miércoles, 25 de diciembre de 2019

LA NUEVA PROTESTA / Darío Ruiz Gómez


LA NUEVA PROTESTA
Darío Ruiz Gómez
 La clase obrera que andaba a la deriva encontró en Marx el ideólogo que necesitaba para reconocerse históricamente. Desde entonces la huelga  general, el paro,  se consideraron  como la estrategia culminante  no sólo para lograr conquistas  sociales  sino para   “desestabilizar  la sociedad burguesa”. La huelga desempeñó  esta tarea desestabilizadora  pero Marx alertó sobre la burocratización de los Sindicatos. Los espacios urbanos  sirvieron para  facilitar  el escenario propicio  al encuentro de  las  multitudes  revolucionarias  que fueron fácilmente  manipuladas por demagogos tal como lo analiza de manera contundente  Elías Canetti en “Masa y poder” ¿Qué es una masa en este sentido? La masa supone la pérdida de la individualidad, de la conciencia, el regreso a la barbarie  del individuo  que azuzado  por consignas irracionales se transforma  en fieras humanas que destruyen todo a su paso. La masa transformada en horda. Pero no es mi ánimo hacer un recuento de las diversas clases de protesta planteadas hoy por los populismos  y desde luego el anarquismo  que busca destruir cualquier “símbolo de poder”. Hoy en España  ordenadamente  se dan marchas contra todo hasta poder hablar  de un protestador(a) que ha hecho de las marchas su modus vivendi.
En Colombia el vivir durante décadas bajo el Estado de Sitio impidió  que la conquista del espacio público en la vida urbana estuviera traumatizada  por enfrentamientos y represiones. Fueron los espacios conquistados por los Partidos Políticos, por los Sindicatos y Agremiaciones  religiosas. Asocio a estos procesos las turbas populistas rojaspinillistas, los desfiles obreros y universitarios, la furia de los extremismos o sea el paso desde  el evento cívico a los espacios  definidos por el miedo. ¿Qué va entonces de las reivindicaciones  revolucionarias cuando existía la clase obrera  a los  bailes y caceroladas de los muchachos de las nuevas clases populares así como de algunas universidades privadas  que supuestamente  renunciaron  al uso  de la  violencia  y pretenden imponer sus vagas e ingenuas reclamaciones políticas   olvidando el derecho del trabajador, del empleado a regresar a su casa, a caminar libremente o sea auspiciando una inminente crispación social entre gentes provenientes de un mismo estrato social?  Ya esto es una demostración de totalitarismo, de aceptar ser parte de la violencia de  unas trifulcas programadas  por  astutos ideólogos  parapetados  detrás de mediocres sindicalistas que nunca representaron a las clases trabajadoras, del gordo mochiludo de una Fecode cuya tarea ha consistido en destruir la educación . Por la candidez de sus reclamos ante el gobierno  parece claro que es una juventud que ya no está manipulada por los grupos extremistas ni obedecen tal como lo hacen los capuchos  a objetivos de violencia  destructiva. ¿No tenemos la impresión de estar asistiendo a un deja vú? Llevar la revolución a las calles: filosofía de Petro y estrategia de Márquez, Romaña y el Paisa contando con las nuevas células urbanas. ¿Son de “derechas” los pequeños  comerciantes cuyos ahorros fueron convertidos en ceniza por estos bárbaros?   Kant  celebró la presencia del estudiante – “el hombre es un niño pequeño, educando y estudiante”-   como el portavoz de lo que llamó el entusiasmo que abría las luchas y conquistas por la libertad, por el conocimiento y la ciencia para lograr emanciparse de las lacras de la ignorancia  pues  partía del reconocimiento de que el ser humano es el único animal que necesita educarse. El progreso que  era moral y suponía  un compromiso con el rigor del estudio se fue despojando de estos contenidos para convertirse en retóricas arengas  carentes de ese amor al conocimiento  que Kant esperaba que mantuviera el entusiasmo.

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