viernes, 3 de julio de 2020

ANTE JAIME JARAMILLO PANESSO / Darío Ruiz Gómez

Jaime Jaramillo Panesso


ANTE  JAIME  JARAMILLO PANESSO
Darío Ruiz Gómez

“Negro, te recojo”  Me anunciaba  cuando   salíamos a buscar algún bar de tangos para charlas y matar la tarde y si me sonó raro fue debido al hecho de que le acababan de  extraer un riñón. Llegamos a un cafecito e inesperadamente pidió una botella de wisky y comenzamos a beber, yo con la confianza de que después de tres tragos regresaríamos temprano a casas pues con solo un riñón ya no podría beber. Gran error al no darme cuenta de que el riñón que le habían extraído era el riñón que no bebía  y el que le habían dejado era el que mantenía su vocación de dipsómano empedernido. Unos años después sentados en un bar sacó una botella de “Glenfiddich” pidió hielo y comenzamos a brindar solemnemente por nuestras vidas y nuestros  hijos  hasta que  un profesor que pasaba  preguntó por la celebración y le contamos y que estábamos celebrando 50 años de amistad lo que lo emocionó pues consideraba que nunca había encontrado en su vida un amigo. Nos conocimos hacia el año 57 en la recién inaugurada BPP en la Playa y formamos un grupo intelectual definido por el periódico “Movimiento”.  Se dice hoy que alguien se levanta y exclama: ”Soy de izquierdas” y ya está. A nosotros la barbarie nos cortó la juventud ante la visión directa de las represiones , ante la constatación in situ de cómo se asesinaba la Constitución y la República  y ante el hecho de que definirse por un Partido político implicaba el conocimiento previo de lo que filosóficamente suponía la teoría política escogida: era el escenario  de las razzias de los grupos de choque, el bandolerismo, la nueva violencia guerrillera, enmarcando la derrota de la propuesta de una verdadera democracia, estaban los despidos masivos y la intemperancia del ultramontanismo. Al comenzar los estudios de Derecho la violencia ya nos había definido en defensa de los valores de la Cultura Occidental y la defensa de la libertad. La catarsis la constituía el amor al tango y al baile, escogencias de vida, contenidos de juventud como repulsa a la opresión, amor a los valores del barrio. Durante mis largos años en España Jaime no dejó de informarme sobre la situación del país y su compromiso ya definitivo frente a la lucha por un país más justo. Creyó en la filosofía  de la Alianza Popular Nacional y desde esa plataforma se convirtió en un agitador, en un gran orador, el joven Jaime, el eterno enamorado de las mujeres  y de la amistad, enamorado de un país que  fue conociendo a través de su lucha, a través de su compromiso con la Paz traicionada una y otra vez por el ELN, las FARC ,  en los distintas conversaciones  y conocedor directo de las marrullas de esos personajes sanguinarios convertidos en supuestos emancipadores  por la “Iglesia de la liberación”. Fue capaz en la cárcel de convertir en amigos a un grupo de exguerrilleros y de exparamilitares , tarea silenciosa para  responder con la debida  civilidad a los verdaderos enemigos de la paz disimulados  éstos  en refritos de proclamas  pseudorevolucionarios. Contradictorio, injusto como todo espíritu recio muchas veces dejamos de hablarnos, pero jamás dejamos de considerar que sin lo que nos hace humanos o sea la contradicción, la política nos convierte en simples marionetas. Un intenso fuego interior lo ha llevado a pelearse con todo el mundo, a deshacerse insatisfecho con cualquier tipo de conformismo político y el más puro sentido de la amistad le ha permitido demostrar su admiración por Álvaro Uribe y soportar los denuestos de esa izquierda “científica” que aún se cree inteligente sin darse  cuenta de que ya los hechos la han sobrepasado. Hay quienes viven de la política y quienes viven desde dentro los azares y desventuras de la política.  ¿Cuántas veces estuvo Jaime en la cárcel acusado por su rebeldía? ¿En selvas y montañas cuántas veces se expuso a morir con tal de convencer a unos guerrilleros de que dejaran libre a unos secuestrados? El eterno muchacho jamás recurrió al exhibicionismo de alardear de su hoja de vida pues en su caso ya la suerte está echada.  ¡Me quito el sombrero! Hermano Jaime.   

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