020

Peldaños de agua de Orietta Lozano / Víctor Bustamante

Orietta Lozano

 

Peldaños de agua de Orietta Lozano /

Víctor Bustamante

Su poesía define un mundo que quiere expresar lo inexpresable. A veces, es notorio un acercamiento con la saga dogmática del Apocalipsis; otras veces, su escritura deambula presurosa en pos de magnificaciones terribles que provienen de leyendas donde ensoñaciones, presagios, titubeos, asolan y azotan al peregrino, el lector itinerante, quien lee a quien escribe; otras veces el azar de cierto universo gótico se insinúa. No olvidemos que las palabras elegidas para escribir son nuestra huella, nuestra memoria y nuestro estado de ánimo: nos expresan. En ellas reside la poética, la voz de quien las ha elegido. El énfasis de su lenguaje, en ciertos mundos subterráneos, le dan otra significación a su escritura: poblarla de un sentimiento cuasi piadoso; otras veces de un sentido lleno de fantasía. Su actitud, la de Orietta Lozano, a la hora de escribir, se impregna de lo trascendente. El mundo mágico es su paraíso encontrado que le servirá para indagar sobre sí misma, ¿y quién no lo lleva a cabo?, ya que quien escribe poesía quiere expresar, decir y decirnos los mundos que habita. Otra lectura daría la significación de que quien escribe evade el presente, también podría preguntar, ¡de qué huye Orietta para no escribir, sobre el mundo que la circunda? ¿Hastió o simpleza? ¿evasión o remordimiento? ¿redefinición o presagio? ¿autenticidad o capricho? Estas preguntas, por supuesto se irán respondiendo a medida que el libro, su libro, entregue sus significaciones y, sobre todo, sus significaciones ocultas.

Leo y releo Peldaños de agua de Orietta Lozano, (Caza de poesía, Ibagué, 2009). De un libro el título de ninguna manera es una combinación al azar de algunas palabras. Un título es la invitación para que el lector entre e indague en esa morada de papel y tinta que es el mundo de la poeta, que ha seleccionado hasta ese año lo mejor, lo que resplandece de sus poemas con toda la arbitrariedad que ello significa. Ya sabemos que peldaños de agua no existen, o podría ser el agua que baja paciente por unas escalas, pero en el sentido de la poeta, sus peldaños de agua son más soñados y puros, y en esos peldaños que sirven para subir o bajar, en esos peldaños que también pueden ser sus mismos poemas, ella los ha transitado, se suceden. Eso sí ya sabemos que nadie puede caminar sobre las aguas, salvo como alegoría en la Biblia. De ahí que lo que parece ser una tenue combinación de palabras se convierte en una metáfora que expresa a su autora. Sus palabras lo dicen mejor: “...y su lengua de lagarto olfatea los carcomidos / peldaños, la inexorable caída”. “La escalera donde el dolor / asciende hacia el vestíbulo”. “Llamo a los ángeles, / que bailan, en la escalera del crepúsculo. Llamo, en fin, que da lo mismo, / a la cortina, a la ventana, a la escalera, / que en la sombra del ocaso / se confunde con las perlas, / los gusanos, el umbral de lo olvidado”. Esos peldaños, esa escalera adquieren su significación: el dolor, la caída. Ese umbral, ese vestíbulo lo asemeja a una huida, a una ascensión, pero también desde ahí se puede caer. Así desde el título ella expresará el dilema que vendrá.

Desde un comienzo es visible su aquiescencia por el mundo mágico, aquel que existió aun en los presocráticos que lo conformaron con cuatro elementos: tierra, fuego aire y agua. Orietta se orienta y prefiere el agua como el más significativo. Este elemento es el más presente en ella, a esa palabra que es todo un concepto, y el amnio universal, la poeta lo presenta de diversas maneras y significaciones:

“Ella sentencia el agua / que emerge del pozo”, “y el agua putrefacta”, “Y sobre el agua en que transita el navío, / el náufrago y el pez”, “de la viscosa mezcla del agua y del aceite”, “La burbuja que emerge / del éxtasis del agua”. “Ha llegado la cofradía del agua / que lava los pies de la tierra”. “Donde el agua rugía y se hacía dulce”. “Deshice la herencia de los que murieron de tristeza, / y de un solo trago bebí el dolor del agua”.

El taoísmo, señala que deberíamos imitar el agua. Es decir, tomar la vida con calma. Ella sirve sin conflicto. Orietta le da su mejor significación:  sentirla.

