sábado, 27 de junio de 2020

DESPUÉS DEL CORONAVIRUS / Darío Ruiz Gómez





DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

Darío Ruiz Gómez

¿A qué país aspiramos una vez desaparezca la pandemia? La pregunta ha sido lanzada pero no en voz alta  como para que solamente la escuchen  los más aparentemente despistados(as)  o sea quienes  atentos solamente a cumplir con sus deberes cotidianos , estuvieron  ajenos a las trifulcas  en  las calles y que hoy  confinados en los espacios  familiares  conocen de la atormentadora  estridencia del ruido que embobece y entontece  en   la ofensiva vulgaridad  de  la radio de las mal llamadas músicas “populares”  perversos contenidos  de estéticas que de mañés pasaron a lo que hoy se denomina la estética cuqui y que el filósofo inglés Simón May  ha analizado tan esclarecedoramente como distintiva de los nuevos grupos sociales. Si los gustos en el vestir de las nuevas clases medias – las que los filósofos “progres” criollos  llamarían del capitalismo tardío-  se han hecho más cursis  también esto ha sucedido con  la nueva clase política  “progre”. Pero vamos por partes y detengámonos  antes  en aquellas  circunstancias  de crispación social extrema en que un grupo muy reducido de estudiantes  y de trabajadores y por supuesto de delegaciones de indígenas disfrazados de indígenas, de afrodescendientes  disfrazados de afrodescendientes, de bandas musicales identataristas  de la clase media, intentó violentamente, antes de que irrumpiera sin previo aviso la pandemia,  protestar  airadamente  sobre temas desconocidos para ellos  como los de la educación, la  ciencia  alentados por  desahuciados  dirigentes obreros y dirigentes de Fecode que acusan notoriamente  el envejecimiento  mental que supone el haberse pasado la vida sin leerse un libro, solamente haciendo paros, propagando la ignorancia. ¿Por qué no rescataron la memoria del adolescente que murió al estallarle una bomba que iba a lanzar a un motociclista que se negó a obedecer  la orden caprichosa de detenerse?  El sentimentalismo, el maniqueísmo  y no el juicio crítico que debe nacer de la razón que brota del análisis objetivo de los hechos   imperó  en los intelectuales  de bolsillo  que se doblegaron ante desmanes que nada tienen de revolucionarios  porque lo que llamaríamos  la nueva “intelligentzia”  –algunos  no tan jóvenes- se han caracterizado  por este sentimentalismo seudo revolucionario y esta cursilería estética: el resultado que saldría de mezclar los gustos de maquillarse como Petro, los fashion de Claudia López,  Santrich y el autor de “Sin tetas no hay paraíso”, liquiliqui, mochila arhuaca, manta guajira de marca, turbante.  Por lo tanto el propósito de, en la  postpandemia,  aspirar a ser mejores  en una “nueva vida”  ciudadana  es algo que, recordemos,  hizo  parte de los objetivos políticos de las golpeadas  viejas clases medias , de lo que estas añoradas clases llamaban la decencia  del poder  justo a la medida de sus ideales  republicanos; propósito moralmente inalcanzable para estas nuevas clases políticas y su arribismo social cobijadas ahora por el vacío vital que causa el choque con medios tecnológicos que nunca serán capaces de adaptar a sus realidades e inalcanzables como propósito pospandemia para un populismo que pretende arrasar con aquello que considera elitista porque es lo mejor.

El santismo es el ejemplo  histórico  ya notorio de lo que supone la codicia, la falsa aristocracia, la engañifa, el fake news, el fracaso de las obras públicas, la mala televisión ¿Como volverse atrás en su caso? Creo que el confinamiento  de la pandemia nos ha permitido  distinguir  con  claridad el abismo que separa al país silenciado, y por lo tanto capaz de indicar una aurora  y el país de la infamia y  la alcantarilla que debería ser el pasado a olvidar.

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