LA VIGILANCIA SOBRE EL
LENGUAJE
Darío Ruiz Gómez
Durante algunas visitas a
Cali tuve la oportunidad, hace ya muchos años, de conocer a un poeta, profesor
de una Universidad y quien abiertamente me confesó su cercanía con el
Secretariado de las FARC. En una Feria del Libro celebrada en el Campus de esa
Universidad se incluía una conversación de los dos sobre el papel de la poesía
en la sociedad, al medio día hablamos amistosamente. Llegado el momento yo me
referí al papel que la poesía jugaba en mi vida y a la necesidad de que
estuviera presente en un mundo dominado por la mezquindad. El poeta se levantó
cuando llegó su turno y dirigiéndose al público dijo, sorpresivamente: “Ahí
tienen a este paisa con las manos manchadas de sangre pues con el nuevo
Presidente paisa se ha iniciado la más tremenda represión contra las masas
trabajadoras” Y continuó su perorata
acudiendo a los consabidos clichés sobre los paramilitares, el imperialismo
asesino. Cuando terminó dije a los
presentes que yo había venido a hablar de poesía, que me sentía agredido y por
lo tanto me retiraba del salón. Para sorpresa del poeta y sus aceitados bucles la
gente salió detrás de mí. En seguida me alcanzó una señora quien se ofreció a
sacarme de aquel enmalezado campus. Recordé
esto al leer en “El Espectador” – 13- 6-2017- que Timochenko ha declarado que
de aquí en adelante sólo la palabra será
su arma. Marx, recuérdelo Londoño, mostró, precisamente, la relación directa entre
lenguaje e ideología política: ¿Cuál puede ser la palabra a utilizar por quien hasta
hoy ha vivido dentro de un intransigente dogma totalitario? Las peroratas de Fidel Castro solo sirvieron
para hacer dormir de tedio a unas masas “proletarias” de origen campesino. Y
¿Qué tal las alucinadas cacofonías de Maduro evidenciando el hecho de que se
desfondó para siempre su cantinflesco populismo? Víctor Klemperer sobreviviente de los bombardeos de Dresde,
gran filólogo, escribió un texto de indispensable referencia a este respecto:
“El lenguaje del Tercer Reich”, clarividente análisis de la manera como se convierte el lenguaje
humanizado en la virtud de la confianza;
en consignas alienantes que destruyen la consciencia de los individuos y los
convierten en masas vociferantes. ¿Cómo podrá Londoño, alias Timochenko
y sus intelectuales comenzar a desmontar el lenguaje del totalitarismo e irlo
haciendo permeable a la experiencia real de niños, indígenas,
afrodescendientes, gays, madres perseguidas? ¿No tendrá primero qué
reconocerlos como los seres humanos a quienes les negó su identidad a nombre de una infame idea de revolución? Al despojarse del alias y
recuperar nombre y apellido ¿No nacerá en cada exguerrillero la responsabilidad moral que los hará reconocer
como individuos? ¿Cómo entonces se podría dar un diálogo entre gentes de ideas
diferentes?
El desmonte de un discurso
totalitario que negó el derecho al pluralismo político ¿No supone la
autocrítica en quienes han vivido prisioneros de una palabra vigilada que les
prohibía pensar libremente? La libertad
comienza por un lenguaje insumiso a todo dogmatismo. “La ausencia de justicia,
recuerda Bauman, destruye el camino hacia la paz” Pero algo me preocupa cuando
Victoria Sandino al definir drásticamente el nuevo feminismo fariano nos
anuncia la “construcción de una nueva masculinidad”. ¿Le cortarán los bucles al
poeta y perderá su inspiración “revolucionaria”? ¿Cómo será el canon viril de
los poetas de las FARC? El haber vivido fuera de la libertad conduce a muchos
desvaríos, sobre todo cuando se tiene que arrastrar un lastre tan antimoderno: el
cadáver del comunismo.
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