Ya cuando menciona la palabra tierra, en ella se afirma, la admite como la utopía prometida como en el relato bíblico, pero también como la entraña que acoge:

“Desdibuja con su mirada oblicua / la tierra que le fue otorgada”. “El hierro en la entraña de la tierra”.” Al cristal avizor de los ojos de la tierra”. “El almizcle sereno de la tierra”. “En que se levanta la tierra, la tierra, las estrellas y las grietas”. “La tierra ha movido su lengua y su palabra.”

También en su poesía el fuego está muy presente. No olvidemos que el fuego es la palabra suprema de los griegos, símbolo para la destrucción y la renovación, así como en el Apocalipsis, prosigue en la Edad Media, con los alquimistas al pie del atanor esperando que los metales se transformen en oro. El fuego es otra de las palabras que adquieren en ella su sacralidad:

“Guarda en su alfanje círculos de fuego, de la gran boca de fuego”. “Somos hermanas en la hermandad del fuego”. “Con la máscara del agua, con el antifaz del fuego”. “Hermético secreto / del fuego y la palabra”. Ha escrito, el fuego y la palabra, nada más lacerante, nada más que dos palabras que se aproximan, así como ella reclama cuando escribe. Ese fuego se convierte en luz. Así surge entre el fuego y la luz a pesar de sus discordias una cercanía, ya que el fuego consume y estalla, y la luz se erige, calma y origina un camino:

“Preserva para mí la noche solitaria, / reserva para mí la luz del centinela”. “La luz de la luciérnaga y la luz de la escritura”. Muy cierto, para Orietta es la escritura como el fuego por la efusión con que escribe, pero también, luz, es decir un sendero entre la vastedad de un mundo al cual ella define y se define en otro plano, el de su propio distanciamiento.

Otro elemento que ella tiene presente es el aire. Es lo evanescente, lo que nos trasporta a otros sitios, lo impostergable, lo contemplativo:

“En la máscara del aire”. “Se hace aire en las alas transparentes”. “La ascensión del soplo del aire”. “Y entre la cítara del aire”.

Por supuesto que, en el aire, merodean los vientos, y a esos vientos les ha escrito uno de sus poemas mas enigmáticos, “Tejedor de vientos, donde se diluye el concepto de dios y de hombre. A veces siento su ira, su tono de arrebato cuando dice dos veces:  “El que hace esclavos a sus hijos”.,

En sus poemas viven ángeles, así mismo coexisten pájaros, águilas, larvas, bueyes, ciervos, leones, hormigas, serpientes, culebras, corderos, peces y mariposas, junto a mirtos, guirnaldas, bosques selvas y jacintos. Y no es para menos, Orietta se aleja de la ciudad que habita y la nutre. Y al alejarse de la ciudad también prefiere, para un encuentro amoroso, el Locus eremus, en un lugar inhóspito para establecer y celebrar su rebeldía y fuga. De ahí la mención a esos desiertos, y a esos alfileres, que son sinónimo de su fortaleza, de sus sacrificios:

Ahora duermo, y tú me deliras sobre el rostro:

la visión del matadero y su crepúsculo infernal,

de la plateada escarcha y una horda de molinos,

de un nido de hormigas en un árbol de alfileres,

de un libro abierto sobre la arena desolada,

de la raíz de la datura y de la danza,

del remolino de las zonas prohibidas,

de la bitácora flotando en la memoria de la nieve,

del frasco del azufre y la líquida montaña,

del mástil de un barco a la deriva,

de los mercaderes de los miedos y los sueños,

y de una solitaria muchacha

girando en la triste rueda de la noche.

Somos hermanas en la hermandad del fuego.

 

Ahora duermes, y yo deliro en tu costado,

 

Sí, ella ha escrito en su ductus: “La escritura es la sangre / que se desborda ilegible, agonizante / como el dolor de mis arterias”. ¿Quién nos dice la razón de su dolor? O es otra manera de apartarse de lo cotidiano como paisaje de dos colores: negros y blancos, de buenos y malos, minerales y vegetales, noche y día, duplicidades que la sostienen y la apartan de un mundo real y que ella prefiere como su sustancia y  simbolismo para poetizar su dolor. Pero el paso del tiempo que anuncia sus espadas de sangre y la apasionada mención de la noche permite seguirla por bosques y selvas, por abismos y acantilados, donde se anuncia y permite encontrarla a través de sus poemas donde se asila, pero ya cuando hay confidencias su yo deja de suspenderse y dice:

“Yo dormí en la pupila de un portal, / en una sombra, en un muro / y en la nada, / y en la línea que se inclina.../  ”

“Yo perdida, yo mutante, / tengo bastante con el hueso milenario / de las piedras...”

