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Encuentro Narrativas de Barrio /
IV Versión del Festival de Cine Comuna 6
Víctor
Bustamante
Aquí
en plena noche del 20 de diciembre, en las estribaciones del Picacho, por fin
encontramos el punto de llegada, luego de dar vueltas y vueltas alrededor del
cerro, algo inusitado para el taxista locuaz, pero amable, que no encontraba la
dirección, y además con el mareo de Luisa y de Andrea, que no sabían adonde nos
dirigíamos, y eso que ese par de chicas eran las guías, pero nada que en el
celular Andrea obtenía las coordenadas, a pesar del punto rojo que indicaba
en su GPS el destino que ahora era un desatino. Es más el taxista, Richard, señaló
no como una conjetura sino como con ganas de deshacerse de nosotros que el
evento era ahí en los billares. ¿En un billar?, no podía ser, exclamó alguien,
creo que era mi doble. Pero dimos más vueltas, con el chófer apenado, (No hay algo más terrible para un taxista que no dar con una dirección), hasta que
Luisa, muy segura, vio al poeta Daniel Segura precisamente ahí en los Billares La
última escala, que podría ser la primera escala del libro del profeta.
Al
fondo veo, vemos, las luces de Medellín, y es que hay una novena de Navidad y sigo
mirado muchas luces, y abajo, allá enfrente las cuadriculas de las calles iluminadas
de los otros barrios altos de la Ciudad, de Medellín. Calles en toda la extensión
de su cuadrivio a lado y lado de las montañas donde parece que se reflejaran a
la distancia, y que perfilaron una ciudad, donde se olvidó la vida cotidiana de
personas que también buscaron el cine y la poesía, la fotografía y la memoria
para no dejar que la existencia de sus barrios, en este caso del Picacho,
pasara desapercibida y mostrara otra faz cercana y amable, además llena de cine,
de poesía y de vida.
Aquí
en los billares, lugar desusado pero ya dispuesto para un evento de cine y de
poesía donde un puñado de creadores liderados por Daniel Segura y Daniela Aguirre,
Johnny Gallego, Jahn Penagos, William Quintero, Harrison Otálvaro, Daniel Ortiz
le otorgan un matiz de reclamo con sus poemas, su acedia y mordacidad que
indagan sobre vidas destrozadas, momentos impensables en la Medellín que cada generación
marca como del futuro y ante ese futuro no llega, de ahí la reciedumbre de su
poesía y de sus canciones.
En
cuanto a lo de los cortometrajes, hay uno de factura ecuatoriana donde se ve la
vida amorosa de las parejas de ancianos, de origen indígena, al ella hacerla la
trenza a su pareja y además el signo y símbolo entre las comunidades ya en
peligro de ser absorbidas por la vida cotidiana de las ciudades en otro cortometraje
venezolano el de más elaboración de la muestra, trata sobre la vida de un
hombre de calle, narrada con tanta frescura, lejos del carácter de pornomiseria
que tanto gusta a los europeos. No, aquí el hombre es buscado en su sensibilidad
y en sus orígenes que llevan al espectador a su origen europeo y su huida del nacionalsocialismo,
hasta llegar a las calles de un país desconocido que no lo acogió.
Hace
tantos años caminé, caminamos por el puente colgante de Robledo, pasando por
todas estas casas fincas en terrenos yermos, ya casi abandonadas, donde me
preguntaba qué ha pasado aquí en esa diáspora, constante de los medellinenses que
desbocados abandonan sus fincas, sus barrios. Una de esas fincas pertenecía a
Mariano Opina Pérez. Luego en una noche de farra en los 70 subimos con uno de
los Tres tristes tigres, Juan Manuel, en un taxi destartalado en plena noche de
verano para buscar un amigo suyo, salsómano él en tiempos de Fruko y sus Tesos,
cerca al Picacho y a la farra. El lugar en la noche era por una calle destapada
hasta llegar a una casita solitaria, estilo colonial, donde amanecimos con vino
barato, Tres patadas, y la yerba sagrada con sus efluvios libertarios.
Pero
aun recordamos a Efe Gómez que salía de su casa en la calle Córdoba con la Playa,
los viernes en la noche en su caballo de color negro en los años de 1920, hasta
su casita a la finca de sus hermanas en El Picacho. Le decía a su esposa que venía
de solaz, pero solo él mismo estaba al corriente de que venía nada menos que a
encontrarse con su amate, una campesina, Carolina Quintero, con la cual
tuvieron siete hijos. Luego Efe tendría otros doce hijos con su bella esposa Inés,
por esa razón sus amigos le decían que tenía una escopeta de dos cañones para
sus amores paralelos.
Efe,
era cierto, nunca dejaba su caballo afuera en esas noches de fiesta personal,
lo encerraba en el cuarto donde dormía junto a él. También aquí en su finca de El
Picacho le escribió a Abel Farina el prólogo para su libro, Páginas locas (1901). Efe Gómez plantea
en su prólogo la necesidad de una poesía que exprese las voces y el sentir de
los poetas de estas latitudes, y de alguna manera, sin perder la noción de las búsquedas
del poeta Abel Farina para no hablar de los mismos tópicos del ser antioqueño. Eso
sí con contundencia crítica a los políticos ambiciosos que arruinan el país con
sus discursos denodados pero falsos que aún continúan y que los une, después de
tantos años, con los poemas leídos por los poetas esta noche, donde el país, la
ciudad innominada fluye hacia el abismo de la ruindad de esos políticos, con
sus mismos discursos teñidos de mentira y farsa, donde solo existe la poesía para
expresar este estado de cosas con su tragedia y su persistencia.
Otra
vez, en Versalles, con Guillermo Villegas varias veces me invitó a Tallerarte,
donde creo una suerte de cofradía alrededor del hacer escultura en barro, pero
en esos aplazamientos que siempre se dan con disculpas baladíes de mi parte
nunca vine por estos pagos. Ahora veo algunos videos y me admiro de esa capacidad
de reconciliación de Guillermo con el arte, y con el respeto a la vida como
camino; por ese motivo su espíritu aun flota no solo por el barrio Doce de Octubre, sino por
estas páginas como una manera de que la vil memoria lo exalte en su finura como
persona y como maestro.
Esta
noche no he sido invitado a este evento: 2 Encuentro Narrativas de Barrio y al
Festival de Cine Comuna 6, pero aquí estuve de testigo. Esta noche supe como
florece la poesía que expresa el realismo sucio, por estas calles y barrios
alejados del Centro que muchas veces se apodera del quehacer poético. Esta noche.
Con las luces de fondo de la ciudad, sentí a Medellín.
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