HISTORIA
Y MENTIRA
Darío
Ruiz Gómez
Lenin,
de quien se descubren más y más atrocidades, enfocaba la Historia desde la idea de la lucha de clases y desde este caprichoso concepto justificó los
setenta millones de víctimas de sus teorías totalitarias. En un momento determinado se
dio a la tarea de replantear la
Filosofía para rechazar lo que consideraba “Filosofía burguesa”, el
resultado tal como lo analizó Merleau-Ponty fue deplorable por su ignorancia
filosófica y sobre todo por desconocer
que la filosofía nace del preguntarse, un acto de soberanía personal que no
podía permitir quien defendía “que el
pensamiento era colectivo”. ¿Ha
visto alguien pensar a las masas? La Academia de Historia de la Unión Soviética
que impuso una verdad falsificada ya pueden ustedes suponer las adulteraciones que inventó, igualmente las iniquidades que cometieron al condenar
a los historiadores que se salieron de su ortodoxia; burócratas del
Partido, ignorantes que condenaron a quienes defendían el derecho a plantear una Historia bajo otros parámetros. ¿No existe
acaso una historia de la infamia, del abuso contra los inocentes, no existe
acaso la necesidad de escribir una historia del secuestro? “Cuando los hechos
–ha dicho la historiadora Carmen
Iglesias, se cambian por opiniones hay que echar a correr pues la ocultación de
los hechos, la mentira, contiene un elemento de violencia para normalizar sus
vidas” ¿Cómo pretende borrar Iván Cepeda
hechos de violencia que cada víctima de
las FARC llevan marcadas indeleblemente y que no son una memoria falsificada sino la memoria personal de cada sobreviviente? La tarea de los distintos historiadores sobre el estalinismo en Europa
ha consistido en enfocar esa dañina utopía
desde la perspectiva moral del humanismo
y la visión universal de la justicia, enmarcando lo que jurídicamente aquel totalitarismo justificó
en la peor de las agresiones históricas contra lo sagrado de la condición humana . Investigaciones
que no han cesado de crecer como recuento objetivo de la depravación de una ideología convertida en religión para justificar el sacrificio de millones y
millones de vidas humanas con el único objetivo de lograr una supuesta “patria socialista” de la cual
solamente quedaron hambre, persecución, cárceles y que mal aplicada por un grupo sedicioso a la
realidad colombiana se convirtió
en una ofensa a las distintas comunidades del país, a
nuestra civilidad. La Historia de lo que ellos llaman pomposamente “guerra” y que ninguno de ellos ha escrito, tiene que
ver con el replanteamiento que les comienza a hacer una objetiva revisión de su fracaso: ¿Cuándo su discurso totalitario aceptó la pluralidad
cultural del país y que a partir de esta pluralidad era y es imposible hablar
de lucha de clases? ¿En qué momento la aculturación de la extrema izquierda de
la CRIC empezó siquiera a legitimar la diferencia que reclaman sus etnias? ¿Cuándo respetaron la diversidad
cultural de los pueblos campesinos andinos o costeños? ¿No destruyeron a los
Auá metiéndolos al narcotráfico? Como
historia de la violencia quedan miles de fusilamientos de campesinos - recordemos a los monstruos de Javier Delgado en Tacueyó o de Braulio Herrera imponiendo el terror
revolucionario. Lo que los activistas convertidos motu propio en “historiadores” leninistas Iván Cepeda, Sanguino, Feliciano Valencia y Gloria Pizarro han olvidado al colocar al Director del Instituto de la
Memoria Darío Acevedo contra el paredón del Congreso es que ya no existen los paredones cubanos ni
los brutales juicios de Praga o Moscú donde el estalinismo mostró toda su diabólica maldad y esta broma macabra de intentar
revivirlos sólo puede darse en un país
donde se desconoce la Historia de las
Ideas. Con la rabiosa actitud de un Comisario soviético Iván Cepeda intenta
impedir que el historiador demócrata lea los hechos de una infamia imposible de adulterar ya que hoy las
víctimas silenciadas son los historiadores de su misma tragedia.
En cuanto al silencio de los llamados
intelectuales basta recordar aquello que sobre los terribles juicios
comunistas de Praga dice Arthur London: “Un intelectual comienza a traicionar
en el momento en que se le ocurre pensar que el Partido siempre tiene la razón”
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