“Yo te alejo de mis ortigas ciegas”. “La otra que soy yo”. “Arrojarme yo misma hacia mí misma”. “Yo limpiaré sus hojas como si fueran mis ojos, / Yo limpiaré sus hojas como si fueran mis ojos”.

Yo la desquiciada, / albacea de las astillas de la noche, / con mi pecho de sombría leche / amamanto la balanza de los sombríos valles”.

Emerge un yo nunca suspendido sino latente, construido y destinado a rubricar su presencia, una presencia fuerte, sin digresiones que convoca con obstinación para evocar la arquitectura de su universo, tan particular, para espolearnos, ante esa concepción de su mundo interior, tan apartado de ella misma, ya que la presentimos serena. Eso sí quiere llevarnos consigo, ya que instiga con sus palabras que son su presciencia, donde el tiempo se llena de presagios, donde la piedra supone sus significaciones bíblicas, de dureza, insensibilidad, pero que deriva hacia su fortaleza moral. Donde el azufre establece la complejidad de relacionarlo con un mundo lleno de un fuego abrazador, donde caminamos a tientas con alfileres dispuestos a hurgarnos, sobre un desierto de sal, sobre un valle con la línea delgada lejos de la metrópoli. Allí en esa línea movediza construye Orietta su paisaje interior para expresar en su poesía la lejanía con el mundo civilizado, que no es más que hacinamiento y consumo, indiferencia e interés comercial donde el concepto de humanidad duerme en los textos. De ese mundo huye Orietta. Ella misma crea su universo, que no es más que la posibilidad de una utopía.

Hay, ciertamente, en ella y en torno suyo, una fuerte provisión de sueños. Ese elemento onírico, sirve para establecer una distancia que no es más que el sendero para huir del presente, de lo que la circunda, y así apela a un mundo de metáforas lo que otorga la posibilidad de escabullirse, de evadirse lejos, a su ensueño con citaras y de reyes, de ciertos códigos, a veces, caballerescos, pero crueles cada vez más, ya que ella no admite ese mundo que la asedia, sino que precisa poetizar lo innombrable, pero lo innombrable la atrapa, y de esa manera a quien ella también atrapa, es al lector como sobornado por el detritus de un mundo que cada vez se ve lleno de ruinas, de horas turbias y turbas que huyen.

He escrito hace unas líneas la palabra, cruel. Hay un perfecto poema donde Orietta la admite, pero es una crueldad que es su autoflagelación.

La escritora

Ya clavé el puñal a mi fantasma,

corté mi larga cabellera,

y la di de comer a mis hambrientos tigres.

Deshice la herencia de los que murieron de tristeza,

y de un solo trago bebí el dolor del agua,

atravesé el bosque ardiente,

me sembré como una lila,

agonicé con la raíz del vientre entre las manos,

caminé con la dulce tos de la nostalgia,

y el cansado espejo que refleja

la turbiedad de mi costado.

Con cuanta suavidad

suspiro aún,

en el misterio y la palabra calma,

en el grito de la campana

que despierta

a las pequeñas luciérnagas,

que tan hondo cavan

en el centro de mi espalda.

En ese ámbito tan de ella pervive un secreto, un código tan personal y es su religiosidad que admite el mundo de la higuera y la zarza, los ángeles que le reviven la nostalgia del paraíso, que se contrapone a  palabras como  abismos, acantilados y sombras y el azul, sinónimo de origen y de lejanía.

En Peldaños de agua se reúnen poemas separados del contexto de sus propios libros, aun así, a pesar de esa separación, aún persiste en ellos su transcendencia. Ya que en ellos perdura su unidad previsible en sus temas, como el alejamiento, la soledad, la búsqueda de una arcadia, donde la escritora se aparta para no hablar, sino separarse de la turba que habla y habla. Pero ella quiere algo más personal, encantarse y encontrarse con sus propias palabras, y nada más elocuente que esta decisión ya que quiere apresarlas, es decir escribirlas, darles forma, sacarlas del torrente del pensamiento. Ella lo precisa mejor:


Jardín innombrable

Desearía que no hubiera afuera,

sólo adentro,

la silla, el escritorio,

el delirio en pleno impulso,

el patio, las hojas, la cocina,

el agua de los sueños, entre el agua de la esfera.

 

Desearía después de la puerta y la ventana,

niebla blanca, vaporosa,

para contemplar el mundo,

como un letargo, dormido, imaginado,

cerrado como el nudo del silencio.

El adentro me penetra,

me hace inexistente, sola,

el afuera aturde, asfixia,

desemboca en mí

como un oscuro alud y me derrumba.

