Omar Ardila / Devenires
Menores
Víctor Bustamante
En pleno encuentro de escritores
de cine en Pereira, Omar Ardila, no solo habla sobre cine colombiano, sino, que
luego nos entrega su último libro. Se trata nada menos de Devenires menores, por supuesto le recuerdo que hace algunos años
quiero filmarle una lectura de poesía; lo que muchas veces es casi imposible
debido al ajetreo de cine.
Cuando filmamos surgieron
algunas preguntas solo con referencia a la poesía; quería explorar esa parte
suya tan creativa, y ese tono poético que lo hace peculiar. De ahí que Omar se mueva en esas aguas, mejor
en esos océanos profundos de la reflexión, del cine y de la poesía. En estos campos
él busca preguntas y con su perspicacia añade sus respuestas luego
de transitar por los áridos terrenos de la filosofía. De ahí que este libro sea
una compilación de aquellos escritores que jugaron un papel preponderante en
Occidente, debido a su marginalidad, pero no es una marginal cualquiera sino un
asomo a otro extremo creativo, a nuevas metáforas, y sobre todo, a la exploración
de otros mundos paralelos dentro del cual vivieron, padecieron, fueron dejados de
lado pero que la fortaleza de su obra crece con el brillo inusitado de aquellas
zonas oscuras por la cual transitaron.
No en vano cuando Omar realiza
una antología de poesía anarquista, ya sabemos que él, no se iría a conformar
con los poetas o cineasta que deslumbran sus fans con las mismas metáforas y con
el llamado buen gusto, y por supuesto, con el conformismo. Los poetas cineastas
y escritores de los de titulares diarios ya sabemos que han sido amaestrados
hace muchos años y no dicen nada nuevo, pero obstentan esos títulos: ser paradigmas,
pero en realidad lo que manifiestan es el desconcierto general, dicen siempre
lo mismo y toman la literatura no con riesgo que se merece sino con el
conformismo del amanuense que puede repetir el mismo poema bajo ópticas diferentes,
y no piensa, como su colección de medallas, con sus menciones, con sus acrisolados relumbrones, que esos reconocimientos terminaron amansándolo. Las lisonjas lo
convirtieron en un escritor gris.
De ahí que los escritores,
que a fin de cuentas fueron seleccionados por Omar en Devenires menores, abrieron una fisura, fueron tildados de locos, como
Artaud; de maricas y ladrones como Genet;
de comunista como el gran Pasolini, y el caso inusitado de Fijman; o de Juarroz,
a quien Ardila le dedica un ensayo de recuperación, por su carácter inaudito, es
uno de los escritores argentinos poco mencionados que se apartó del sol esplendoroso
y enceguecedor de Borges, para buscar su
centro, en su interior, su poesía.
Siempre hemos amado a
los escritores marginales, ya que el poco abuso de su poesía crea una serie
de epígonos que terminan agotándolos. Cuando visitamos, por ejemplo, a Artaud lo
observamos como poeta y creador teatral, y provocador, que se apartó de la
gelatina del manual surrealista; Pasolini de recio carácter, con su poesía y, sobre todo, el debate político que fue capaz de llevar a cabo en un momento muy álgido
para los italianos. Si recordamos la admiración de Sartre por Genet, es por
algo que él, como académico, no poseía: vida. Genet tiene vida y poesía lo que no
disfrutaba Sartre en su papel del administrador del existencialismo. De Fijman solo sabemos la inusitada lucidez, y
de Juarroz, que vivió en Medellín, su apartamiento, pero también su extremada indagación
poética.
En conjunto, este
libro, lleva a esas vidas, a esos actos creativos de aquellos, que son poco
visitados, pero que brillan con esa luz propia de quien aún tiene palabras para
decir y, sobre todo, sacudir el conservadurismo de la poesía y de literatura y
del cine.
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