LA PATRIA ÍNTIMA
Darío Ruiz Gómez
El expulsado de su tierra
ha sido, desde las Sagradas escrituras una
imagen constante para señalar lo que implica
la violencia contra los inocentes y a la vez la fortaleza de la humildad ante
la tiranía. Estoicismo, virtud esencial
para cruzar el árido desierto tal como en su magna obra poética lo describe Edmond
Jabés, virtudes calladas sobre las
cuales se erigen las metáforas de la
epopeya de la liberación humana, del pueblo sometido. Los venezolanos lanzados por
la tiranía a la diáspora remiten necesariamente a esas imágenes de
destierro y de expulsión de una comunidad imágenes que se repiten una y otra vez
en Colombia–caso de Tarazá- pero convertidas
aquí en historia silenciada y negada ya
que sus relatos “no han sido vistos ni escuchados” por los historiadores de oficio. Repetir la
historia es realmente el castigo
por haber tratado de ignorarla ya que
aquello que pretendió silenciar nuestra
desidia regresa siempre a recordarnos una responsabilidad postergada. La palabra del
justo nopuede ser la palabra del tirano y en los relatos
del destierro la verdad no brotará de los acomodados testimonios
y frías estadísticas de los propietarios de la llamada memoria histórica sino de cada lugar, de cada recodo de un
camino, de cada calle donde los asesinos actuaron con una total impunidad. Las
heridas que la brutalidad dejó en la
memoria de una niña o de una adolescente brotarán impensadamente en el futuro con la fuerza de una llama, de manera que quienes llegarán a reconocer el rostro de los asesinos, quienes los someterán a juicio no será la justicia de los jueces en tribunales de ocasión sino la implacable justicia del inocente silenciado. En la
desheredad como señaló Annah Arendt es
imposible intentar rehacer aquello que
la violencia destruyó, de ahí que, afortunados quienes no tienen patria ya que pueden hacerla cada día. De ahí la certeza de
que la verdadera patria del ser humano es el lenguaje ya que el lenguaje constituye en
medio de los yertos caminos del
destierro el refugio del alma del perseguido, ese espacio íntimo donde ya no se
necesitan las palabras para establecer una comunión con los otros perseguidos.
¿Cómo volver a escribir, se preguntaba
Celan, en la lengua en la cual justificaron todos sus horrores los nazis? ¿Cómo puede llamarse escritor quien ha justificado la matanza de los inocentes a
nombre de la Historia, a nombre del llamado “futuro socialista”? Es una pregunta que se plantean las conciencias libres del mundo después del de los exterminios de los viejos y nuevos totalitarismos. Una pregunta que va de Camus a
Steiner y que nuestra clase intelectual
no podrá eludir a medida que vayan apareciendo las fosas comunes, los nombres de los niños
abusados. Un asesino depravado de la guerrilla puede argumentar que sus matanzas estaban justificadas por las teorías totalitarias que le metieron en la cabeza los teóricos de
su organización pero éste es un problema de conciencia personal frente al cual no es aceptable esa
delegación de responsabilidades directas, esa disculpa.
Porque el santismo es una
perversión del lenguaje y la
“utopía socialista” ha demostrado ser sólo
un manual para pillos. De manera que quienes resistieron esta patraña saben que
la verdadera patria va en la intimidad preservada
de quienes ahora comienzan a escribir con sus voces acalladas los relatos de la comunidad que vendrá. P.D
El fortalecimiento de la Universidad Pública es el fortalecimiento del conocimiento
en libertad.
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