 

Un rasgo me llama la atención en este poema, y es que en él reside una declaración de principios, y es por esa razón que me parece categórico y tan personal. En este poema hay tantas palabras precisas que expresan la obstinada decisión de ella para que no solo sean más que palabras, sino que establece no un discurso atiborrado de metáforas que agotaría la precisión, sino que de repente ella nos habla, se descubre en su discurrir cotidiano, de la desazón de su silencio, así como en la austeridad no solo de sus palabras sino de su vida misma, como si ella necesitara de un escenario propicio casi vacío, para alejarse de las faenas que la entorpecen ya que de lo contrario no sucumbiría más que en la exteriorización como cuando la prefigura este verso: “Esta tarde tengo trece años / y me regocijo en la ventana”.

Sí, nada más sorprendente: aquí, en este poema no hay abismos, ni acantilados, ni el azul púrpura que tiñe el cielo. Ya que bajo la desazón en el transcurso de la noche, a través de cuartos silenciosos y oscuros, ella desde los trece años erige el jardín en su memoria, donde hay un lugar para lo que ella dice, contemplar el mundo, donde sus propios poemas se convierten en testigos de aquella que escribe casi imperceptible tras las paredes de su casa. Esas paredes, son muros que inmovilizan ese lejano pasado, lugares reducidos, determinados y determinantes, que le otorgan una considerable decisión por la poesia. Y entonces caemos en cuenta que así el infinito se ha abierto desde esa ventana y es la desazón de necesitar escribir para siempre, inmóvil y sosegada. Es como si el valor de las palabras se volviese más visible, más significativo y poderoso y diera lugar a abandonar el vacío que la obsede con sus uñas llenas de tedio, y así sospechar que ella entrega ese solaz, casi un claro de luna en su bosque lleno de significaciones entre lo que adviene su reconciliación. Momento que asombra y que deja de lado lo que ella llama: “el aullido largo del silencio” . “Esperan hasta que el silencio se haga llaga en el recuerdo”. “Me esconderé en el silencio de la fuga / que mortifica, que suplica, que enardece” ; lo cual no es el equivalente fantasmagórico del mismo silencio sino la presencia inequívoca de su poesía, siendo ésta la pura y prístina vitalidad de ella y a la cual tratamos de aprehenderla de lo que parece escapar de lo que ella sugiere, pero que el lector desde la lejanía al leerla, al seguir sus poemas, sus peldaños de agua encuentra la reconciliación con la existencia.

  


martes, 8 de diciembre de 2020

LA BABA DE LAS BESTIAS / Darío Ruiz Gómez

 


LA BABA DE LAS BESTIAS

Darío Ruiz Gómez

Una de las estrategias del populismo es crear confusiones semánticas respecto a su verdadera filiación política. ¿Cómo llamar militantes de la izquierda histórica y democrática  a esos enjambres de babeantes hinchas, de forofos desmadrados que lloraban abrazados por la muerte de su Dios Maradona un hombrecito malcriado, metido más de una vez en Nápoles en malos pasos, defensor de los Castro, de Chávez, de Maduro? El populismo histórico  como el de la Italia del fascismo, como desde la aparición en la escena pública de Argentina lo escenificó  Juan Domingo Perón,  guarda  en su raíz  la negación de lo noble  e impulsa el más aberrante  de los atavismos  hasta convertir al obrero  en lo más manipulable y peligroso: un fanático. Por eso precisamente el peronismo fabrica una imagen manipulable del obrero mostrándolo como el descamisado sublime, el indio frente a las castas blancas  imperialistas, atacando  la belleza, lo aristocrático y hoy a los “ricos” a nombre de la baba del bárbaro  que ha perdido ya sus vínculos con el grupo social al cual perteneció e idiotizado por la prevalencia del odio termina convertido en  una chusma informe. Recuérdese los rituales esotéricos de López Rega. Lo que debió ser la construcción política de la clase obrera se convirtió mediante la aparición de  fuertes Sindicatos  y de agresivos  dirigentes sindicales con sus grupos de matones como  fuerzas de choque  en una  turba  movida al antojo por sus dirigentes que mientras los  descamisados  reales   continúan hundiéndose  en una  estremecedora miseria  ellos  por su parte se han convertido  en una élite de desapacibles  nuevos ricos. En un esclarecedor  análisis  sobre el Fútbol como alienación  Juan José Sebreli predijo desde hace cuarenta  años lo que el fenómeno de la alienación – o sea pérdida de la consciencia individual-  respecto al fútbol iba a implicar  en la sociedad argentina en manos del peronismo:  ocupar  el vacío dejado por la desaparición de la escala de valores morales con el espectáculo de masas en que un juego nacido en los potreros urbanos –aquellos que Borocotó inmortalizó en sus crónicas- ha sido manipulado políticamente  hasta convertirlo en un espectáculo de masas tal como también lo vemos hoy en la mayoría de las sociedades europeas.  El Homo Ludens  tal como lo describe Huizinga  es  aquel que juega por jugar  y en este juego libre de imposiciones se descubre a sí mismo.

Borges fue y es perseguido por el peronismo por el “delito” de no “escribir para el pueblo”, de ser un “individualista”  Fue incluso castigado enviándolo a trabajar a la modesta biblioteca de un barrio de las periferias donde respondiendo  silenciosamente  a esta tiranía de los ignorantes fue creando su obra prodigiosa. Se lo acusó de anti-argentino, se logró que se le negara el Nobel y hoy por encima de la farsa del populismo de los Fernández y Kirchner, de la persecución contra el pensamiento libre y la cultura esta obra y esta palabra nos recuerdan  que frente a la baba del populismo,  el espíritu se acrisola y fortifica en esa soledad sonora de que nos habla San Juan de la Cruz.

LA SOCIEDAD INDECENTE / Darío Ruiz Gómez

 


LA SOCIEDAD INDECENTE

Darío Ruiz Gómez

Avisahi Margalit es un gran pensador israelí cuya obra “Ética del recuerdo” es una guía para indicar lo que supone el recordar el dolor personal, el dolor infligido a una comunidad  ya que quién recuerda no es una Comisión de la Verdad, por ejemplo sino el directa o la  indirectamente  ofendidos, las víctimas a las cuales se pretende degradar convirtiéndolas  en fantasmas, por negarse a  que sus recuerdos  puedan ser sustituidos por “el recuerdo colectivo”. Pues bien en un texto sobre lo que califica como las sociedades indecentes nos recuerda lo que supondría la existencia de una sociedad decente que según Margalit “es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas sujetas su autoridad y cuyos ciudadanos no se humillan unos a otros” Lo cual viene a corroborarnos que las sociedades indecentes son aquellas que humillan a las personas y permiten que unas personas humillen a las otras.  Darle nombre a un montón de huesos no supone, por ejemplo, rescatar la presencia de una persona  sacándola de los NN sino enviarla  a la desaparición humillando legalmente a la familia humana, impidiendo que sea mi prójimo y que sobre él o ella, niña o anciana pueda manifestar mi amor como responsabilidad ante la vejación que supone la crueldad de los victimarios. ¿Alguien se atrevería a decir afirmativamente que Colombia es una sociedad decente? O ¿vivimos en una sociedad indecente donde se humilla a las personas negándoles el honor debido al cual tienen derecho como personas?  “El antónimo del olvido, no es el recuerdo sino la justicia”. La extraordinaria serie de t.v “Patria” sobre los asesinatos de ETA para “liberar al pueblo vasco de la opresión española” nos mostró desde el sufrimiento de las personas atrapadas por este conflicto el dolor causado por una infame “Causa”  al destruir los lazos familiares , la amistad, el concepto de patria  y desvelando así la exacta dimensión  del terrorismo como indecencia  mayor. Rogelio Alonso catedrático español es autor de un texto:”La derrota del vencedor. La política antiterrorista del final de ETA” donde señala que: “La sociedad vasca del pos-terrorismo es una sociedad indecente en la que incluso algunos de quienes reivindican verdad, memoria, dignidad, humillan a las víctimas de ETA” Lo acabamos de ver con el reconocimiento de Podemos a Bildu y a Otegi un terrorista que no se ha arrepentido de ninguna de sus tropelías. 

Y dice algo que respecto a la “dejación de las armas” en el caso del IRA y de Eta se disfraza bajo las estrategias de un manipulado Acuerdo de Paz: “Abrazan a las víctimas pidiendo perdón pero sin condenar el terrorismo” cuando lo fundamental es la  explícita condena del terrorismo sin la cual no puede pensarse en la pacificación. La humillación que altaneramente impone una “justicia de transición” al no reconocer  el derecho de las víctimas en un Acuerdo de Paz lo cual se convierte en  una forma de tortura para las familias de las víctimas y constituye, sobre todo, la manifiesta evasión de condenar  el terrorismo, única manera de que hacia el futuro no vuelvan a repetirse estos actos de violencia. Una sociedad indecente cuenta con una justicia indecente, con unos medios de comunicación indecentes, con empresarios indecentes. Rogelio Alonso gran conocedor del terrorismo que  como lo califica no es una protesta social sino una estrategia criminal  nos da luces sobre algo que está presente en nuestro  llamado “Post-conflicto”: “La memoria amputada  sustituye a la justicia negada para embellecer la impunidad ”.